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Las cucarachas de la plaza Syntagma: resistir ante un poder vacío

Fuentes: Iohannes Maurus

«El cuerpo humano es afectado de muchísimas maneras por los cuerpos exteriores, y está dispuesto para afectar los cuerpos exteriores de muchísimas maneras» (Spinoza, Etica, II, prop. XIV, Demostración) En una lista de correo donde discutimos sobre Spinoza, se suscitó estos últimos días un debate sobre la limpieza y la suciedad de la revolución. Raúl, […]

«El cuerpo humano es afectado de muchísimas maneras por los cuerpos exteriores, y está dispuesto para afectar los cuerpos exteriores de muchísimas maneras» (Spinoza, Etica, II, prop. XIV, Demostración) En una lista de correo donde discutimos sobre Spinoza, se suscitó estos últimos días un debate sobre la limpieza y la suciedad de la revolución. Raúl, un compañero de la lista, defendió brillantemente frente al ideal de «limpieza» y «pureza» de las revoluciones clásicas, una nueva figura ética del revolucionario, o mejor aún del insurgente, de los nuevos movimientos de la multitud, como un personaje que acepta la «suciedad», que renuncia a la pureza asumiendo la contaminación en y por la multitud. Es interesante esta postura en lo que tiene de rechazo al purismo de las vanguardias, que tiene mucho de miedo a la multitud. El ser de la multitud y el modo de ser del individuo en la multitud es transindividual. Dentro de la multitud no hay ya un «homo oeconomicus», ni un yo racional aislado de todos los demás. El individuo, o mejor la singularidad concreta dentro de la multitud no puede situarse en una serie como los sujetos racionales clásicos o los sujetos económicos que practican el cálculo racional.

En la ideología económico-jurídica que sirve de fundamento a todo el edificio de representaciones e identificaciones propias del capitalismo, el individuo se piensa aislado, inmunizado frente a los demás. La única presencia del otro está mediada por el interés económico y el cálculo, por leyes generales y abstractas que, a tenor de estas ideologías, rigen el comportamiento de los individuos. Cada uno en su esfera de intereses, con su propiedad protegida por el Estado, intercambia libremente bienes con unos «otros» que son muy poco otros y que más bien constituyen una reproducción serial de un mismo modelo. El sujeto opta así por la inmunidad, por el no verse afectado por los demás, en lugar de la co-munidad, la afección recíproca de los miembros de un grupo humano. Hay cierta racionalidad extrínseca en el cálculo económico y en las relaciones de mercado, pero esta racionalidad opera dentro de una radical soledad del individuo, que limita gravísimamente su capacidad de ser afectado por los otros cuerpos, por el mundo exterior y particularmente, por los demás humanos, mermando así su racionalidad y su inteligencia.

La limpieza del sujeto «inmune» es una enorme limitación para el despliegue de su potencia. Pensar de manera compleja es algo que requiere trato con los demás. Lo estamos viendo en España desde que el sistema inmunitario se rompiera el 15M y la multitud se pusiera a hablar en las calles y plazas. Harta de soledad, de impotencia y de tristeza, harta de que en ella sólo resonaran las necedades de los distintos agentes del régimen, incluso las de cada uno de nosotros como agentes reproductores de la democracia inmunitaria de mercado. Necedades nuestras que repiten las de quienes afirman «representarnos», que a su vez, en un delirio de espejos que se reflejan al infinito, también se nutren de lo que «pensamos» en nuestra tonta soledad. A la limpieza inmunitaria parece haber sucedido una feliz contaminación de unos por otros que agudiza la mente y da valor para despreciar a un poder cuya necedad se hace tanto más patente, cuanto producimos entre todos un discurso de mucha mayor racionalidad. Lo afirmaba Spinoza contra todas las representaciones y las vanguardias políticas: «.En un régimen democrático no cabe temer órdenes absurdas, pues.es casi imposible que la mayoría de una gran asamblea se ponga de acuerdo sobre una misma cosa absurda.» (Spinoza, Tratado teológico-político, cap. XVI). Entre la masa de individuos solitarios del mercado y del sistema de represntación «democrática» y la multitud efectivamnte democrática de una gran asamblea, la diferencia es abismal. La única multitud irracional es la que se convierte en masa, precisamente al intentar defender su individualidad frente a los demás, en lugar de desarrollar su singularidad conviviendo, deliberando y actuando con los demás. La multitud reivindica para sí la lógica del enjambre, del insecto social, pero con el añadido importantísimo de que una multitud de animales que hablan sólo puede componerse de singularidades, de individualidades únicas. Únicas y singulares son estas individualidades en la estricta medida en que en lugar de oponerse a los demás, de protegerse de los demás, se componen con los demás aumentando así su potencia.

