Para Cristina Lartiga, amiga en vida de Gladys Marín y que dedica todos sus esfuerzos a recuperar su legado, está claro que su vigencia es rotunda. En su tarea de recopilar y rescatar discursos, documentos, grabaciones y notas de la destacada y recordada presidenta del Partido Comunista de Chile, ella siente su presencia: «Tú ves […]
Para Cristina Lartiga, amiga en vida de Gladys Marín y que dedica todos sus esfuerzos a recuperar su legado, está claro que su vigencia es rotunda. En su tarea de recopilar y rescatar discursos, documentos, grabaciones y notas de la destacada y recordada presidenta del Partido Comunista de Chile, ella siente su presencia: «Tú ves a la Gladys en sus textos», explica.
Cristina considera que las preocupaciones de Gladys, en sus últimos años, iban por tres derroteros esenciales:
«Los trabajadores, la integración latinoamericana y la unidad de la izquierda contra el modelo económico neoliberal. Esos eran los hilos conductores de sus escritos. También, recordar la figura de Salvador Allende.»
Entre esos textos, Cristina seleccionó para «El Siglo», como una forma de recordar a Gladys en el tercer aniversario de su muerte, el discurso que Gladys pronunció, el 23 de junio del 2003, en Valparaiso, en un acto solemne organizado por la Fundación Amigos del Presidente-GAP, para conmemorar los 95 años del Natalicio de Allende.
Las siguientes fueron las palabras de Gladys:
Cuando recordamos el 95º aniversario del natalicio de Salvador Allende, no podemos hablar de él separado de su tiempo histórico y del papel que a él le correspondió jugar.
Más aún, cuando se acercan los días, las horas del 11 de septiembre y se cumplirán 30 años del golpe militar que derrocó al gobierno que él encabezó.
Todo se hace más intenso.
Al leer y releer acerca de la significación de los mil días del gobierno de la Unidad Popular, después de las décadas transcurridas, los sentimientos, el recuerdo, los por qué y los dónde están, la verdad y la justicia, y las injusticias de todos estos años se nos vienen encima con más demandas y exigencias.
Y el mandato de Allende suena más justo e imperioso.
La fuerza casi telúrica que emana de Allende, se explica porque su identificación con la lucha social y política de los trabajadores fue de tal naturaleza, que junto con encabezar el proceso de cambios profundos, lo atrapó y lo sobrepasó como persona, al punto de conformar una sola referencia.
Hay muchas interpretaciones y conclusiones de lo que Allende representó y lo que sería en estos tiempos.
Pero su visión histórica, la esencia de sus ideales, son de intensas transformaciones democráticas, con el pueblo en el poder para lograr un Chile dueño de sus riquezas, con desarrollo nacional e integración latinoamericana.
Su postura era de profunda solidaridad con todos los pueblos del mundo, de condena a la intervención imperialista y por el respeto a los principios de soberanía y autodeterminación de los pueblos.
¡Que tremendamente actual es lo dicho en su discurso en el acto inaugural de la UNCTAD III el 13 de agosto de 1972, al referirse a la necesidad de la integración latinoamericana!:
«Chile se siente profundamente solidario con América Latina, sin excepción alguna. Por tal razón, propicia y respeta estrictamente la política de no intervención y de autodeterminación que aplicamos en el plano mundial. Estimulamos fervorosamente el incremento de nuestras relaciones económicas y culturales. Somos partidarios de la complementación y de la integración de nuestras economías».
Nunca en esos mil días, mil días, reparé suficiente en cada discurso de Allende.
Como millones, los viví, los realicé, con la más profunda alegría.
Ahora que me detengo en ellos, los valoro profundamente, y quien los estudie no podrá sino concluir que Allende fue un gran demócrata y un gran revolucionario.
Y detenerse en las realizaciones de los tres años del Gobierno de la Unidad Popular, enfrentando una conspiración y oposición criminales, es sorprenderse ante lo gigantesco de la obra realizada a favor de los trabajadores, de los más pobres, y de Chile como nación soberana.
Salvador Allende llevó adelante su programa de gobierno que significó profundas transformaciones en nuestra sociedad.
Cuarenta fueron las primeras medidas comprometidas por su gobierno.
Medidas que apuntaban esencialmente a una distribución más justa del ingreso, reduciendo sueldos y jubilaciones millonarias de funcionarios públicos, mejorando los salarios y jubilaciones de los trabajadores.
Medidas orientadas a garantizar los derechos civiles de todos los ciudadanos; transparentar la gestión pública, mejorar la calidad de vida de los chilenos y chilenas; desarrollar la cultura; asegurar el derecho al trabajo de todos.
Las cuarenta medidas fueron realizadas casi en su totalidad en los mil días de gobierno.
El Tren de la Victoria, el Tren de la Salud, el Tren de la Cultura, el Trabajo Voluntario, el Movimiento Nacional de Voluntarios de la Patria, fueron entre otras formas de participación, acciones que incorporaron a millones de chilenos y chilenas, en primer y destacado lugar a los jóvenes, al proyecto de construcción de una nueva sociedad.
El Gobierno Popular respondió a plenitud a las esperanzas del pueblo.
Se inició una etapa de maravillosas realizaciones populares. Digámoslo una vez más, y con toda fuerza, en estos días en que se pretende imponer una estrategia de olvido y tergiversación de la memoria histórica: con Allende cambiaba la vida, se creaba una nueva cultura, una nueva relación humana.
