PARA MERCEDES IGLESIAS SERRANO, QUE SIEMPRE ESTÁ. No puedo imaginar a un Dios que recompense y castigue a sus criaturas, o que tenga una voluntad parecida a la que experimentamos dentro de nosotros mismos. Ni puedo ni querría imaginar que el individuo sobreviva a su muerte física […] Yo me doy por satisfecho con el […]
PARA MERCEDES IGLESIAS SERRANO, QUE SIEMPRE ESTÁ.
No puedo imaginar a un Dios que recompense y castigue a sus criaturas, o que tenga una voluntad parecida a la que experimentamos dentro de nosotros mismos. Ni puedo ni querría imaginar que el individuo sobreviva a su muerte física […] Yo me doy por satisfecho con el misterio de la eternidad de la vida y con la conciencia de un vislumbre de la estructura maravillosa del mundo real, junto con el esfuerzo decidido por abarcar una parte, aunque sea muy pequeña, de la Razón que se manifiesta en la naturaleza.
Albert Einstein (1934), El mundo tal como yo lo veo.
El libro más letal del planeta, ahora mismo, no es el Corán, sino la Biblia. En la fe de los cristianos evangélicos está que el mundo está a las puertas del fin. Lo que no ven es que podríamos estar a las puertas del fin a causa de su fe
Terry Eagleton, «Contra los valores familiares»
Nadie discute que la gente obtenga bienestar y consuelo de la religión. Si un ser querido muere, por supuesto que es alentador sentir que está en alguna parte interesándose por uno y que algún día lo volveremos a ver. Pero lo que es alentador no es necesariamente cierto, y es una especie de cobardía intelectual decir:»Debemos dejar que la gente se revuelque en sus ilusiones, porque eso los consuela». Creo que eso es ser condescendiente.
Richard Dawkins.
Con la utopía pasa en nuestras sociedad, en última instancia, lo mismo que con el ateísmo, a saber: que como el significado de la palabra lo establecen los que mandan (en el Estado, no necesariamente en la Academia de la Lengua), uno no puede ser, ni proponiéndoselo, lo que quiere ser.
Francisco Fernández Buey (2007), Utopías e ilusiones naturales
1. Ateísmo, agnosticismo
Un excelente periodista, antiguo director si no ando errado de SAIDA, aquella inolvidable revista de la izquierda comunista que se publicó durante los primeros años de la transición política española, nos suele regalar diariamente un sustantivo e inteligente -aunque (¡ay!) breve- artículo en las páginas de Público.
Ciudadanos que hasta hace pocos años desayunábamos diariamente con la columna de Eduardo Haro Tecglen a nuestro lado, mirando el mundo con su letra y casi siempre con su música, lo hacemos ahora con «El dedo en la llaga». El nombre, en este caso sí, es parte de la cosa. El dedo del admirado escritor y editor2 suele señalar con acierto la llaga esencial. A veces, claro está, nuestras propias llagas.
Por eso sorprendió la columna que Javier Ortiz publicó el 1 de noviembre de 2007. Contaba l periodista donostiarra que un amigo de su juventud se ponía de los nervios cuando él se proclamaba agnóstico. «No puedes demostrar la inexistencia de Dios», le gritaba. Ortiz, con algo de sorna, sabiamente, le respondía: «Y tú no puedes demostrar que en este momento no haya un habitante de una lejana galaxia, de 30 cm de largo, por 0,2 m de ancho y de color verde pistacho, que no esté tatareando el primer movimiento de la 5ª sinfonía de Beethoven». ¡Qué tontería!, replicaba su interlocutor. No más que lo tuyo, respondía nuevamente Ortiz.
Desde su infancia, concluía el periodista donostiarra, siempre había pensado que la idea de Dios era tan sólo un refugio mental y que quien consiguiera albergue en ella bendito era desde luego.
Los agradables ecos spinozianos son patentes.
Ortiz señalaba a continuación que en Derecho ese procedimiento argumentativo que él había criticabo tenía un nombre: invertir la carga de la prueba. Si alguien sostiene una afirmación que dista de ser evidente, es a ese alguien a quien corresponde demostrar que su creencia, la posición que él defiende, tiene fundamento razonable.
Magnífico, muy entrado en razón. Una concepción consistente con las teorías contemporáneas de la argumentación.
Lo sorprendente, más allá de la elección del primer movimiento de la 5ª en lugar del tercero de la novena3, a todas luces mucho más mozartiano y más en la cumbre de la música de Beethoven, es que Ortiz construya esa argumentación para defender…su agnosticismo, no su ateísmo. ¿Pero no habíamos quedado en que el agnosticismo era la suspensión del juicio en asuntos de divinidades, al señalar que no puede probarse ni la existencia de Dios ni su inexistencia, presuponiendo con ello que haya que probar siempre inexistencias? ¿No conlleva entonces el desarrollo de la posición de Ortiz que es necesario demostrar la inexistencia de Dios para poder colegir el ateísmo en contra precisamente de los supuestos aceptados en su propia argumentación?
La situación, en mi opinión, no es una simple inadvertencia, un improbable ocultamiento o una posición singular de Ortiz4. En las dos últimas décadas, la izquierda, la izquierda española cuanto menos, ha pasado de transitar sin sectarismo5 por las esferas del ateísmo a caminar mayoritariamente por el ámbito más aceptado del agnosticismo. Fernández Buey lo ha señalado así6:
Efectivamente, de la misma manera que el ateo sólo puede ser agnóstico (pues, por definición de los que mandan en esto, el sin-dios es un imposible metafísico dado que el sin-dios es siempre un buscador de dios, etc) así también al utópico solo le dejan ser una de estas dos cosas: o un realista político a la fuerza, que simultáneamente cree en las calendas griegas, o un receptor de palmaditas en el hombro derecho que afirma que la utopía no es de este mundo
Pero ¿qué cabe entonces entender por ateísmo? Tomemos, a título de ilustración, dos aproximaciones razonables -moderadas por lo demás, sin apenas arista política- del gran filósofo analítico Daniel Dennett7.
1. «El árbol de la vida ni es perfecto ni infinito en el espacio o el tiempo, pero es real, y si no es lo que pensaba San Anselmo, «un ser más grande que todo lo que uno pueda concebir», es seguramente un ser que es mayor que cualquier cosa que cualquiera de nosotros concebiría en un detalle merecedor de su detalle. ¿Es algo sagrado? Sí, afirmo con Nietzsche. Yo no puedo rezarle pero puedo apoyar la afirmación de su magnificencia. Este mundo es sagrado».
2. «Si lo que considero sagrado no es una suerte de Persona a la que se le puede rezar, o que pueda ser considerado un receptor apropiado de gratitud (o de furias, como cuando un ser querido es estúpidamente asesinado), en mi opinión usted es ateo. Si por razones de lealtad a una tradición, de diplomacia o de mero camuflaje autoprotector (que es muy importante hoy día, especialmente para los políticos8), desea negar lo que es, ése es su problema -pero no se engañe-«.
En lo que sigue pretendo argüir la temperada racionalidad de un ateísmo9 así entendido, no sectario políticamente, que no niega desde luego el admirable compromiso político de cristianos de base y de otras organizaciones religiosas10, pero que entiende, consistente herencia ilustrada, que la creencia religiosa puede ser, ha sido y puede continuar siéndolo en el futuro un ámbito de oscuridades, prejuicios y trampas.
2. Pistas y creencias
Los asuntos teológicos son a veces un buen material para excelentes e inocentes bromas filosóficas. Un ejemplo. Cuando a Bertrand Russell, el autor de Por qué no soy cristiano, le preguntaron qué le diría al Altísimo si se lo encontrase cara a cara en las puertas del paraíso, respondió con envidiable rigor metodológico: «Oh, Señor, ¿por qué no nos dio más pistas?»11.
Desde luego: no toda la temática religiosa presenta aristas tan amables como esta magnífica ocurrencia de aquel gran pacifista que fue lord Russelll12. Una ilustración de ello. Aunque la desolación ocasionada fue probablemente mayor y la respuesta de la Administración Bush13 fue seguramente aún más inepta y clasista de lo que suele afirmarse, el huracán Katrina provocó la muerte de más de 1.000 personas, decenas de miles de ciudadanos perdieron todos sus bienes y más de un millón tuvieron que ser desplazados. Una encuesta del Washington Post realizada poco después del desastre revelaba que el 80% de los supervivientes afirmaban que lo sucedido no sólo no había disminuido su fe, su creencia en Dios, sino que, milagrosamente sin duda, la había reforzado14.
Otros datos complementarios, en ningún modo incoherentes con el anterior. El 22% de los ciudadanos norteamericanos estaba convencido o totalmente convencido en fechas muy recientes, sin resquicio para la duda, de que Jesucristo volverá a la Tierra algún día de los próximos 50 años; otro 23% cree que el retorno de Jesús no es seguro pero que es, en cambio, muy probable. Un 44% cree literalmente, y las consecuencias políticas de esta creencia son fácilmente deducibles, que Dios prometió la tierra de Israel a los judíos15. Sólo un 28% de la población usamericana acepta la teoría de la evolución y un 68% cree en la existencia de Satán. Unos 120 millones de estadounidenses creen, sin apenas espacio para la metáfora, que Dios creó a Adán del barro hace 10.000 años16.
Las estimaciones tienen sus derivadas culturales y electorales. El 87% de los ciudadanos norteamericanos afirman no dudar jamás de la existencia de Dios y más del 50% tiene una opinión negativa o muy negativa de las personas que no creen en Dios. El 70% cree que es muy importante que los candidatos a la presidencia de USA sean personas firmemente religiosas. Según una encuesta de Newsweek, sólo el 37% de la ciudadanía norteamericana votaría a favor de una persona que fuera atea para la presidencia de su país17, y menos del 10% de los estadounidenses se identificarían públicamente como ateos.
Estas fuertes creencias religiosas no tienen traducción inmediata en el ámbito de la caridad, la austeridad o la lucha contra la pobreza o la desigualdad extrema. En Estados Unidos, donde el 83% de la ciudadanía cree, sin atisbo para la ensoñación literaria, que Jesús resucitó entre los muertos18, la diferencia de salarios no ya entre grandes ejecutivos y trabajadores industriales o de servicios, sino entre aquéllos y el salario de los empleados medios es de 475 a 1. En la era de la codicia, la diferencia sigue incrementándose de forma acelerada19.
