Mientras más de 60.000 trabajadores de la salud van a ser despedidos y 123 hospitales están en la lista de espera para ser cerrados, en las puertas de nuestros hospitales miles de mujeres con sus hijos en brazos aguardan desesperadamente por atención médica que salve la vida de sus hijos. Esta irracionalidad es propia del […]
Mientras más de 60.000 trabajadores de la salud van a ser despedidos y 123 hospitales están en la lista de espera para ser cerrados, en las puertas de nuestros hospitales miles de mujeres con sus hijos en brazos aguardan desesperadamente por atención médica que salve la vida de sus hijos.
Esta irracionalidad es propia del sistema capitalista, un sistema destructivo, criminal y parasitario cuya ley es sacar ganancias rápidas sin importar cómo, para enriquecer a unos pocos a costa de la vida de millones. La actual nueva oleada de globalización imperialista, es una profundización del capitalismo de siempre.
Son muchos los efectos de la globalización imperialista: por un lado fortalece los grandes monopolios y enriquece a unos pocos y por el otro excluye, margina y profundiza la miseria y opresión de la gran mayoría de la sociedad. La actual situación de la salud de nuestro pueblo es solo consecuencia lógica de la profundización del dominio imperialista es nuestra patria, la misma que se ejerce en todos los países oprimidos del planeta. Los últimos 10 años los pobres en el mundo pasaron de 1000 millones a 2800 millones. En Colombia se calcula que más de 70 de cada 100 personas viven en la pobreza o indigencia y en el campo 82 de cada 100. El nivel de vida hoy es peor que hace 10 años.
Garantizar este paraíso de explotación para los imperialistas requiere ajustar las clavijas del Estado, buscando contener el auge de la lucha popular. Una clara política fascista se viene aplicando sistemáticamente apuntando a destruir política y militarmente toda forma de organización y expresión del pueblo que atente contra los intereses de las clases lacayas representantes de los intereses imperialistas, acabando con las organizaciones sindicales y populares política o militarmente, es decir, asesinando dirigentes y activistas o controlando políticamente sus organizaciones. Así mismo los derechos de expresión, movilización y huelga vienen siendo borrados hasta del lenguaje mismo.
Bajo el capitalismo el pueblo no tiene ni tendrá salud
El problema de la actual situación de la salud tiene que ver con la naturaleza del sistema, no es un problema de buenos o malos gobiernos o administraciones, es que el capitalismo es un sistema basado en la libre explotación del hombre por el hombre, en donde una minoría de la sociedad (burgueses representantes del imperialismo y terratenientes), explotan salvajemente a más del 90% de la población, para enriquecerse y acrecentar sus ganancias. Sus valores tales como el individualismo, el egoísmo, el «sálvese quien pueda», son en sí su esencia, por tanto la corrupción, el Tobo, el despilfarro, etc. que tanto campea en el sector salud, no es un problema de buenas intenciones, es una cuestión de lo que está imbuido hasta el tuétano todos este sistema.
La salud sigue por tanto la lógica de las leyes del capitalismo, en donde todo se convierte en mercancía que se compra y se vende al mejor postor, no es el «derecho constitucional inviolable de todo ser humano» del que se jacta la burguesía, al contrario, los servicios de salud tiene que ver con la posición social que se ocupan en las sociedades de clases. En Colombia más de 20 millones de obreros, campesinos y pequeños burgueses se encuentran totalmente excluidos de los servicios de salud, y quienes tiene acceso a él están signados por su capacidad de pago, para recibir en el mejor de los casos una consulta de pocos minutos, donde se ignoran las condiciones en que se vive y se trabaja y se le culpa de su situación.
La cobertura de vacunación y los programas de nutrición han disminuido radicalmente. El número de camas disponibles es menor que hace 10 años al igual que el número de consultas, y las enfermedades como la tuberculosis, el cólera, el dengue, la leishmaniosis y otras enfermedades de la pobreza se siguen extendiendo rápidamente. Los niños del pueblo siguen muriendo por las mismas infecciones diarreicas y respiratorias.
De 700.000 niños nacidos en un año, 25.000 mueren antes de cumplir el primer año de vida. Cada año fallecen 60.000 infantes por causas asociadas a la falta de atención oportuna o de enfermedades prevenibles. Y ni que hablar de las condiciones de vida y de trabajo de! pueblo en donde más del 80% del agua proporcionada por los acueductos, donde los hay, no es apta para el consumo humano.
Un 65% de la población carece de alcantarillado. El déficit de viviendas es de más de dos millones de unidades y un alto porcentaje están construidas en zonas no aptas para vivir.
Unido a este panorama cerca del 70% de los hospitales universitarios se encuentran al borde del cierre: El Ramón González Valencia de Bucaramanga, el Evaristo García en el Valle, el Erasmo Meoz en Norte de Santander, el Universitario de Popayán, el General y el Universitario de Barranquilla, el Materno Infantil en Bogotá, entre otros. Unidos a los tres hospitales de Cartagena ya cerrados (San Pablo, Universitario, Club de Leones), al de Caldas en Manizales, San Juan de Dios y Materno Infantil de Bogotá. Esto ejemplifica lo que significa para las clases dominantes la salud del pueblo: un negocio más que sólo sirve si produce ganancia.
Salud y opresión imperialista
El aumento de los gastos militares y la prioridad para el pago de los intereses de la deuda pública interna y externa han llevado a una drástica reducción de la inversión social entre ellas en la salud pública. Las clases dominantes guardan en los bancos más de dos billones y medio de pesos captados de los salarios no pagados a los trabajadores del sector salud, como garantía del pago de la deuda externa al capital financiero imperialista.
El FMI ha impuesto el incremento de la participación de los monopolios privados en los diferentes servicios de salud. El sistema mercantil de la salud bajo el capitalismo ha permitido a las EPS (capital financiero imperialista del sector asegurador) enriquecerse en pocos años, al punto de ubicarse seis de ellas, según la revista Semana, entre las más grandes empresas de país, superando incluso en el caso de Saludcoop a Bancolombia, primer banco en ingresos operacionales. No en vano las EPS acaparan el 60% de los recaudos del régimen subsidiado.
Las transferencias de dineros de la salud a los municipios alimentan a una cadena de gamonales locales y clientela política que se enriquecen y trafican con el sufrimiento del pueblo y fortalecen su poder gamonal, ligado generalmente a alcaldes, militares, terratenientes y paramilitares. El reciente caso de Riohacha (Guajira) donde la plata de la salud destinada a una ARS era controlada por los gamonales del municipio y los paramilitares, es solo una pequeña muestra de entretejido político y militar del gamonalismo.
En el campo de la mayoría de la población no está afiliada a ningún servicio de salud y lo que lo tienen solo reciben servicios de primer nivel, esto especialmente porque ésta es una forma de desviar y apropiarse de estos recursos por parte de !a ARS controladas por gamonales y paramilitares. La carnetización en el SISBEN se convierte en una forma de garantizar el control político y muchas veces militar sobre las masas campesinas.
El desigual nivel de atención en salud producto del desarrollo distorsionado y desigual que ejerce la opresión imperialista en nuestro país se evidencia en el nivel de cobertura del régimen subsidiado, el cual en departamentos como Guaviare, Guainía y Amazonas no alcanzan siquiera el 75%, seguido de Vichada, Vaupés, Magdalena, Córdoba, Sucre, Putumayo con una falta de cobertura el más del 55%.
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