Los gobiernos de la Concertación van a cumplir 20 años en el Palacio de la Moneda. Se presagia que ese lugar podría ser ocupado por la derecha chilena, encabezada por un negociante y empresario implacable, de palabra fácil y refranes simplistas, enriquecido ilícitamente en tiempos de la dictadura. Esta es una preocupación que desvela a […]
Los gobiernos de la Concertación van a cumplir 20 años en el Palacio de la Moneda. Se presagia que ese lugar podría ser ocupado por la derecha chilena, encabezada por un negociante y empresario implacable, de palabra fácil y refranes simplistas, enriquecido ilícitamente en tiempos de la dictadura. Esta es una preocupación que desvela a la clase política y es abundante materia de prensa y televisión. Chile se enfrenta a la posibilidad que -de manera impensada- la Transición concluya por la derecha. Es paradójico, porque el sentido común indica que las transiciones políticas pos dictadura deberían evolucionar hacia una democracia plena. Esta vez el ciclo político puede finalizar con la Moneda ocupada por quienes la bombardearon y enterraron a la democracia chilena en 1973.
Expectantes al evento, intentamos explicarnos como pudo suceder que nos encontremos en esta situación. ¿Cómo evolucionó el transito político de Chile en un verdadero camino curvo: los chilenos creyendo que nos alejábamos del autoritarismo, estamos volviendo al mismo punto de partida? ¿Cómo se explica que la mayoría de la sociedad -y su especial padrón electoral – se encuentre hipnotizado por la ideología neoliberal y de manera compulsiva vote una y otra vez, sólo por estos candidatos, algunos veteranos y otros aprendices, adoradores del flamante modelo capitalista que Chile viene desarrollando hace más de tres décadas? ¿Qué ocurre con nuestro pueblo y los trabajadores, que han pasado -en una línea recta de más de 36 años-, de ser impulsores de una sociedad comunitaria o socialista, preñada de proyectos colectivos y justicia social, a adherir de manera irracional al más extremo neoliberalismo nunca conocido en nuestro continente?
La capacidad de seducción de los promotores del modelo es poderosa. Tienen a los electores encandilados, convencidos que optar entre estilos estéticos y discursivos, entre migajas de bonos de diverso tamaño, son decisiones importantes. Ello sorprende cuando es de obviedad absoluta que los temas y preocupaciones más relevantes son dejados de lado, porque justamente la causa de los problemas de nuestra gente radica en la aplicación de este capitalismo extremo.
Los chilenos nos declaramos satisfechos en público y nos quejamos en privado
Han logrado moldear una sociedad donde se vive el conformismo en el espacio público y la queja en el espacio privado. Nos han convencido que la seguridad de los ciudadanos está amenazada por la delincuencia que irrumpe desde las poblaciones pobres. Mientras, la mayoría de nuestra sociedad, capas medias y sectores empobrecidos, que viven del trabajo honrado, en su vida cotidiana, claman por un sistema de seguridad social, que garantice la vida presente y futura. La ciudadanía reivindica una salud accesible y de calidad; una mayoría desearía acceder a una educación pública de calidad y los sectores medios aspiraran no tener que pagar por una educación que a veces ya en la básica y secundaria es casi tan cara como la universidad o un instituto profesional. Son innumerables las familias que se angustian por endeudarse hipotecando su vida durante 15 0 20 años para tener acceso a una vivienda. Trabajadores activos y los por jubilar, temen por una previsión que depende de los vaivenes de las bolsas que están en manos de probados especuladores. Casi todo Chile siente el abuso de la empresa privada que se adueñó del agua, la electricidad y las carreteras; todos servicios que afectan necesidades básicas y que provienen de bienes públicos. Observamos sin reaccionar y sin vergüenza cómo el país ha perdido la soberanía de sus riquezas básicas y recursos naturales, las cuales han sido entregadas absolutamente al capital transnacional.
