Desde el fallecimiento de Hugo Chávez no ha cesado el tsunami de artículos y declaraciones, posiciones e interpretaciones, en torno a su figura: el hombre, el político, el padre, el presidente, el amigo, el enemigo, el déspota, el dictador, entre otros tantos calificativos. Incluso su imagen, invocada por sus seguidores como angelical, y convocada demoníaca […]
Desde el fallecimiento de Hugo Chávez no ha cesado el tsunami de artículos y declaraciones, posiciones e interpretaciones, en torno a su figura: el hombre, el político, el padre, el presidente, el amigo, el enemigo, el déspota, el dictador, entre otros tantos calificativos. Incluso su imagen, invocada por sus seguidores como angelical, y convocada demoníaca entre sus más acérrimos contradictores, marca al menos dos horizontes polémicos sobre lo que despierta hoy el extinto ex presidente de Venezuela.
Sospecho que esta explosión de escritos será una tendencia inmarcesible de aquí en más porque, se quiera o no y sin importar desde el lugar que se le mire, la referencia histórica hacia Chávez resulta en este momento imposible de soslayar y será obligante para quienes pretenden en algún momento decir algo sobre los tiempos contemporáneos máxime cuando se trate de América Latina y el Caribe.
Ahora bien, más allá de las simpatías o antipatías que provoque, haya provocado y siga provocando el extinto líder venezolano, la trágica ocasión (en mi opinión, la muerte es una tragedia) también ha sido aprovechada para desplegar una siniestra y vil campaña de mentiras, tergiversaciones, deformaciones y mal-información por parte de un tipo de «periodismo» al que califico – no encontrando mejores términos para hacerlo y suponiendo que así también lo calificaría la víctima de la cascada de improperios – como cachorro: periodistas que sin ningún tipo de pudor exhiben públicamente su limitada formación y sus precariedades en lo que tiene que ver con sus capacidades intelectuales y profesionales – para no entrar directamente en los terrenos más movedizos de la moral y la ética.
Reforzando esa alegoría, son «periodistas» que teniendo en cuenta los registros de su desempeño permanecen estacionariamente en un estado subordinado de simples crías, sin aún desarrollarse hacia una fase adulta; no les llega – y, al parecer, nunca les llegará – la mayoría de edad como en algún momento reflexionó un filósofo moderno. Y es que la opinión privada cuando se lleva a los espacios públicos implica un mínimo de responsabilidades, especialmente y entre otras cosas, un mínimo de racionalidad y verosimilitud, de lo contrario se tornaría un verdadero peligro que va en contra de las mismas sociedades. Si se quiere y para ponerlo en otros términos: en privado uno está facultado para decir lo que quiera, por más descabellado o ligero que sea; pero en público no. No se puede decir cualquier cosa.
Desafortunadamente, para la buena salud que debería reinar en el debate abierto, plural y responsable en la esfera de la comunicación pública, no lo olvidemos: uno de los requisitos indispensables para construir auténtica Democracia, la gran mayoría de cachorros gozan de varias tribunas en el espectro que se autoproclama «informativo».
Dos ejemplos recientes describen a la perfección el desvergonzado pedigrí de éste, el periodismo de la desinformación.
Lo constituyen dos columnas aparecidas en el diario colombiano El Tiempo (edición del 9/03/2013) y escritas, una por la española radicada en Colombia, Salud Hernández (http://bit.ly/YevJfA) y la otra por la colombiana María Isabel Rueda (http://bit.ly/YWqIW0), dos cachorras habitúes de los medios de comunicación masivos criollos – prensa y radio, y últimamente han irrumpido en blogs y las redes sociales del tipo Facebook y Twitter – y que ahora de manera oportunista osan «analizar» (abro y cierro comillas) la muerte de Chávez.
De entrada los títulos de los mal llamados artículos de opinión: «Sí hay muerto malo» dice por un lado Rueda mientras que por el otro Hernández agita: «Se fue el pirómano», ya destilan la animadversión de este estilo de podredumbre periodística al que este diario colombiano autodenomina «columnistas de opinión».
