Si bien parte importante de las reivindicaciones y salidas de la crisis se asientan en el trabajo (las pensiones, los ingresos, las prestaciones de salud), el debate social no ha estado focalizado directamente en el trabajo, por ejemplo en el modelo de organización vía redes flexibles y precarias de subcontratación, las condiciones de trabajo […]
Si bien parte importante de las reivindicaciones y salidas de la crisis se asientan en el trabajo (las pensiones, los ingresos, las prestaciones de salud), el debate social no ha estado focalizado directamente en el trabajo, por ejemplo en el modelo de organización vía redes flexibles y precarias de subcontratación, las condiciones de trabajo y empleo, las relaciones de autoridad o el desgaste.
Durante los últimos años, si no décadas, los investigadores de las ciencias sociales, y particularmente los investigadores del trabajo, venimos retratando una cierta «subjetividad neoliberal chilena», la existencia de ciertas formas compartidas de entender(se), de vivenciar, de justificar y de actuar dentro de la vida social, que de alguna manera son coherentes y funcionales al «neoliberalismo avanzado» que marca tan fuertemente a nuestra sociedad desde hace ya décadas.
Una subjetividad que es el resultado del orden neoliberal, pero al mismo lo reproduce, ofrece buenas razones -éticas, prácticas, existenciales- para actuar dentro de él. Una suerte de equilibrio y correspondencia entre un eje simbólico y un eje material dentro del orden social.
¿Qué representa en este marco el estallido social de 2019? ¿Qué está pasando con aquella «subjetividad neoliberal chilena» detrás de la profunda manifestación de descontento y hastío, de las múltiples demandas que comienzan a esbozarse?
Algunas precauciones antes de intentar describir a ese «sujeto neoliberal» de la postdictadura chilena. La subjetividad que describiremos no corresponde a un sistema ideológico altamente coherente y aceitado, sino más bien a significaciones y disposiciones comunes dentro de prácticas y discursos dispersos y heterogéneos, que los individuos tienden a asumir en diversas esferas de la vida social, y del cual a ratos toman distancia.
Luego, estamos hablando de una subjetividad neoliberal «global», que tiene expresiones diversas en función de las particularidades históricas, estructurales y culturales en que se desarrollan. De hecho es posible suponer múltiples «subjetividades neoliberales chilenas», dependiendo de los territorios y las posiciones sociales en que se construyen los actores sociales.
Diversos estudios de las ciencias sociales han permitido construir entonces una descripción de esta «subjetividad neoliberal chilena», compuesta obviamente de ciertos contenidos virtuosos sobre el sentido de la acción (bastante en sintonía con el sujeto neoliberal «global»), pero que porta también de un cúmulo de vacíos y contradicciones, ciertamente vinculadas a las propias contradicciones económicas, políticas y sociales de cada sociedad (ver Boltanski y Chiapello, 2002; Bröckling, U. 2015; Durand, 2019; Rose, 1990; Walkerdine y Bansel, 2010).
El sujeto neoliberal chileno ha sido descrito, en primer lugar, desde su profunda individualidad. Ante todo valora y enfatiza su propia autonomía, su distancia de pertenencias o ataduras colectivas. En ese sentido es un sujeto despolitizado. Nuestros estudios en el mundo del trabajo dan cuenta de una fuerte autoexigencia por construir un proyecto propio, para el cual la clave está en la capacidad de autogestionarse, de administrar el propio «capital» de competencias.
La vida social y laboral constituye un espacio estratégico en el que me desenvuelvo solo/a, y mucho depende de mi responsabilidad y mi personalidad. Coherentemente, el sujeto neoliberal es profundamente activo, en permanente movimiento. Quienes investigamos el mundo del trabajo hemos constatado en diversas ocupaciones y lugares, individuos muy concentrados en «emprender», en sus múltiples y flexibles traducciones: estar incansablemente atentos a nuevas oportunidades, hacer crecer las propias redes, demostrar compromiso, desarrollar la propia empleabilidad.
