La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia deja al desnudo la realidad del país, su clase dirigente y la realidad del discurso de la paz que nos han vendido en estos años. También deja al desnudo la realidad de la izquierda y sus intentos de salvar lo que queda de un proceso que […]
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia deja al desnudo la realidad del país, su clase dirigente y la realidad del discurso de la paz que nos han vendido en estos años. También deja al desnudo la realidad de la izquierda y sus intentos de salvar lo que queda de un proceso que ya logró todo lo necesario para las élites del país.
Vamos a segunda vuelta y hay dos opciones, un exguerrillero, Petro, quien es muy EX y el hijo político de Uribe, Duque. La contienda es presentada por unos como una disputa entre los que quieren la paz y los que quieren la guerra. Sin embargo, la realidad de las declaraciones de grupos sectarios como el MOIR, neoliberales como Fajardo, y el negociador del gobierno y de alguna manera el arquitecto del acuerdo de paz firmado con las FARC, Humberto de La Calle, nos dicen otra cosa.
Del MOIR, no hay que esperar mucho, una secta exmaoista, donde el Gran Timonel de Robledo es quien más sabe y sus intereses personales están por encima de todo. El MOIR cree en las bondades de lo que denominan la burguesía nacional, así no les asusta mucho que una facción, abiertamente criminal, de esa burguesía llegue al poder. Lo importante para ellos es que el MOIR ostente el poder en la izquierda. Lo más interesante y diciente es la actitud de Fajardo y Humberto de La Calle.
Hace cuatro años la izquierda, sobre todo el Polo pidió un voto en segunda vuelta por Santos, argumentando que era necesario apoyar a esa sección de la oligarquía que quería la paz. Así lo hicieron, y Santos ganó, y su adalid de la paz, Humberto de la Calle, prosiguió con la tarea encomendada de desmovilizar a las FARC y lograr lo que eufemísticamente llamaban la paz y el fin del conflicto. Ahora, cuatro años después, una vez más nos encontramos ante una posible victoria de un candidato Uribista, el niño Duque. Si la supuesta paz y fin del conflicto fuera tan importante, y si fuera real, pues, la burguesía apoyaría a Petro, el candidato de la paz, cuyas propuestas más radicales no van más allá de propuestas social demócratas cuando no burguesas liberales.
Sin embargo, así no es. Fajardo el neoliberal, pide el voto en blanco, figura que no tiene efectos legales en una segunda vuelta, solo aplica en las elecciones para el Congreso y en primera vuelta. El parentesco de Fajardo con la esposa de Uribe, no tiene importancia, la oligarquía, y la nueva burguesía ascendente, bien sea el lado «modernizante», tradicional o narco, es bien incestuosa, clasista y racista. Pero Humberto de La Calle es el arquitecto del acuerdo de paz, el negociador del gobierno, quien, en sus declaraciones públicas garantizó desde el principio que no tocarían el modelo económico en el acuerdo de paz. Cumplió con su palabra, el acuerdo no toca en lo más mínimo, la estructura económica del país, ni el agro, ni la mal llamada locomotora de la minería o en políticas de equidad social. Ni siquiera logra una reforma tibia del sistema de salud que mata a tantas personas al año (más que la misma guerra). La paz que nos pregonaban no era tan importante, lo importante era que las FARC aceptaran la legitimidad del Estado, acataran y defendieran la Constitución Política de Colombia, la legislación y el orden social establecido. Todo eso hicieron. Las FARC hoy en día son un partido que es más tibio en sus propuestas que el mismo Petro, mucho más. La amenaza armada de las FARC terminó, la amenaza al sistema capitalista que representaban sus demandas, también se acabó. Esa es la realidad de todos los procesos de paz y ahora que lo más importante ya se logró, les importa cinco el acuerdo como tal y están dispuestos a jugárselo contra el ELN y las disidencias de las FARC.
No se explica de otro modo la decisión de Humberto de La Calle de votar en blanco el próximo 17 de junio. O de pronto alguno de las ONG o social demócratas y los hinchas del proceso de paz nos pueden dar otra explicación. Lo dudo.
La Alternativa de Petro
Tampoco puede haber duda, que Petro ya no es el guerrillero del M-19, no solo porque no está armado, sino porque no pretende retar el poder de la oligarquía. Petro ha denunciado públicamente el fraude de la primera vuelta, pero se resigna a confiar en las instituciones, como la Fiscalía que ya ha anunciado que sí hubo fraude, pero no van a decir ni quienes ni como (como si no supiéramos ya) ni abrir expediente hasta después de la segunda vuelta cuando será muy tarde. La respuesta de Petro tenía que ser en la calle, pero la realidad es que igual que Humberto, él no pretende tocar el modelo. Petro en vez de declararse en ruptura con el sistema corrupto, sigue siendo el único que juega limpio en medio del lodazal electoral. Sin embargo, juega como todo político, su reacción inmediata a los resultados de la primera ronda fue de intentar negociar a puerta cerrada acuerdos con Fajardo, Claudia López y los Verdes. Así si pierde por fraude el 17 de junio, no podemos esperar una oposición por fuera de las instituciones, es decir, no podemos esperar una oposición real.
El 17 de junio, el acuerdo de paz no está en juego, si estuviera en juego, el más vocal promotor de Petro sería Humberto de La Calle. Lo que está en juego es el viejo sueño de Pablo Escobar, la reconfiguración de la oligarquía colombiana. El 17 se decide si la narco burguesía entra por la puerta principal a ser parte de esa oligarquía, con el apoyo del Partido Liberal y el Conservador. Se decide si una oligarquía criminal finalmente acepta en su seno, los hampones, asesinos y torturadores que les hicieron el trabajo sucio durante años. Los sicarios entran formalmente a ser socios por derecho de la Cosa Nostra que ha gobernado el país durante 200 años.
Sin duda alguna, será un régimen más abiertamente criminal, más retrogrado y si resulta necesario más sanguinario a la hora de reprimir a los campesinos, indígenas, comunidades negras y la clase obrera si hace falta. Eso sí está en juego, el acuerdo de paz no, eso ya cumplió su función. Si gana Petro, la represión va a seguir, quiérala o no él, que no sea que sus votantes ejerzan una oposición real al sistema, si finalmente deciden tocar el modelo que ha sustentado una clase criminal durante 200 años y ahora pretende premiar a sus hampones.
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