Pero basta una lectura superficial – valga decir que no existe otro modo de aproximarse a esas líneas ya que ninguno de los dos escritos tiene una pizca de profundidad – para verificar las falaces sentencias que intentan presentarse como «texto» y en el cual los argumentos, el contenido, en últimas, su verosimilitud, evidentemente brillan por su ausencia. También por la falta de decencia intelectual y profesional, habría que añadir.
1
La columna de Rueda es tal vez la más abusiva, en el sentido de abusar de todo, empezando por el lenguaje. Insustancial, como la que más, y extraordinariamente charlatana. Eso sí, se encuentra adornada de advenedizas expresiones sin sentido que, creerá ella ingenuamente, le otorgarían algún hálito de «impacto», «contundencia» o «sofisticación» a su nota.
Por ejemplo, es todo un misterio saber qué significa: «simpatía necrofílica» (sic), una desafortunada expresión con la cual pretende iniciar sus denuncias contra las interpretaciones desviadas que, en su opinión, muchos analistas en Colombia realizaron en torno a la muerte de Chávez. Primero, porque este segundo supuesto término no sería «necrofílico» (sic) – como escribe Rueda – sino «necrófila». Errores imperdonables para la gente que supuestamente «vive de la pluma»; recomendamos a esta cachorra que si no se va a tomarse el tiempo de visitar un diccionario en físico o vía internet, por lo menos active el corrector automático de errores de escritura, incorporado en su respectivo procesador de texto. Increíble. En segundo lugar, el psiquiatra alemán Krafft-Ebing, quién sí investigó el tema de la necrofilia, la cual trata sobre una enfermedad consistente en la «atracción sexual hacia los cadáveres» debe estar revolcándose en su tumba gracias a los despropósitos de esta cachorra. No sabe siquiera sobre lo que está «escribiendo». En todo caso la inválida y desafortunadísima expresión al parecer tiene como objetivo directo atribuírsela al Ministro de Defensa venezolano, para ella un «chafarote», por la «ridiculez» de sugerir «enterrar a Chávez al lado de Bolívar». ¿Existía una manera decente de expresarse y hacer conocer su indignación sobre este tema sin destruir la gramática, la psicología, y otras tantas cosas más? Seguramente, pero como ya lo comenté, el pudor es una palabra inexistente, incluso pensaría en estos casos: prohibida, dentro de este estilo de periodismo.
Enseguida, discute las versiones que según ella algunos analistas en Colombia – no dice quiénes – postulan acerca que: «el mundo perdió al intérprete de los ideales de Bolívar… (ya predecía Bolívar que iba a ser víctima de sus caricaturas) [Nota: ¿en dónde? Lo calla]; o que Chávez fue, ante todo, un caudillo con ideas precisas y claridad conceptual…».
Sobre Chávez se podría decir cualquier cosa menos que no fuera un hombre con claridad – ojo: en el sentido más riguroso de ambas palabras – de ideas y conceptos, políticos específicamente. En los que él creía y adscribía, por supuesto. Esto sí muestra y demuestra el más grosero desconocimiento del pensamiento de Chávez por parte de Rueda. Las evidencias en este aspecto sobran. Empezando por los libros que él mismo escribió, como las miles de conferencias, los cientos de discursos en Venezuela y fuera de su país, además de millones de vídeos que consignan las lecturas de Chávez en torno a la historia universal, la Latinoamericana, la teoría política, etc. Y es que Chávez a pesar de ser un hombre extraordinariamente ocupado, según se comprueba casi con unanimidad en las biografías que se han publicado, tanto las críticas como las que se consideran apologéticas, era un lector empedernido. Y de varios temas. Sólo en el terreno de las ideas y los conceptos – mundo en el cual la cachorra Rueda nunca ha puesto un pie – Chávez desarrollaba (no simplemente recitaba frases, cuidado con esa diferencia) con gran rigor y maestría, teorías contemporáneas que, incluso, muchos cientistas sociales aún no conocen ni manejan en relación con pensadores diversos como Mészáros, Wallerstein, Anderson, Chomski y hasta Zizek, por citar sólo unos cuantos ejemplos que han traslucido en casi todas sus intervenciones públicas; también y sobre todo del pensamiento de históricos latinoamericanos y caribeños como José Francisco de San Martín; José Gervasio Artigas, y obviamente Simón Bolívar, tema en el cual considero es un gran intérprete, más allá que en algunas cosas – seguro debido a mi propia e irresponsable ignorancia sobre varios escritos de Bolívar – yo mismo no estuviera completamente plegado con varias de sus perspectivas.
