¿Reconfigurará de algún modo el panorama político de América Latina la llegada a la Presidencia de Chile del derechista empresario Sebastián Piñera? Analistas de diferentes países de la región respondieron esta pregunta a IPS, sin que los pronósticos coincidan. El multimillonario empresario y ex senador Sebastián Piñera, de la derechista Coalición por el Cambio, asumirá […]
¿Reconfigurará de algún modo el panorama político de América Latina la llegada a la Presidencia de Chile del derechista empresario Sebastián Piñera? Analistas de diferentes países de la región respondieron esta pregunta a IPS, sin que los pronósticos coincidan. El multimillonario empresario y ex senador Sebastián Piñera, de la derechista Coalición por el Cambio, asumirá el poder el 11 de marzo con un equipo de 16 ministros y seis ministras, en el que varios provienen del mundo de los negocios, lo que llevó a sus críticos a llamarlo «gabinete de gerentes».
Piñera sucederá a la presidenta socialista Michelle Bachelet (2006-2010), de la centroizquierdista Concertación de Partidos por la Democracia, que ha gobernado este país sudamericano de 17 millones de habitantes durante dos décadas, desde el retorno a la democracia en 1990, tras 17 años de dictadura del general Augusto Pinochet.
En el Ministerio de Relaciones Exteriores, Piñera nombró a Alfredo Moreno, un ingeniero civil industrial, con estudios en la estadounidense Universidad de Chicago.
Hasta ahora el designado canciller se desempeñaba como director de varias empresas privadas, como la multitienda Falabella, con negocios en Argentina, Colombia y Perú.
En la cartera de Defensa optó por el ex ministro de la Concertación, Jaime Ravinet, quien debió renunciar a su militancia democratacristiana. Su designación ha sido vista por algunos como una señal de continuidad de la política seguida por las anteriores administraciones centroizquierdistas.
Aunque manifestó en repetidas ocasiones su intención de fortalecer la integración latinoamericana, Piñera marcó claramente sus posiciones. Se declaró cercano a los gobiernos conservadores de Colombia y México y crítico de figuras como el presidente venezolano Hugo Chávez, que propugna el «socialismo del siglo XXI».
Comparado continuamente con el primer ministro italiano Silvio Berlusconi, y amigo del ex jefe del gobierno español, el derechista José María Aznar (1996-2004), Piñera se dice admirador del izquierdista mandatario brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, y del conservador presidente francés, Nicolás Sarkozy.
Piñera y Lula se reunirán en la Cumbre del Grupo de Río los días 22 y 23 en el balneario mexicano de Cancún, y cuya presidencia rotativa pasará a manos de Chile.
Piñera, que contra lo esperado decidió el día 12 apoyar la reelección del socialista José Miguel Insulza a la secretaría general de la Organización de los Estados Americanos, «ejercerá un gobierno razonablemente pragmático» y priorizará el contacto con Argentina y Brasil, dijo a IPS el profesor de relaciones internacionales de la Universidad Estadual de São Paulo, Tullo Vigevani.
Para Vigevani, el pragmatismo se relaciona con un énfasis económico. Aún «manteniendo relaciones de simpatía con Perú y Colombia, (el mandatario chileno) también tendrá relaciones próximas con Argentina y Brasil. No creo que pueda haber cambios», apuntó el investigador del Centro de Estudios de Cultura Contemporánea.
El analista opina que el gobierno de Piñera está buscando un cierto equilibrio, lo cual se verifica por la presencia de un ministro de Defensa democratacristiano.
Para el economista chileno Claudio Lara, la elección no cambiará de manera significativa el escenario político de América Latina. Los países con gobiernos conservadores «actúan por sí solos, son incapaces de agruparse o proponer una alternativa», analizó para IPS.
En cuanto a la participación de Chile en bloques como el Mercado Común del Sur o la Comunidad Andina, Lara avizoró que Piñera «va a seguir la misma línea de Bachelet, pero con un discurso mucho más agresivo hacia los movimientos revolucionarios, gobiernos de izquierda o centroizquierda».
«Creo que es evidente que viene un cambio de discurso, al menos», planteó Lara, director de la Sociedad Latinoamérica de Economía Política y Pensamiento Crítico.
La cercanía de Piñera y el presidente conservador Felipe Calderón, de México, no alcanzaría para articular un nuevo eje latinoamericano de derecha, coincidió el académico chileno de El Colegio de México, Francisco Zapata.
Habrá «un distanciamiento con Argentina, Venezuela y Bolivia, y un acercamiento con Perú y Colombia, aunque el distanciamiento puede ser más retórico que real», planteó Zapata a IPS.
