Con el triunfo electora de Hugo Chávez este 7 de octubre en Venezuela, los partidos dirigidos por Bush en USA, Aznar en España y Uribe Vélez en Colombia, sufren una importante contrariedad política y, por qué no decirlo, también económica por varios años más. Pero en la coyuntura actual colombiana, este hecho además de mostrar […]
Con el triunfo electora de Hugo Chávez este 7 de octubre en Venezuela, los partidos dirigidos por Bush en USA, Aznar en España y Uribe Vélez en Colombia, sufren una importante contrariedad política y, por qué no decirlo, también económica por varios años más. Pero en la coyuntura actual colombiana, este hecho además de mostrar la interacción mutua entre dos pueblos hermanos; sumado a otros acontecimientos (que mencionaremos a continuación) deja ver un debilitamiento político de Uribe Vélez y un viraje en la pugna con Juan Manuel Santos, que empieza a favorecer a este ultimo, después del timonazo salvador y de recomposición que dio con la notificación del acuerdo de la Habana con las FARC, para la terminación del conflicto social y armado de Colombia:
1- La sacada «contra natura» de Facho Santos y José Obdulio de dos de los más importantes medios de comunicación del «Estado de Opinión» montado por Uribe Vélez y sus muchachos.
2- La ruptura de la ley del silencio (omertá) por parte del para-político Miguel de la Espriella, no solo contra el general de la policía Santoyo, intimo edecán de Uribe Vélez, sino directamente contra el mismo Uribe Vélez en su relación con el capo narco paramilitar Mancuso y anuncia nuevas y directas delaciones que pondrán a Uribe Vélez cada día más cerca de la CPI.
3- La neutralización del Vicepresidente Angelino Garzón, cuya Afasia (incapacidad de entender y trasmitir el lenguaje por daño en la corteza cerebral) hábilmente manipulada por Uribe Vélez y sus asesores, para inducir una cuña en la cúpula del Poder presidencial.
4- La entrada en escena de otros dos «ex comunistas de alto rango», compañeros del Vicepresidente Angelino en sus luchas juveniles y en la posterior captación por la clase dominante, quienes ahora entran a jugar decisivamente a favor del presidente Santos: Lucho Garzón como ministro para el dialogo social y, Carlos Romero Jiménez quien con su mujer y otros miembros de la dirección del PDA, expulsaron a los comunistas legales de ese partido convirtiéndolo de hecho en una especie de «Polo-MOIR» , para marginarlo de la movilización social y debilitarla, comprometiendo todo el colectivo en una lucha electoral viciada estructuralmente y perdida de antemano hasta tanto no se reforme el sistema electoral colombiano.
5- La creciente denuncia y oposición general al prevaricador Ordoñez, quien mintió al pueblo colombiano investido en la legalidad de Procurador General de la nación, para favorecer sus creencias religiosas ultramontanas.
6- La entrada pública del «Palacio Arzobispal» al anterior debate, en apoyo abierto a la cruzada anti abortista del prevaricador Ordoñez, pues hasta ahora había estado apoyando silenciosamente a este personaje público pero detrás del telón.
Pero hay más: Está en marcha un interesante y creciente proceso de unidad popular y de movilización social, con la confluencia y unidad de múltiples e importantes organizaciones de base popular, que planean converger en la practica el 12 de octubre durante la realización de un paro cívico nacional, contra los tantos estragos sociales causados por 4 décadas de neoliberalismo feroz impuesto por medio de la guerra, y, por una paz con justicia social y soberanía.
Si a lo anterior se le agrega la instalación formal de los diálogos entre el gobierno y las Farc en Oslo y su continuación en la Habana, no es difícil ver que se están dando y se darán dos procesos de negociación simultáneos: Uno en la calles y carreteras de Colombia donde al contestar al neoliberalismo privatizador (que ha privatizado todo hasta la llamada Fuerza Publica puesta en manos de los intereses económicos unas juntas directivas o alto mando de las Fuerzas Armadas) la movilización social necesariamente sacará a flote las innumerables reformas sociales (agraria, territorial, financiera, de salud, política, etc) que el régimen colombiano ha negado secularmente, pero necesita ineludiblemente, si verdaderamente desea la paz ansiada y la reconciliación del Estado Terrorista con todos sus ciudadanos.
Y el otro proceso recíproco, el de los diálogos en la Habana entre el Estado y la insurgencia para la finalización del conflicto (no para «la paz negociada» como ya lo empezaron a decir los constructores de escenarios e intoxicadores de opinión adictos al régimen) que estará influenciado obligatoria y afortunadamente por lo que se negocie en las calles y carreteras de Colombia.
(*) Alberto Pinzón Sánchez es médico y antropólogo colombiano.
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