El sujeto neoliberal chileno se concibe a sí mismo en movimiento, en camino a algo mucho mejor, en el que el mérito se transforma en un valor fundamental. Nuestras investigaciones muestran que muchas personas dan sentido a su esfuerzo presente apostando a un futuro distinto, si bien esto no necesariamente implique un plan concreto en el que se esté inmerso.
El sujeto neoliberal, además, vive permanentemente enfrentado a pruebas en las que debe mostrar su valor. El corto plazo inunda la experiencia del sujeto neoliberal chileno, no sólo por el deber de mostrar logros, sino porque en esa dimensión busca además el goce. El consumo se hace central, no sólo porque sostiene el desafío de construir un estilo de vida propio y hedonista, sino porque ofrece una suerte de igualdad social, de ciudadanía.
Pero la investigación de las ciencias sociales también ha logrado identificar tensiones y fisuras de esta subjetividad neoliberal chilena, situadas fundamentalmente en la fuerte desigualdad de la sociedad y en la privatización de las condiciones de vida de los chilenos (Araujo y Martuccelli, 2011, 2012; Ruiz y Boccardo, 2014).
El sujeto neoliberal chileno está inmerso en una experiencia permanente de desgaste, de «desmesura laboral», al límite de sus esfuerzos, sobreexigido. Se siente permanentemente en riesgo, tanto de no responder, como de que se derrumbe la posición que ha alcanzado. La deuda funciona como cortina de fondo de la experiencia, el eventual fracaso tensiona la experiencia. En investigaciones propias hemos constatado cómo los trabajadores y trabajadoras se presentan como una suerte de «personajes», siempre desafiados, siempre coherentes a su estilo de vida y a sus convicciones, pero que rápidamente dan luces de una profunda ansiedad respecto del presente y del futuro.
El sujeto neoliberal chileno es un sujeto tensionado. Su apuesta por el mérito se da de bruces con la evidente desigualdad de oportunidades que constata día a día. Su expectativa de horizontalidad en las relaciones sociales se enfrenta a experiencias cotidianas de autoritarismo o abuso, que vive como un agravio a su dignidad personal, como menosprecio, como abuso de poder (Araujo, 2013, 2015, 2016).
Las actuales jornadas de movilización social dan luces de una olla a presión que si bien se presumía encendida, no anticipaba un estallido tan categórico. Lo que se denuncia y demanda en la calle estos días gira precisamente en torno a la dignidad, al rechazo del abuso, al reconocimiento. Todas las causas caben, en cuanto denuncien la obstrucción al sujeto, a su esfuerzo.
¿El actual escenario informa de un giro radical de la subjetividad neoliberal chilena o es más bien una explosión puntual por acumulación en una de tensión acumulada? ¿Se deshacen progresivamente los pilares subjetivos de la autonomía individual, la puesta a prueba, la movilidad, el logro y el goce de corto plazo, o más bien éstos se abren y moldean a nuevos idearios de igualdad y horizontalidad?
Los investigadores e investigadoras del trabajo estaremos atentos a esta evolución. Si bien parte importante de las reivindicaciones y salidas de la crisis se asientan en el trabajo (las pensiones, los ingresos, las prestaciones de salud), el debate social no ha estado focalizado directamente en el trabajo, por ejemplo en el modelo de organización vía redes flexibles y precarias de subcontratación, las condiciones de trabajo y empleo, las relaciones de autoridad o el desgaste. Debates que politizan al sujeto neoliberal chileno.
Mientras tanto, es fundamental atender a las vivencias y reivindicaciones de la movilización social, a las nuevas expresiones de esa subjetividad neoliberal chilena que ha estallado de hastío. Y observar desde ahí el potencial impacto de esta transformación de la subjetividad en los ejes estructurales del orden neoliberal chileno.
Alvaro Soto Roy es investigador del Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías del Poder.