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La venganza de los nerds

Fuentes: La Jornada

No podría haber sido más oportuno el estreno de La red social, tras el escándalo de Wikileaks y el nombramiento de Mark Zuckerberg, creador de Facebook, como El hombre del año, según la revista Time. La ubicuidad actual del Internet y la importancia que ha cobrado en la vida cotidiana exigía ya una visión cinematográfica […]

No podría haber sido más oportuno el estreno de La red social, tras el escándalo de Wikileaks y el nombramiento de Mark Zuckerberg, creador de Facebook, como El hombre del año, según la revista Time. La ubicuidad actual del Internet y la importancia que ha cobrado en la vida cotidiana exigía ya una visión cinematográfica pensante. Ciertamente, el proyecto cayó en las manos adecuadas. David Fincher ha logrado prescindir del efectismo visual y la truculencia de sus inicios y, como en Zodiaco (2007), ha realizado una puntual crónica de un fenómeno social que rebasó a sus responsables.

Una vez más, la inteligencia es ejercida con signo negativo. Zuckerberg no es un asesino en serie, ni siquiera un genio del mal. Pero el personaje, interpretado de manera verosímil por Jesse Eisenberg, ejerce sus dotes intelectuales con una pose insufrible de arrogancia y superioridad que le hace sentirse por encima de la ley y de cualquier principio ético.

La primera secuencia de La red social, un prólogo anterior a los créditos, contiene la clave para explicar a Zuckerberg. En una discusión acalorada con su novia incipiente, Erica Albright (Rooney Mara), el joven explica su propósito de entrar a un club exclusivo de la universidad de Harvard, en un tono condescendiente que da por hecho la inferioridad de la chica. En un arranque de dignidad, ella lo manda al diablo con una frase contundente: «No es que no atraigas a las chicas porque seas un tecno-nerd, sino porque eres un cabrón».

En efecto, a lo largo de la película, Zuckerberg demostrará ser ambas cosas. En el proceso de volverse multimillonario no titubeará en traicionar a su amigo (el único), Eduardo Saverin (Andrew Garfield), a quien utiliza como proveedor financiero, y engañar a otros WASPs de Harvard, igualmente odiosos en su afán de ostentar su clase privilegiada. En el fondo, la estructura de La red social no es muy diferente a esas comedias de los años 70 y 80, en que unos nerds marginados lograban vencer con sus mañas a sus atléticos, guapos y discriminantes compañeros.

Lo que era una fantasía compensatoria se ha vuelto realidad. El nerd se ha vuelto el héroe de la película y la realidad misma. Desde la aparición de Bill Gates se ha establecido su dominio. El joven de tez pálida, hombros caídos, corta estatura y mal vestido como preparatoriano es el nuevo modelo del empresario exitoso. En ese sentido, La red social remite a otra referencia inevitable, El ciudadano Kane (1941). Como la creación de Orson Welles, la evolución de un magnate se contará mediante flashbacks (en este caso, a partir de la audiencia que Zuckerberg y sus abogados atienden en respuesta a dos demandas judiciales). Igual que Kane, el protagonista se irá quedando solo, dueño de un emporio invisible y aislado por su narcisismo.

Para ello, Fincher encuadra a Zuckerberg de tal forma que siempre parece distante de los demás. Nunca se muestra algún esbozo de vida familiar y, fuera de Erica, no se plantea otro interés amoroso. (De hecho, ella se revela al final como una especie de Rosebud, la motivación inalcanzable del héroe). La mayor ironía es que Facebook, originada como una artimaña para conocer chicas, se supone ahora un instrumento vital para el contacto social. Al final, Zuckerberg sólo tendrá la compañía de una laptop, después de que una de sus abogadas pronuncia el remate: No eres un cabrón, pero te esfuerzas por serlo.

La proeza de Fincher y el guionista Aaron Sorkin es narrar esa historia fragmentada, compuesta de varios hechos aislados, en un discurso ágil que no pierde el ritmo a lo largo de sus dos horas exactas de duración. La red social evita los pronunciamientos trascendentes y las editoriales. Las diferentes fases en la creación de Facebook se suceden naturalmente, integradas al contexto de las relaciones entre los personajes, establecidos con justo balance.

Eso se aprecia sobre todo en la presencia de Sean Parker, quien se ufana de haber inventado el Napster y arruinado la industria disquera. Interpretado con simpatía untuosa por Justin Timberlake, el personaje funge de complemento mefistofélico y hedonista de la ambición de Zuckerberg, y pudo haber descentrado el enfoque de la película, de no ser por dicho equilibrio. Asimismo, pasado y presente se entrelazan con una fluidez que no deja asomar las costuras. Es tal vez la primera obra maestra de Fincher.

(Debo confesar que pude ver La red social por segunda vez no en una sala cinematográfica sino, para igualar medio con mensaje, en mi computadora, tras haberla descargado de uno de tantos sitios de web que ofrecen películas de estreno en copias de calidad, pirateadas de algún devedé de promoción. Esto sólo para comprobar que el potencial al parecer ilimitado de Internet ha puesto fin a la privacidad, a los derechos reservados, a los secretos de Estado. A todo lo que antes se consideraba sagrado e inexpugnable.)

La red social

(The Social Network)

D: David Fincher/ G: Aaron Sorkin, basado en la novela de Ben Mezrich/ F. en C: Jeff Cronenweth/ M: Trent Reznor, Atticus Ross/ Ed: Kirk Baxter, Angus Wall/ Con : Jesse Eisenberg, Andrew Garfield, Justin Timberlake, Rashida Jones, Rooney Mara/ P: Relativity Media, Michael De Luca Productions, Scott Rudin Productions, Trigger Street Productions. EU, 2010.

 http://www.jornada.unam.mx/2010/12/18/index.php?section=opinion&article=a08a1esp