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La «última de Waters» en Colombia, show brutal

Fuentes: Rebelión

El último show de Roger Waters en Colombia se dio en medio de la brutalidad de la invasión de Israel a Gaza, la creciente violencia regional y deseos de cambios en nuestro país; su música pervivirá a los tiempos de la barbarie.

El 5 de noviembre de 2023 fue la última y definitiva vez de Waters en las tierras de Macondo. En una travesía terrestre y aérea de colombianos, latinoamericanos y extranjeros (Run like hell) hacia la toma de la atalaya del Coliseo Live Medplus, a las afueras de Bogotá, al igual que la rompida de Waters en Bogotá en 2007 y 2018 en el Parque Simón Bolívar y el El Campín, esta vez, más de 23 mil almas floydianas se dieron cita con la historia del legendario fundador de Pink Floyd, Roger Waters, escuchando un repertorio musical y teatral por los que surfeó por siete decenios de vida artística. 

En Bogotá, Colombia, fue el arribo de la penúltima escala de cierre de Waters con su comitiva de siete músicos, decenas de ingenieros, trabajadores y utileros, en la denominada gira mundial This is Not a Drill (‘Esto no es un martillo/taladro/simulacro’), con un juego de palabras de parodia al pintor surrealista, René Magritte. Y es que el tour de despedida definitiva de Roger Waters, dada la mortalidad del artista británico que ronda los 80 años (Memento mori), estuvo inmiscuido en la controversia sobre un pretendido “odio antijudio” de Waters, que le valió el boicot de las cadenas hoteleras. En Macondo, esto incluyó a los empresarios Gilinski con los hospedajes de Four Seasons, mientras que un puñado de seguidores con banderas palestinas hicieron un plantón al frente del Hotel Tequendama, que acoge a las personalidades del mundo. Waters no es antisemita pues su padre, un miliciano del Partido Comunista de Gran Bretaña, al que se le recuerda en el último álbum de Pink Floyd, The final cut, murió en la segunda guerra mundial, en el campo militar de los Aliados,  defendiendo a los judios de la barbarie nazi, la causa de la libertad y el antifascismo, In the flesh. Como el propio Waters dice, solo es un músico más en el mundo, un artista sensible, que todavía cree que los palestinos merecen dignidad y tienen derechos humanos. 

El show único de Waters dió inicio a las 9 de la noche. La gente, cual hormigas, empezaron a aparecer y merodear la fortaleza, desde las 3 de la tarde. El concierto siguió el concepto de volver el recinto una atmósfera de un bar ampliado (The Bar) donde departir entre amigos y allegados con música folk. Waters brindó con el público con tequila mexicano –nosotros, con el líquido dorado de unas Club Colombia– y se despidió con tambores solemnes y flauta en una emotiva fila india, por todo lo alto. 

Pasemos a revivir una parte de las fotografías, de esos trozos de vida sonoros del setlist de veinticuatro canciones y otros faltantes, con la memoria de lo vivido y las emociones (Déjà vu), para el porvenir de las presentes generaciones y la posteridad, Outside the Wall. La pregunta filosófica que debemos hacernos en natividad y a final de año es Is This the Life We Really Want? ¿Queremos seguir siendo ovejas o buscar la libertad? (Sheep, con su inflable). Si, tú que estás leyendo esta reseña del concierto (Hey you), juntos permanecemos en pie, divididos, caemos (“Together we stand, divide we fall”).

Comfortably Numb, en un arreglo suave con imágenes de transeúntes, fue el primer temazo del neurótico (Brain Damage) y despechado Pink (One of my turns), que marcó con hierro caliente el inicio del concierto. Le siguió The happiest moments in our lives y Another Brick in the Wall, partes I y II, el himno de la pedagogía contemporánea, de una educación post-autoritaria de los estudiantes y espada de doble filo, la cual prendió la venia del público: “¡Hey, profe, deja a los chicos en paz / después de todo / solo eres solo otro ladrillo en el Muro!”. Canciones brutales, acústica brutal del coliseo. 

Con una alusión a Javier Ordóñez, taxista con que dio inicio el estallido social, y los jóvenes de la Cisjordania ocupada, en las cuatro mega pantallas resonó The Powers That Be y Pigs (el inflable con un mensaje del The Wall) que evocaron la brutalidad policial en todos los rincones del mundo. Con unas imágenes estremecedoras y palabras cínicas del republicano George Bush (el padre y el hijo luciferinos) y rostros de mandatorios impunes que han cometido crímenes de lesa humanidad, The Bravery of Being Out of Range fue esa canción que pocos conocen, pero es una verdadera pieza satírica de la psique bélica, “Old man what the hell you gonna kill next / Old timer who you gonna kill next”. En efecto, tras la catástrofe en curso en Gaza y Ucrania (ésta última ha asumido una posición errónea y equidistante de este pueblo oprimido), ¿Qué pasó con el sueño de post-guerra? (“What happened to the Post-War Dream”). Por otro lado, Como era previsible, Roger Waters no mostró recato en mostrar su júbilo por la victoria histórica de un Gustavo Petro (“Mother I should run for President?”), con el que días después se reunió en la Casa de Nariño. 

Otras canciones más íntimas también rodaron en la Floydoneta de Waters en sus distancia de años luz en recorrido de rock progresivo y cósmico, desde la Tierra hacia el Universo. Have a Cigar, los sueños del jóven roquero auténtico que salta a la fama y se topa con la selva de lo que el filósofo Theodor Adorno denominó la industria cultural de masas. Shine On You Crazy Diamond (partes VI y IX) y Money, esas peripecias de los artistas con los mercaderes de la música y ese fomento de la cultura del capital que se injerta en la vida de los trabajadores. Para los enamorados de la vida (Any Colour You Like) y para quienes, como el origen mítico del amor en el diálogo del Fedón de Platón y la banda de Hedwig and the Angry Inch, existe una incompletitud y necesidad humana de estar-con-otros (Us and Them), no faltaron las canciones rosa Wish You Were Here y Us and Them, donde aparecieron lágrimas, abrazos, cobijas de mano y besos

Después de todo, al final, no somos más que mortales que persiguen la felicidad y el amor, el deseo de cambiar la Historia. Devuelta del coliseo a la normalidad. El último show de Roger Waters en Colombia, el último, se dio en medio de la brutalidad de la invasión de Israel a Gaza (“Stop the genocide!”, se vio en el proyector), en la creciente violencia regional y deseos de cambios en nuestro país. Su música pervivirá a los tiempos de la barbarie (Waiting for the worms). 


Gracias, Roger. ¡El show de la vida debe continuar (The show must go on)!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.