El otro día, en medio de una conversación con un amigo, solté una frase sobre Twitter que llamó su atención.
Dije que esta red, ideada para ser utilizada como transmisor de informaciones cortas a muchas personas al mismo tiempo, y no para dialogar particularmente, en el contexto de la aldea cubana derivaba a veces en largas conversaciones entre dos personas, en un alarde de exhibicionismo psicosocial no exento de pasiones, pero casi siempre alrededor de temas de la actualidad política nacional.
No es por gusto que Twitter es la red favorita de los hombres políticos. Puede haber sido Barack Obama, durante su campaña de 2008, uno de los mejores ejemplos de lo que las redes sociales pueden multiplicar la visibilidad de un candidato. Se cuenta que ya para 2012 su discurso en la convención nacional demócrata generó 52.756 tuits por minuto (de lo cual daba testimonio Nichola GROOM, de la agencia de prensa Reuters).
En efecto, Twitter permite a los hombres de gobierno compartir sus puntos de vista directamente con sus administrados, convertidos en followers, por lo que este medio se asocia a una forma de democratización política, y sobre todo de transparencia. En otros contextos también permite ganar votantes, pero saltemos esta etapa que no nos concierne.
Una utilización provechosa de este medio por la clase política debe pasar imperativamente por la comprensión de lo que esperan los gobernados, por la juiciosa elección de la información y por supuesto, por una manera de expresarse correcta y clara, con un poder de resumen no despreciable. Aunque es sabido que todo esto no es precisamente fácil para algunos.
La aldea local no ha faltado a esta cita con sus personas políticas. Abundan las entidades e instancias estatales cubanas conectadas en esta red con sus seguidores ávidos de opinar, de interactuar y evidentemente de cuestionar y exigir. Quienes siguen al pajarito azul perciben una presencia joven y muy joven de cubanos interesados en debatir de política nacional y de temas sociales, no solo con sus mandamases, sino entre ellos mismos, poniendo a prueba tercamente los dogmas aprendidos, generando contradicciones, contrastando información, canalizando el infoactivismo, y buscando voluntariamente no excluir al cubano que ya no vive en Cuba y que igual tiene elementos que aportar a la conversación.
Esto es una particularidad interesante, sobre todo cuando se tiene en cuenta que en el mundo se observa una tendencia de los 18-29 años a preferir Instagram, menos dada a los debates e informaciones relacionadas con la política y mucho más a los elementos visuales y a las stories. Resultaría muy útil conocer las estadísticas de las edades de los usuarios de tuitosfera cubana, pero no se ha podido dar con ellas. Si alguien pudiera aportarlas, se agradecería la colaboración.
En espera de los datos estadísticos que aclaren la duda, queda entonces solo la impresión de una participación joven mayoritaria en la tuitosfera cubana, ciertamente comprometida con las decisiones que conciernen su futuro. Con diálogos interminables o no, con mejor o peor ortografía, desafiando tarifas y tecnologías poco amigables, pero ahí está esa voz nueva que prefiere hoy debatir en Twitter a colgar selfies en Snapchat. Por el momento, hay que seguir atentos a esta Acera del Louvre virtual, con sus altas y sus bajas, su fauna propia y la impuesta, sus broncas y sus disensos… Es todo un placer simplemente presenciar la virtud de existir.
Fuente: https://www.desdetutrinchera.com/politica-en-cuba/la-virtud-de-existir/