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La salida política devino en consigna revolucionaria

Fuentes: Rebelión

«Si tu adversario no encuentra una salida, luchará hasta el exterminio y terminará por vencerte. Porque esta es la naturaleza de los guerreros: luchar enérgicamente hasta la muerte cuando no existe otra solución.» Sun Tzu

Una de las falencias que pude vivenciar durante la experiencia fecunda de los diálogos del Caguán, de la administración Pastrana, fue que la consigna de la solución política al conflicto social armado colombiano enarbolada desde su nacimiento por las FARC, no era compartida por nadie más. El imaginario popular y democrático colombiano y quizás el latinoamericano, estaba apegado a las palomas de «paz» que 15 años atrás había dibujado indeleblemente la demagogia conservadora y laureanista de Belisario Betancur en nuestras mentes.

Se hablaba de la paz como la entelequia del amor a la bandera, a la Nación o el amor al prójimo, mientras los pasos concretos para llegar a ese estado de gracia celestial, los daban sentados en una mesa unos especialistas en resolución de conflictos, que aparecía de vez en cuando en público para leernos unos documentos firmados por ellos y que llamaban pomposamente acuerdos de paz. Nada más ocurría hacia abajo. Hacia la base de la sociedad. La paz como en el villancico llegaba o caía de lo alto y se esparcía como bienhechor rocío.

Y en la mezcla de colores de la paloma, la paz confundida con la solución política al conflicto armado era negociaciones con las guerrillas revolucionarias. Reformas estructurales de la sociedad reclamadas 60 años antes por los guerrilleros, eran negociaciones en el corrompido parlamento bipartidista. Democracia Popular era negociaciones y lobby politiquero entre partidos oligárquicos de garaje, y el silencio de las armas también era un negocio. Un verdadero bazar oriental o mercado persa de conceptos e ideas inciertas sobre la paz convertida en una mercancía más del mercado neoliberal.

Hoy, leo (quizás un poco tarde) en un libro gordo de 505 páginas, titulado «Tiempos de Paz. Acuerdos en Colombia 1902-1994, editado por la Alcaldía de Bogotá en abril 2003, y entre las diversas concepciones allí expresadas, la «apostilla tomasina» (de santo Tomás) del sociólogo Efraín Sánchez, quien plantea la interesante y contundente hipótesis que los 50 o 60 años de conflicto armado colombiano, no han sido otra cosa que la búsqueda de la paz por el Estado colombiano por medio de las armas. (Pág.394)

Bien miradas las cosas de la guerra es así: Se hace la guerra para conseguir o imponer la paz. La diferencia entre paz y pacificación con sus costos debe ser tenida en cuenta, y si los contendores en una guerra se atienen realistamente a ello, deben saber o estar preparados para alegrarse de sus victorias, entristecerse con las derrotas, llorar sus muertos sin quejarse, y evolucionar en substituirlos o reemplazarlos.

Pero la dura hipótesis tomasina, también, es un buen mentís a los sofismas del Pentágono estadounidense expresados por Uribe Vélez y su pariente José Obdulio, de que en Colombia no hay conflicto armado sino una amenaza terrorista general tipo Osama Ben Laden, la cual nunca se acaba negociando con terroristas sino cuando se les de caza a los terroristas; con esa combinación de guerra tecnológica «infinita» en tiempo real e histeria mediática masiva, inaugurada por Bush en la invasión a Irak y los horrorosos bombardeos a las montañas de Afganistán.

Confirmando esta hipótesis militarista y continuándola hasta su extremo, el nuevo presidente Uribista de Colombia comprueba (incluso por estadísticas) que el conflicto armado colombiano se ha convertido en una Guerra Social difusa y diseminada por campos y ciudades de todo el país (al amparo de la Policía Nacional que no controla realmente la delincuencia por estar dirigiendo la guerra contrainsurgente), y que con su barbaridad del Estado Policíaco del DA S, su odio visceral y sus macabras cifras de fosas comunes, muertos, desplazados, desaparecidos, fusilados, heridos o dados de baja, despojados y bombardeados al amanecer, ect; tiene sumida a la sociedad colombiana en una crisis espantosa que amenaza la existencia misma de toda la sociedad.

Así el presidente Obama mirando los árboles calcinados por las bombas made in USA, pero sin ver la inmensa selva colombiana que hay detrás, o talvez pasando por alto su amarga experiencia en Irak diga lo contrario, para complacer momentáneamente a las corporaciones Trasnacionales que vienen por los ripios y despojos, que aún quedan con algún valor de cambio en Colombia.

Sin embargo, no hay nada más dinámico y evolutivo que una guerra de verdad. Talvez lo único que se le pueda equiparar en dinamismo y en todo caso se debe guardar las proporciones, sería un partido de futbol en donde (venturosamente) no hay desgracias. Así la Guerra Social en Colombia (negada pero no por eso inexistente) ha ido evolucionando en todos los sentidos, y me basta el ejemplo de la Solución Política al conflicto social armado colombiano, que hace 10 años en el Cagúan no era tenida en cuenta por nadie, pero que hoy es una consigna masiva (de masas) de propios y vecinos: Democrática, popular y revolucionaria, pues el día que la Oligarquía colombiana y el Imperialismo que la sustenta se vean obligados a aceptarla, con toda la complejidad que ella conlleva, se resolverá la contradicción real (entre lo político y lo militar) de la guerra contrainsurgente en Colombia, que les está constriñendo y carcomiendo su proyecto expansivo y de despojo Imperialista en la región Andina.

Apostilla de Sun Tzu escrita hace 24 siglos, mucho antes de Santo Tomás: «Si tu adversario no encuentra una salida; luchará hasta el exterminio y terminará por vencerte. Porque esta es la naturaleza de los guerreros, luchar enérgicamente hasta la muerte cuando no existe otra solución.»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.