La Transición de la Concertación vitalizó el Modelo neoliberal
¿Cómo hemos llegado a esta situación? El país se encuentra en un callejón sin salida -o lo que es lo mismo, internado profundo en el modelo neoliberal más descarnado, implementado en ninguna sociedad contemporánea-, donde se tiene la sensación que ya no es posible la vuelta atrás. ¿De qué modo los cambios estructurales de nuestro sistema institucional y económico han terminado moldeando la conciencia de la mayoría de los ciudadanos en nuestro país? Sin duda que estos cambios fueron posibles iniciarlos e implementarlos gracias a la fuerza brutal de la dictadura. Sin embargo es necesario reconocer que la fuerza fundacional de la dictadura no es tal para que pueda extenderse 20 años más allá de abandonar los militares el poder. Es honesto constatar que la Concertación ha sido la posta que ha permitido regenerar y vitalizar el modelo. Es el tiempo de la Concertación y su Transición lo que ha posibilitado que hoy se asuma casi con naturalidad, aquello que nuestro pueblo resistió y rechazó tan heroicamente y de manera desigual.
La política social del Estado ha aportado lo suyo convenciendo a los más pobres y excluidos que son personas vulnerables, en riesgo social; personas que necesitan de la caridad del Estado y de toda una ortopedia social e institucional, para sobrevivir. Han generado nuevas categorías de ciudadanos congruentes con el modelo: los niños puentes, los niños prioritarios, los emprendedores – una especie de símil o imitación barata o pobre de empresario-. Además logran convencer a la mayoría de los excluidos – de sus garantías sociales y de sus fuentes de trabajo – que la suerte que corren es producto de su falta de habilidades sociales y no de los problemas estructurales del modelo, entonces les recetan capacitación. Por último en el tiempo presente ha aparecido una nueva aberración: los bonos, dádivas del Estado que reemplazan los derechos de las personas y que buscan excusar las arbitrariedades de los empresarios y el sistema. Todo ello colabora a que los más pobres y excluidos no puedan alcanzar la categoría de sujeto y actor social para protagonizar sus propios procesos de integración, movilización y transformación social.
Un factor político de la mayor trascendencia es el entreguismo de un sector de la izquierda histórica chilena que asumió compartidamente la responsabilidad de resguardar el modelo desde el gobierno y el Estado. Su aporte fundamental ha sido darle al gobierno perfiles de progresismo y jugar un papel de contención del conflicto social, así como también otorgarle a la asistencialidad y el populismo el carácter de protección social; profundizando la confusión en grandes masas de chilenos respecto al carácter del proceso político y social que estamos viviendo.
Se consolidan los valores capitalistas en la sociedad chilena
Todos los resortes y mecanismos del poder han participado como una afinada orquesta para producir el sonido de la flauta que seduce, enceguece y engaña a nuestra sociedad y que la hace caminar cada vez un paso más a su propia esclavitud en manos del capital y gobernada por esta suerte de guasones, bufones o payasos de las clases dominantes. Todas estas convicciones propias o prestadas son las que se ponen en juego, son el soporte ideológico que orienta el voto de la mayoría de los chilenos.
Un mecanismo fundamental han sido los medios de comunicación, y gran parte de los periodistas se encargan de informar para desinformar, dando relevancia a lo vanal; generar falsos problemas y hacerlos dramáticamente importantes, distorsionando nuestra visión de la realidad. Estos medios sólo exaltan y legitiman expresiones de masas inocuas como el fútbol y las campañas de asistencialidad. Parte de su misión es difundir los valores de la nueva sociedad, sobre todo a través de la publicidad comercial, donde se nos convence que es la especulación financiera y no el trabajo la que produce el desarrollo y la riqueza.
