Soñar el futuro es una necesidad humana. Pensarlo, un ejercicio intelectual válido. Pero pensar y soñar implican también observar el presente con ojos críticos. De no hacerlo, en vez de pensar, deliramos, y podría ocurrir que al llegar el futuro nos encontremos con pesadillas. Yo sueño para la Universidad cubana una torre de marfil. Marfil […]
Soñar el futuro es una necesidad humana. Pensarlo, un ejercicio intelectual válido. Pero pensar y soñar implican también observar el presente con ojos críticos. De no hacerlo, en vez de pensar, deliramos, y podría ocurrir que al llegar el futuro nos encontremos con pesadillas.
Yo sueño para la Universidad cubana una torre de marfil. Marfil porque debe construirse con lo más valioso de nuestra sociedad, en forma de torre porque debe servir para tocar el cielo. No el de dios, sino el del conocimiento. Pero esta torre estará llena de puertas abiertas para entrar o salir y de ventanas para ver y dejarse ver. En esta universidad se forjará un país de hombres de ciencia.
Hoy Cuba, en muchos aspectos, está más lejos que hace 30 años de convertirse en un país de hombres de ciencia. En nuestro país la ciencia retrocede a ojos vistas. No perderé tiempo recordando datos que suelen herir sensibilidades administrativas. El que los quiera de manera condensada puede buscar el muy poco divulgado informe que elaboró en el año 2012 la Academia de Ciencias de Cuba (ACC) al respecto. Si esto no bastara, o más probablemente debido precisamente a este retroceso, el pulular de prácticas pseudo-científicas en nuestro isla ya trasciende el estado fisiológico que nos correspondería como país sub-desarrollado en crisis económica, heredero de múltiples costumbres religiosas. Hoy existen empresas cubanas, instituciones científicas, pero también numerosos políclinicos y hospitales que hacen uso común de estas prácticas y peor aún, las divulgan a título publicitario usando los órganos de prensa nacionales y la televisión. Todo bajo el casi absoluto silencio de la dirección de la ciencia cubana.
Tal pareciera que algunos no comprenden que sin el desarrollo de las Ciencias nuestro proyecto social es insostenible. O quizás lo comprenden y actuan, en consecuencia, de mala fé. Pareciera también que otros no comprenden que la pseudo-ciencia nunca será un camino a la ciencia, sino a la superstición, la banalidad y finalmente, la estupidez.
Nosotros somos los hijos de un país con pocos recursos económicos, asediado económica y políticamente por un enemigo poderosísimo. Nos proponemos hace más de medio siglo sostener un modelo de desarrollo que contradice los cánones del capitalismo. ¿Cómo sostendremos este proyecto si no hacemos un uso eficiente y eficaz de nuestros escasos recursos? ¿Cómo lograremos esto sin estar a la vanguardia en el pensamiento científico-técnico de nuestro tiempo? ¿Cómo podemos ser un ejemplo a seguir por otros movimientos y países de izquierda si no convertimos en realidad jurídica, económica, y social el pensamiento más avanzado de la humanidad?
Lograr esto es imposible sin una Universidad proyectada hacia el futuro.
Lamentablemente, falta mucho trabajo en nuestra Universidad para hablar de futuro. Esto no quiere decir que no existan logros y éxitos enormes hijos de la política de la revolución. Sería estúpido, además de injusto, negarlo. Con el triunfo de la revolución la Universidad se democratizó abriéndose al campo, a los negros y a los pobres y extendiéndose a todo el país. Se hizo una reforma universitaria que modernizó los curriculums, abrió nuevas carreras y trajo a todas el experimento y la actividad científica en general. Las visitas de profesores extranjeros eran parte de la rutina universitaria, en algunos casos incluso por períodos prolongados. El intercambio constante con los países socialistas elevó rápidamente el nivel de nuestro claustro. Se adquirió equipamiento científico y se crearon varios centros de investigación. Esto permitió la aparición en Cuba, por primera vez en su historia, de una comunidad científica sólida, amplia y diversa. Además, comprometida con los destinos del país. Pero el tiempo es indetenible y vivir de glorias pasadas es un vicio de ancianos que ninguna Universidad puede permitirse.
