«Una paz fundada en las transformaciones económicas, políticas y sociales necesarias para alcanzar el punto de equilibrio aceptable para todos, en la extirpación definitiva de las razones que alimentan la confrontación armada»
«La paz es una noble y legítima aspiración que la insurgencia colombiana defiende desde hace ya medio siglo (…) Han transcurrido 10 años desde cuando Pastrana decidió echar en saco roto sus propósitos de paz (…) es claro que todo fue un ardid oficial para ganar tiempo, cuanta muerte y destrucción, cuanto dolor y lágrimas, cuanto luto y despojo inútiles, cuantas vidas y sonrisas cercenadas, para finalmente concluir que la salida no es la guerra sino el diálogo civilizado. Pueda ser que Colombia entera debe ponerse en pie para impedir que no suceda lo mismo esta vez, nuestra patria no merece esta guerra que declararon contra ella. Pero una década atrás no solo se vino sobre Colombia y su pueblo una espantosa embestida militar, paramilitar, judicial, económica, política y social, también cayeron sobre nosotros como aves de presa los propagandistas del régimen con su discurso difamatorio y venenoso (…) de qué estigma infamante no fuimos cubiertos quiénes hicimos frente a la guerra y la violencia desatada con frenesí desde el poder».
*»El gobierno ha reiterado una y mil veces su inamovible decisión de no permitir ninguna de las que califica como ‘concesiones en el terreno de la guerra’, en su extraño parecer cualquier posibilidad de cese al fuego, tregua, armisticio o despeje, únicamente contribuye a la creación de incentivos perversos (…) pese a tales señales las FARC-EP guardamos la sincera aspiración de que el régimen no intenta repetir la misma trama del pasado (…)».
«La realidad nacional impondrá la voluntad de las grandes mayorías que necesitan la paz con ‘justicia social’. A un lado del camino deben quedar los firmantes de fabulosos contratos derivados de la guerra, los que encuentran en los grandes presupuestos de defensa un rápido camino al enriquecimiento, los que acrecientan velozmente sus propiedades e inversiones con base en el pillaje contra los indefensos. A la obsesiva e indolente posición de identificar la paz exclusivamente con la victoria, de alcanzarla mediante brutales operaciones militares y policiales de aniquilamiento, de conquistarla con base en devastadores bombardeos y ametrallamientos, de identificarla con la consagración de la impunidad para la arbitrariedad de sus agentes, de tejerla con millares de capturas masivas, allanamientos, persecuciones, desplazamientos, y toda clase de represiones contra la población colombiana que reclama sus derechos, de asimilarla a la aceleración las locomotoras de la infamia, resulta urgente enfrentar una concepción distinta, justa, realista y constructiva: ‘una paz fundada en las transformaciones económicas, políticas y sociales necesarias para alcanzar el punto de equilibrio aceptable para todos, en la extirpación definitiva de las razones que alimentan la confrontación armada’.»
«Aún se escuchan con fuerza voces oficiales que abiertamente persisten en la salida militar (…)»
«Es a los millones de víctimas de este régimen elitista y violento, a los afectados por sus políticas neoliberales de desangre, a los que sueñan con una democracia real en una patria amable en desarrollo y en paz, a quienes corresponde jugar en adelante su rol protagónico por una nueva Colombia. A ellos estamos dirigiéndonos las FARC con nuestro corazón en la mano. (…) ‘Se trata de luchar por profundas modificaciones del orden vigente’.»
Timoleón Jiménez llama a la participación popular: «(…) la participación general del pueblo colombiano en las discusiones de paz, llamamos a Colombia entera a pronunciarse, a exigir su participación o a asumirla en las calles y carreteras (…)»
Timoleón Jiménez acerca de los militares: «Saben bien que la necesidad los ha impelido a jugarse la vida, que alimentan a sus familias con el miedo permanente a la muerte o a la invalidez, son colombianos del pueblo que aman la vida y sueñan con prolongarla, que sufren necesidades y ven a sus hijos crecer en medio de tan aciago panorama de incertidumbre social y violencia, no pueden querer esta guerra… habrá en su cúpula elementos guerreristas y ambiciosos, que se prestan a los más sucios propósitos, gentes como Rito Alejo del Río o Santoyo: penetrados hasta los tuétanos por las doctrinas imperiales de la ‘seguridad nacional’ que convierten en hongos a los hombres; pero también debe haber patriotas, militares honestos que se preguntan por qué razón las fuerzas armadas colombianas se encuentran al servicio de poderosas multinacionales que saquean las riquezas del país, por qué su papel se reduce a la intimidación, al aplastamiento de la población inconforme con las políticas antipatrióticas de gobiernos corruptos, que se cuestionan por su papel de garantes de un injusto orden de las cosas, que se indignan al ver cómo sus altos mandos dan sumisos partes a generales extranjeros (…)»
«Haber llegado a la Habana es el resultado de (…) cada consigna pintada en una pared, de cada acto de masas (…) de la movilización campesina, de las arrolladoras marchas, de la protesta social, de la lucha contra las fumigaciones, de los paros y huelgas contra el gran capital transnacional, de todos esos encuentros de mujeres, de artistas, de estudiantes y jóvenes (…) Semejante torrente ya no podrá detenerse, estamos seguros de que seguirá creciendo y se llevará por delante los planes imperiales, los aviones cazas, los tanques de guerra, los infernales desembarcos, los batallones de combate terrestre, los brutales escuadrones antimotines, los falsos positivos, las amenazas y los emplazamientos, el paramilitarismo, los pedantes jurisconsultos, la falsedad mediática, la politiquería rastrera, las políticas neoliberales.»
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