La mayoría de nuestra sociedad ha modificado sus pautas de comportamiento, hemos cambiado la plaza por el mall, participamos sin protestar en la segregación social de las escuelas y los barrios, nos hemos comprado el cuento de la seguridad y levantamos muros y rejas para protegernos de los demás, nos hemos sumado a la fiesta del consumo con entusiasmo y devoción y con disciplinado rigor el día a día de nuestra existencia se consume al servicio de nuestras deudas con los bancos, tiendas y supermercados en la angustia de la sobrevivencia cotidiana.
Toda las piezas encajan en un rompecabezas que muestra la nueva sociedad chilena con su doctrina e ideología, que se reproduce en la conciencia y experiencia de muchos chilenos y chilenas, que nos hace reconocer como cercanos o propios una nueva estructura de valores: el individualismo, la competencia o el pituteo, el lucro y la ambición, la discriminación y la segregación, la asistencialidad o la piedad para quienes creemos pobres o inferiores.
¿Habrá movimiento popular para la ruptura social y política con el modelo neoliberal?
Sin duda que la única Transición que hemos vivido en estas dos décadas no ha sido de la dictadura a la democracia plena; sino una Transición desde la imposición del capitalismo salvaje a la adhesión a él por la mayoría de la sociedad. A una democracia del poder de los grandes especuladores financieros, de los poderes fácticos enquistados y reproducidos en el binominal, de una constitución maquillada pero profundamente autoritaria.
Hay por cierto, sectores sociales que resisten, confabulan, toman distancian o se rebelan. Algunos partidos populares desde dentro de la institucionalidad con decisión y dignidad intentan partir la roca a través de sus grietas. Amplios sectores de trabajadores en el paro y la movilización callejera arrebatan al modelo jirones de justicia social. Así también en el último tiempo parte del Pueblo Mapuche se moviliza y resiste reclamando otra institucionalidad y otro Estado. Anhelamos en este proceso se reivindique o se reinvente la izquierda y los trabajadores reconstruyan su estatura histórica,
Cerrado el ciclo de los 20 años, vienen tiempos de lecciones para el pueblo, esperemos no sean tan duras y dolorosas, como siempre lo ha sido para los excluidos. Lecciones que seguramente nos harán despertar de este encandilamiento. Luego del despertar vendrá la rabia al constatar que el despojo alcanza hasta la dignidad. En este trance nos podemos inspirar en los recorridos ya hecho por pueblos hermanos que indican que es posible un tiempo de otra sociedad. Ellos se han atrevido a construir una patria para todos, más comunitaria y solidaria; aquellos pueblos han sido capaces de no creerle al mercado y han confiado en sus dolores, su historia, su organización, sus fuerzas y anhelos, para mejorar sus condiciones de vida. Suponemos seguirá desde el movimiento popular el intento de resistir y rebelarse de alterar y subvertir el orden natural que nos agobia.
Por lo pronto coincidimos con muchos en la importancia del momento político que vivimos y les convocamos a no dejarse desalentar por el descaro del poder económico de la derecha, por la mezquindad de quienes se creen clase política, por la ambigüedad de quienes se declaran progresistas. A los que votan y apuestan por las elecciones como espacio de participación política, les acompañamos para difundir la importancia del voto informado, en mantener una actitud irrenunciable por la democracia y de rechazo sin ambigüedades por quienes la menoscaban. También saludamos y colaboramos con los que insisten y apuestan por la organización social, por la movilización popular, por la acción ciudadana en el ejercicio de los derechos de las personas.
En especial queremos sumarnos a quienes en los barrios, en los sindicatos, en las comunidades escolares, en las localidades rurales, en el cotidiano de sus vidas y en medio de sus territorios se organizan y deciden hacer resistencia, construir parte por parte, paso a paso, cara a cara, el germen de una nueva sociedad.
A insistir una y otra vez en la apuesta de una patria justa y soberana
A proclamar que es el trabajo honrado y los trabajadores quienes pueden hacer posible un desarrollo equitativo
A declarar que la solidaridad y la fraternidad es lo que promueve una sociedad auténticamente humanista
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de los autores, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.