Lectura seria, sistemática y rigurosa: una actividad que en lo sustancial, intuyo, ha esquivado la gran mayoría de su vida Rueda. Me pregunto cuántas biografías sobre Hugo Chávez habrá leído (ni si quiera le exigimos «analizado», no somos tan entusiastas) esta cachorra. Porque si ella va a aventurarse a descifrar a este personaje, o cualquier otro, por lo menos, tendría que informarse previamente e intentar conseguir información verosímil; en últimas, conocer lo que va a «contradecir». Pero aquí Rueda habla desde el des-conocimiento, como la absoluta mayoría de cachorros. Se trata de una opinión que exime impunemente la realidad y carece de razón y racionalidad, de hecho, se inspira en un instinto más bien cavernícola. Y es que – ¡se sabe desde hace siglos! – no se puede emitir un juicio sobre algo que no se conoce (Kant dixit!).
La cachorra pretende ratificar – en todo caso – su afirmación diciendo: «¡Si de algo carecía Chávez era de ideas precisas y de claridad conceptual! ¿Acaso no pasó de amenazar con mandarnos sus tanques a ser nuestro nuevo mejor amigo?» Insostenible. ¿Qué tiene que ver una cosa con otra? Es más. Si analizara políticamente y en profundidad el cambio, para ella ininteligible, de «tanques» hacia «amigos», tendría por el contrario que aplaudirlo, incluso sin estar de acuerdo con ese tránsito. Pero estas solas resoluciones dan cuenta de que las credenciales de la ignorancia de Rueda siguen rodando y no se detienen en el mal uso del lenguaje, la gramática, la psicología, la historia y la teoría política sino que también se resbalan en el terreno de la Política misma. Ya recordaba Bertold Brecht que esta es la peor y la más peligrosa de las ignorancias. No sorprende.
Pero éstos, los despotismos de la comunicación, no terminan aquí. Rueda, la cachorra, rueda después hacia el análisis económico sobre Venezuela, en una suerte de combinación asaz vulgar entre historia y futurología. En este tópico dice nuevamente cualquier cosa y se torna, tal vez, el más repulsivo. Eso sí, no aporta una cifra con la cual pueda revalidar sus supuestas aseveraciones. Lo que más sorprende – pasará lo mismo con el «artículo» de Hernández – es que le hubiera bastado leer un artículo de la Revista Dinero, de la Casa Editorial del diario para el cual ella escribe y una publicación de la que puede asegurarse todo, menos que sea revolucionaria o pro-chavista, para despejar dudas, y, al menos, haberse informado medianamente sobre la economía venezolana bajo la versión de sus mismos pares laborales e ideológicos (http://bit.ly/16eOfJe). Ni siquiera le exigimos que compre en algún lado un libro sobre la economía venezolana. Simplemente que visite una página web de su mismo lugar de trabajo.
Aquí la desinformación raya en la chabacanería. Incluso, una vez más, propone: «Si yo fuera venezolana y necesitada, estaría furiosa de que Chávez le estuviera regalando la riqueza petrolera de mi país a Cuba para sostener el comunismo de los Castro, lo mismo que a Nicaragua y a unos paisitos del pacto Petrocaribe». Venezuela nunca «regaló» petróleo. Falso. Al contrario de lo que propone la cachorra Rueda, lo que existen son políticas de solidaridad (aunque si Rueda no quiere entender lo que significaría esa palabra, porque le es extraña, digamos entonces, política pura de decisiones geoestratégicas; si se quiere, ambas) y Petrocaribe, valga decir: iniciativa de Venezuela, vendía petróleo a los países no exportadores de hidrocarburos de esta alianza bajo el mecanismo de pago preferencial, es decir, a un precio por debajo del que dicta el mercado mundial, cosa que es distinta a «regalar». Obviamente, ya lo mostramos, la ignorancia del lenguaje le impide pensar en una y otra cosa. También la mediocridad, aquí sí, no por falta de claridad sino por la incapacidad de ideas y conceptos de Rueda. Esta información no es secreta ni las fuentes vetadas al público: una simple visita a Wikipedia – insisto – resuelve el acertijo.