Veamos la situación en España20. Según un estudio del CIS de 200221, el 80% de los ciudadanos españoles seguía declarándose católico y sólo un 12% se declaraba no creyente. El 42% creía firmemente en la existencia de Dios y una 31% tenía también esa convicción pero con menos intensidad22. El 64% seguía prefiriendo el matrimonio católico23, un 56% pensaba que la enseñanza de la religión era algo importante para la educación de sus hijos y un 80% pensaba bautizarlos en su caso. Sin embargo, en sentido muy alejado de las anteriores afirmaciones, el 75% de las personas nacidas desde 1970 se declaraban poco o nada religiosas24.
En España, como es sabido, hemos tenido en épocas recientes como ministros a miembros activos de organizaciones religiosas sectarias, secretas y fundamentalistas; la futura autoridad máxima de un Estado constitucionalmente aconfesional convirtió un asunto privado en acontecimiento público, contrayendo matrimonio en y por la Iglesia católica; las recientes declaraciones de algunos obispos y arzobispos hielan la sangre democrática, por diluida que ésta sea, lanzando desde su emisora proclamas conspirativas de extremísima derecha movilizada; y las presiones, manipulaciones y engaños sobre la enseñanza de la religión católica en nuestras escuelas e institutos, y su lucha sin techo visible para lograr una mayor financiación pública de sus asuntos privados, y un mayor trato de privilegio en asuntos impositivos, merecen un lugar destacado, alcanzado ya sin duda, incluso superado, en la historia universal de la infamia y del despropósito. En la parte opuesta, acaso habría que señalar una excesiva claudicación civil en ocasiones frecuentes25. La prudencia, la excesiva prudencia, ha causado mermas sustantivas en nuestro coraje de antaño26.
3. Existencias y argumentos
Cuando Florence Nightingale leyó la Physique sociale de Quetelet, que él mismo le regaló en 1872, anotó todas sus páginas27. Las regularidades que Quetelet había descubierto en delitos, suicidios y casamientos las interpretó como una confirmación de su creencia de que la estadísticas revelaba las leyes divinas. El ensayo de Quetelet era una obra religiosa, una revelación de la verdadera Voluntad de Dios.
Nightingale creía, pues, que la estadística revelaba la relación de Dios con el hombre, al igual que su carácter. No su esencia en cambio. Su carácter esencial era el de ser un Ente universal que era Ley. Sus leyes, las leyes del mundo físico y las que regían también al ser humano podían descubrirse por nosotros a través de la experiencia o de la investigación, en la que se incluía de manera destacada el estudio estadístico al cual ella era tan aficionada. Florence consideraba que la humanidad tenía obligación de hallar esas leyes para poder actuar así de acuerdo con el plan divino y contribuir de este modo a alcanzar la perfección.
El caso de Florence Nightingale no es único pero es muy singular. No es dato representativo
A pesar de lo señalado en el punto anterior, a pesar del resurgimiento de la creencia religiosa en numerosas sociedades contemporáneas, parece razonable pensar, como ha señalado Daniel Dennett28, que el papel de Dios en la explicación global de la existencia humana, en los grandes cambios históricos o en la misma formación y origen del Universo se ha visto empequeñecido a lo largo de los siglos en una parte considerable de las comunidades humanas29. De la inicial afirmación de un Dios directamente creador de Adán, y también de Eva a partir de una costilla adánica, o explicaciones afines con algunas notas en si-bemol intercambiadas, se ha pasado a sostener que el verdadero y casi único papel de Dios fue haber puesto en marcha el largo proceso de la evolución. Pero, comentaba el autor de La peligrosa idea de Darwin, «ahora ni siquiera necesitamos a este Dios -el dador de la ley-, porque si tomamos estas ideas de la cosmología seriamente, entonces hay otros sitios y otras leyes, y la vida evoluciona donde puede».
¿Está demostrada, pues, la inexistencia de Dios? ¿Se impone el ateísmo a toda persona que pretenda guiarse, conducirse y construirse racional y espiritualmente, sin prejuicios o con el menor número de ellos, con información contrastada y sin cultivo acrítico de una tradición por definición inalterable? Aceptemos que las creencias, también las religiosas, como señaló Manuel Sacristán en un célebre artículo30, o las finalidades políticas por lo demás, no pueden ser objeto de demostraciones apodícticas, asentadas e indiscutidas para siempre. Si lo fueran, si pudieran serlo, no existiera debate, lucha cultural o política en torno a ellas. Pero ello no es obstáculo para que existan numerosas y prudentes razones que justifiquen la racionalidad del ateísmo y no es éste un mal momento para dar nuevamente vueltas sobre ellas.
El ateísmo, propiamente, no es una filosofía del ser o de la vida, no es tampoco una concepción global del mundo, de la Nada o de nada. No es ni siquiera una opinión metafísica sobre la existencia o atributos de la realidad31. Es, en palabras de Sam Harris32, una posición en torno a las creencias humanas que rechaza negar lo que, en su opinión fundamentada, cree evidente. «El ateísmo no es más que la protesta manifestada por la gente razonable en presencia del dogma religioso».
Bien mirado todos los seres humanos bordeamos el ateísmo. Lo somos respecto a la mayoría de las otras religiones que existen o han existido. Como ha apuntado Dawkins33, casi todos los seres humanos niegan hoy la existencia de Zeus y Thor. Somos ateos en lo que respecta a estas creencias, aunque podamos creer en otras.
¿Pero existe alguna demostración convincente del ateísmo? ¿Puede apuntarse alguna prueba inapelable de su racionalidad?
No es necesaria una justificación de ese tipo. Como también señaló Sacristán en un reconocido y transitado paso34, siguiendo por lo demás observaciones analíticas del propio Bertrand Russell, diversas vulgarizaciones del marxismo y, en general, de concepciones filosóficas materialistas amigas de la ciencia35 han usado laxamente conceptos como demostrar, probar y refutar para referirse a las argumentaciones plausibles propias de las concepciones filosóficas o políticas. Sacristán se quejaba de la inepta frase de que la marcha de la ciencia había demostrado la inexistencia de Dios. No era ni es así. La ciencia no puede demostrar ni probar nada referente al universo como un todo. Las ciencias empíricas no pueden probar la existencia de un ser llamado Abracadabra abracadabrante (el groucho-marxiano ejemplo es del propio Sacristán), pues ante cualquier informe positivo que declarase no haberse topado con tal entidad, cabría siempre la respuesta de que el ser abracadabrante está por completo fuera del alcance de nuestros instrumentos de experimentación, o incluso que no es perceptible en absoluto. O incluso que ni siquiera es pensable por la razón humana. Es otro tipo de entidad, otra forma de Ser36.
¿Cuál es el papel entonces de los conocimientos científicos, artísticos y afines en asuntos de creencias? Lo que la ciencia y otros saberes contrastados pueden fundamentar es la afirmación de que la suposición de la existencia de seres abracadabrantes «no tiene función explicativa alguna de los fenómenos conocidos, ni está, por tanto, sugerida por éstos»37. Por lo demás, la afirmación sobre la demostración de la inexistencia de Dios presupone la tarea de demostrar o probar inexistencias. Pero, siguiendo a Sacristán, las inexistencias no se prueban, se prueban sólo las existencias. La carga de la prueba compete, efectivamente, al que afirma existencia, no al que duda o niega tal posibilidad.
El malogrado Hanson Russell38 transitaba por camino afín en dos de sus artículos, inicialmente publicados en una revisa de teología. En su opinión, sólo hay dos posturas consistentes en estos asuntos: la del creyente, que por diversas razones (o sinrazones) cree en la existencia de Dios o dioses, y la del ateo que niega la validez y justificación de esa creencia sobre existencias. Si el teísta, deísta o afín tiene un argumento convincente, se impone la creencia en Dios; si no lo tiene, se infiere la no creencia, es decir, el ateísmo. No tiene sentido aquí, en opinión de Hanson Russell, situarse en posición intermedia, apelar a un agnosticismo vergonzante, no tiene sentido permanecer en un supuesto e inexistente justo medio arguyendo, salomónicamente, que no existen demostraciones convincentes de existencia pero tampoco de inexistencia.
La razón es básica, simple. No solemos conducirnos de ese modo en otras situaciones. No se suele creer en la existencia de un fantasma vestido con prendas rojas que entona «La Internacional» los días pares y el «Himno de la II República» los impares, escondido en el armario del despacho que usaba la Pasionaria en el Congreso de Diputados. Y no se suele se portador de tal creencia fantasmal porque no hay indicio alguno que apunte en esa dirección, sin que nadie haya exigido hasta la fecha prueba de inexistencia del simpático y enrojecido fantasma. Por la misma razón, exactamente por la misma línea argumentativa, señalaba el autor de Patrones de descubrimiento, debemos asumir como creencia39, provisional y revisable si se quiere, como casi todas las creencias no dogmáticas, la inexistencia de Dios al no haber pruebas empíricas o apriorísticas, tipo argumento anselmiano40, de su existencia.
Coincidiendo con Hanson Rusell y Sacristán, Luis Vega Reñón41 también sostiene que son las afirmaciones de existencia las que tienen la carga de la prueba. De forma análoga, admitimos razonablemente que hay que probar la culpabilidad o la atribución de un hecho a alguien, no la inocencia. La no existencia de una determinada entidad no puede establecerse en términos parejamente razonables, salvo, obviamente, que pueda derivarse de una demostración de la imposibilidad de dicha existencia. De este modo, la no existencia de un círculo de radio menor que el diámetro -y aquí sí que hay demostración lógica de inexistencia- se deriva de su imposibilidad interna.
Las cuestiones de imposibilidad son, pues, otra cosa. La imposibilidad de que algo exista sí debería demostrarse, sí hay que lidiar entonces con la carga de la prueba, por contraste con la creencia en la no existencia, donde tal requisito no debería ser requerido.
De hecho, algunos autores sostienen esa posibilidad demostrativa en asuntos teológicos: la no existencia de Dios estaría probada directamente porque Dios, en alguna de sus caracterizaciones, es una entidad imposible, y lo es porque la noción que lo envuelve, si lo envuelve, la de un ser que reúne en grado sumo todas las perfecciones, es tan inconsistente como la de un triángulo equilátero con cuatro ángulos desiguales. No es posible, no es concebible racionalmente, que algo o alguien pueda ser a la vez omnipotente, omnisciente, sumamente bueno, justo, compasivo y providencial respecto de los demás seres libres42. Vega Reñón apuntaba un posible, aunque por la demás infrecuente, desliz teológico:
¿No se les habrá ido la mano a los teólogos que hablan de un Dios en términos absolutos y positivos, frente a los místicos y teólogos negativos, que se limitan a negarle las imperfecciones e impurezas del mundo e incluso las relaciones con él?.
