Después del cierre de las negociaciones del TLC con Estados Unidos, el 28 de febrero, el gobierno montó una multimillonaria campaña publicitaria, saturando los medios de comunicación con mensajes a favor del Tratado, tratando de causar la impresión de que todo fue exitoso en la negociación. La gigantesca operación buscaba minimizar el efecto negativo […]
Después del cierre de las negociaciones del TLC con Estados Unidos, el 28 de febrero, el gobierno montó una multimillonaria campaña publicitaria, saturando los medios de comunicación con mensajes a favor del Tratado, tratando de causar la impresión de que todo fue exitoso en la negociación. La gigantesca operación buscaba minimizar el efecto negativo que para el gobierno podía tener el hecho de haber cerrado las negociaciones dos semanas antes de las elecciones parlamentarias, dado que las últimas encuestas habían mostrado que una mayoría de la población se oponía al TLC.
Este despliegue se acompañó de un llamado a participar en las elecciones y, de una forma u otra, el mensaje gubernamental fue que la participación implicaría un apoyo a su política de seguridad democrática y al Tratado. Con el resultado electoral, el gobierno cantó victoria y la gran prensa anunció un arrollador triunfo del uribismo.
La realidad es otra: En verdad la abstención superó el 60 por ciento, lo cual indica que los llamados presidenciales no entusiasmaron al electorado. Los partidos uribistas mantuvieron la mayoría que ya tenían, lo que le había permitido al gobierno aprobar toda su agenda en el Congreso en la legislatura pasada. Sin embargo, no hay «grandes avances del uribismo» sino una gris refrendación del hecho de que se gobierna con el apoyo de una minoría de la población con capacidad de votar, aunque sea una mayoría de los que participaron en las elecciones. Desde este punto de vista, lo previsible es que -una vez se someta el TLC al Congreso- la mayoría uribista intente aprobarlo sin mayores debates. Empero, seguramente llamarán, como lo están haciendo para la reelección, a todos los parlamentarios elegidos y que fueron cuestionados por sus vínculos con sectores paramilitares.
El hecho de que existan algunos parlamentarios uribistas que hayan manifestado reparos a algunas partes o a todo el tratado, debido a que afectaría intereses de sus regiones, permite un margen de acción para la presión social a nivel regional y nacional, pero también presagia que el plan de compensaciones por 500 mil millones de pesos que ha prometido el gobierno, tiene que ser cuidadosamente repartido para asegurar que pueda neutralizar a los gremios, garantizar a los parlamentarios una capacidad de maniobra a nivel regional y asegurar la aprobación del TLC. Como todo el mundo sabe que este dinero es poco, que no se dará en forma permanente y que no alcanza a ser ni la mitad de lo que el gobierno va a perder por la disminución de recaudos de los aranceles, muchos de los sectores inmediatamente afectados no podrán ser apaciguados.
Sin embargo, las elecciones al Congreso también reflejaron que el Partido Liberal tiende a disminuir su fuerza y que la izquierda crece. En las elecciones parlamentarias el Partido Liberal manejó una posición ambigua frente al TLC. Aunque en el último tramo algunos precandidatos tomaron distancia del mismo. La colaboración del liberalismo con Uribe durante buena parte de su mandato y la participación del liberalismo en la aplicación de las políticas de apertura y privatización durante los últimos 17 años, restan credibilidad a su oposición al Tratado. A pesar de esto, no puede negarse que en el liberalismo existe una importante corriente intelectual y política que ha criticado el TLC y la apertura y que dirigentes como Eduardo Sarmiento, Amylkar Acosta, Piedad Córdoba y Mauricio Cabrera, entre otros, han mantenido una actitud independiente. Ya en la conformación de la bancada parlamentaria, no se puede asegurar que el liberalismo se oponga como bloque al Tratado.
La izquierda aglutinada en el Polo Democrático Alternativo, principal corriente de oposición al TLC, fue clara e incluso publicó días antes de las elecciones un aviso en la prensa comprometiéndose a votar en contra una vez sea llevado al Congreso. Por otra parte, entre las seis mayores votaciones al Senado, dos fueron obtenidas por dirigentes de izquierda que no han tenido ninguna ambigüedad en su oposición al Tratado: Gustavo Petro y Jorge Enrique Robledo. Pero más que las 20 curules, la importancia del resultado para la izquierda fue la victoria de Carlos Gaviria, caracterizado crítico del Tratado y quien disputa con Serpa la opción de enfrentar a Uribe en la última vuelta.
Horacio Serpa ha venido criticando el Tratado e inclusive ha sugerido que se consulte a la población. Gaviria también lo critica, pero reprocha a Serpa su participación en toda la gestión neoliberal de los últimos años y sostiene que el Partido Liberal carece de credibilidad en esta materia.
Indudablemente el tema del TLC tendrá gran importancia en las elecciones presidenciales y es significativo que después de la inmensa campaña publicitaria, según una reciente encuesta, apenas el 48% de la población lo apoya. Es previsible que tan pronto se conozcan los textos y se revelen los inmensos estragos que va a significar para el país, nuevamente la opinión ciudadana se incline en contra del mismo. No podemos aceptar la posición derrotista de que el TLC ya es un hecho cumplido y que simplemente hay que acomodarse. Quedan casi dos años de debates y el análisis de lo acordado permitirá explicar a la población los perjuicios del mismo. Entonces se escuchará la voz del pueblo.