Pero si de «regalos» y solidaridades se trata, la cachorra desconoce (¿esconde deliberadamente?) una noticia de la Cadena Caracol de su país (¿es que no se informa ni siquiera desde el par de noticieros que existen en Colombia que ¡se cuentan con los dedos de la mano y sobran! ¿Ese no es su trabajo?), monopolio que nunca ocultó su antichavismo pero que publica una nota del 7 de marzo de este año (sección internacional), tan sólo a unas horas después de la muerte de Chávez: «El petróleo de Chávez dejó huella entre los más necesitados en EEUU» (http://bit.ly/ZEjtEi). Allí se reproducía una declaración de Joe Patrick Kennedy II (Citizens Energy Corporation), hijo de Robert F. Kennedy que fue enviada a EFE, donde JP Kennedy II sentenciaba:
[Chávez] «se ha preocupado profundamente por la abyecta falta de las más básicas necesidades de los pobres en Venezuela y otros países en todo el mundo (…) Gracias al liderazgo del presidente Chávez, cerca de 2 millones de personas en EEUU han recibido asistencia gratuita en forma de calefacción. Nuestros rezos van al pueblo de Venezuela, a su familia y a todos los que recibieron el calor de su generosidad…». (http://bit.ly/ZEjtEi)
¿Entonces Chávez también sostenía el capitalismo de lo que él mismo llamaba El Imperio, «regalándoles» el petróleo de los venezolanos? ¿Prefería al Imperio de los Bush-Obama más que al «Comunismo» de los Castro porque a los primeros les «regalaba» el oro negro y a los segundos se los vendía aunque a un menor precio? Chávez siempre diferenció entre el pueblo usamericano y el gobierno y sus élites. Esa distinción conceptual la tenía más que clara. Otra vez, lo de Rueda: insostenible además de manipulador. Esto sin entrar en la discusión de quién efectivamente le «regalaba» el petróleo a los Estados Unidos, desde luego, antes de Chávez.
Estaríamos demasiado tiempo intentando enumerar la cantidad de errores, mentiras, falacias, tergiversaciones, deformaciones y demás horrores en el «texto» de Rueda. Aunque hay que reconocerle dos cosas. La primera: esta improvisación tiene, sin lugar a dudas, un lugar privilegiado como guinness record de la infamia. No sabía que alguien podría ser capaz de tanta torpeza en un mismo espacio el cual sólo cuenta con ¡700 palabras! (Pero finalmente lo comprobé cuando revisé el texto de Salud Hernández, a continuación). La segunda: reconocer que, por lo menos, hacia el final, es sincera – ya lo ha hecho entre líneas en muchas otras oportunidades pero no lo declara aún frontalmente – sobre el lugar de enunciación que ella personifica en el periodismo de cachorros:
«(…) el único comentario sincero de toda esta fanfarria hipócrita producida por la muerte de Chávez fue el de Álvaro Uribe, que escribió en Twitter: «Respeto a los designios del Señor». Que, traducido al español, significa: «Dios sabe cómo hace sus cosas». (http://bit.ly/YWqIW0).
2
El artículo de Hernández, por su parte, «Se fue el pirómano», se declara desde un principio como un error en sí y por sí mismo.
Al igual que la otra cachorra, en lo que parece ser una patología en esta especie de periodistas, se hace un uso desastroso de los recursos literarios: sea la metáfora sea la alegoría (aún no logro descifrar qué pretendía la autora) confunde pirómano con incendiario.