Existen, desde luego, otros planos de aproximación crítica con más relevancia moral, más anclados en la historia, en la inquietud existencial, y, si se quiere, algo más laxos epistémicamente. Primo Levi43, por ejemplo, ha apuntado el siguiente.
En una conversación con Ferdinando Camon, sostenía:
F.C.: Es decir, Auschwitz es la prueba de no existencia de Dios.
Levi: Existe Auschwitz, por lo tanto, no puede haber Dios.
En el texto mecanografiado de la entrevista, recordaba Ferdinando Camon, Levi había agregado a lápiz:
No encuentro una solución al dilema. La busco pero no la encuentro.
4. Creación y diseño
Sin embargo, la situación de la creencia religiosa y los modos de argumentar a su favor y el mismo papel político de la creencia presentan nuevas y pujantes aristas. Recordemos algunos datos de la situación en Estados Unidos44.
Aun cuando la enseñanza religiosa está prohibida en las escuelas públicas estadounidenses y en la Constitución americana se postula una neta separación entre Iglesias y Estado, los creacionistas convirtieron en una batalla política y constitucional la inclusión de lo que denominan -en un impúdico alarde de creación lingüística- «ciencia de la creación» en el currículum científico de las escuelas norteamericanas. El darwinismo es una teoría, sostienen, pero es una teoría entre otras. No menos, admiten a regañadientes, pero tampoco más.
De hecho, en 1981, los Estados de Arkansas y Luisiana aprobaron leyes para que ambas teorías, la evolucionista y la «teoría» creacionista, recibieran un tratamiento horario idéntico. La «American Civil Liberties Unión» emprendió una acción legal contra el consejo de Educación de Arkansas que llegó al Tribunal Supremo. El recientemente fallecido Steven Jay Gould45 fue citado a declarar en el juicio en calidad de experto:
Si el juez Scalia tuviera en cuenta nuestras definiciones y nuestras prácticas, comprendería por qué el creacionismo no puede acreditarse como ciencia. De paso, también percibiría la emoción de la evolución y sus evidencias; ninguna persona sensata podría mantenerse indiferente ante algo tan interesante.
Theodore Dobzhansky lo había señalado años antes: en biología nada tenía sentido si no es a la luz de la teoría evolucionista.
La sentencia final resolvió prohibir las enseñanzas, financiadas con dinero público, de todo tipo de ciencia de la creación o afín en las escuelas de Arkansas. Argumento central de la resolución: el creacionismo es una concepción religiosa, no científica. Desde entonces, muchos creacionistas han creado escuelas e instituciones donde poder impartir su «ciencia creativa». Pero de nuevo, en agosto de 1999, el consejo de Educación de Kansas decidió convertir la religión en una asignatura optativa de acuerdo con los criterios establecidos para la enseñanza de las disciplinas científicas. La evolución, por tanto, dejó de estar incluida en las pruebas de todos los estudiantes del Estado norteamericano. Del mismo modo, en Kentucky se suprimió la palabra «evolución» y se la sustituyó por la expresión «cambio a lo largo del tiempo».
Pero algo más tarde, el 20 de diciembre de 2005, el juez federal John E. Jones III emitió una importante sentencia en donde declaraba inconstitucional la decisión de un consejo escolar de Dover, Pennsylvania, por la que los alumnos de una escuela pública de secundaria deberían estudiar el «diseño inteligente», en pie de igualdad con la teoría de Darwin en las clases de Biología46. El juez recordó que la Constitución norteamericana prohibía que el Estado hiciera militancia religiosa. La «teoría» del «diseño inteligente» era asunto de fe, era religión, y no debía ser enseñada en clases de ciencias.
La actual, masiva y neoconservadora apuesta por la «teoría» del diseño inteligente presenta nuevos matices respecto a la anterior oleada creacionista. Sus prendas ya no están marcadas con el «made anticientífico». No se pretende refutar la evolución en términos generales (¡Dios les libre!) sino que simplemente sugieren que algunos procesos biológicos son demasiado complejos para haberse organizado del modo propuesto por Darwin47 o por el darwinismo.
Se trata de un renacimiento, más o menos sofisticado, del antiguo argumento de William Paley48, un filósofo y teólogo utilitarista británico que vivió en la segunda mitad del XVIII y murió tres años después de la publicación en 1802 de su Teología Natural. Sucintamente, su argumento central puede ser expuesto como sigue. Cuando inspeccionamos un reloj percibimos algo que no descubrimos en una piedra; sus diversas partes están proyectadas y ensambladas con un propósito, producir un movimiento regulado para señalar las horas del día. La deducción es inevitable: el reloj tiene que haber tenido un artífice que le diera forma para servir al propósito para el que sirve. Del mismo modo, las señales del diseño planificado son demasiado evidentes en la Naturaleza para que puedan ser ignoradas. Un ejemplo entre muchos otros: el babirusa, un cerdo salvaje de las Indias Orientales, señalaba Palley, tiene dos dientes curvados de casi medio metro de longitud, que crecen hacia atrás, ésta es su singularidad, desde la mandíbula superior. No tienen estos dientes una función defensiva ya que ese servicio lo prestan dos colmillos que salen de su mandíbula inferior. Puesto que no los usa para defenderse, ¿son entonces esos dientes una superficialidad, un estorbo, un accidente? En absoluto: el babirusa duerme de pie y para sostener su cabeza engancha sus colmillos superiores en las ramas de los árboles. No son innecesarios, no son ningún estorbo. El diseño natural se impone .
Otro ejemplo de Daniel Dennett49. Analicemos el desarrollo del ojo. ¿A quién se le puede ocurrir, preguntan exitosos los «diseñadores», que esa maravilla ingenieril pueda ser producto de una serie de imperceptibles pasos no planificados como sostiene el neodarwinismo? Sólo un diseñador inteligente, señalan, puede haber sido capaz de crear la brillante disposición adaptativa del cristalino, la apertura variable del iris y un tejido sensible a la luz de una exquisita sensibilidad, todo eso ubicado, encima, en una esfera capaz de cambiar de objetivo en una centésima de segundo y de enviar megabites de información a la corteza visual cada segundo, de manera continua y durante años y años. Así, pues, hay diseño. Todo diseño presupone un diseñador. Ese diseñador tiene que haber sido una poderosa mente racional. Esa mente es Dios.
Los partidarios del diseño o designio inteligente sostienen50 que el Universo, la vida y el origen del hombre son el resultado de acciones racionales emprendidas de forma deliberada por uno o más agentes inteligentes. Se trata, afirman, de una propuesta científica legítima, capaz de sustentar un programa de investigación metodológicamente riguroso.
Veámoslo con algo más de detalle. «¡Vaya timo!» es una colección de la editorial Laetoli dirigida por Javier Armenia, astrofísico, director del planetario de Pamplona y miembro del consejo editorial de la revista El Escéptico. La colección cuenta con el apoyo de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico y pretende desenmascarar timos, falsas creencias presentadas como profundos saberes no atendidos por «la ciencia oficial», pseudoverdades asentadas en falsedades oceánicas que llevan en su máscara la etiqueta «conjeturas atrevidas», manipulaciones de libro, timadores que ocultan sus cartas tramposas y, en ocasiones, sus rentables negocios. Se han publicado hasta ahora cinco volúmenes en la colección.
Ernesto Carmena ha publicado en esta colección El creacionismo, ¡vaya timo!. Carta a un crédulo51. El autor es un joven y brillante científico de pluma ágil y descarada, miembro de la sociedad para el avance del pensamiento crítico. El tema al que se enfrenta tiene dos caras, sin duda interrelacionadas: el propio creacionismo y la teoría, digámoslo así, del diseño inteligente. Los creacionistas, los creata en un indiscutible logro nominal del autor, un movimiento político-religioso que sigue extendiéndose en Estados Unidos y en otros países no muy lejanos, defienden su tesis de la creación del mundo y de las especies vivientes amparándose en una lectura literal de la Biblia, después de señalar con angustia la neta contradicción entre el libro «sagrado» y los desarrollos y conjeturas de las arrogantes ciencias humanas.
El diseño inteligente es una teoría algo mas sofisticada que cuenta con algunos, muy pocos, científicos entre sus filas, los IDiots (de ID, Intelligent Design) los llama el autor en otro logro nominal no menos destacable. El bioquímico Michael Behe, famoso por su noción de la complejidad irreducible, es uno ellos52. Dios, según esta teoría, ya no es inicialmente creador ex nihilo, o no llegamos a ese atributo siguiendo los postulados bíblicos, sino que es el gran ordenador de lo existente, el Norman Foster del Universo. Como no se entiende, o no se quiere entender, que la selección natural es una razonable explicación de la evolución, los partidarios del diseño sostienen que la naturaleza, el universo, no puede explicarse por sí mismo y necesita para su explicación de su Ser singular y habilidoso, no identificable con ninguna instancia natural. Esa entidad ordenativo es nada más y nada menos que el Dios de las tradiciones religiosas, el divino arquitecto, el omnisciente e ilimitado Ser que ha diseñado toda la armonía natural existente.
No importa, o no se quiere aceptar, como señalaba recientemente Francisco J. Ayala, el reconocido profesor de biología evolutiva de la Universidad de California, que los seres vivos tengamos una arquitectura bastante mediocre. El canal de la natalidad de las mujeres no es suficientemente grande para que pase el niño sin dificultades ya que la cabeza de los bebés se ha ido expandiendo a través de la evolución y como consecuencia, aparte de otras razones sociales médicas, millones de mujeres han muerto (y siguen muriendo) en el parto hasta fechas recientes y también millones de niños, que no han cometido pecado alguno voluntario, más allá de la pesada herencia del pecado original, mueren antes de nacer. Ayala concluía que alguien que hubiera diseñado de ese modo, un diseñador que llevara a la muerte de tantos fetos, sería calificado de abortista impío o de cosas mucho peores. El diseño inteligente, señalaba, implica que Dios es el principal abortista del mundo.
Pura herejía sin duda, pero fundamentada en un argumento bastante contundente apuntado por un autor que, por lo demás, apuesta por una convivencia apacible entre ciencia y religión, negándose a que la ciencia traspase sus estrictas demarcaciones, tesis, como es sabido, no compartida por autores como Sam Harris o Richard Dawkins que defenderían un ensanchamiento del espacio crítico de los saberes y logros científicos.
