La recién concluida lucha del movimiento estudiantil secundario fue una caja de resonancia de las contradicciones del conjunto de la sociedad. Las tendencias al agotamiento lento y controlado del neoliberalismo en Chile, hicieron eclosión en estos días, aunque sin superar su carácter estudiantil. Las críticas electorales, preventivas y por arriba de los partidos patronales de […]
Las críticas electorales, preventivas y por arriba de los partidos patronales de la Concertación y la derecha en la campaña presidencial, y que habían sido adelantadas por la Iglesia con su advertencia sobre las «escandalosas desigualdades», bajaron de las alturas y se tomaron las calles y los colegios.
En los meses previos, lo habían hecho los trabajadores subcontratistas de Codelco, instalando otra demanda nacional, el trabajo precario, que está entre las causas de tantos padecimientos. El motor inmediato de una y otra de estas luchas, fue el aumento de los precios del cobre, los mineros exigiendo bonos acordes, los estudiantes, con su consigna «el cobre por el cielo, la educación por el suelo». Uno de los mayores límites, en términos amplios, es que no se avanzó a una unidad de los estudiantes, y también de los pobladores con sus luchas por la vivienda, agrupándose detrás de las fuerzas de la clase trabajadora. Pero se comienza a abrir una nueva dinámica, que vuelve a poner en la discusión nacional esta necesidad y posibilidad.
Una lucha de carácter nacional, y los representantes del «ni»
El Gobierno de Bachelet, aglutinó todo el descontento que la lucha estudiantil secundaria expresó. No se trató tan sólo de su incapacidad de previsión y reacción. También fue alimentado por la misma derecha, que se dedicó a golpear al gobierno, aunque fueron ellos desde la dictadura quienes instauraron el negocio de la educación, y están entre sus principales beneficiaros. Pretenden así llegar al gobierno, según parece, y de ser así deberán prepararse para beber de su propia medicina, de lograrlo.
La Concertación, por su parte, en claro declive, en especial la DC [Democracia Cristiana] (que, por ejemplo y para ser gráficos, ni siquiera cuenta con dirigentes secundarios de algún peso), se montó a las críticas rasgando vestiduras, aunque fue quien conservó y profundizó el legado de Pinochet en estos 16 años. Así, los medios de comunicación empresariales, se dedicaron a amplificar el proceso de lucha. De esta manera, la lucha avanzó rápidamente a adquirir un carácter nacional y transformarse en una crisis política de importancia. En las últimas encuestas, se puede observar: tanto el gobierno de Bachelet, como la derecha, bajaron en sus preferencias: bajó en 7% el Gobierno (de 62,1% a 54,5%) y en 5% la derecha (de 36,6% a 31,6%).
El gobierno de Bachelet, así como la Concertación y la derecha, están en un período de indefiniciones, tal como definimos desde estas páginas en CcC n° 95, lo que plantea mejores condiciones objetivas para el desarrollo de nuevos fenómenos de la lucha de clases. Son los representantes del ni, no dicen no ni dicen sí. Ya lo habían demostrado en la discusión de la ley de subcontratación, y ahora en la discusión nacional sobre la educación. Bachelet asegura que mantendrá la libertad de enseñanza así como el derecho a la educación. La Concertación, lo mismo.
La UDI [Unión Demócrata Independiente, derecha], que defenderá a ultranza la libertad de enseñanza (que no es más que libertad de empresa para el negocio de la educación) y que no modificaría la LOCE [Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza], salvo que… haya que modificarla. RN [Renovación Nacional, derecha], lo mismo. Todos tratan de cambiar algo para que nada cambie. Después se preguntan «si hay alguien detrás» de todo esto, y alimentan sus múltiples y estériles versiones conspirativas, además de ser peligrosas porque alientan campañas criminalizadoras y climas represivos.
No se trató entonces, tan sólo de las propias fuerzas puestas en movimiento, sino de la debilidad de las fuerzas de los partidos patronales. Hay una tendencia a la pérdida de base social de los partidos patronales, Están marcando el paso- para avanzar por el mismo camino-, tanto Bachelet como la Concertación y la derecha, y así, los padecimientos que engendran sus políticas neoliberales, comienzan a iniciar la búsqueda, aún parcial y a tientas de sus propios cauces, caminos y con sus propias fuerzas.