Seguramente Hernández pensará que ambos son términos que significan lo mismo; pero no. No son sinónimos y difícilmente son intercambiables. Intuyo que Hernández intentaba la operación de trasladar esa enfermedad psicológica – de paso, sucede lo mismo con Rueda, lo veíamos, sin mostrar respeto alguno hacia aquellas personas que efectivamente la padecen pero otorguémosles el beneficio de la duda – en una suerte de metáfora para describir la estructura en las actitudes políticas, según ella: «incendiarias», de la personalidad de Chávez ¿O tal vez pensó en construir una alegoría? ¿Un símil? ¿Ambas? ¿Sabrá la diferencia entre una metáfora, una alegoría, un símil? Sabemos de antemano la respuesta pero no es el punto de la discusión. En todo caso, el déficit (ciertamente imperdonable porque se supone que, repito, estas cachorras supuestamente «viven de la pluma») puede resarcirlo leyendo un diccionario o, más fácilmente, buscando por Google, de hecho, con una simple visita al portal Wikipedia. Cinco minutos en internet – les aseguro, quiero ser insistente con esta recomendación – pueden ser cruciales para empezar a abandonar la negra noche de la ignorancia y disfrutar de un poco de luz, no importa si es tenue, en el camino hacia la auto-superación. Al parecer ni siquiera en estos detalles las cachorras se toman en serio su trabajo.
De otra parte, es un exceso adjudicarle una personalidad incendiaria a Chávez. Bien es cierto que por momentos Chávez tuvo actitudes fuertes y nada protocolarias (tengo en mente unas declaraciones de Chávez sobre Israel que si bien por el contenido, en mi opinión, eran justas, la forma como se expresaron no fueron muy afortunadas, por decirlo de alguna manera). Pero, a lo largo y ancho de América Latina y el Caribe cientos de académicos, especialistas en el análisis de discurso han tratado ese tema en particular y con probada seriedad. En el balance, ninguno de ellos parece validar que «lo incendiario» es la esencia de la personalidad de Chávez. Si fuera esa su actitud, habría que revisar las palabras del «incendiario Chávez», justo después del golpe de Estado que le propinaron a él como Presidente y a la decisión soberana del pueblo venezolano durante 2002. Creo que sólo ese discurso, realizado en una situación realmente espinosa, se puede estimar todo menos considerarlo «incendiario». Entonces se falsea (por lo menos aquí y parcialmente) la tesis de Hernández y tendrá que retractarse de sus afirmaciones, o cuando menos, matizarlas. En esto, los ejemplos sobran para seguir falseando fulminantemente las engañifas de esta cachorra ya que el balance autorizado no deja mentir; la única que lo hace – en este punto, como en otros – es Hernández.
Lo cierto es que la intentona de Hernández por incursionar y reinventar el terreno de la psicología política, las letras y recursos literarios simultáneamente la ha conducido – al igual que Rueda – hacia otro fracaso. Uno más que tendrían que sumar a la larga lista de errores (y horrores conceptuales en teoría política, social y económica, pero dejemos esto para más adelante) que pululan en la gran mayoría de sus «notas de opinión». Pero, insisto, éste es un problema que puede tornarse frívolo. La gente escribe con el estilo que más le place, cuestión que considero aceptable. Eso sí, la anécdota resulta ser bastante curiosa ya que esta cachorra aunque radicada en Colombia tiene procedencia española, lugar donde precisamente redactan, editan y distribuyen el Diccionario Real de la Lengua Española (¡el cual también tiene un sitio en la red y con acceso gratuito!, si es que esta herramienta está ausente en casa). Pero suele suceder que en casa de herrero…
En seguida Hernández repite una vez más la retahíla de falsedades de siempre, incluyendo, que la «megalomanía» y «desmedida ambición de poder» de Chávez «le hicieron dilapidar su innegable carisma y liderazgo y la mejor bonanza petrolera que haya existido». Tampoco presenta cifras para que alguien se entere en qué consiste la mentada dilapidación. Esto comprueba que Hernández no se ha enterado que tal «bonanza» no fue un producto de la naturaleza ni una casualidad cósmica. Tuvo como trasfondo una decisión política para construirse pacientemente con la remergencia de la OPEP en un proceso en el cual Chávez, entre otros, fue tal vez la pieza clave más ascendente. En fin. Como no lo sabe – como en el caso la «aseveración» en torno al petróleo que hiciera Rueda -, una vez más, dice cualquier cosa. Sin embargo, llama la atención otro punto en particular del «escrito» de Hernández.
Se trata de otra calumnia que no sólo vincula – después de muerto – a Chávez en singular y al Estado venezolano en general sino que muestra el talante de esta cachorra, ya que sin sonrojarse desconoce las sentencias judiciales, el Estado de Derecho, la Constitución Nacional, entre otras cosas, en Colombia, irónicamente en el país que la acoge (y que hasta le permite decir disparates en público).
