En Colombia el pueblo ya no estará impedido para construir y reconstruir nuevas relaciones sociales que sean alternativas, o que se proyecten desde las luchas populares, para edificar nuevas instituciones. La transición tiene que venir desde la inmensa riqueza social y del poder popular, con su propia historia política creativa y de ruptura innovadora. La […]
En Colombia el pueblo ya no estará impedido para construir y reconstruir nuevas relaciones sociales que sean alternativas, o que se proyecten desde las luchas populares, para edificar nuevas instituciones.
La transición tiene que venir desde la inmensa riqueza social y del poder popular, con su propia historia política creativa y de ruptura innovadora.
La re-invención radica en que el sentido de la democracia NO sea más solamente una «democracia liberal», con «pluripartidismo» y/o «elecciones formales para parlamento y gobierno», pues por lo que se seguirá luchando es en realidad por una democracia popular, que con sus múltiples acumulados de lucha, y desde las raíces más profundas del movimiento popular y revolucionario le cumpla a las mayorías, y que «no le entrará»» a las reglas de juego oligárquicas cundidas de clientelismo, soborno y fraude electoral, financiadas y/o armadas por narcotraficantes, terratenientes, banqueros, militares y paramilitares, que constituyen el poder electoral, económico y político que hoy prevalece en Colombia.
Las fuerzas populares no «encajan» en el corrupto y criminal aparato político-electoral de Colombia, diseñado para dar cabida a la delincuencia política y a la mafia política de los Uribe, Pastrana, Lleras, Vargas Lleras, Gaviria, Luis Alfredo Ramos, Zuluagas, o las de la auto-denominada «fundación buen gobierno», y/o «movimiento ciudadano centro democrático – entre otras -, de las muy distinguidas familias de narco-militares que persisten – pese a su profunda crisis de ilegitimidad- , en ejercer el control sobre las ya «ingobernables» mayorías, pero por la vía de la guerra y la para-política, lo que refleja «una vez más» el pulso político entre fuerzas opuestas, entre autoritarismo y democracia, entre guerra y paz.
La resistencia que el pueblo ha crecido ya no puede ser ignorada o forzada a seguir por los viejos canales de la política electorera, la lucha popular ya tiene un espacio propio y no será dirigido por el monopolio de la política de un Estado moribundo, que ha privilegiado la agenda política del imperio y de la clase dominante.
El Estado ya no tendrá la legitimidad que en el pasado imponía con la guerra, utilizando la tortura, el asesinato, las desapariciones¸ las aldeas modelo, y/o el desplazamiento forzado como mecanismos encubiertos para lograr el control de las regiones y sus «triunfos electorales», «hechos por sus autoridades, los paramilitares Uribistas, Santos y los escuadrones de la muerte».
Tampoco los sobornos políticos o económicos del poder detendrán las gestas populares para conquistar su independencia política y/o geo-politica; nuestro pueblo y los de NuestraAmérica trabajan por avanzar en formas no capitalistas de relaciones sociales, por lo tanto NO preferimos un Estado neoliberal; y la transición NO será hacia una nueva fase del Estado Capitalista.
Los Colombianos NO queremos una «democracia cuantitativa», de compraventa de voluntades que dé mampara a un nuevo régimen criminal y violento, y que exige perpetuarse en el poder con las históricas desigualdades sociales, e intentando con su paz desintegrar a la poderosa insurgencia popular y social autónoma.
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