A Marta Ugarte Román, profesora detenida desaparecida Esa tarde del viernes dos de septiembre se encendieron todas las alarmas ante un vuelo de la Fuerza Aérea que había desaparecido con veintiún personas en las proximidades de Juan Fernández, entre ellos Felipe Camiroaga. En La Moneda, de inmediato asociaron la situación con la tragedia de los […]
A Marta Ugarte Román, profesora detenida desaparecida
Esa tarde del viernes dos de septiembre se encendieron todas las alarmas ante un vuelo de la Fuerza Aérea que había desaparecido con veintiún personas en las proximidades de Juan Fernández, entre ellos Felipe Camiroaga. En La Moneda, de inmediato asociaron la situación con la tragedia de los 33 mineros enterrados en el desierto de Atacama. Junto con dimensionar la magnitud del accidente, muy pronto quedaría instalada la posibilidad de recuperar la iniciativa. Aunque el riesgo fuera sobreactuarse, más allá de lo decoroso y apropiado en operaciones de búsqueda cuyas características en tiempo y recursos se desconocían. Nuevamente una improbabilidad noticiosa lograba en horas dar vuelta la agenda informativa.
Esta vez no sólo se trataba de una tragedia unida a otra aún mayor como el terremoto y tsunami de febrero del 2010, que los viajeros del avión siniestrado buscaban mitigar con iniciativas de reconstrucción. En este caso la diferencia esencial se originaba en que golpeaba directamente a la televisión por la presencia del equipo de Buenos Días a Todos y muy particularmente de su rostro más trascendente y atípico: Felipe Camiroaga. En el gobierno se precisaba contener al presidente, dosificarlo adecuadamente descartando la proliferación de casacas rojas y eso se podía conseguir en parte con un ministro con mayor oficio y olfato sobre cómo y en que aparecer. Mientras, la televisión con TVN a la cabeza, consideraba lícito todo tras el objetivo de capturar y mantener la máxima audiencia con evidentes propósitos de posicionamiento institucional.
Esa desmedida ambición, hasta ahora sólo ha conseguido ser neutralizada en parte, por la legítima aspiración de la familia del malogrado animador de proteger el dolor de su pérdida o lo discontinuo de los hallazgos y sepelios. En el instante de ocurrir el accidente aéreo del Casa 212, no sin tensiones, el movimiento estudiantil y sus aliados, habían aceptado concurrir a dialogar con Piñera a su oficina, en un muy arriesgado juego, porque simultáneamente este continuaba enviando proyectos inconsultos al parlamento y se acentuaba la presión burocrática del ministerio sobre becas y el término del año escolar. Ello sumado a incontinentes declaraciones, en rescate del lucro y de una campaña tendenciosa respecto del fin de la educación particular en Chile. Así quedarían jugadas las cartas hace unos días. El gobierno arrinconado teniendo un respiro comunicacional y de atención ciudadana. Un encuentro formal nada sustancioso de las partes, que resultaba a destiempo de un plan de aumento de la presión por parte del Ministerio de Educación. El movimiento por la educación gratuita y de calidad, expulsado de la agenda en el momento estelar de las negociaciones, conseguidas tras duros meses de ininterrumpida movilización. Y por último, paralogizado en sus recursos de calle, ante un clima de efectivo duelo y conmoción, que continua siendo mediáticamente multiplicado. De improviso surgía un, dos, tres momia es… con rostro de tragedia.
Todo se detenía ante veintiún personas desaparecidas en el mar. Todo un pequeño Chile contenido en esa cabina, con personas anónimas y famosas, millonarias y sencillos trabajadores con y sin uniforme. Toda la tecnología y horas /hombres disponibles para rastrear restos humanos y vestigios de la nave siniestrada en cada metro cuadrado. Paradojas de la vida, ver a integrantes de las Fuerzas Armadas buscando personas desaparecidas en un Chile, que hace más de treinta y cinco años ha buscado sin resultados a centenares de detenidos desaparecidos, algunos presumiblemente alevosamente fondeados en las profundidades del Océano Pacífico, luego de ser torturados y ejecutados. El obvio dolor y pena del público televisivo y ciudadano de condolerse ante las tragedias, rápidamente se veía exacerbado por una cadena interesada de estaciones de televisión, que sostenía ese relato desde un desfile interminable de sentimientos que hacía suponer que ese medio competitivo y muchas veces superfluo, podía ser también el más fraterno de los sitios si de muertes se trataba.
Hasta allí el interés del gobierno en tener un respiro y los intereses corporativos de las estaciones televisivas parecían coincidir. Salvo cuando había que perfilar a Felipe Camiruaga, ya no desde su zoológico particular o su vida sentimental, sino desde sus opiniones sobre el acontecer nacional y muy particularmente desde sus palabras de aliento al movimiento por la educación «…para dar todo mi apoyo desde mi cabeza, desde mi corazón, desde mi alma a los estudiantes chilenos…» o del «creo que la educación no puede ser un negocio para nadie…». La tragedia de Juan Fernández y las Fiestas Patrias en tiempo efectivo seguramente establecerán un extraño continuo temático. El duelo producto de la tragedia y la búsqueda de los restos faltantes puede seguir induciendo al gobierno a refugiarse en un relato ya conocido de unidad nacional.