Pese a las coincidencias políticas, no hay certeza de la cercanía que logrará Piñera con su par peruano, Alan García, puesto que ambos países están dirimiendo en la Corte Internacional de Justicia de La Haya un diferendo marítimo.
A Piñera no le conviene enfrentarse abiertamente con Chávez «porque lo que pretende la derecha chilena es presentarse de otra manera hacia América Latina, como una derecha civilizada», analizó Lara.
Quiere ser percibida como «una derecha que no tiene nada que ver con el golpe militar (de 1973 contra el presidente Salvador Allende), ni con militares en particular. Por lo tanto, una nueva derecha», dijo.
Para el catedrático de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Aldo Panfichi, la integración política regional se debilitará más debido a que cobrará fuerza el bloque de derecha con los regímenes económicos liberales de Chile, Perú y Colombia.
«Bachelet era una figura clave porque actuaba como interlocutora con el otro sector de Venezuela y Bolivia. Al ser Piñera más militante en pro del mercado y evidenciar su cercanía con Estados Unidos, las relaciones se volverán más complejas», anticipó Panfichi.
El experto consideró que «hay una disputa política sobre la idea de integración. ¿Qué significa?, ¿qué contenido le damos?».
Mientras para los países que conforman la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) –Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Venezuela y otros cuatro países caribeños–, la integración es un proceso político y económico, el bloque de derecha habla de una integración económica, casi técnica.
La derecha promueve «menos aranceles, mayores facilidades para movimientos de capitales, inversiones en gas, energía, construcción de carreteras. Mientras más inversión exista, para ellos estamos más integrados», apuntó Panfichi.
Quizás la cancillería que más añore a Bachelet sea la de Bolivia, que reclama a Chile una salida al mar, en un conflicto que relegó sus relaciones a nivel consular desde 1978. Con Bachelet y su par Evo Morales, los dos países vivieron «el momento de mayor acercamiento en 30 años», dijo el ex canciller boliviano Armando Loaiza.
El ascenso de Piñera es el afianzamiento de «una pugna entre el polo que pretende liderar Venezuela, con la idea del socialismo del siglo XXI, frente a países con políticas liberales o socialdemócratas», a las cuales se alinean Colombia y Perú, dijo a IPS Loaiza, que dirigió la política exterior de Bolivia en 2005, el año anterior a que Morales fuera investido presidente.
El profesor de teoría política de la Universidad de Buenos Aires, Atilio Borón, cree que con Piñera «se va a seguir profundizando la tendencia que ya hemos visto en la derecha latinoamericana, que apoyó el golpe de Estado en Honduras».
«Con Piñera se constituye un polo derechista fuerte y dinámico», dijo a IPS.
En Brasil, muchos han considerado los comicios chilenos como una «lección» para el gobierno de Lula, en cuanto la transferencia de votos entre dirigentes de una misma coalición no es automática, como se creía, aunque las realidades políticas de los dos países son distintas, planteó el brasileño Vigevani.
Bachelet, que deja el gobierno con 80 por ciento de popularidad, no pudo entregarle la banda presidencial al candidato de su coalición, el ex mandatario Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000).
«En América Latina es evidente que el péndulo dejó de moverse con la misma velocidad e intensidad hacia la izquierda. Se abre más espacio para formas moderadas de política y de economía», dijo a IPS el catedrático de derecho internacional en la Universidad Católica Andrés Bello de Venezuela, Adolfo Salgueiro.
«Si se considera que hay un eje La Habana-Caracas-La Paz, es probable que continúe, pero los acontecimientos seguramente le harán perder vigencia y para el futuro se avizora una visión más plural y menos ideologizada, tanto de la política como de la economía», acotó el analista venezolano.
Para el argentino Borón, el avance derechista «tiene relación con el fracaso del progresismo, y esto se ve no solo en Chile sino también en Argentina, en Brasil, donde la candidata del oficialismo no logra superar a su competidor en las encuestas, o en Uruguay, donde hizo falta una segunda vuelta para que se mantenga el oficialismo».
«Los gobiernos progresistas dejaron muchas asignaturas pendientes. Si se avanza seriamente en las reformas de fondo, como en Bolivia o Ecuador, que es lo que debería hacer todo gobierno progresista, ganarán por mayoría, pero si andan con titubeos, y con políticas de corte neoliberal, entonces el electorado prefiere el original y no la copia», concluyó.
* Con aportes de Marcela Valente (Buenos Aires), Fran Chávez (La Paz), Fabiana Frayssinet (Río de Janeiro), Pamela Sepúlveda (Santiago), Emilio Godoy (México), Milagros Salazar (Lima) y Humberto Márquez (Caracas).