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La sociedad del miedo

Fuentes: Rebelión

A pesar de que Colombia es un país en el que la resistencia, la rebelión y la lucha contra la injusticia han estado presentes históricamente, en el que en repetidas ocasiones algunos se han alzado contra la opresión según su coyuntura, en el que los movimiento sociales y armados populares en búsqueda de cambios a […]

A pesar de que Colombia es un país en el que la resistencia, la rebelión y la lucha contra la injusticia han estado presentes históricamente, en el que en repetidas ocasiones algunos se han alzado contra la opresión según su coyuntura, en el que los movimiento sociales y armados populares en búsqueda de cambios a diferentes niveles no dejaron de existir a pesar del terror y represión desmesurada por parte de la oligarquía nacional y los intereses extranjeros, Colombia todavía, en su mayoría, es una sociedad temerosa. Temores que son creados e implantados no solo por las condiciones reales de existencia sino por unos mecanismos concretos de control.

El miedo es un mecanismo de defensa natural que avisa al individuo que debe estar alerta ante un peligro que puede infligirle daño o causarle la muerte. Un animal sin este tipo de alertas, está condenado a perecer. El miedo, como diría Nietzsche, se configuró en las primeras etapas de la humanidad como mecanismo de conservación de la especie. Pero este fue pasando de ser un simple mecanismo natural para situaciones específicas a convertirse en un sentimiento general casi omnipresente en todos los ámbitos de la vida humana. Así, vemos como el filósofo padre del llamado estado de representación moderno, Thomas Hobbes, en su pacto social, hace del miedo un instrumento para erigir al soberano. El miedo como sentimiento natural de los hombres en el estado de guerra, estado en el cual pueden perder sus bienes y propiedades ganadas a base de dominar al otro, por lo cual pactan para crear el Leviatán que brindará la seguridad de el inevitable impulso del poder insaciable, con la seguridad de que sus propiedades adquiridas no fueran a ponerse en peligro y por fuera de ese supuesto estado de guerra en el cual temen perderlo todo, hasta la vida.

Lo mismo en el contrato social de Locke, lo que subyace allí, es el miedo, el miedo a perder las propiedades, el miedo a ser juzgado por cualquiera y que ese cualquiera haga justicia por su propia mano, todos contra todos, una vez más en un estado de guerra que cesaría con el contrato, y que sin embargo, como dice Rousseau, aquellos solo eran tretas de los ricos para mantener sus privilegios frente a las amenaza de los pobres, los cuales, como demuestra Foucault, constituirían en delincuencia para sus propios fines, pero de eso hablaremos en otra oportunidad.

Así, vemos como el miedo empezó a constituirse en un mecanismo de control, abandonando el ámbito exclusivo de los instintos naturales e instalándose en el campo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.