Carmena ha escrito un delicioso e informado libro de diecisiete breves capítulos, que no sólo critica y falsea argumentos esgrimidos por defensores del creacionismo o del diseño inteligente y denuncia manipulaciones textuales, sino que aclara y explica nociones centrales de la teoría neodarwinista no siempre bien entendida. Pondré algunos ejemplos de ello. Antes cabe citar una de las más conocidas manipulaciones de los creata que bebe en fuente darwinista.
Creacionistas y diseñadores suelen defender sus posiciones con esta cita de Darwin: Suponer que el ojo, con todos sus inimitables artificios para ajustar el foco a distintas distancias, para admitir distintas cantidades de luz y para la corrección de la aberración esférica y cromática, pudo haberse formado por selección natural parece, lo confieso libremente, absurdo de todo punto. Punto, aquí finalizan la cita. Empero, señala Carmena, inmediatamente después, Darwin añadió: Y sin embargo la razón me dice que, si puede mostrarse que existen numerosas gradaciones desde un ojo perfecto y complejo a uno muy imperfecto y simple, siendo cada grado útil para su poseedor, si además el ojo varia ligeramente, y las variaciones son heredadas, lo cual ocurre ciertamente, y si alguna variación o modificación en el original ha de ser útil, entonces, aunque insuperable por nuestra imaginación, la dificultad para creer que un ojo perfecto y complejo puede haber sido formado por selección natural apenas puede considerarse real.
Manipulación, engaño, falsedad, como prefieran. Un escándalo, todo un escándalo. Así van las cosas en ese debate.
Los ejemplos a los que hacía referencia. La evolución suele confundirse, señala Carmena, con uno de sus mecanismos, la selección natural, y ésta suele visualizarse como una guerra entre distintas especies o razas, o como aniquilación de los débiles en manos de los fuertes, pero, realmente, la evolución «es el proceso que da lugar a cambios hereditarios en las poblaciones
Esa teoría, revisable, limitada como cualquier otra teoría científica, da cuenta de un hecho evolutivo -que a veces también es llamado «evolución» dando pie a una confusión conceptual-: «los seres vivos de la Tierra están emparentados y han ido divergiendo a partir de un ancestro común y transformándose durante millones de años» (p. 45)
¿Qué papel juega el azar, por otra parte, en la teoría de la evolución? ¿La evolución es fruto del azar? Depende como entendamos el término, apunta Carmena. Se dice que las mutaciones se producen al azar pero las mutaciones tienen sus causas: roturas en el cromosoma mal reparadas, errores de copia, inserción de segmentos parásitos de ADN. Ciertamente, «ciertos genes tienen más probabilidad de mutar que otros porque están en zonas del genoma más desplegadas y expuestas» (pp. 112-113). ¿Qué quieren decir entonces los biólogos cuando afirman que las mutaciones se producen al azar? No que las mutaciones carezcan de causas o que todas tengan las mismas oportunidades, sino que «las mutaciones ocurren con independencia de las necesidades del organismo» (p.113). Esta es la cuestión, no otra.
Sobre la relación entre ciencia y religión, la posición de Carmena no coincide con intentos de armonización en la línea de Stephen Jay Gould, del tipo la ciencia tiene un ámbito y la religión otro. La primera intentaría desarrollar teorías que expliquen los hechos del mundo natural; la religión operaría en el mundo de los fines, los significados y los valores humanos, que la ciencia podría iluminar pero nunca resolver. El empuje y el documentado descaro de Carmena le impide seguir ese sendero de pacto: «La religión, según entendemos muchos, no puede evitar colisionar con el conocimiento científico. Ella es así porque es así. Sólo lograra cumplir su «orden de alejamiento» si consigue evolucionar y convertirse en una ética descafeinada y superflua adornada con rituales» (p. 151).
Al adversario, al adversario nada afable y falsario en ocasiones, ni agua. Esta es la otra cuestión.
Hay un problema de razón pública e instrumentos en este debate señalado por Carmena al igual que por Francisco J. Ayala. ¿Cómo debatir con los partidarios de la creación o del diseño inteligente? ¿Vale la pena el cara a cara? Carmena y Ayala parecen desechar esa vía. En los debates públicos no cuenta la razón sino, sobre todo, la retórica, la publicidad, el marketing, las habilidades engañosas, la publicidad de prejuicios asentados, las caras hermosas y sonrientes, los trajes de Zara, no en cambio, o en mucha menor medida, los verdaderos conocimientos ni la validez de la ciencia. No se puede explicar en 10 o en 20 minutos, ante un público no neutral que es aleccionado para el caso, asuntos de cierta complejidad que exigen atención, y que son contrarios a creencias y prejuicios arraigados.
Tal vez sea sí. Quizás podamos aparcar ese ámbito de intervención como sugiere Carmena, tal vez podamos batirnos en retirada en ese espacio enemigo, pero eso significa dejar a los creacionistas un amplísimo y transitado campo para un proselitismo generosamente financiado. Es sabido: a veces, para avanzar, es necesario intervenir en territorio comanche. ¿Cómo? ¿Con qué armas? Denunciando imposturas, señalando puntos débiles y de fácil comprensión de la posición debatida, no intentado defender de entrada las propias posiciones. Eso vendrá luego, en una segunda fase. Las segundas partes serán esta vez mejores.
El debate, como se señaló, muy intenso en Estados Unidos, se ha extendido a otros países a través de la influencia de iglesias evangélicas y otros grupos fundamentalistas. La apuesta por el diseñador natural también se ha convertido en una posición de creciente fuerza en países latinoamericanos. La posición mayoritaria defendida por la Iglesia Católica parece respetar la autonomía de la ciencia y sus hallazgos53. Sin embargo, ha habido pronunciamientos que favorecen el diseño inteligente por parte de figuras católicas nada marginales como el arzobispo de Viena. Para el monseñor vienés, cualquier modo de pensamiento que niegue o busque desestimar la abrumadora evidencia en favor del diseño en biología es ideología, no ciencia. Vivir para ver: ¡un sofisticado dirigente de la Iglesia católica, apostólica y romana, la misma institución que tiene a sus espaldas los casos de Bruno, Galileo y Servet entre muchos otros, acusa de ideológica, de no-científica, de indocumentada una concepción filosófica que tiene sus pivotes básicos en saberes contrastados y en metodologías críticas !
Noam Chomsky54, siempre tan perspicaz, ha presentado una interesante variante, el argumento del diseño maligno, que nos retrotrae a transitados pasajes no siempre recordados de Epicuro o del mismo Hume. A diferencia del diseño inteligente, para el que, en opinión de Chomsky, la evidencia es nula, el diseño maligno tiene a su favor toneladas de evidencia empírica. Su criterio se basa en la crueldad del mundo: sólo un diseñador maligno puede haber organizado un mundo así. Luego, Satán existe.
6. Creencias, poder eclesiástico y escuelas públicas
De todo lo anterior parece inferirse una tarea razonable y racional a un tiempo: mantener la creencia en Dios y sus derivaciones fuera de las instituciones públicas, especialmente en centros de enseñanza cuya función básica es formar, informar, aprender a distinguir entre teorías, hechos confirmados y pensamientos desiderativos, entre tradición y conjeturas razonables, entre ensoñación, consuelos comprensibles e hipótesis contrastadas.
Richard Dawkins, que ocupa una cátedra de divulgación científica en Oxford desde 1995 y es autor del reciente y exitoso The God Delusion55, ha creado una fundación con el fin de mantener a Dios fuera de las aulas y evitar que las pseudociencias se hagan fuertes en los colegios. La fundación para la Razón y la Ciencia subvencionará libros, folletos y DVDs para combatir lo que Dawkins denomina un «escándalo educativo» ante el aumento de «ideas irracionales». La fundación también pretende llevar a cabo investigaciones psicosociológicas para averiguar qué hace que algunas personas sean más susceptibles a las ideas religiosas que otras, y si estas últimas, además, son especialmente vulnerables ante determinadas teorías.
El envite de Dawkins para contrarrestar lo que él considera el adoctrinamiento religioso de los jóvenes británicos surge en un momento en el que se ha sabido que docenas de colegios están usando en las clases de ciencias unos materiales didácticos elaborados por el grupo «Verdad en la ciencia» que promueven la alternativa creacionista a la evolución darwinista, valorada por el gobierno británico como «inadecuada dentro de los planes de estudios de ciencias».
Richard Buggs, un portavoz de Truth in Science, ha declarado que el grupo no estaba atacando la enseñanza de la teoría de Darwin56. «Solamente decimos -dicen- que también se deberían enseñar las críticas que se hacen a la teoría de Darwin». Según Buggs, el diseño inteligente atiende a las pruebas empíricas en el mundo natural y afirma que eso es prueba de un diseñador. Es cierto, admite, que si vamos más allá, el razonamiento se vuelve religioso y el diseño inteligente tiene implicaciones religiosas.
El anterior Gobierno británico de mister Blair, sin embargo, en un infrecuente alarde de sensatez, dejó que «ni el diseño inteligente ni el creacionismo son teorías científicas reconocidas» y que, por tanto, se opondrá a su difusión en las instituciones públicas de enseñanza.
Pero España, como es sabido desde antiguo, es diferente. El Tribunal Constitucional, nuestra máxima instancia jurídica, ha avalado recientemente el despido de docentes de religión por su vida privada, inconsistente -no a juicio del Estado sino de la propia Iglesia católica- con la doctrina que deben impartir en los centros públicos, supuestamente contradictoria con el adoctrinamiento al que deben someter a nuestros jóvenes y adolescentes. Que el obispado español despida a una profesora, mediante la no renovación de su contrato, porque vive y yace con un hombre distinto de su marido es una actuación, en opinión del acto Tribunal, perfectamente legal y constitucional57, que el cardenal Rouco declare en un lujoso hotel madrileño que el conflicto con el gobierno en el tema de la religión en los centros educativos constituye un auténtico calvario pertenece al ámbito de las declaraciones juiciosas, sensatas y razonables.