Sirva esto de introducción para este bello texto que le fue inspirado a la compañera griega Nelli Kambouri por la brutal agresión con productos químicos de la policía griega contra la multitud que, en la plaza Syntagma de Atenas, mostraba ante un parlamento vacío e impotente el surgir de una nueva legitimidad democrática ajena a la representación y al capital:

«Desde anteayer (28 de junio), vivimos como cucarachas en la plaza Syntagma. La policía griega nos rocía constantemente con productos químicos, independientemente de lo que hagamos o digamos, pero persistimos. Nos vamos un rato de Sintagma para recuperar la respiración y volvemos una y otra vez. Descansamos un poco y volvemos. Incluso antes de que empezaran a estallar las bombas cargadas con productos químicos, ayer por la mañana, estábamos, sin más, sentados en el suelo y la policía antidisturbios cargó y detuvo a una persona que estaba sentada cerca de nosotros. Cuando protestamos por la detención, la policía antidisturbios respondió deteniendo a otra persona que pasaba por allí y acababa de salir de una cafetería con un café en la mano. Sólo estar de pie cerca de Sintagma pararece sospechoso y, sin duda, peligroso. Las detenciones se han practicado para dispersar a la multitud, pero nosotros seguimos acercándonos cada vez más a la plaza en lugar de irnos. A medida que nos vamos convirtiendo en cucarachas, empezamos, aun sin darnos realmente cuenta, a adoptar tácticas estáticas, de perseverancia y de aguante, que antes desconocíamos. Siguen volando las bombas lacrimógenas, las bombas de ruido siguen explotando a nuestro alrededor con un estruendo de espanto y las multitudes responden no yéndose, permaneciendo en la plaza Sintagma. Al hacernos cucarachas y transformarnos en seres cada vez más resistentes a los productos químicos, nuestros cuerpos empiezan a mutar. Con máscaras de gas, con las caras pintadas de Maalox, con gafas de sol, nos protegemos y persistimos. Las figuras con máscaras de gas y caras pintadas de Maalox se reconocen entre sí y transmiten mensajes incluso cuando se encuentran a gran distancia de la plaza Sintagma. Incluso ahora que la ley de austeridad ha sido aprobada en el parlamento griego, las multitudes no se van, se refuerzan. «Hagamos ahora una asamblea», dijo alguien en medio de una nube de productos químicos. Como hicimos cuando «organizamos el concierto de música ayer», explica. Ayer estuvimos limpiando y fregando el suelo de la plaza con agua durante horas para dispersar el olor de los productos químicos y luego, con un amplificador difunto, los Tiger Lillies tocaron en directo en la plaza Syntagma. Las bombas con productos químicos y las bombas de sonido empezaron a estallar por todas partes alrededor de Syntagma , pero todo el mundo se quedó en la plaza y siguió bailando. Las clásicas tácticas urbanas de confrontación como el lanzamiento de bolas de rodamiento, piedras y cócteles molotof a la policía parecen y son secundarias respecto de nuestras tácticas. Las cucarachas no atacan, tampoco rompen nada. Sin embargo, nosotras las cucarachas sómos mucho más persistentes y productivas que otros animales que, lentamente, van desapareciendo.»
Nelli Kambouri
(traducción JB)

El poder es ridículo e impotente. Su policía es incapaz de vaciar la plaza Syntagma, aun agotando todas las reservas de gases lacrimógenos y de bombas de ruido. Incluso, echando bombas de humo y gases lacrimógenos contra el ya anciano Manolis Glezos, quien de joven descolgó del Partenón la bandera nazi y puso la griega y anteayer protestaba contra la nueva ocupación de país por los poderes del capital financiero. Los policías, los «batsi» están haciendo una representación teatral o un número de danza. Mi amigo griego, Mihalis Pavlou, artista de video, montó unas imágenes de una manifestación el año pasado en Salónica: filmó los movimientos rítmicos de los policías que, al final del corto parecían bailar un absurdo «rembétiko». Imagen de un poder brutal y vacío. Como los televisores que los polacos ponían en sus ventanas mirando a la calle cuando hablaba el general Jaruzelsky después del golpe de Estado. Fin de reino.

Las cucarachas son resistentes, adaptables, no agresivas, pero invencibles. Ocupan hoy junto al ser humano gran parte de la superficie terrestre. Su capacidad de resistencia viene de su «suciedad» de esa capacidad de ser afectadas por entornos hostiles y de resistirles. En eso se parecen al ser humano. Las cucarachas de Syntagma, nuestras hermanas, se diferencian, sin embargo de los insectos homónimos porque no sólo pueden verse afectadas de muchas maneras por el mundo exterior, sino que pueden afectar su entorno, transformarlo, adaptarlo, también de muchas maneras. Tienen imaginación productiva y palabra: son poder constituyente. La suciedad -como la limpieza o la pureza- es, en realidad, meramente imaginaria, sólo existe hoy la suciedad desde la ideología de la inmunidad y de la soledad concebida como virtud cardinal. En realidad, la suciedad debe llamarse complejidad, división interna y potencia de las singularidades que componen la multitud y de la propia multitud. Las cucarachas humanas que describe Nelli Kambouri no son sucias, pero aún menos limpias.

Fuente: http://iohannesmaurus.blogspot.com/2011/06/las-cucarachas-de-la-plaza-syntagma.html

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