Referirse a la situación que viven las y los trabajadores corresponde, sin lugar a dudas, a una cuestión primordial para cualquier persona y/o organización que se declare de izquierda. Más aún si sus definiciones se encuentran trazadas por el marxismo y sus pretensiones guardan relación con la construcción del proyecto histórico de las y los […]
Referirse a la situación que viven las y los trabajadores corresponde, sin lugar a dudas, a una cuestión primordial para cualquier persona y/o organización que se declare de izquierda. Más aún si sus definiciones se encuentran trazadas por el marxismo y sus pretensiones guardan relación con la construcción del proyecto histórico de las y los mismos: el socialismo.
En la actualidad, pareciera que el problema de las y los trabajadores y en definitiva, el de la clase trabajadora, se extravió de los diagnósticos y posiciones de la izquierda. En efecto, muchos – influenciados quien sabe por qué – comenzaron a creer que el problema de las clases sociales se agotó y los nuevos tiempos requieren de «nuevas perspectivas» que guíen a la acción transformadora, relegando a la clase trabajadora a los libros de historia, a los anecdotarios de viejos militantes, o bien, a un elemento meramente descriptivo e incluso folclórico y cultural del panorama nacional y mundial.
Sin embargo hay malas noticias para quienes asumen de forma explícita o implícita dichas posiciones. ¡La clase trabajadora existe! Y no solo eso, sino que es enorme, para mirarla, solo hay que tener los ojos bien abiertos. De lunes a lunes se le puede ver tras el mesón de comida rápida al que cualquiera acude cuando el hambre asecha; realizando labores de aseo en empresas o en plazas y veredas; a punta de plumón y borrador dicta clases en escuelas, así como también se le puede ver rápidamente manejando por las calles transportando comida en una enorme mochila verde, naranja o roja.
Así, es que en definitiva, junto con las transformaciones que existieron en la forma de acumular capital en Chile, se transformaron también a las y los trabajadores del país en tanto clase. Siendo la heterogeneidad de sus labores, el desarraigo de los lugares físicos en los que hasta hace años atrás residía algunas de sus principales características. Todo esto, claro está, sin acabar con la precarización y mucho menos con la explotación sino que, precisamente, todo lo contrario.
Aparecen entonces una serie de elementos a tomar en cuenta en pos de desarrollar una intervención política pertinente, como lo son por ejemplo: la segmentación de las y los trabajadores en tanto forma y lugar de ocupación, el alto componente de migrantes que compone a la clase trabajadora, las labores que estos realizan y los conflictos que las y los atraviesan. Junto con esto, se encuentra también el hecho, problemático sin duda, de que eventualmente más de algún trabajador o trabajadora defienda y/o se abandere por algún proyecto que en realidad no se encuentre, en lo absoluto, vinculado a sus intereses de clase. Todo es posible en el estado actual de la clase trabajadora existente en Chile.
Por lo que una debida atención de lo anterior podría permitir avanzar, cualitativamente en la construcción de un movimiento amplio e independiente de trabajadores y trabajadoras. Los eventuales avances que se puedan tener en este ámbito son esenciales para la construcción de un proyecto político que sitúe en el centro a las clases trabajadoras. El cual, cabe destacar, no existe en el país.
Preguntarse qué está en juego para la clase trabajadora en las diferentes coyunturas que vive el país es una buena pregunta para empezar. En la capacidad que se tenga para responder a esta misma se juega, básicamente, la posibilidad de apuntar los dardos en los lugares correctos. De lo contrario, se corre el riesgo de que los esfuerzos caigan en un saco roto, e incluso, de que la acción desplegada resulte ser la punta de lanza de proyectos que poco y nada vendrían a representar los intereses de las y los trabajadores del país y del mundo.
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