Hernández afirma que: «(…) Chávez fue un pirómano que alimentó el fuego de las Farc, les proporcionó un santuario, los cubrió con una áurea de fuerza política y los financió -según consta en los correos de ‘Raúl Reyes’-» (resalto y subrayo).
Como todo el mundo sabe – al parecer la única que no, es esta periodista cachorra – que hace años la Sala de Casación de la Corte Suprema de Justicia en Colombia determinó:
«6.- Reafirmando el Estado de Derecho que concibe la Constitución Política, la Corte aprehendió el contenido probatorio logrado durante la «Operación Fénix», y tras confrontar su recaudo con las normas constitucionales y legales que regulan la materia, incluidos los tratados internacionales suscritos por Colombia, concluyó que en ese ejercicio las autoridades que realizaron el operativo desatendieron el «debido proceso» que gobierna la producción de pruebas en el exterior, traspasaron las fronteras y de facto, las recogieron, lo que determinó que la Sala declarara que el contenido demostrativo de esos elementos es ilegal; por eso aplicó la cláusula de exclusión prevista en el artículo 29 de la Carta; pues reitera que el proceso, el recaudo probatorio, su legalidad la ofrecen la Constitución, la Ley y los Tratados y Convenios internacionales sin ninguna otra consideración» (subrayo y resalto).
Comunicado de la Sala de Casación de la Corte Suprema de Justicia de la República de Colombia del 25 de mayo de 2011, disponible en línea en El Tiempo http://bit.ly/X0Z0YI.
En este punto: o Hernández miente despóticamente o su «argumento» pretende «constarlo», basarlo, en la ilegalidad y en llamamientos para desconocer el debido proceso, la Constitución, en síntesis sumirnos en la arbitrariedad antidemocrática. Una y otra situación, son, desde luego, bastante graves.
Otra vez lo decimos: nadie en sus cabales pretende que esta especie de periodistas lea, investigue, mucho menos revisen las sentencias judiciales (deberían hacerlo antes de referirse a algo). Pero, por lo menos deberían intentar disimular su evidente mezquindad y «raspar» algo de lo que produce el mismo lugar donde trabajan y contagiarse de un mínimo de consistencia con las versiones que avalan sus patrones. El comunicado, un resumen que se lee en máximo 3 minutos, fue publicado por El Tiempo el mismo día de su anuncio, y aún está disponible en línea. La otra posibilidad es que Hernández presente las denuncias y especialmente las pruebas sobre lo que dice con tanta seguridad. No se puede argumentar con base en rumores, patrañas o chismes, tan típicos del periodismo hush-hush de la farándula. Sin embargo aquí lo hacen suyo aunque en temas que sí resultan trascendentes. Irresponsablemente manipulador.
En el único punto en que parcialmente acuerdo con Hernández son tres palabras consignadas donde afirma: «necesitamos… más Lulas» (sic). Definitivamente. En esto la cachorra española tiene razón. Pero añado, necesitamos más Lulas y más gente como Lula. Así se refirió Luiz Inácio Lula Da Silva en relación con Chávez:
«(…) Yo pienso que no todos los siglos logran producir un hombre de la calidad de Chávez, no todos los días un país logra elegir una persona que tiene un compromiso diferente con su Pueblo [2:45 – 3:25]… Yo pienso que las ideas de Chávez, de la misma forma que las ideas de Bolívar perduraron tanto tiempo, las ideas de Chávez van a perdurar por muchos años porque América del Sur vive un momento excepcional y Chávez tiene mucho que ver con eso…[4:15 – 4:36]»
Finalizando su intervención dice el ex presidente brasileño:
«(…) Compañero Chávez, si tú no hubieses existido, deberías volver a nacer porque el mundo necesita de gente como tú» [6:09 – final] (http://bit.ly/X1mYTH).
¿Sabe Hernández quién es, qué piensa, Lula? ¿Se habrá enterado Hernández de esta declaración de Lula? Lo dudo. Una versión escrita fue publicada en el New York Times y existe un vídeo «colgado» en el sitio www.youtube.com, disponible también en la cuenta Twitter de Lula; ergo no es un documento clasificado de acceso imposible, al revés.