Parece, sin embargo, que la indignidad toca techo y que existen voces que no están dispuestas a permitir que la atronadora e inarmónica voz del obispado español dirija las vidas de la ciudadanía española, de toda ella. La CGT, a través de su federación de Enseñanza, ha presentado tres recursos contenciosos-administrativos ante el Tribunal Supremo contra cada uno de los Decretos que desarrollan la Ley Orgánica de Educación (LOE), concretamente los Decretos de Educación Infantil, Educación Primaria y Educación Secundaria Obligatoria, en el apartado específico que regula la enseñanza de la religión en los centros educativos por considerar que dicha regulación vulnera la legislación vigente. No sólo la legislación española, sino cualquier concepción que defienda una instrucción consistente de la formación del alumnado. ¿Cómo un profesor de matemáticas, o incluso de filosofía, va a poder explicar el esquema de los argumentos por reducción al absurdo y la necesidad de consistencia, si al mismo tiempo en otra parte del horario de nuestro alumno se le habla de la «especial y singular consistencia» de una afirmación sobre la unidad y trinidad de un Ser al mismo tiempo y desde una misma perspectiva, sin cuya condición el misterio insondable perdería todo su encanto y misterio teológicos?
En un manifiesto reciente, decenas de organizaciones sociales y políticas exigen una escuela verdaderamente laica en nuestro país58. En él señalan que «el actual Gobierno del PSOE paralizó la LOCE, significando una actitud esperanzadora, ya que congelaba medidas regresivas que la LOCE pretendía impulsar». Pero que, sin embargo, meses después, presentó el borrador de anteproyecto de Ley Orgánica de Educación que «seguía legitimando la religión en el horario lectivo y reforzaba el papel de los catequistas»
Una vez aprobada la LOE en el Parlamento, basándose de nuevo en los Acuerdos con la Santa Sede, se mantiene la enseñanza de la religión católica (y de otros credos religiosos) en los centros educativos. La LOE, señalan, «genera confusión entre la escuela publica y la escuela privada, poniendo al mismo nivel ambas redes, lo que significa avanzar en la privatización del sistema educativo y eso conlleva dar más poder a las congregaciones religiosas que detentan cerca del 80% de los colegios concertados». Exigen, razonablemente, la derogación de esos acuerdos.
Tampoco existe mandato constitucional alguno por el que la escuela deba garantizar el adoctrinamiento religioso. La historia crítica de las religiones y el hecho religioso y no religioso, señalan los autores con criterio atendible, ha de estudiarse incorporado al currículo general y para todo el alumnado si realmente ese estudio tiene importancia básica.
Las organizaciones que firman la declaración están impulsando, desde enero de 2004 una campaña con el fin de que la religión salga de la escuela y se profundice en el laicismo escolar y en la escuela pública. Llaman a la movilización activa como primera medida para conseguir sus razonables objetivos.
Los firmantes exigen, pues, la derogación inmediata de los acuerdos, que la religión salga fuera del currículo escolar, que ninguna simbología religiosa tenga presencia institucional en los centros escolares y que el dinero público no sirva para subvencionar el adoctrinamiento religioso. Apuestan por una enseñanza científica, humanista, que propicie una educación para la interculturalidad, «que defienda la libertad de pensamiento y de conciencia y que eduque en valores democráticos y de ciudadanía».
Recordemos, por otra parte, que la Constitución española de 1978, sección primera, «De los derechos fundamentales y de las libertades públicas», garantiza en el artículo 16 «la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades»; señala, de forma totalmente inconsistente con prácticas usuales exigidas a los ciudadanos, que «nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias», y asegura finalmente que ninguna confesión tendrá carácter estatal, una forma evidente de no decir claramente lo que se debería haber postulado, esto es, la separación de Estado e Iglesias, recordando a continuación que los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones», lo cual no es un sino una forma de matizar gravemente la separación Iglesia-Estado a la que parecía apuntarse en el artículo anterior.
Cabe también recordar aquí que la Constitución de la II República española, en el articulo 3º proclamaba claramente el laicismo estatal: «El Estado español no tiene religión oficial», que en el artículo 48 se afirmaba que «la enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana», que la Constitución reconocía a las Iglesias el derecho, «sujeto a inspección del Estado», de enseñar sus respectivas doctrinas pero, estrictamente, «en sus propios establecimientos», que en este título III, artículo 25, se afirmaba que «no podrán ser fundamento de privilegio jurídico: la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas, ni las creencias religiosas» y en el artículo siguiente de este mismo título se sostenía que «todas las asociaciones religiosas serán consideradas como Asociaciones sometidas una ley especial» y «el Estado, las regiones, las provincias y los Municipios, no mantendrán, favorecerán, auxiliarán económicamente a las Iglesias, Asociaciones e Instituciones religiosas». Además, una ley especial debería regular, en un plazo máximo de dos años, «la total extinción del presupuesto del Clero».
Obviamente, la situación, al cabo de más de 75 años es muy diferente en nuestro país. Son datos de Cataluña pero no creo que sean muy distintos en otros territorios. En el anexo 5 de un documento de junio de 2007 del departamento de enseñanza de la Generalidad de Cataluña titulado «Implantación de las enseñanzas LOE a la educación secundaria obligatoria a partir del curso 2007-2008», se indican los mínimos por asignatura en la asignación horaria global de los tres primeros cursos de la ESO, al igual que en 4º curso. Sumando ambas asignaciones, el alumnado catalán deberá recibir, por ejemplo, un mínimo de 335 horas de Matemáticas, de 280 horas de Ciencias Sociales, geografía e historia, o de 405 horas de catalán, incluida la literatura, al igual que en castellano. Si el alumno toma la opción «Religión» -opción no obligatoria pero que muy probablemente será mayoritaria en algunas escuelas concertadas subvencionadas con dinero público, al mismo tiempo que estará mucho más presente en los centros públicos que en otros períodos- el número mínimo de horas recibidas de esta materia -que según parece deducirse de algunas declaraciones no educa en valores o, por el contrario, es la única que puede hacerlo por derecho papal o designio de la Historia- será de…¡175!, es decir, el 52,24% de las horas de formación matemática del alumnado, el 62,5% de su formación en el ámbito de las ciencias sociales, o el 43,2% de sus horas de catalán o castellano. No pretendo ser malintencionado pero no recuerdo si la presencia de la religión o la FEN en tiempos del franquismo, sin olvidar desde luego que entonces era de obligado cumplimiento, alcanzaba esas asignaciones horarias y esos porcentajes comparativos.
¿Cuál es la asignación de las asignaturas «Educación para la ciudadanía» y «Educación ético-cívica» en este anexo sobre horarios mínimos de la enseñanza obligatoria en Cataluña? En tercer curso se deben impartir un mínimo 35 horas, una hora semanal, lo mismo que ocurre en el 4º de ESO. En Cataluña, además, se aconseja o se permite, no puedo precisar exactamente, que si la situación del profesorado del departamento de ciencias sociales, que incluye historia, geografía, economía y filosofía, no permite acumular más horas lectivas, los tutores de 3º de ESO -de matemáticas, catalán, castellano, inglés, educación física, de la asignatura que sea-, curso en el que se imparte la asignatura, podrán impartir «Educación para la ciudadanía y los derechos humanos». Posible y esperada consecuencia, no universalizable pero acaso numéricamente significativa y dicho sea sin ninguna intención crítica: que el tutor o tutora, que acumula ya suficientes y difíciles tareas no todas ellas instructivas o educativas, convertirá en algunos casos esta hora de educación para la ciudadanía, si le toca impartirla, en una hora mariana donde se «hablará», más allá de la hora de tutoría, de temas diversos: inquietudes de los jóvenes y adolescentes, funcionamiento del curso, ruegos y quejas, diálogos sobre temas directamente vinculados a la «actualidad». Etcétera. En algún caso, con la discusión de algún texto que el profesorado estime afortunado por su brillantez o incluso por su simpatía con él. No hay que decir, por su obviedad, que aquí la ideología, las posiciones políticas, del profesor/a a cuyo cargo esté la asignatura en cuestión, no siempre impartida con simpatía, serán decisivas (o casi) en la presentación, transmisión y discusión de determinadas valoraciones y puntos de vista.
Si es así, si no hay error destacable en la información anterior, si los datos no son muy distintos en otras comunidades españolas ¿de dónde entonces la protesta extrema, ruidosa y persistente del nacional-catolicismo? ¿Cómo, conocida la situación real, pueden apelar a la objeción de conciencia, al socorrido ataque de las fuerzas anticlericales, a la excomunión de los padres que no sigan las consignas del comité ejecutivo inefable e infalible de la conferencia episcopal, a llamamientos anticonstitucionales -por decirlo en el lenguaje de moda- que niegan al Estado, y reservan en cambio para la Iglesia católica en exclusiva, la formación, educación o instrucción en valores? ¿Cómo pueden llegar a hablar, risas incluidas, como han hecho y se sigue haciendo desde emisoras radiofónicas vinculadas al poder eclesiástico, de educación para la sodomía?
Sin duda es la reacción de una fuerza política poderosa, y de las poderosas fuerzas sociales que representa, que no está dispuesta a perder ocasión para arremeter contra cualquier intento de secularización, por mínimo que esta sea, real o ficticio, fuerza, con mucha fuerza, poder, en búsqueda permanente de más poder, que trata de tener constantemente movilizados a sus partidarios, sabedora que una parte de su ruidosa clientela sigue anclada en el espíritu de lo que ellos mismos designaron como Cruzada o está muy cercana a ella.
Sin duda hay también un tema de desplazamiento. Hablemos de lo que no toca para no hablar de lo que toca. La situación de la asignatura religión, consentida y promovida por un gobierno que se dice socialista que ha arrojado la toalla en su enfrentamiento con la Iglesia Católica y que es capaz de enviar a su ministro de Exteriores a un proceso de beatificación cuyas tonalidades recuerdan el lado más oscuro de nuestra historia, la situación de la religión, decía, es tan escandalosa que una forma de orientar la atención hacia otros temas es protestar por lo que apenas puede molestar, por lo que de hecho no les molesta, sabiendo además que su «reconversión temática» en centros religiosos-concertados, o en centros privados en estado puro, va a ser de libro. Sabido es: la mejor defensa es un buen ataque. Siguen siendo ellos quienes eligen temas y construyen la agenda de la discusión política ciudadana. Es un escándalo insufrible pero la derrota cultural de las izquierdas, nuestra derrota, tiene también estos efectos.
Dylan nos lo advirtió hace décadas, pensando seguramente en senderos muy distintos. Los tiempos están cambiando, el tiempo y nuestros espacios han cambiado.
7. Moral y política
Las derivadas políticas del tema religioso son de todos conocidas. El presidente venezolano ha afirmado más de una vez, ante ciudadanos creyentes que apoyan con entusiasmo el difícil proceso revolucionario venezolano lleno de enemigos internos y externos, que Jesucristo fue el primer socialista de la Tierra.
