Recomiendo:
0

¿Lacallismo o lacayismo?

Fuentes: Rebelión

La falla expresiva de confundir en nuestro hermoso idioma la letra yé con la elle, por cierto, muy de la «jerga paisa» colombiana de donde son oriundos AUV/ Duque y también el «ottor» Humberto de la Calle, ese colérico e hipócrita maestro del neoliberalismo existencialista, creador en la década de los 90 del siglo pasado […]

La falla expresiva de confundir en nuestro hermoso idioma la letra con la elle, por cierto, muy de la «jerga paisa» colombiana de donde son oriundos AUV/ Duque y también el «ottor» Humberto de la Calle, ese colérico e hipócrita maestro del neoliberalismo existencialista, creador en la década de los 90 del siglo pasado dentro del partido liberal de la corriente del «lacallismo», la que en 2016, junto con JM Santos lograron «por las buenas» ejecutar con la máxima efectividad aquella suprema orientación contrainsurgente de «desarmar a las FARC-EP para luego conejiarlas» o engañarlas o timarlas, es decir, dar «zanahoria» al conejo en lugar del tradicional y acostumbrado «garrote» que venía dando el miniführer AUV desde la implementación plena del Plan Colombia diseñado por el Pentágono estadounidense a comienzos de este siglo.

En ninguna circunstancia esta corriente politiquera provinciana de Colombia debería ser igualada a la palabra «lacayismo», que tiene otro origen más amplio y universal proveniente del término cortesano medieval de «lacayo», el que además de su significado de «criado de librea cuya principal ocupación era acompañar a su amo en sus desplazamientos», pasó a significar el de persona «servil y rastrera» y, en el bello y rico idioma castellano, (ese mismo que le sirve a la señora Vicky Dávila, estrella periodística reflejo actual del alma nacional popeyana en la inefable revista Semana y nueva candidata a la Academia de la lengua, usar en vivo y sin respirar 10 insultos todos castizos, contra su «hirsuto» competidor de origen semítico vocero directo del presidente Duque), pasó a tener una creciente variedad de pseudosinónimos como: lisonjero, adulador, zalamero, embaucador, pelotillero, cobero, cepillero, lamebotas, lambón, arrodillado, jalabolas, y un largo etcétera que depende de la región hispanohablante.

Sin embargo los tozudos hechos de la realidad colombiana muestran cómo esta pequeña confusión en el habla provinciana y montañera, sí ha llevado muy a nuestro pesar a la fusión de estos dos términos: A la confusión del lacallismo como corriente política liberal y politiquera regional colombiana con el lacayismo internacional y proimperialista es decir, monroista y antibolivariano de las oligarquías latinoamericanas a los largo de más de 200 años, sometidas y arrodilladas, es decir lacayas del hegemón imperialista occidental. Veamos:

Uno: La falsa polémica entre los contrainsurgentes dominantes sobre la mejor táctica para desarmar y aniquilar la Insurgencia junto con la resistencia social que la acompaña, existente entre el miniführer AUV/Duque, partidarios del «garrote» a la amenaza terrorista, frente a la de JM Santos/De la Calle partidarios de la «zanahoria». Polémica que ha sido llevada de manera intencionada, rimbombante y espectacular a las «alturas académicas y parlamentarias» con el señor Darío Acevedo Carmona, remplazo burocrático en la dirección del Centro de Memoria Histórica y partidario acérrimo de la tesis contrainsurgente de que en Colombia no hay, ni ha habido ningún conflicto armado interno, sino que desde siempre ha habido una amenaza terrorista fanatizada con ideas comunistas, desesperada por derrocar por cualquier medio las virtuosas, ejemplares «instituciones» de la centenaria democracia colombiana del sagrado corazón de Jesús; con el claro objetivo hegemónico de generar en la conciencia social una profunda brecha entre «negacionistas y positivistas» a la hora de asimilar la historia colombiana y el conflicto social armado surgido en la década de los 60 del siglo pasado, reciclado actualmente.

Dos: Porque a pesar de todo lo escrito, dicho y mostrado, tanto por los partidarios de la tendencia de la «zanahoria» como los del «garrote» con toda la neo lengua fascista que estos últimos han creado desde los sótanos de la inteligencia militar para referirse a la Insurgencia y a la resistencia social, como GAO (grupo armado organizado) o GAR (grupo armado residual) o simplemente disidencias, rearmados, ect, todos ellos vinculados al tráfico de drogas y acciones terroristas; el paro armado de 72 horas que acaba de decretar y realizar el ELN, apoyado por los otras guerrillas aliadas que concluyó el 17.02.2020, ha demostrado primero que todo, que el conflicto social y armado es una realidad social tan palpable que ni siquiera el cantinflesco señor profesor Darío Acevedo Carmona y todos sus chupatintas y fanáticos que lo acolitan desde las alturas del Poder ya no podrán atreverse a negar (lo que nos devuelve a nuestra tesis original del 2001, de la necesidad de una solución política integral y total al conflicto histórico social armado que hoy padece Colombia desde la década de los 60,s del siglo pasado). Y segundo, porque la Insurgencia ha demostrado que no son ningunos RESIDUALES, que los residuales son el muy reducido y pequeño grupo aislado de quienes están negociando con el Poder central los dineros de la otrora organización guerrillera hoy en proceso de reinserción y los beneficios políticos económicos y judiciales que derivarán de ello, dando un golpe definitivo al Acuerdo de paz del 2016 logrado entre JM Santos /De la calle con Timoleón Londoño y, vaciando definitivamente cualquier ilusión que se hubiera podido tener con dicha oportunidad de oro para conseguir una Paz Integral y Total que incluyera los otros grupos insurgentes en tal proceso.

El paro del ELN, según la información mediática tuvo acciones militares prácticamente en los 112 municipios que según las ONG investigadoras le atribuyen presencia el ELN: Cauca, Chocó, Montes de María, Sucre, Cesar, Arauca, Casanare, Catatumbo y sobre todo en la frontera colombo venezolana, donde se lleva a cabo una sangrienta guerra por el dominio de la región para atacar a Venezuela como es la prioridad del Gobierno de Colombia.

Frente a esta realidad-realmente-existente, el proyecto «pacificador» y de zanahoria contrainsurgente de Santos/De la Calle, ha quedado reducido a lo siguiente, como el mismo señor exvicepresidente del Gobierno Samper, lo expresa en su última columna privilegiada del diario El Espectador 16.02.2020:

«…La pregunta de fondo es, sin embargo, pese a la retórica triunfalista de la derecha, si no es necesario buscar algún camino para superar este conflicto o al menos para amortiguar su crudeza. En el caso de las Farc, insistimos en negociar bajo fuego y nos opusimos a diversas ideas sobre humanización de la guerra. Tomando una expresión de Manuel Marulanda, dijimos que la mejor manera de humanizar la guerra era darla por terminada. Pero dadas las características de la confrontación con el ELN, su compleja estructura de mando, la insistencia en que ellos son voceros de la sociedad -y es cierto que hay zonas donde tienen carácter endémico- y el crecimiento del reclutamiento, quizás las ideas sobre búsqueda al menos de acuerdos parciales de humanización, que tanto ha pregonado Ernesto Samper, pudiera ser un camino digno de examen en estas complejas circunstancias». (ver https://www.elespectador.com/opinion/eln-crimenes-y-errores-columna-904718)

Así las cosas dígame usted estimado lector, ¿cuál sería la diferencia ideológica entre lacallismo y lacayismo colombianos?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.