Esta sola muestra revela que – no me cansaré de remarcarlo – las cachorras «opinan» sin leer; incluso, cosa que resulta la más de las veces bastante fácil: sin escuchar, sin ver, sin verificar. Mucho menos, no somos tan optimistas ni le pedimos peras al olmo, investigar la(s) realidad(es) para luego, ahí sí, proponer su propio punto de vista. Eso sí, se autoproclaman como «analistas», «periodistas», «comunicadores» pero no llegan siquiera a opinólogos.
Son simplemente cachorr@s l@s cuales, como alguna vez justamente dijera José Vasconcelos: repiten con inconsciencia de loro y, más grave aún, con servilismo de descastados.
3
El debate, no obstante, tiene un trasfondo mucho más sublime. ¿Qué calidad de información, insisto, prerrequisito para la progresiva democratización de las democracias realmente existentes, se está produciendo y ofreciendo a las sociedades, a los pueblos?
Este tipo de situaciones se constituyen, aquí sí, en hechos profundamente antidemocráticos, por decirlo suavemente. Cuando desde los monopolios comunicativos – tan típicos en América Latina y el Caribe, sobre todo – se generan de manera directa y discrecional «informaciones» que – inclusive – no son siquiera interpretaciones, versiones, puntos de vista (desde luego, todos ellos aceptables y completamente válidos, reivindicando una especie de pluralismo de las posiciones lo cual no impide reconocer que son perspectivas en lucha) sobre diferentes asuntos de interés general sino que, por el contrario, se trata de la más aciaga y sistemática industria del engaño y la mentira, la deformación y la desinformación en las que se combinan todo tipo de arbitrariedades, se trata de un camino que se siembra hacia el peor de los escenarios. En ese caso resulta más que urgente demandar popular, social y políticamente la democratización más amplia y profunda de todos los medios de comunicación (radiales, escritos, etc.) hoy por hoy existentes. Una necesidad inminente, sobre todo, en contextos como el colombiano donde – para nadie es un secreto – el grado de monopolización en la propiedad de los medios y, por lógica y consecuencia obvia, de las voces, se encuentra gravemente comprometida. En esto las cifras y estadísticas disponibles no dejan mentir; ni siquiera relativizar este diagnóstico.
Para terminar con Venezuela, nadie puede desconocer que, como todas las realidades, la venezolana con Chávez, no estuvo no está ni estará desprovista de contradicciones. Eso sí, estuvo plagada de muchas más, sin él. Venezuela hoy no es un Paraíso de Mermelada. Pero tampoco es el Infierno de aceitunas que muchos intentan convencer, aunque se les ha hecho cada vez más difícil interponer «no’s» en diferentes temas, sobre todo en los que importan a las grandes mayorías empobrecidas, ante varias realidades que son imposibles de negar. Sí, considero en lo personal, la virtud del proceso en el que se vio involucrado Chávez, y que no depende únicamente de él, estuvo en entender que el rumbo salvaje del capitalismo era preciso rectificarlo y, más allá, desandarlo. Sólo el tiempo lo dirá. Pero hoy, analizando la vorágine de situaciones globales y su posible desarrollo hacia el futuro, la decisión tomada en Venezuela no sólo será valorada por su virtud sino que es una esperanza fundamental a seguir.
Finalmente, me permito un rápido acto de contrición. Me excuso de antemano. Soy consciente que opté por la vía más cómoda al dirigirme el eslabón más débil, soso y pigmeo de esta especie de periodismo, las de las – digámoslo así – Hush-hush Puppies. También pido al Señor que perdone a estas cachorras porque, definitivamente: no saben lo que dicen…el problema sigue siendo que, sin embargo, ¡lo dicen! (Zizek dixit!).
Pd. No es una curiosidad ociosa la alusión de ambas cachorras en intentar describir políticamente a Chávez y afines como una «enfermedad», además, de orden «psicológico», una «patología», en uno de los casos, con contenidos «sexuales», cuando él mismo muere fruto de una enfermedad. Las que están gravemente enfermas son ellas: enfermas de rabia… pero eso suele sucederles a los cachorr@s.
(*) José Francisco Puello-Socarrás es Docente e Investigador de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín en Buenos Aires (Argentina).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.