Se han cometido actos terribles en nombre de Cristo, pero se afirma que el verdadero cristianismo siempre predicó la paz y el amor. ¿Qué puede tener de malo en ello? Richard Dawkins, que públicamente se ha manifestado como ateo59, ha respondido que la paz y el amor no tienen nada de malo, que es mucho más lamentable que haya tantos seguidores de Cristo en desacuerdo y ha recordado que una vez escribió un artículo titulado «Ateos a favor de Jesús»60 y que incluso estuvo encantado de lucir una camiseta con el lema.
El mismísimo y vacilante filósofo postmoderno Gianni Vattimo ha afirmado recientemente61:
Siempre he tenido la conexión con el comunismo, al comienzo bastante polémica, pero de simpatía profunda. En Italia me llamaban «cato-comunista», una categoría maldita por los burgueses, por los liberales, incluso por los comunistas, porque un católico no podía ser muy comunista. Pero ahora me doy cuenta en muchos sentidos, comenzando por razones empíricas, viendo lo que pasa en el mundo del capitalismo -donde por ejemplo se ve en las estadísticas que las diferencias entre los ricos y los pobres crecen enormemente-, de lo que significa darle la razón a Karl Marx en el sentido de que él abogaba por una difusión de la proletarización y una disminución del número de los ricos. De un lado por razones empíricas, de otro por razones religiosas. Si no fuera cristiano no sería comunista, es lo que digo siempre, que parece escandaloso, pero es que no creo más en esta idea de que el desarrollo humano se realiza a través de la competencia desenfrenada.
Frei Betto ha hablado de un Pedro Casaldáliga, santo y héroe62, el cual, en su segundo viaje a Cuba en febrero de 1999, declaró en público, en Pinar del Río:
El capitalismo es un pecado capital. El socialismo puede ser una virtud cardinal: somos hermanos y hermanas, la tierra es para todos y, como repetía Jesús de Nazaret, no se puede servir a dos señores, y el otro señor es precisamente el capital. Cuando el capital es neoliberal, de lucro omnímodo, de mercado total, de exclusión de inmensas mayorías, entonces el pecado capital es abiertamente mortal.
Y enfatizó poco después:
No habrá paz en la Tierra, no habrá democracia que merezca rescatar este nombre profanado, si no hay socialización de la tierra en el campo y del suelo en la ciudad, de la salud y de la educación, de la comunicación y de la ciencia.
Sin duda, también aquí en España existen numerosos cristianos con aristas críticas. Preguntado Enrique Miret Magdalena por si los españoles apreciaban debidamente la labor social de la Iglesia, su trabajo con los pobres, en el mantenimiento del patrimonio cultural, respondía acaso embelleciendo un tanto tiempos pretéritos63:
Es muy poco apreciado y con frecuencia desconocido. Hay cosas en la Iglesia que deberían saberse, porque son muy importantes. Le voy a contar una cosa. En las catedrales antiguas está el coro, y en los asientos tienen una parte delantera con bajorrelieves. En ellos es frecuente ver una cosa sorprendente: se habla del cielo y del infierno, y en la talla que se hace del infierno no es extraño ver que hay algunos obispos. En la Edad Media era normal, y ahora te metes con el obispo y has caído en lo más bajo de la consideración que tiene la jerarquía64.
¿Es necesaria la religión, la creencia religiosa, para la existencia de la moralidad? ¿Puede ser un ateo, un ciudadano arreligioso, o incluso anticlerical, un ser moral?65 Marc Hauser y Peter Singer66 han señalado que muchas personas consideran escandaloso negar el origen divino de la moralidad: o bien un Dios creó nuestro sentido moral y dictó nuestras normas, o bien lo adquirimos a partir de las enseñanzas de alguna religión organizada. En cualquier caso, necesitamos la religión para poner coto a nuestros instintos naturales o vicios culturales.
Son muchos, sin embargo, los problemas que plantea la creencia de una moralidad procedente de Dios.
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No podemos decir al mismo tiempo, sin caer en vacías tautologías, que Dios es bueno y que nos dio la capacidad para discernir el bien del mal, ya que entonces lo único que realmente estamos diciendo es que Dios cumple sus normas.
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El conjunto de los principios morales compartidos por todas las personas religiosas, pero no compartido en cambio por agnósticos y ateos es vacío. No existe tal línea de demarcación.
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No hay duda razonable de que ateos y agnósticos, cuyos actos se basan en principios diferentes de carácter no religioso, actúen menos moralmente que los creyentes.
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Algunos de los principios de la moralidad parecen universales, pese a las diferencias doctrinales entre las diversas religiones.
De hecho, sostienen Singer y Hauser,
[…] esos elementos se dan incluso en culturas como la de China, en la que la religión es menos importante que las concepciones filosóficas como el confucianismo. Tal vez un creador divino nos brindara esos elementos universales en el momento de la creación, pero una explicación diferente y coherente con los datos de la biología y la geología es la de que a lo largo de millones de años hemos obtenido mediante la evolución una facultad moral que infunde intuiciones sobre el bien y el mal.
Singer y Hauser aseguran que por primera vez las investigaciones en materia de ciencias del conocimiento, tomando argumentos teóricos procedentes de la filosofía moral, han permitido resolver la antigua controversia sobre el origen y la naturaleza de la moralidad. Proponen entonces el siguiente experimento mental:
Examine el lector los tres casos hipotéticos siguientes. En cada uno de ellos, rellene el espacio en blanco con «obligatorio», «permisible» o «prohibido».
1. Un vagón de carga descontrolado está a punto de atropellar a cinco personas que caminan por la vía. Un trabajador ferroviario está junto a un cambio de vías que puede desviar el vagón a otra vía, en la que matará a una persona, pero las otras cinco sobrevivirán. Accionar el cambio de vías es ……
2. Pasa usted junto a una niña pequeña que está ahogándose en un estanque poco profundo y es usted la única persona en los alrededores. Si saca a la niña, ésta sobrevivirá y sus pantalones se pondrán perdidos. Sacar a la niña es……
3. Cinco personas acaban de ser llevadas a toda prisa al hospital en estado crítico y cada uno de ellos necesita un órgano para sobrevivir. No hay tiempo suficiente para pedir órganos de fuera del hospital, pero hay una persona sana en la sala de espera del hospital. Si el cirujano obtiene los cinco órganos de esa persona, ésta morirá, pero las cinco que están en estado crítico sobrevivirán. Obtener los órganos de la persona sana es(tá) …..
Si el lector ha considerado el caso 1 permisible, el caso 2 obligatorio y el caso 3 prohibido, han hecho lo mismo que las 1.500 personas del mundo entero que respondieron a esos dilemas planteados en nuestros tests sobre el sentido moral que figuran en una página web67.
Si la moralidad fuera palabra de Dios, los ateos (al igual que los agnósticos) deberían juzgar esos casos de forma diferente a la de las personas religiosas y sus respuestas tendrían que deberse a justificaciones diferentes. Si los ateos se guiaran por el puro y simple interés personal, pasarían de largo ante la niña que está ahogándose. En la encuesta, no hubo diferencias estadísticas significativas entre los sujetos con una formación religiosa y los carentes de ella, pues el 90%, aproximadamente, dijeron que es permisible accionar el cambio de vías, el 97% que es obligatorio rescatar a la niña y el 97% que está prohibido obtener los órganos de la persona sana.
Para Hauser y Singer, estos resultados dan soporte empírico a la idea de que, como otras facultades psicológicas de la mente, estamos dotados de una facultad moral que guía nuestros juicios intuitivos sobre el bien y el mal. «Esas intuiciones reflejan el resultado de millones de años en los que nuestros antecesores vivieron como mamíferos sociales y forman parte de nuestro patrimonio común».
Desde luego, el ateo puede maravillarse ante el misterio, la ordenación y la belleza, cuando la hay, del universo. Hay causas para la devoción. Einstein y Sagan, como muchos los otros, la sentían. Einstein gustaba usar el término «Dios» para referirse a ese sentimiento de reverencia impersonal68. Al final de su vida señaló: Si hay en mí un sentimiento que se pueda calificar de religioso es la admiración ilimitada por la estructura del mundo tal como nuestra ciencia lo revela. Se indignaba, con razón, cuando le interpretaban literalmente y pensaban que se estaba refiriendo a un Dios personal.
Hay posiciones más distantes. Steven Weinberg, por ejemplo, tal vez en un mal día, ha señalado refiriéndose a la religión:
La religión es un insulto a la dignidad humana. Sin ella, tendríamos gente buena haciendo cosas buenas y gente mala haciendo cosas malas. Para que la gente buena haga cosas malas, se necesita la religión.
El ateo puede ser por tanto, o puede no serlo desde luego, un ser en el que la ética no sea palabra gastada, un ciudadano muy interesado en asuntos públicos, con posiciones de izquierda, que sienta devoción y admiración ante la belleza, el arte o tenga fuertes sentimientos espirituales. Desde luego.
El ateo, simplemente, o no tan simplemente, no cree en un Dios personal, no cree en un Dios que sea una inteligencia consciente y deliberada, en un Dios que escucha plegarias, que perdona pecados, en un Dios que se comporte como un maestro ingeniero o un físico que diseña el universo y determina lo que debe y puede suceder.
Hay un sentido de religión que, en cambio, sí puede ser defendida por el ateo. Manuel Sacristán, en abril de 1985, en la que fue una de sus últimas conferencias, hablando del pensamiento político del último Lukács, lo expresaba así69:
(…) entonces de acuerdo con una vieja idea suya [de Lukács] dice religiosidad sólo quiere decir vinculación. La palabra latina, de la que viene religión, «religio», sólo quiere decir atadura colectiva, religación de unos con otros (También, según ciertas interpretaciones, religación con Dios).
Religar, volver a atar, ceñir más estrechamente, vincularse al resto de ciudadanía y a los pobladores todos de nuestro mundo. ¿No les suena esto a una estrofa acaso no suficientemente recordada de «La Internacional»?
Nota: una versión reducida de este artículo apareció en la revista El Viejo Topo, junio de 2007
1 El título de este artículo es deudor del subtítulo -Ideas para un racionalismo bien temperado- del ensayo de Francisco Fernández Buey, La ilusión del método. Crítica, Barcelona, 1991. No existe prueba conocida de que ésta sea la única deuda contraída con Fernández Buey por el firmante de este trabajo. Toni Martí, por su parte, me ha señalado numerosas deficiencias que ignoro si he logrado superar. Gracias por ello (y por él) una vez más.