Y sólo los cómplices y sostenedores de la dictadura, los poderosos grupos económicos, los que impusieron este modelo neoliberal son capaces de mentir en forma descarada y sostener que en la Unidad Popular se inició la violencia y los crímenes.
Los desafiamos a que señalen los presos políticos, torturados, ejecutados, desaparecidos, exiliados, exonerados, durante ese período.
Sólo mentiras, fabricaciones como las del Plan Z, o «la dictadura marxista» que se pretendía imponer, y todo aquello con lo cual pretendieron justificar el golpe militar.
Y hoy vuelven a recurrir a las mismas y burdas mentiras, para legitimar el golpe militar, tergiversar la obra de Allende, colocar un punto final a los crímenes contra la humanidad, al terrorismo de Estado y reducir todo a una reparación económica para víctimas y victimarios, y así lavarse las manos y decir que todos fuimos culpables.
¡No!. Nosotros no nos hacemos parte de la trampa que pretende hacer equivalentes la ruptura violenta de la democracia, el genocidio, el terrorismo de estado, la tortura, con la tragedia que vivieron millones de chilenos.
No aceptamos hacer equivalentes la responsabilidad criminal de los golpistas traidores a la Nación y al gobierno constitucional, con errores de la Unidad Popular.
No hay responsabilidades iguales.
No fuimos nosotros quienes estuvimos con Allende, los que tomamos las armas para disparar contra un pueblo desarmado.
No fue Allende el de la traición a su Patria, a la Constitución y la confianza depositada.
Y sí fueron los golpistas militares y civiles los que se aliaron a una potencia extranjera, los EE.UU.
Hoy nadie puede negar que el golpe militar fue planificado y financiado desde Estados Unidos con participación de la CIA y del departamento de Estado norteamericano.
Kissinger lo dice en esa reunión del 15 de septiembre del 70: «No podemos dejar que Chile se vuelva marxista por la irresponsabilidad de su pueblo»
El mismo imperio que a treinta años de la intervención en Chile declara la guerra preventiva como doctrina, invade y ocupa Irak, declara terrorista al país que se le antoja y pone en la mira a Cuba, a la cual vamos a defender como allendistas y latinoamericanos.
Si se aspira a la reconciliación después de tanto crimen contra la humanidad, se debe reconocer las responsabilidades institucionales de las FF.AA., depurarse de todos los culpables y cómplices, asumir una doctrina democrática cuyo eje sea el respeto a los derechos humanos y terminar con la red de protección millonaria de resguardo a Pinochet.
Y entregar toda la información que aun guardan las FF.AA. incluidas las macabras exhumaciones de cadáveres, para hacerlos de nuevo desaparecer.
Crimen sobre crimen, y hablamos de hechos realizados hasta los años 90.
¿Cómo se puede hablar de reconciliación si la falta de verdad y justicia, se convierte en una tortura permanente?
Y la paradoja es que los que fueron perseguidos, exiliados, exonerados, torturados, apresados, desaparecidos, ejecutados, y gran parte de su representación política y social sigue siendo excluida, discriminada, demonizada, descalificada.
El 11 de septiembre de 1973 ha quedado como una página negra para la humanidad.
Ese es el 11 de septiembre de los pueblos.
Es el día en el cual se llora por tanto dolor, por tanta injusticia, por tanta explotación y abuso, pero por sobre todo es el día que se limpian las lágrimas y se levantan los puños y se jura seguir la marcha infinita de la humanidad para llegar a una sociedad buena, justa y alegre para todos.
En cada 11 de septiembre renace la grandeza política y moral de quien, acompañado de un grupo de leales y valientes entre los cuales estaban los compañeros del GAP, se niega a rendirse.
Hemos pensado en ustedes tantas veces, compañeros del GAP.
Ustedes estuvieron junto a nuestro compañero Presidente esas últimas horas.
Y quiero decirles, que no saben cuánto los admiramos y los queremos, cuánto los respetamos y cuánto los envidiamos.
Y cuando la historia se escriba de verdad, tendrán que ocupar el verdadero lugar que les corresponde, porque ustedes estuvieron en Tomás Moro junto al Presidente, enfrentando la muerte y dispuestos a dar su vida por él.
El sacrificio de Allende en La Moneda ese 11 de septiembre de 1973, es decidido y afrontado con una serenidad que sobrecoge y con una visión histórica admirable.
Con ese acto reafirma y reivindica la justicia de su causa.
Defiende y explica el proceso.
Se preocupa por el pueblo y le entrega responsabilidades y esperanzas.
Allende reafirmó en sus últimas palabras la voluntad de construir la utopía.
En medio de la derrota, del horror, del sufrimiento, Allende habla de un futuro en que el momento amargo y gris será superado porque «la historia es nuestra y la hacen los pueblos» .
Y agregó: « Tengo la certeza que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente».
Tenía razón: lo mejor del pueblo, curadores de esa semilla, la cuidó, la protegió, y como la memoria es como la tierra, esa semilla está germinando.
Y hoy en este siglo por obra de los pueblos, de los que aman y respetan la tierra, la semilla allendista es patrimonio de la humanidad.
Allende murió pero nació de nuevo en la Moneda.
Y en nombre del Partido Comunista lo saludamos en su primer nacimiento.
¡¡Con Allende mil veces Venceremos!!