» El posmachismo, es decir, la visión camuflada del machismo, sólo se queja cuando las medidas se dirigen a las mujeres, aunque el problema les afecte a ellas».
«Los postmachistas nuncan han propuesto nada para acabar con las otras violencias, y tampoco con la violencia que sufren los hombres, que es producida mayoritariamente por otros hombres, no por las mujeres».
Imaginen las siguientes respuestas ante las preguntas que se hacen: ¿Qué le parece la guerra de Siria?… Todas las guerras son malas. ¿Qué le parece el problema del SIDA?… Todas las enfermedades son terribles. ¿Qué le parecen las muertes por accidente de tráfico?. Todas las muertes accidentales son tristes… Sería absurdo intentar ocultar una realidad concreta, con sus causas y sus características específicas, en una generalidad con la que comparte el resultado y el marco conceptual, pero que es completamente diferente en sus circunstancias, pues aparte de esconderla no se resolvería jamás…
Y lo es, primero, porque para hacer algo contra otras violencias no exige dejar de hacer contra la violencia que sufren las mujeres, y segundo, porque no proponen nada, sólo que se acabe con la Ley Integral. Ahora bien, no todo puede beneficiarse de esta estrategia del «borrar y emborronar». Está claro que si alguien intentara negar hoy, por ejemplo, los accidentes de tráfico, los problemas de la situación económica, el envejecimiento de la población… no lo iba a tener fácil, aunque lo intentara. La «estrategia de la negación y confusión» funciona con situaciones estructurales que han formado parte de la «normalidad» histórica de la sociedad, de aquello que se entendía propio de determinadas circunstancias habituales y promovidas desde la misma organización social, y además, funciona cuando a través de esa estrategia se defienden y reivindican determinados valores, no cuando se busca reordenar u organizar de otra manera determinadas cuestiones formales.
Por eso desde las posiciones clásicas de una sociedad desigual estructurada sobre las referencias masculinas, y asignando a los hombres esa capacidad de interpretar y dar significado a la realidad, y de manera muy especial a la posición, comportamiento, conductas y actitudes de las mujeres, o lo que es lo mismo, desde la desigualdad y el machismo, cuando se habla de violencia de género lo que se pretende es buscar esa confusión esencial para que no haya reacción social ni respuesta institucional ante ella, y así permanecer en esa desigualdad que tanto bien les ha hecho a algunos hombres y tantos privilegios les ha dado a todos.
Esta construcción cultural aplicada a la sociedad es la que permite decir a las mujeres que sufren la violencia aquello de «mi marido me pega lo normal», a un arzobispo lo de «cásate y se sumisa», al Tribunal Supremo sentenciar que «si una violación es habitual, no es violación» o a un grupo musical hacer una canción y un video banalizando el femicidio. Y todo ello, en lugar de dar lugar a una revolución y a la insumisión ciudadana, lo que hace es reforzar esa normalidad construida sobre las referencias de lo que significa ser hombre y ser mujer. Es decir, la construcción de los géneros desde la visión androcéntrica de una cultura desigual basada en la imagen de los hombres.
Estas circunstancias y características son las que dan lugar la violencia que sufren las mujeres a manos de los hombres en la sociedad y dentro de las relaciones de pareja o familia, o sea, la violencia de género. No a otras violencias, y mucho menos la violencia que sufren los hombres a manos de las mujeres, ni las que padecen los niños y niñas o los ancianos a manos de hombres y mujeres. Nadie dice «mi mujer me pega lo normal», ni se escriben libros dirigidos a los hombres titulados «cásate y sé sumiso».
Lo único que plantean es acabar con los instrumentos e iniciativas que la sociedad española se ha dado para acabar con la violencia que sufren las mujeres, especialmente con la llamada Ley Integral contra la Violencia de Género, que recordemos fue aprobada por unanimidad en el Parlamento, lugar donde reside la soberanía popular.
Y callan que el 80% de las mujeres que sufren violencia por sus parejas no denuncia, y que el 80% de las mujeres asesinadas tampoco había denunciado a pesar de que la violencia era tan grave que terminó en el homicidio de la mujer, y que el 20% de las mujeres asesinadas, a pesar de denunciar (algunas hasta 11 veces) no obtuvo una protección suficiente y también fue asesinada. ¿Ustedes creen que todo eso va contra los hombres en general, o lo hace contra los hombres violentos? ¿Ustedes creen que callar ante esta violencia, mirar para otro lado o mezclar todas las violencias para que no ser resuelva ninguna es querer a los hombres? ¿Ustedes creen que establecer medidas para que los hombres violentos no puedan someter, maltratar y poder llegar a matar a las mujeres con las que conviven, y en ocasiones a sus hijos e hijas, es odiar a los hombres?…
Yo sinceramente creo que no. Creo que acabar con la violencia de género y con las circunstancias que llevan a los hombres a entender que su uso está justificado es querer a los hombres y querer una sociedad donde la convivencia se base en la paz y en el respeto, o lo que es lo mismo, en la Igualdad.
Nadie se queja de esas iniciativas, el posmachismo, es decir, la visión camuflada del machismo, sólo se queja cuando las medidas se dirigen a las mujeres, aunque el problema les afecte a ellas. Su visión de la posición que ocupan las mujeres no sólo refleja que no les importan mucho como personas, sino que no las ven como parte de la sociedad, puesto que si se resuelve un problema grave que afecta al 50% de la sociedad, es la propia sociedad la que mejora y gana. Pero ellos como siempre a lo suyo, es decir, sólo a lo suyo…