Si miramos el presente es evidente que la Universidad de la Habana posee una infraestructura civil extremadamente deteriorada y obsoleta. Las filtraciones de agua en muchos de sus edificios son un lugar común, faltan los baños, el agua, y las más importantes canteras abiertas para la recuperación de estas estructuras muestran muchos años de atraso con respecto al diseño inversionista original. Un atraso que aparentemente crecerá en el tiempo. Una parte importante de los locales de los profesores son adapataciones muy rústicas de espacios abandonados, muchas aulas carecen de iluminación y acústica apropiada. Esta es una realidad que vive casi todo el patrimonio inmobiliar de las universidades del país, pero esta edificación, además de poseer un valor arquitectónico innegable, simboliza como ninguna otra nuestro historial revolucionario. Especialmente el más reciente. Mella, Jose Antonio, Fidel, Marinello, La Marcha de las Antorchas,…. Y, nos guste o no, los hombres necesitan de símbolos para identificarse. Intuyo que llegar al futuro sin este hará más difícil a las generacions venideras mantenerse atadas, no ya al símbolo mismo, sino también al ideario que representa.
Pero no es sólo la infraestructura civil la que presenta problemas. Internet en la Universidad funciona muy mal, con una conectividad y accesibilidad muy baja si se compara con cualquier estandard internacional, incluso continental. El número de computadoras por profesor es bajísimo, el número de impresoras aún menor. El equipamiento científico es ridículamente obsoleto y ampliamente insuficiente. La distribución de edades del claustro anormal, en forma de U y se encuentra marcado por una emigración anual constante y grande, notablemente hacia el exterior del país o hacia labores mejor remuneradas. No necesariamente correspondientes con la formación del profesional. Los salarios siguen siendo bajos, mal correlacionados con el aporte docente o científico del claustro.
La Universidad también sufre de gigantismo administrativo. Se administran de manera centralizada, becas, comedores, almacenes, un obsoleto parque automotor, cientos de pasaportes, para poner sólo ejemplos. En esta tarea de compleja administración se gastan enormes energías de la dirección universitaria que deberían dedicarse a sus actividades sustantivas: la docencia y la investigación.
El número de profesores en nuestras aulas llegados del extranjero o desde otras instituciones del país, empresas, industrias, o ministerios a compartir sus conocimientos es lamentablemente bajo. La Universidad no ha poseido nunca un presupuesto para investigación, algo inconcebible en cualquier Universidad que se precie de ser tal hace más de 70 años.
La preparación de nuestros estudiantes al ingresar es insuficiente, sobre todo para las carreras que exigen mayor conocimiento de ciencias exactas y naturales. Los curriculums de muchas materias requieren ser actualizados, sin dudas en su forma y no en pocos casos en contenido. Sobre todo en el post-grado, pero también en el pregrado. Es imposible hacerlo sin los profesores y los medios técnicos adecuados.
Por tanto no es una sorpresa que el número de publicaciones científicas y de graduados de doctorados sea muy bajo, o que la edad media de los doctorantes sea muy alta. Tampoco que el impacto de la Universidad en la vida social y económica del país se reduzca, esencialmente, a la movilización política de nuestros jóvenes más preparados, la graduación de estudiantes de pre-grado y a consultas más o menos esporádicas a expertos en temas específicos.
Aún así creo poder decir, sin pecar de chovinismo, que la Universidad de la Habana es el buque insignia de la educación superior cubana. Las otras universidades se encuentren en situaciones parecidas o peores.
¿Es posible revertir este situación en las condiciones económicas actuales? Yo creo que sí. Aquí enumero, sin orden específico, algunas cosas que pienso se podrían hacer ya, sin necesidad de esperar el fin del bloqueo, o de una mejora sustancial de nuestra economía.
1- Se debe comenzar un proceso inversionista destinado a recuperar la infraestructura civil de la Universidad. Pero este no puede dejarse a la ineficiencia e incapacidad de las empresas constructuras del país como ocurre hasta el momento. Debería crearse un sistema inversionista específico, como el que en su momento existió para los polos científicos, o actualmente existe para el turismo o las instituciones militares.
