Este texto esta dedicado a «Beta», Berta Avendaño quien fuera dirigente del PC de Chile, fallecida el 21/6/2005 Nunca había entendido mucho eso de la universalidad de una figura, hasta que me tocó vivirlo en términos concretos y fue con el Chicho(*). He tenido la posibilidad de viajar y conocer un poco del mundo, y […]
Este texto esta dedicado a «Beta», Berta Avendaño quien fuera dirigente del PC de Chile, fallecida el 21/6/2005
Nunca había entendido mucho eso de la universalidad de una figura, hasta que me tocó vivirlo en términos concretos y fue con el Chicho(*). He tenido la posibilidad de viajar y conocer un poco del mundo, y en tres partes muy diversas del globo terráqueo, me volví a encontrar con la figura de Salvador Allende y no me refiero a estatuas, avenidas, sino en la gente.A comienzos de Septiembre del 2004, estando en Bruselas, Bélgica, partimos en camión, con un amigo chileno, a hacer una mudanza, al Sur de Francia. Íbamos a la Provence, cerca de Lyon, a un pueblito llamado L´Egaliers. Una vez que cargamos y dejamos todo listo en el camión, fuimos a comer a un Restaurant del pueblo. Nos atendió un mesonero rollizo, muy amable; pero por supuesto francés y, a ellos hay que hablarles en francés. Mi amigo le dijo que somos chilenos, a lo cual yo agregué en un francés deplorable: «¿Est-ce que vous connáissez a Salvador Allende? (¿Ud. conoce a Salvador Allende?). El hombre me quedó mirando y habló tan rápido que no le entendí mucho, pero claramente me di cuenta que estaba enojado, ¡Muy enojado! Le pregunté a mi amigo ¿Qué dijo? A lo cual me respondió: «Él dijo ¿Cómo no lo voy a conocer? Si aquí en L´Egaliers le hemos hecho homenajes a Salvador Allende. Me sentí tremendamente orgulloso, pero tremendamente estúpido.
En el camión, cuando veníamos de vuelta del pueblo, tomamos un camino rural que se llama «Le chemin de la Liberté» (El camino de la Libertad), que era la ruta de los partisanos al Mediterráneo, del maquis francés en la lucha contra los nazis en la II Guerra Mundial. Recordé a Paul Eluard, el poeta de la Resistencia francesa, aquel del: «Yo te nombro libertad» y entendí: ¡Chucha, Chicho! Eras y eres un gigante, y no nos dimos cuenta.
A los días después, me tocó estar en Estambul, Turquía; crisol de razas y nacionalidades, donde confluyen europeos, asiáticos y africanos: búlgaros, bosnios, egipcios, griegos, kurdos y, por supuesto, turcos. Una noche fui solo a un Restaurant bosnio y estaba atendiendo la esposa del dueño, la cual no hablaba inglés, ni menos español y, por mi parte, yo no hablo turco, ni menos serbo-croata. Me indicó un par de personas sentadas, para que a través de ellas, pudiéramos comunicarnos. Les explico en mi inglés tarzanesco, qué quiero comer y ellos traducen. Mientras me atienden, me acerco a su mesa a agradecerles y ahí me entero que se trata de una mujer bosnia (la cual estaba con un velo) y un hombre egipcio. Les cuento que soy de Chile y cómo me pareció que quedaron con cara de pregunta, les digo: «Do you know Salvador Allende?» (¿Conocen a Salvador Allende?) Ambos me respondieron al unísono: «Of course!» (¡Por supuesto!). Sentí que cayeron las barreras religiosas, también las d el idioma, que se vinieron abajo las fronteras, cuando me miraron con simpatía.
A fines del año 2002, tuve la oportunidad de conocer la mayor de las Antillas, también conocida como Cuba. Estuve en varias partes y estando en La Habana, pude conocer uno de sus Hospitales más grandes, se llama «Dr. Salvador Allende Gossen». Allí fuimos de visita con gente de la ELAM (Escuela Latinoamericana de Medicina); junto con nosotros, los chilenos, había gente de otras 16 nacionalidades. Tenían una estatua del Chicho y hubo una ponencia, donde se mostraron los avances de la medicina en Cuba, lo cual se hizo en un anfiteatro y, al final, no pude resistir la tentación y grité ¡Compañero Salvador Allende! Y no sólo no me hicieron callar los cubanos (ya que estábamos en un Hospital), si no que se escuchó un sin número de voces que con mucho sentimiento, gritaron: ¡Presente! Una vez más estábamos hermanados peruanos, bolivianos, argentinos y muchos más; y era la figura de Allende la que nos hermanaba. Sentí un gusto dulce, creo que le llaman orgullo: Allende a casi treinta años de su partida, estaba más presente que nunca.
En lugares tan distintos y tan remotos de nuestro Chilito, como en un pequeño pueblo de la campiña francesa, con un viejo mesonero; allá donde se termina Europa, cuando tienes un pie puesto en Asia, con una pareja musulmana; y en una isla en medio del Caribe, con un gran arcoiris de nacionales de América; aprendí lo que es la universalidad de la figura de Salvador Allende y entendí que ya no es sólo nuestro, sino que es una figura de toda la humanidad.
(*) Chicho: nombre popular con que era conocido Salvador Allende.
Texto presentado en un pequeño acto de Homenaje realizado el 26/6/2005, en San Bernardo, Chile.