2 Muchos pensamos que nunca le agradeceremos lo suficiente que en una colección que él mismo dirige se hayan editado recientemente las magníficas memorias actualizadas de Tariq Alí.
3 Ese es el pasaje musical que Ken Loach escogió para ilustrar una de las escenas de amor y estudio -¡un obrero leyendo en una película!- más impresionantes de su cine en «My name is Joe» (En mi opinión, nada especial por lo demás, una de sus grandes aportaciones cinematográficas).
4 Carlo Frabetti en su también imprescindible columna «El Juego de la ciencia» de 4 de enero de 2007 -Público, p. 30- sostiene igualmente una singular posición sobre el ateísmo fuerte y el dogmatismo: «(…) Pero tampoco se puede demostrar racionalmente la inexistencia de Dios y el ateísmo (en el sentido fuerte del término) es una forma solapada de dogmatismo».
5 Recordemos los debates entre cristianos y marxistas de los años sesenta y setenta, y la importancia política que algunos reconocidos cristianos tuvieron en el Partido Comunista de España o en otros partidos de la izquierda comunista.
6 Francisco Fernández Buey, Utopía e ilusiones naturales. El Viejo Topo, Barcelona 2007, p. 15.
7 Véase Daniel C. Denett, Romper el silencio. La religión como fenómeno natural. Katz, Buenos Aires, 2007, pp. 288-289.Traducción de Felipe De Brigard.
8 Dennett está pensando, como es obvio, con coordenadas de la actual política estadunidense, cuyo fundamentalismo religioso es dato indiscutido.
9 Santiago Alba Rico, en un ensayo absolutamente imprescindible (Capitalismo y nihilismo. Dialéctica del hambre y la mirada. Akal, Madrid, 2007), señala un hermoso «lugar natural» para el ateísmo: «El emblema mismo de la más alta teología cristiana es el de ese ojo abstracto e implacable, desprovisto de cuerpo, que todo lo ve y al que nadie -al menos en esta vida- puede mirar (ese Dios-Ojo al que trata en vano Jonás de escapar alejándose en el mar, medio natural del ateísmo)».
10 Lo mismo, si es el caso, claro está, puede afirmarse de personas y organizaciones de otros credos religiosos no cristianos.
11 Tomado de Rebeccca Godlstein, Gödel. Paradoja y vida. Antonio Bosch editor, Barcelona, 2006, p. 71.
12 Hay otras menos amables. Recordemos «el asilo de la ignorancia» del Spinoza de la Ética demostrada según el orden geométrico como refugio, como apelación al deseo de Dios, a su voluntad, como causa explicativa de lo no explicado (Deslumbra el coraje político y teórico de alguien que pudiera escribir en esos términos en el siglo XVII. ¿Qué pasaría si se formulara una tesis similar a inicios del XXI en numerosas sociedades de nuestro mundo?)
13 Véase, Mike Davis: «¿Quién está matando en Nueva Orleáns?»www.sinpermiso.info
14 Sam Harris, «El manifiesto ateísta». www.rebelion.org/noticia.php?id=44102. Es probable, o cuanto menos atendible, que este tipo de resultados justifique la irónica opinión de que, bien mirado, el único milagro verdadero es el milagro del propio teísmo.
15 A nadie se le escapa que las creencias religiosas no siempre caen del cielo, ni apuntan hacia él, y que pueden generarse y promoverse. Es sabido, por lo demás, que los grupos de opinión pro-Israel, defensores de la actual política exterminadora de ese Estado y de algunas atrocidades más, son muy activos en estos ámbitos.
16 Sin pretender disminuir la sorpresa, la valoración rigurosa de los datos exigiría una adecuada comprobación del sesgo y la probable ambigüedad de algunas preguntas. No es ningún secreto que algunas de estas encuestas demuestran lo que previamente ha querido demostrarse con intereses inconfesados, sin ninguna pureza epistémica y fuertemente contaminadas por finalidades políticas.
17 Sam Harris, «Diez mitos y diez verdades sobre el ateísmo» argatea.blogspot.com
18 Respecto a las resurrecciones Aguilera Mochón (mientras tanto, nº 95, verano 2005, pp. 125-153) ha recordado los innumerables microprocesos físicos, químicos y biológicos que tendrían que ocurrir, de manera que jamás se ha constatado hasta la fecha, para que un cadáver de varios días volviera a la vida, señalando, además, los debilísimos testimonios evangélicos en este punto concreto y la fuerte apuesta de muchos creyentes al sostener que hay una prueba física contrastable de la resurrección, la llamada «sábana santa», el lienzo de Turín. Para una excelente aproximación crítica a este asunto, véase Félix Ares, La sábana Santa ¡vaya timo! Laetoli, Pamplona 2007.
19 Antoni Doménech, Daniel Raventós, «La izquierda europea tras la era de la codicia». El País, 31 de diciembre de 2006.
20 En Francia, más del 70% de la ciudadanía se declaraba católica en 1981. Actualmente, se afirma católica el 50%, y de este 50% sólo la mitad cree en la existencia de Dios (y sólo una parte de este 25% cree en un Dios personal). Las razones culturales y las tradiciones familiares son seguramente explicación de estos desajustes (véase: www.tv3.cat/mil.lenium, 25 febrer 2007).
21 Estudio C.I.S. nº 2443, boletín nº 29, enero 2002. Para un aleccionador comentario de estos datos desde la extrema derecha recristianizadora, Francisco Torres García, «Religión, fe y costumbres en España: anotaciones a la última encuesta del CIS». Abril, nº 65, 2002.
22 Esta diferencia del 7% no pasó desapercibida, desde luego, a nuestro (escandalizado aunque agudo) comentarista.
23 Es probable que este dato haya sufrido alguna alteración y no es exagerado decir que la aceptación ciudadana española del matrimonio homosexual ha sido una sorpresa cultural de primer orden.
24 El 60% de los nacidos en torno a 1940 se seguían declarando «muy o bastante religiosos». El porcentaje era superior al 75% en los nacidos hacia 1930. Según investigaciones del CIS, el 55,5 % de los ciudadanos españoles que tienen estudios superiores creen en Dios y no reza nunca el 43,7%.
25 Las últimas actuaciones eclesiásticos, despidos de docentes por ejemplo, parecen confirmar lo ya sabido. La Iglesia católica española está fija en el tiempo del nacional-catolicismo, con algún ligero, muy ligero barniz neofranquista, y no es posible el diálogo con ella sin aceptar previamente la claudicación y genuflexión de los creyentes. El poder sabe de sus propios mecanismos.
26 En Público de 20 de diciembre de 2007, Manuel Saco daba cuenta de unas estadísticas publicadas recientemente por la Iglesia española. Según ellas, acuden semanalmente a misa 10 millones de fieles, casi la cuarta parte de la población española; y aseguran que el 90% de los ciudadanos españoles se declaran católicos. La veracidad, como es sabido, nunca ha sido fuerte en el nacional-catolicismo español.
27 Véase I. B. Cohen, El triunfo de los números, Alianza editorial, Madrid, 2007, pp. 204-231. Traducción Dulcinea Otero-Piñeiro.
28 «Entrevista con Der Spiegel». Jörg Blech y Johann Grolle, 26 de diciembre de 2006. www.sinpermiso.info
29 Adrià Casinos -«El debate sobre el creacionismo y el diseño inteligente», El País, 26-2-2007- recordaba la tesis de la historiadora Madeleine Barthérlemy-Madaule: Lamarck fue seguramente el primer científico que redujo el papel de la divinidad a una actuación primera y puntual, sin posterior intervención en el proceso evolutivo.
30 M. Sacristán, «La militancia de los cristianos en el partido comunista», Materiales núm.1, 1977, p. 107.
31 Desde luego, tampoco es garantía de una posición política de «izquierdas» -recuérdense Nietzsche, Schopenhauer y ciertos nietzscheanos- como tampoco la creencia religiosa es causa de posiciones acomodaticias. Pensemos en Camilo Torres, Casaldáliga, Alfonso Carlos Comín, Jaume Botey y en muchos otros. No es ésta una adecuada ni indicativa línea de demarcación.
32 Sam Harris, «Manifiesto Ateísta». www.truthdig.com
33 Dawkins ha apuntado una tarea de creciente interés para el científico humanista: «Yo estoy entre los científicos que piensan que ya no es suficiente con seguir haciendo ciencia. Tenemos que dedicar una proporción significativa de nuestro tiempo y nuestros recursos a defenderla de los ataques deliberados que proceden de la ignorancia organizada».
34 Manuel Sacristán (1964), «La tarea de Engels en el Anti-Dühring». Sobre Marx y marxismo. Icaria, Barcelona, 1983, pp. 31-32 (Reeditada próximamente en M. Sacristán, Sobre dialéctica, Montesinos, Barcelona, 2008 (en prensa))
35 Aparte de las páginas dedicadas por Sacristán a la categoría materialismo en el prólogo citado, sigue siendo muy recomendable Mario Bunge, Materialismo y ciencia. Barcelona, Ariel, 1981. También, Pedro García del Campo, Oscuro, demasiado oscuro. Universidad de Cádiz, 2007. También Carlos Fernández Liria ha estudiado la categoría.
36 Esta puede ser una versión de la apelación a ese asilo de la ignorancia del que hablaba Spinoza.
37 Manuel Sacristán, Sobre Marx y marxismo, op. cit.
38 N. R. Hanson: «El dilema del agnóstico» y «Lo que yo no creo». En AA. VV., Filosofía de la ciencia y religión. Salamanca, Ediciones Sígueme 1976, pp. 19-26,pp. 27-52 respectivamente.
39 Si se quiere temporalmente, con posible fecha de caducidad: hasta que alguien pueda esgrimir un argumento existencial contrastado.
40 El mismísimo Kurt Gödel, como Leibniz, creía que alguna versión del argumento anselmiano era válida. Véase, «En el centenario de Kurt Gödel. Entrevista con Luis Vega», El Viejo Topo, diciembre 2006, nº 227, pp. 78-85; Rebecca Golsdtein, Gödel. Paradoja y vida, op. cit, pp. 185-186.
41 Comunicación personal, 21 de febrero de 2006. De Luis Vega, véase su excelente Si de argumentar se trata, Montesinos, Barcelona, 2003.
42 Son conocidas algunas de esas paradojas. Si Dios es omnipotente, puede hacerlo todo; si es así, puede crear un objeto absolutamente inamovible que, por serlo, no podría ser movido por nadie, tampoco por un Dios supuestamente omnipotente. Ello sería, por tanto, merma evidente en uno de sus atributos más relevantes y acaso más masculinos.