2- Se debe concebir el proceso educativo desde, al menos, el pre-universitario, hasta la Maestría, o mejor aún, el doctorado. Especialmente en las carreras de Ciencias Exactas y Naturales, donde nuestro país ha mostrado un retroceso notable en los últimos años y donde las buenas ideas para evitar esto han tenido vida breve, y las malas no han escaseado. Urge retomar los exámenes de ingreso especiales para estas carreras y ampliar las aulas de 12 grado en el recinto universitario.
3- Se debe comenzar inmediatamente a trabajar en la superación de los profesores de enseñanza media y media-superior, especialmente en la áreas de ciencias exactas y naturales.
4- Se debe eliminar inmediatamente la prohibición de matricular en una Maestría hasta culminado el servicio social, y también la prohibición de viajar al extranjero a escuelas o cursos de formación hasta terminar la misma. Estas prohibiciones cercenan la voluntad de superación de muchos jóvenes, y envian un mensaje equivocado a todos: que su superación no le interesa al país.
5- Al menos mientras no se pueda hacer la anunciada reforma salarial o el cambio de moneda que revalorice el salario y de valor al trabajo, se deben explotar todas las alternativas posibles para mejorar las condiciones salariales de los profesores. Especialmente de aquellos más vinculados con la investigación, incentivando la dirección de tesis de Maestría y Doctorado, y la introducción de resultados que impacten directamente en la economía nacional. Se debe establecer, en las medidas de las posibilidades de cada centro, el derecho a un año sabático cada 3 o 4 años de trabajo como profesor principal.
6- Se debe eliminar la limitación que pesa sobre las Universidades para comprar material inventariable. Especialmente las restricciones a todas las compras que se realicen dentro del territorio nacional y que esten relacionadas con las mejoras de las condiciones de trabajo y del equipamiento científico de las Universidades. Más aún, estas inversiones se deberían privilegiar eliminando a las mismas del pago de impuestos.
7- Debería ser obligatorio que todas las empresas que superen determinadas dimensiones destinen parte de sus ganancias a proyectos de investigación en las Universidades. También que las inversiones extranjeras en el país tengan una componente en nuestros laboratorios de investigación.
8- Se debe simplificar el aparato administrativo de la Universidad, aprovechando las transformaciones en la economía nacional, la gestión de becas, comedores, transporte etc, debería sub-contratarse. Esto, si se hace bien, debe no sólo reducir los costos directos en el funcionamiento de la Universidad, sino también redireccionar las energías de muchos de sus cuadros a las tareas fundamentales de la Institución.
Ninguna de las deficiencias que menciono aqui son un secreto. Tampoco las propuestas son ideas que me llegaron a la cabeza en el calor del verano. Algunas circulan por el claustro universitario hace años. Normalmente son propuestas que mueren en reuniones que luego «no son el marco», o donde se toma nota para elevar a instancias superiores, o como comentarios de pasillo que no trascienden, siempre víctimas inocentes del inmobilismo y de la burocracia ministerial y porque no, también universitaria y partidista.
Ocurre también que muchos compañeros consideran que hacer públicos nuestros problemas y propuestas de transformaciones hace el juego del enemigo, porque desmoraliza, o porque argumenta la propaganda imperialista. Yo pienso lo contrario, no plantear y no enfrentar los problemas, desmoviliza y nada es más contrario al socialismo que la desmovilización del pueblo. Al mismo tiempo, no pretendo tener una bola de cristal de donde extraer números que por arte de magia resuelvan todos los problemas que nos aquejan. Pero en nuestras aulas hay mucha más inteligencia, cultura, coraje y compromiso con nuestro país que el que puedo yo exponer en estas notas. De esas virtudes debe nacer el camino a andar.
Yo solo estoy convencido de dos cosas. La primera, que nuestro país y nuestros hijos merecen y necesitan una Universidad mejor, porque sin ella no habrá hombres de ciencia, y sin estos no habrá socialismo. La segunda, que es nuestro deber de profesores universitarios trabajar para entregársela.
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