Puede parecer sorprendente que Ricardo Letts Colmenares, una de las grandes personalidades de la izquierda peruana, con una larga y rica trayectoria, haya publicado sus Cuadernos íntimos de un periodo relativamente breve, de 1959 à 1963. Para quien conoce personalmente a Ricardo Letts, y conoció la realidad peruana y latinoamericana de esa época, la elección […]
Puede parecer sorprendente que Ricardo Letts Colmenares, una de las grandes personalidades de la izquierda peruana, con una larga y rica trayectoria, haya publicado sus Cuadernos íntimos de un periodo relativamente breve, de 1959 à 1963.
Para quien conoce personalmente a Ricardo Letts, y conoció la realidad peruana y latinoamericana de esa época, la elección de este periodo de su vida no es tan sorprendente. Fueron años difíciles, intensos, decisivos para todo el mundo, pero, muy en particular para los jóvenes, tanto en lo personal y profesional, como en los aspectos políticos.
En sus anotaciones cotidianas, a cualquier hora del día o de la noche y en cualquier lugar que pudiera encontrarse, Ricardo Letts nos describe con la extraordinaria crudeza de textos que no estaban destinados a ser publicados, la profundidad y la complejidad de sus vivencias, es decir, de sus reflexiones, de sus interrogaciones y sus resoluciones, algunas de ellas de una extrema gravedad. Tan graves, que podrían catalogarse como la de un largo y penoso proceso de auto-alumbramiento, es decir, un volver a nacer, o como él lo dice, de llegar a «ser otro».
Y en esto no hay ninguna exageración. Para medir la insondable magnitud de esta mutación, que él va a experimentar en esos años, digamos que el líder izquierdista de hoy, marxista-leninista convicto y confeso, y por consecuencia ateo, proviene de una familia profundamente católica, y suficientemente rica (propietaria de una gran explotación agrícola) para que la muy elitista oligarquía peruana los acepte y los trate como parientes cercanos.
Romper en esas condiciones socio-económicas con la religión, con su familia y con su clase de origen, y renunciar al siempre deslumbrante futuro que tenían (y tienen aun) los dueños del Perú, sólo puede ser el resultado de un cataclismo espiritual, ideológico y político. O, como lo dice él mismo, de una progresiva toma de consciencia de los graves problemas del país, y de la imperiosa necesidad de promover un cambio radical de la situación.
Para Ricardo Letts todo comienza cuando obtuvo el título de ingeniero agrónomo en la Universidad Nacional Agraria de la La Molina y asumió la gestión de la hacienda de su padre. Ahí, en su propia casa, y en sus relaciones con otros fundos y poblaciones de la región, va a descubrir las penosas condiciones de vida de los obreros agrícolas y de las familias campesinas. Más aún, va a vivir la terrible experiencia de la muerte de uno de sus propios obreros, intoxicado por las emanaciones de un insecticida que estaba aplicando, sin la protección necesaria, a plantaciones de frutas.
Fogueado en las asambleas universitarias, como representante estudiantil, desde muy temprano va a adquirir -según lo confiesa en su libro, repetidas veces- dos certidumbres. La primera, que la única solución para resolver los problemas del Perú, es por medio de la política, para lo cual va a aspirar y conquistar muy rápidamente puestos de responsabilidad locales; la segunda, que por ese medio, de la política, él va a llegar a ser, más tarde o más temprano… Presidente de la Republica.
A los 22 años de edad, estas ambiciones no son desaforadas, sobre todo, en un contexto como el de la época, nacional e internacional. En Perú, en efecto, en un clima de extrema tensión social y política, comenzaba la emergencia multitudinaria del movimiento campesino, y el agitado proceso de recuperación de tierras; mientras tanto, en Cuba, un pequeño grupo de barbudos, después de una breve guerra de guerrillas, se instalaba en el poder y comenzaba a transformar radicalmente la sociedad.
Vista del exterior, la experiencia cubana aparecía como la forma más simple, más rápida y más eficaz para concretar el sueño de conquistar la independencia nacional y de construir las bases de un nuevo país donde impere para siempre la libertad y la justicia social. Ricardo Letts, como tantos otros jóvenes de la época, se convirtió en un partidario entusiasta de la Revolución Cubana y no tardó mucho tiempo para ir a ver, con sus propios ojos, la evolución de ese proceso.
Todo esto, siendo ya militante y dirigente de Acción Popular, el partido del Arquitecto Fernando Belaunde Terry, que llegara a la presidencia en las elecciones de 1963, y que prometía «profundas transformaciones, sociales, económicas y políticas». Promesas que van a ser rápidamente traicionadas, provocando la renuncia irrevocable de Ricardo Letts, y su definitiva conversión al socialismo revolucionario.
El libro lleva por título «La Ruptura – Diario íntimo 1959 – 1963» y en lo principal de su contenido describe con una excepcional sensibilidad, este penoso proceso que acabamos de describir, de dejar de ser el que era y convertirse en otro. El resto del libro es una descripción sumamente interesante de la vida de un joven de familia acomodada, deportista brillante en múltiples disciplinas, con la capacidad de alborotar a muchas jóvenes de la oligarquía limeña, pero, profundamente católico y, por lógica y lamentable consecuencia, moralmente impedido de dar rienda suelta a sus pulsiones sexuales. En suma, una buena radiografía de la época en el Perú.