43 Primo Levi en diálogo con Ferdinando Camon (Madrid, Anaya & Mario Muchnik, p. 134. La posición de Levi va en línea con otra de estas paradojas: si Dios es omnipotente puede evitar el mal; si es sumobenevolente, como se postula, debería evitarlo. Pero el mal existe. ¿De dónde entonces éste? La distinción entre mal natural y mal social, la apelación a la libertad del ser humano y la noción leibziana del mejor de los mundos posibles son eslabones posteriores de esta conocida línea argumentativa que no complace de forma inapelable a numerosos críticos.
44 Janet Browne, La historia de El origen de las especies de Charles Darwin. Debate, Madrid, 2007, pp. 159-163.
45 Juan Antonio Aguilera Mochón («La ciencia frente a las creencias religiosas», art cit) ha señalado un punto débil de la posición de Gould: «(…) ha tenido mayor impacto popular el libro que publicó, pocos años antes de morir, Stephen Jay Gould (…) Ciencia versus religión (Gould 1999). En él proclamaba -en línea con lo que ya propusiera Kant- el fin del viejo contencioso entre la ciencia y la religión, en particular la católica: cada una tendría un «magisterio» independiente. La ciencia se ocuparía del reino empírico, de los hechos del universo y de por qué éste funciona como lo hace; la religión, de los valores morales, los fines y el significado último. Según Gould, la religión católica y otras respetan esta división de tareas(…) Sin embargo, en mi opinión, Gould llega a esa percepción de ausencia de conflicto sin atender en ningún momento al contenido doctrinal de las religiones: no hace el análisis de las creencias religiosas concretas. Así, no alcanza a ver este posible lugar conflictivo: el de la percepción y explicación de la realidad, el del «reino empírico», en sus propias palabras». Julio Aramberri (Revista de Libros, nº 129, septiembre 2007, p. 3) se refería al gran científico recientemente fallecido en los términos tan elegantes como los siguientes: «(…) Darwkins se ganó mis simpatías, muchas más de las que jamás he prodigado a su colega Stephen Jay Gould, tan pinturero y jaque él, tan pastelero»
46 Daniel Raventós, «El diseño inteligente, dios y la tetera orbitante». www.sinpermiso.info. Igualmente, Daniel Raventós, «Dios y el diseño inteligente». sin permiso, nº 1, junio 2006.
47 Michael J. Behe -La caja negra de Darwin: el reto de la bioquímica a la evolución, (1987)-, por ejemplo, sostiene que las reacciones proteínicas deben de haber (probabilidad u obligación; si es esto último, la perífrasis es «deben haber») sido concebidas por una inteligencia superior. Existen aquéllas, luego existe esta última.
48 Stephen. Jay Gould, La estructura de la teoría de la evolución. Tusquets, Barcelona, 2004, pp. 289-298. El texto de Palley se titula: Natural Theology: or, Evidence of the Existence and Attributes o the Deity, Collected from the Appearences of Nature («Teología natural: o evidencias de la existencia y atributos de la deidad, recogidos de los aspectos naturales»). Sobre este punto, véase igualmente: Daniel Raventós: «El diseño inteligente, dios y la tetera orbitante», art. cit.
49 Daniel Dennet, «El fraude del Diseño Inteligente». www.sinpermiso.info. La refutación del ejemplo es del propio Dennet: «Así como es de brillante el diseño del ojo, muestra en su origen una engañosa imperfección: la retina no está en su sitio ideal. Las fibras nerviosas que transportan las señales desde los conos y los bastones de los ojos (que perciben sensorialmente la luz y el color) están dispuestas en la parte superior del ojo, y tienen que zambullirse por un largo agujero de la retina para llegar al cerebro, originándose así un punto ciego. Ningún diseñador inteligente habría creado una cámara de video mediante un plan tan chapucero…»
50 Véase la muy correcta entrada sobre «diseño inteligente» de Wikipedia.
51 Laetoli, Pamplona, 2007. Es muy improbable que un crédulo reciba con agrado los argumentos de Carmena pero éste, sin duda, es tema lateral.
52 Según Carmena, las estadísticas señalan eso sí que por cada científico que no defiende la evolución hay, aproximadamente, unos 10.000 que sí la defienden.
53 Para tener dudas muy razonables sobre la continuidad de la posición, véase Antonio Beltrán Marí, Talento y poder. Historia de las relaciones entre Galileo y la Iglesia católica. Ediciones Laetoli, Pamplona, 2006, y la entrevista sobre su estudio en www.sinpermiso.org
54 Noam Chomsky, «El «diseño inteligente» y sus consecuencias». La Jornada 27 noviembre 2005 (www.sinpermiso.info).
55 La traducción castellana ha sido publicada en Espasa: El espejismo de Dios. Madrid, 2007. La traducción es de Regina Hernández Weigand.
56 El darwinismos social suele tener vértices más trágicos. Veamos este conclusivo y contundente argumento sobre el desempleo que podía leerse en la azulada página de FAES (no he querido comprobar si esa sigue siendo la situación): «El puerco espín es un animal indefenso excepto por sus púas, el ciervo es vulnerable excepto por su velocidad. En la economía también hay personas relativamente débiles. Los discapacitados, los jóvenes, las minorías, los que no tienen preparación, todos ellos son agentes económicos débiles. Pero al igual que les ocurre a los seres en el mundo animal, (ellos) tienen una ventaja sobre los demás: la capacidad de trabajar por sueldos más bajos. Cuando el Gobierno les arrebata esa posibilidad fijando sueldos mínimos obligatorios, es como si se le arrancaran las púas al puerco espín. El resultado es el desempleo»(Sacado de: Joan Subirats – «Pleno empleo, mínimo salario, crítico bienestar». El País, 22-2-2007, p.39 (ed Catalunya)). Existen, claro está, otras variaciones que recuerdan la misma melodía. El lector juzgará si están emparentadas o no con la anterior. Ésta por ejemplo: «Tenemos que ser honrados, leales y amigables con nuestros hermanos de sangre, pero con nadie más. Lo que a un ruso o a un checoslovaco acontezca, no me importa lo más mínimo. Lo que puedan ofrecernos las naciones en materia de buena sangre de nuestro tipo, lo haremos nuestro, si es preciso, raptando a su hijos y educándolos aquí con nosotros. Que las naciones vivan en la prosperidad o sufran de un hambre mortal solamente me afecta en la medida en que necesitamos a sus súbditos como esclavos para nuestra Kultur…La mayoría de ustedes sabrán lo que significan centenares, o quinientos o mil cadáveres echados uno junto al otro. El haber pasado este trance y seguir siendo personas decentes, eso es precisamente lo que nos ha endurecido tanto.. Somos producto de la ley de selección». Palabras que Heinrich Himmler dirigió a los dirigentes del NSDAP, del Partido NacionalSocialista Alemán del Trabajo reunidos en Posen, en otoño de 1943 (Tomado de Ferran Gallego, Todos los hombres del Führer. Debate, Madrid, 2006, pp. 395-396).
57 Dionisio Llamazares Fernández, «¿Es laico el Estado Español?». www.rebelion.org/noticia (El País, 23-2-2007, p. 40). Una consecuencia parece inferirse de esta sentencia: si un atropello de esta magnitud es constitucional, o admitimos indignidades o debemos cambiar el marco constitucional y sus prolongaciones y anexos.
58 www.rebelion.org
59 No es el único desde luego. Karl Marx, en su conocida entrevista con R. Landor New York World, 18 de julio de 1871, reconocía su ateísmo:
Landor: ¿Y con respecto a la religión?
Marx: En ese punto yo no puedo hablar en nombre de la Sociedad [AIT]. Yo personalmente soy ateo. Es sorprendente, sin duda, escuchar semejante declaración en Inglaterra, pero hay cierto consuelo en el pensamiento de que no tiene que hacerse un susurro ni en Alemania ni en Francia.
60 http://www.RichardDawkins.net
61 Entrevista con el filósofo italiano Gianni Vattimo: «La Unión Europea existe sólo como unidad económica que obedece a las multinacionales». La Jiribilla. www.rebelion.org.
62 www.sinpermiso.info
63 Enrique Miret Magdalena: «El progresismo católico de hoy es superficial». César Coca (Entrevista publicada originalmente en el diario El Correo). www.rebelion.org
64 Desde posiciones de no creyente, hay otras aproximaciones críticas de interés. Juan Antonio Aguilera Mochón, «Iglesia, condones, muerte» Los pobres de la tierra.org (2 de febrero de 2005), por ejemplo, ha señalado: «Es preciso ser conscientes de que estamos ante una organización que posee un Estado que dista de ser un Estado democrático de derecho, en el que se violan flagrantemente derechos humanos. ¿Saben que el Vaticano -la Santa Sede- no ha firmado la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y que hasta 2002, de 104 convenios de Naciones Unidas en defensa y promoción de los derechos humanos, la Santa Sede había suscrito solamente 12? (…) Como reconocen con dolor algunos teólogos católicos, el Vaticano no puede aceptar la igualdad de derechos de hombres y mujeres (éstas simplemente no son admitidas en toda la jerarquía), ni la libertad de expresión y enseñanza sin sus particulares recortes, ni las garantías jurisdiccionales en el enjuiciamiento y medidas disciplinarias… En definitiva, el Vaticano se asemeja mucho más a un estado totalitario, a una monarquía absoluta represora y sexista que a un estado de derecho». Sin olvidar, claro está, las numerosas aportaciones y trabajos del admirable Puente Ojea
65 El lector sabrá perdonar estas inadmisibles preguntas que, desde luego, presuponen un inverso mundo carroliano. También aquí la carga de la prueba debería estar en otro ámbito.
66 Véase: Hauser y Singer: «Moralidad sin dios» www.sinpermiso.info
67 http://moral.wjh.harvard.edu/
68 Kapitsa recordaba una discusión con Einstein en la que éste le dijo: «Pienso que el querido señor dios no pudo crear el mundo de modo tal que el campo magnético no influyera en la velocidad de la luz». El gran Kapitsa vio lo esencial rápidamente: el humor de Einstein y su agudeza (Tomado de Francisco Fernández Buey, Albert Einstein, Ciencia y conciencia. Retratos del Viejo Topo, Barcelona, 2005, p. 125). También, al referirse críticamente a algunos principios de la mecánica cuántica, Einstein decía metafóricamente: «Dios no juega a los dados»
69 M. Sacristán, Seis conferencias. El Viejo Topo, Barcelona, 2005, p. 179.