Tal vez eso sea lo verdaderamente nuevo. Y plantea la reapertura de una situación transitoria en la vida política nacional, en la que se definirá en los próximos meses si avanza a desplegar nuevos y mayores fenómenos de la lucha de clases en la defensa de los derechos e intereses de la clase trabajadora, los estudiantes y los pobladores, o se re-estabiliza el régimen de la Concertación y la derecha, fortaleciendo nuevas mediaciones, haciéndose pasar falsamente como renovados amigos del pueblo. Y esto nuevo se comienza a ver en algunas de las conquistas principales que obtuvo el movimiento estudiantil en este proceso de lucha.
Las tres conquistas de la lucha
El motor inmediato, decíamos, fue el aumento de los precios del cobre, y la demanda de mayor igualdad social que va despertando. Pero fue caja de resonancia de las contradicciones del conjunto de la sociedad. La lucha secundaria expresó una lucha contra uno de los efectos principales de las políticas neoliberales instauradas a sangre y fuego en la dictadura y conservadas y profundizadas por la Concertación: fue una lucha contra el negocio de la educación, contra las enormes desigualdades que ayuda a reproducir. La municipalización, la alianza Estado- empresarios de la educación vía los subsidios, la libertad de empresa denominada libertad de enseñanza, son sus principales pilares consagrados en la LOCE.
Es así que las justas demandas económicas iniciales (gratuidad del pase y el pasaje, de la PSU, etc) rápidamente derivaron, en este marco general que planteamos, en demandas políticas contra el negocio de la educación, que cobraron forma en la exigencia inicial de derogar la LOCE. Ni el Gobierno de Bachelet, ni la Concertación ni la derecha, podían responder hasta el final a esta exigencia. Impulsores, conservadores, beneficiarios, a lo más tratarán de cambiar algo para que nada cambie. Esto hizo que perdieran la iniciativa, tanto el gobierno, como la Concertación y la derecha (por lo que sería así con el gobierno ciudadano de Bachelet, como con el pinochetista de Lavin, Longueira y la UDI, como con el gerencial de Piñera. Y así, empujaban a que los estudiantes secundarios tomaran esta lucha en sus propias manos. Además que un proceso previo de acumulación, con el surgimiento de la ACES en 2001, ayudaba a retomar en un nivel más alto esta experiencia.
Así que la primer conquista de esta lucha fue la reconstitución de la ACES, luego AES, y finalmente Asamblea Nacional de Estudiantes Secundarios. Un organismo de organización y de lucha basado en los métodos de la democracia directa estudiantil, con delegados y voceros que debían hablar y actuar según lo discutido, resuelto y mandatado por sus asambleas o en caso contrario podían ser removidos. Este organismo permitió sostener esta lucha y su magnitud, someter a los dirigentes secundarios partidarios (que fueron revelando su militancia sin mayores problemas) a las decisiones de las bases, mantener así la unidad necesaria hasta un cierto punto, iniciar una tendencia de organización nacional. En rápido desarrollo, no llegó a sustituir las viejas organizaciones de centros de estudiantes representativos completamente, sino que se combinaron ambas formas, planteando un primer límite.
Un segundo límite, estuvo en las propias direcciones políticas que comenzaron a atacarla cuando se demostraba su peso específico (al no poder bajar las tomas y paros después del anuncio de Bachelet): unos, intentaron desviarla políticamente hacia la salida del consenso nacional que expresaría la Comisión Asesora y después la parlamentarización del debate; otros, mediante las acciones descolgadas (como ejemplo la toma de la UNESCO) justificadas en poner un signo igual entre el organismo y los dirigentes del desvío, cuando no había tal identidad. Y parte de su fuerza esta aquí: lejos de los intentos de la derecha de identificarlo consigo misma planteándola como una fuerza gremialista (no partidaria), lejos de los timoratos de la Concertación adelantándose en decir que ellos no instrumentalizaban nada (a lo que se sumó el PC), lejos de los arrebatos de la ideología asamblearia autonomista anti- partido, la fuerza de este organismo está en que combinó sus métodos de democracia directa estudiantil, con la dirección políticas de diferentes partidos y organizaciones, lo que permite confrontarlos más rápida y directamente con las bases en lucha y organizadas.
Esta ideología asamblearia y autonomista, pretende afirmar la ausencia de los partidos- algo que no es cierto-, y peor aun, la necesidad de esta ausencia. De este modo, el resultado es que los partidos existentes- los partidos patronales, la izquierda del régimen, estos mismos partidos autonomistas- son los que siguen haciendo política, mientras se condena a la clase trabajadora y el pueblo pobre a agruparse detrás de los mismos, obstaculizando la necesidad de construir un nuevo partido revolucionario, propio.