La renuncia obligada del general Gordón y los intrincados detalles de la cadena de silencio y mentira que fue necesario desenredar en las filas policiales para establecer la verdad en la muerte del joven estudiante Manuel Gutiérrez quedarían sepultadas tras las cadenas televisivas ininterrumpidas. También, por añadidura las cifras adversas de la última encuesta ADIMARK para Piñera (y muy favorables al movimiento de los estudiantes), además de las escandalosas cifras de utilidades de bancos e Isapres, se reubicaban en la trastienda de los temas invisibilizados en medio del inesperado drama. Pero, como la vida siempre continua muchas familias chilenas quizás aún en silencio continúen llenando esa silenciosa boleta con sus endeudamientos con tarjetas de La Polar u otras, sumando al costo de tener cobertura en los seguros privados de salud, las deudas en educación o los intereses bancarios, comenzando a entender que son sus espaldas las que contribuyen a esas escandalosas cifras azules de rentabilidad conocidas durante las últimas semanas.
Retornemos a los estudiantes. Al igual que en las teleseries es válido preguntarse: ¿lograran desempantanar este momento y dar continuidad a sus demandas, más allá de lo legítimo de un duelo y de las celebraciones patrias? Seguramente en esta etapa se probaran las reservas acumuladas por el movimiento por la educación gratuita conseguidas en estos meses. Se medirá cuan hondo son sus cimientos y cuán lejos lograron extenderse estas demandas en la conciencia de las mayorías nacionales. A no dudar, el duelo por la tragedia deberá durante los próximos días salir de agenda y resituarse entre sus seres queridos e instituciones. Porque agotada la búsqueda de los restos, es muy posible que el tema se relocalice significativamente en las responsabilidades de vuelos sin retorno y aeródromos sin condiciones y en eso nadie podrá pretender ser juez y parte. Sean uniformados o civiles, nadie «debe arriesgar perder la vida» en vuelos con riesgos básicos factibles de controlar.
El tema desde el movimiento por la educación parece ser otro: por estas semanas estarán puesta a prueba en frío, o sea, sin mediar grandes movilizaciones la capacidad para mantener su unidad de acción, al interior de la CONFECH y con los secundarios y sus diversas posturas, más allá de las legítimas y explicables diferencias. En suma, los mayores peligros del movimiento estudiantil se originarán en sus propios errores, en imposibilitar apetitos hegemonistas o en dejar de funcionar desde sus asambleas democráticas y desde el intercambio de sus oratorias inteligentes y encendidas. A estas alturas, están quizás obligados a obtener del gobierno resultados concretos que puedan significar pequeñas victorias, antes de acordar agendas dilatadas en el tiempo. Este es un tiempo que el movimiento estudiantil puede emplear en fortalecer sus fuerzas propias, trátese de los universitarios y los secundarios. Pero las demandas en educación y ciudadanas en temas tan disimiles como la instalación de energías contaminantes, las demandas mapuches o de la salud pública pareciera expresan volcanes contenidos durante mucho tiempo y no se ve fácil cedan, se olviden o discontinúen en razón de una coyuntura particular de sólo algunas semanas.
Cuando el presidente de la FEUC ha dicho «tenemos que estar en la discusión de la salud» a propósito del apoyo al movimiento de la CONFUSAM, se localiza en un pliego en construcción muy significativo. Porque al final del día, son las mismas familias las afectadas por onerosas deudas en educación y que sobrellevan una atención usurera con las isapres o llena de carencias y esperas en el sistema público. La derecha chilena quiere un hacer gobierno con alma de latifundio. Como si los problemas pudiesen resolverse a punta de rebencazo o partida de póker. Y continúa acumulando muchos NO, miope a los clamores ciudadanos. No al cambio del binominal, No al aborto terapéutico, No a los cambios estructurales en educación, No a las uniones de hecho, No a los derechos laborales, etc. Mientras, la Concertación ensimismada vive nuevos estertores, de una crisis acentuada aún más desde la irrupción de este ciclo de movilizaciones sociales. Quizás la apuesta de algunos sea ganar tiempo, para que este año pase piola y las campañas municipales del 2012 comiencen a copar el escenario. Sin todavía imaginar que pudieran producirse nuevas fracturas y realineamientos con escenarios que reconfiguren definitivamente un mapa cualitativamente distinto de alternativas hasta ahora sólo inicialmente abierto.
Chile no termina en la tragedia aérea de Juan Fernández ni en las próximas Fiestas Patrias. El movimiento por la educación está en una fase distinta a la de las movilizaciones como expresión de la fuerza acumulada. Ahora deberá ver el valor de lo ya acumulado. Pareciera que el gobierno canta victoria antes de tiempo, cuando en el transcurso de sólo diez días, va desde esperar a los estudiantes en La Moneda hasta el portazo del ministro Bulnes de esta semana. Felipe Camiroaga en su saludo de apoyo a los estudiantes decía: «creo que pueden lograr un cambio histórico, un cambio trascendente…». Hoy inmensas mayorías que se conduelen con su muerte, quizás también esperan que sus palabras estén cargadas de futuro.