Hace muchos años, por allá en 1920, un escritor canadiense sentenció lo que es información de lo que no lo es con la frase lapidaria de que «si un perro muerde a un hombre, no es noticia, pero si un hombre muerde a un perro, eso sí que lo es» Y desde entonces la […]
Hace muchos años, por allá en 1920, un escritor canadiense sentenció lo que es información de lo que no lo es con la frase lapidaria de que «si un perro muerde a un hombre, no es noticia, pero si un hombre muerde a un perro, eso sí que lo es»
Y desde entonces la prensa se sujeta con rigor a semejante suposición que deja por fuera cualquier otra mirada de los acontecimientos que no tengan esos ribetes de sensacionalismo. Se trata de vender un producto y para eso es bueno lo que incite al morbo.
En Colombia El Espacio llegó a ser el periódico más vendido por años aforando en su contenido la vieja práctica de «un hombre muerde a un perro» y que han retomado con creces los noticieros de televisión pues ya nadie lee la prensa.
Este fin de semana de San Pedro todos los canales presentaron la insólita noticia de la profanación de la tumba del jefe de la Unión Patriótica, Jaime Pardo Leal. Incluso con una foto como hizo CM& en su web. Entonces comenzó una legítima oleada de protestas.
Primero fue el mismísimo alto consejero presidencial de derechos humanos, Guillermo Rivera, y trinaron la ex alcaldesa Clara López y no podía faltar Piedad Córdoba. Por su parte Gloria Flórez, la viuda de Pardo Leal, protestó en una entrevista en Noticias UNO.
¿Pero de dónde venía toda la historia? De un twit del alcalde Petro. El domingo 28 de junio, a las 5:38 en punto de la tarde, escribió sobre la supuesta profanación del sito donde yace el caudillo: «Quieren volver a asesinarlo. Así dejaron los extremistas de derecha la tumba de Jaime Pardo Leal» e ilustraba el trino con una foto de la cripta destruida.
Una hora después la bella Claudia Palacios, presentadora de CM& La Noticia, trinaba al mundo con legítimo dolor que nadie podía dejar de compartir, «¿quién destruyó la tumba del asesinado Jaime Pardo Leal, ex candidato a la presidencia de exterminada UP en una de las tantas veces que Colombia buscó la paz. Y es que no les bastó con haberlo asesinado?»
Luego vendría la racha de medios con la «noticia». Ninguno se quedó por fuera, todos incluidos los impresos que son atendidos por Colprensa. Un breve repaso por Google da cuenta de más de cuarenta registros en menos de un día.
Entonces todo vino a saberse. Se trató de un caso fortuito: la caída de un viejo árbol desde su misma raíz que justo escoltaba la tumba de Pardo desde la esquina izquierda. Quién iba a pensar algo así.
Sin embargo, ningún medio, en absoluto, tomó la precaución de visitar el sitio para cerciorarse, como corresponde, de lo ocurrido. Soltaron la «noticia» de una, con todo lo que ello implicaba: un ataque de la ultraderecha en medio del clima de intolerancia que vive el país, el retorno de las bandas fascistas, el mensaje enviado a la izquierda. Todo un novelón que tenía que hacer frotar las manos en las redacciones y seguro para varios días. El perfecto «un hombre muerde a un perro».
Y ya comenzaba la citación, comprensible, por cierto, de las huestes de la UP y de los indignados: «el martes a las 12 en la tumba de Pardo». Una alarma que se desvaneció al instante cuando al mismo alcalde le tocó pedir disculpas por la información. Sí, en efecto, un árbol había causado los destrozos que todos lamentamos.
El lunes de puente, pocas horas después de conocer la información, visité el cementerio y hablé con los guardas y el propio jefe de seguridad del campo santo. «No sé de dónde el alcalde Petro sacó esa noticia este 28 de junio. Se trató de la caída de un viejo árbol en la madrugada del 16 de junio», anotó William Vargas.
Es decir, habían pasado doce largos días del incidente y ahora se presentaba como algo novedoso con toda la carga dramática de un posible atentado contra un símbolo de paz.
«Ese mismo día la administración del cementerio le avisó del caso a la dirección de la UAESP que vigila estos sitios y el 17 el árbol fue cortado en varios trozos para su traslado y sellamos el sitio», añadió Vargas.
Por su parte Luis Mogollón, uno de los vigilantes, señaló que es imposible una acción vandálica contra una tumba pues el cementerio se cierra a las seis de la tarde y los «guardas hacemos ronda en bicicleta recorriendo palmo a palmo el sitio. Además por todas partes hay cámaras de seguridad que se monitorean en una sala de control».
Una acción como la que mostraba la foto subida por el alcalde, hubiera requerido la intervención de por lo menos dos hombres que a punta de mazos hubieran derribado una lápida de mármol que se levanta, con el ruido consabido y por lo menos gastando media hora.
No hay duda que alguien asaltó la buena fe del acalde dándole una información falsa de algo que nunca ocurrió y después de doce días. Y tampoco hay duda que los medios no van al fondo de las cosas, no investigan y se atienen a los comunicados oficiales. No confrontan los hechos y sobre ello hay infinidad de casos. Su alma es para los negocios.
«Esta mañana del lunes 29 ha habido un desfile de medios averiguando qué pasó; ya es demasiado tarde y nos han hecho un daño a nuestra imagen como vigilantes», subrayó Vargas.
Solo basta esperar que Patrimonio Cultural de Bogotá resuelva pronto la restauración del monumento. Otra cosa significaría, eso sí, su revictimización. Y claro, que la prensa lo registre olvidándose del alevoso contrasentido con el que comenzamos esta nota.
Roberto Romero Ospina, Centro de Memoria, Paz y Reconciliación
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.