La segunda conquista es que este nuevo organismo puso, contra todo lo previsto, la crisis de la educación mercantilizada, en la agenda política nacional. Una vez más, no sólo del gobierno (con sus 36 medidas), también de la Concertación (que se desbandaba a un debate valórico), e incluso de la derecha (que reordenaba sus filas pero seguía ensimismada). Y que planteó un cuestionamiento, a través de uno de sus pilares, a las políticas neoliberales. Uno de sus mayores límites es que se mantuvo como una lucha de carácter corporativo. Y así, la decisión de la CUT, co- gobernada por el PC con el PS de Arturo Martínez, de sostener al gobierno de Bachelet, fue fácilmente justificada con el planteo de los secundarios que solo se haría el segundo paro solidarizando con las demandas estudiantiles.
Pero vale la pena preguntarse: ¿no hubiese fortalecido la lucha secundaria, no hubiese fortalecido el paro social, si se sumaban las demandas de la clase trabajadora, los pobladores, los universitarios, en vez de limitarse a la sola demanda corporativa de los secundarios, para efectivamente avanzar a cuestionar las políticas neoliberales de conjunto? Por eso, el llamado a paro social, no pudo pasar de su proclamación- aún contando con las enormes simpatías del conjunto de la sociedad.
No es menor en este corporativismo, que la enorme fuerza de los colegios industriales y técnicos, prácticamente fue opacada, porque emergieron, aunque dentro del proceso de lucha secundaria, con sus formas y demandas específicas como jóvenes hijos de la clase trabajadora, lo que quedaba por fuera de las demandas corporativas principales (aunque en las cartas a Bachelet se incorporaran algunas de sus exigencias). A pesar de esto, se deja ver que esta enorme fuerza dormida comienza a estirar sus músculos también.
A su vez, que la viga maestra del gobierno de Bachelet sea la política social, con las expectativas que aún se mantienen en estas promesas aceitadas por la bonanza económica, aún mantienen un gobierno relativamente fuerte y con capacidad de presentarse falsamente como amigo del pueblo.
La tercera conquista, es que comienza la irrupción de una nueva generación, como se ha planteado en diversos análisis. El despertar de una nueva generación a la vida política, y en forma masiva, con los inicios de una diferenciación de sectores hacia izquierda. El límite de esto, es que al tomar estas banderas rápidamente el Gobierno, sectores de la Concertación, y a medias y empujados en la derecha, se evitó una radicalización que decantara hacia izquierda sectores enteros del movimiento estudiantil. Comenzó así el desvío.
El consenso nacional y el desvío parlamentario
La fuerza desplegada y sostenida en estas tres conquistas, impedían una derrota del movimiento. Y efectivamente, no pudo ser derrotado. Pero a su vez, todos estos límites que planteamos, empujaban al desvío que se preparaba. El anuncio de Bachelet buscó dividir a los estudiantes, y aislarlos del mayoritario apoyo que recibían. La convocatoria al Consejo Asesor buscó crear el marco de un amplio consenso nacional (la derecha que ahora critica esto, es la que reclama por la democracia de los consensos y advierte contra la aplanadora de la mayoría parlamentaria concertacionista, cuando lo que hacen las comisiones es tratar de relegitimar esta práctica de los consensos entre el pinochetismo de civil- la derecha- y la Concertación). Una vez logrando avanzar en este Consejo, se buscará coronar todo en el Parlamento. Así, se habrá consumado el desvió parlamentario. Desvío porque no hubo derrota, pero se termina en los salones cerrados de un Parlamento que sólo legisla a favor de los intereses patronales.
Es por esto que planteamos que se desvía la lucha, se la aleja de sus objetivos, y se busca legitimar este Parlamento que sólo defiende intereses de la clase patronal (como fue con la lucha de los subcontratistas del cobre, lo que nos permite preguntarnos, si no es que se está marcando tal vez un sello político que combine la parlamentarización con esta creciente e injustifcable represión y criminalización). Una vez aquí, la Concertación buscará nuevamente reformas cosméticas para vestirse como amigos del pueblo, con el apoyo resignado de la derecha. La derecha ya anunció que busca profundizar la municipalización (descentralización), y aumentar la rentabilidad (aumentando las subvenciones). El PC se suma, planteando que si se puede reformar así la Constitución, también se podría hacer con otros temas, como el binominal, lo que contribuye a fortalecer el camino parlamentario.