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La sociedad inconclusa

Fuentes: Rebelión

Dice el contractualismo que la creación de la sociedad permitió la salida de la humanidad del estado de naturaleza. Si bien el proceso parece ser que ha llevado siglos el tema sigue latente. La cuestión es que el pretendido contrato social debiera haberse celebrado entre iguales, pero desde los comienzos acusa la desigualdad de los […]

Dice el contractualismo que la creación de la sociedad permitió la salida de la humanidad del estado de naturaleza. Si bien el proceso parece ser que ha llevado siglos el tema sigue latente. La cuestión es que el pretendido contrato social debiera haberse celebrado entre iguales, pero desde los comienzos acusa la desigualdad de los contratantes y de ahí que por carecer de una cimentación sólida la construcción haya permanecido tambaleándose.

Hay un defecto de base, difícil de subsanar, la sociedad ha tratado de construirse desde el modelo elitista desde los tiempos de Hobbes, es decir, partiendo de la desigualdad. Las minorías se han venido encargando de conducir los destinos de las distintas sociedades arrastrando a los demás componentes en la dirección que convenía a su intereses particulares, dejando claro de que todo se hacía por el interés general, cuando en realidad se trataba de simple apariencia . De manera que del examen del panorama general resulta que siempre ha habido una minoría encargada de dominar con distintos medios a la mayoría, argumentando la racionalidad del modelo en la necesidad de que, dada la incapacidad de las masas, debían ser tuteladas por los selectos . El resultado ha sido una sociedad que incluso en la actualidad sigue sin construirse, porque falta un consenso libremente expresado en términos de igualdad de partes.

De forma esquemática cabe decir que históricamente, para encarrilar la cuestión, la elites establecieron como prioridad social, dada la tendencia a la anarquía de las masas, el mantenimiento del orden . Aunque por la imposibilidad de llegar a un acuerdo entre los integrantes de la comunidad, hubo que acudir a la fuerza bruta para someter tanto a las voluntades rebeldes como a las pacíficas a la razón superior. Así se construyó el orden social de   los señores de la guerra. Y dado que la fuerza de las armas era un excelente instrumento de convicción en manos del más fuerte, la sociedad acabó por echar falsos cimientos. No obstante se encontraron con que la estabilidad del sistema dependía del ejercicio continuado de la fuerza y hubo que encontrar soluciones duraderas, simbolizándola a través de poder y su legitimidad. Lo que permitió la emergencia del Derecho para dejar en entredicho la radicalidad de la fuerza violenta y abrir la puerta a otras opciones menos llamativas, como la violencia suave .

Dado que el Derecho permitió aliviar la cuestión del orden y dejar atrás el personalismo del poder en favor de las instituciones, la sociedad reclamó la atención en otras necesidades como la satisfacción del   bienestar , una exigencia implícita en la propia construcción social. Cuando los mercaderes, pulsando la opinión pública, tomaron el poder para acometer la tarea del bienestar social, dado que el orden ya estaba provisionalmente asegurado, desplazaron a los viejos guerreros ennoblecidos. Efectivamente la sociedad se asomó a la mejora de las condiciones de vida, pero lo hizo entregándose a una nueva forma de dominación por otra minoría, colocada tras la clase política . El capitalismo impuso como exigencia tomar el monopolio del dinero y entregar a las masas a la dictadura d el consumo . Ambos asuntos, encomendados al hacer de las empresas capitalistas, permitieron que una nueva fuerza se impusiera en la sociedad. A cambio del bienestar material de sus miembros había que pasar por las disposiciones de la nueva elite económica , que lejos de acudir directamente la fuerza de las armas, empleaba la fuerza del dinero para lograr la sumisión del poder político y de las masas.

Hoy el orden social está asegurado por el Derecho, aunque la violencia siga latiendo ligeramente domesticada. Efectivamente es posible cierto bienestar para quien sigue las reglas de la doctrina capitalista . Políticamente todo funciona bajo la dirección de los principios del capital , e incluso parte del bienestar se ha oficializado en los Estados avanzados. Mas lo que se aprecia como avance social sigue construyéndose desde las elites, ya sean electivas o por designación. Con lo que la desigualdad social siempre está presente, aunque solamente sea porque unos están destinados a mandar e imponer su criterio y otros a obedecer. Se sigue torpedeando el tercer momento de la construcción de la sociedad en cuanto falta la igualdad para llevar a término el simbólico contrato social. Continúa domesticada y subyugada por las elites la voluntad general rousseauniana, profundamente afectada por tópicos puntuales dedicados a tapar la cuestión de fondo. Suplantada por sucedáneos de progreso político, bajo la tutela del capitalismo, tales como la democracia del voto o las libertades y derechos de papel sobre los que se imponen los intereses del dinero gobernante. Posiblemente esta situación obedezca a que mientras se antepongan las determinaciones de las elites políticas y económicas a las generales y no se escuche directamente lo que tienen que decir las masas sobre cómo quieren gobernarse, la ausencia de una voluntad general viene a determinar que en el tema de la construcción de la sociedad todavía queda mucho por hacer.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.