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La salud como negocio no es negocio

Fuentes: Rebelión

Un resultado inesperado y muy positivo de la catástrofe de la pandemia de covid ha sido la tremenda derrota del pensamiento anti vacunas anidado en la mente de millones de personas alrededor del mundo.

Un pensamiento anticientífico plenamente refutado a lo largo de más de doscientos años y que, sin embargo, todavía prevalece y se acrecienta. Y no sólo en sociedades primitivas o ineducadas, sino en poblaciones de buena cultura, informadas y con experiencia, incluso personal, sobre la pertinencia de la vacunación masiva contra diversas enfermedades infecciosas, en muchos casos mortales.

Este triunfo del pensamiento científico ha sido, desde luego, universal. Y son miles de millones las personas de todas las edades que han acudido voluntaria y entusiastamente a vacunarse contra el covid. Y si bien es cierto que ha habido y todavía hay bolsones de personas escépticas y renuentes a inocularse, finalmente lo han hecho ante la evidencia del avance de la pandemia y el crecimiento de la mortalidad asociada a ella.

Por lo que toca a México pueden constatarse desde hace varios meses las kilométricas filas de solicitantes de la vacunación. Un éxito al que indudablemente ha contribuido el carácter gratuito de la inoculación. No hacen falta muchas luces para entender que una vacunación a costa del bolsillo de las personas habría tenido un resultado mucho menos celebrable.

La pandemia de covid-19 también ha hecho evidente que sólo la decidida intervención del Estado puede garantizar la salud de la sociedad. El caso de  la gratuidad de la vacunación sólo es el aspecto más visible y obvio de esa intervención. Pero lo mismo puede decirse del resto de las vertientes de la salud social.

Para la inmensa mayoría de las personas en cualquier geografía es materialmente imposible sufragar los costos económicos de una hospitalización. Y mucho más en el caso de una hospitalización prolongada, como es el caso del covid y de muchas otras patologías.

El flagelo presente ha hecho evidentes los límites de los servicios privados de salud, los que han mostrado, incluso en los países ricos, la imposibilidad de dar atención adecuada a vastísimos grupos sociales. 

Atenida la sociedad a los servicios de salud de carácter privado, la pandemia habría tenido costos mucho mayores en vidas y sufrimientos. Y es que, dicho de modo popular, la salud como negocio no es negocio. O, también, la salud como negocio personal es el peor de los negocios desde el punto de vista social.

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