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Las eleciones, una gran máquina de alienación social

Fuentes: Rebelión

La Concertación y la Alianza por Chile con respecto a lo electoral, están claros, saben adonde apuntan y además en ese ámbito navegan como en sus propias aguas. Las elecciones y en particular el sistema binominal, son sus engendros dictatoriales y por lo mismo saben de antemano que los resultados, no alterarán en absoluto los […]

La Concertación y la Alianza por Chile con respecto a lo electoral, están claros, saben adonde apuntan y además en ese ámbito navegan como en sus propias aguas. Las elecciones y en particular el sistema binominal, son sus engendros dictatoriales y por lo mismo saben de antemano que los resultados, no alterarán en absoluto los objetivos alcanzados en cuanto a la macro-política. Sin embargo, todo el mundo no sabe, que entre elecciones y elecciones, la clase dominante se da sus tiempos y se da sus mañas para aprobar y promulgar todas las leyes que les son necesarias para consolidar la institucionalidad y mediante esta, mantener en el largo plazo, las condiciones de abuso y superexplotación de los trabajadores y el pueblo. Así ha ocurrido con la Ley de pesca, el Auge, la «reforma previsional», la LGE y tantas otras leyes de mayor o menor rango, pero que han continuado ampliando los privilegios de clase de la gran burguesía y de las transnacionales. La disputa electoral, no cumple otra finalidad que no sea, establecer los reacomodos políticos para definir cual de las dos fracciones burguesas impone su hegemonía mediante el control de las estructuras del Estado capitalista.

A los sectores dominantes le es casi natural definir los alcances de sus proyectos mediante las elecciones, y esto se da a través del llamado sufragio universal que, consagra «democráticamente» los intereses de los más ricos por sobre los intereses de los más pobres. Es tan así, que elecciones y democracia se entienden como sinónimos. Usando este mecanismo, con más o menos restricciones, la clase patronal nos llevan casi dos siglos haciéndonos creer, que el gran ejercicio de la política lo realiza la «ciudadanía» a través del acto «cívico» de votar, que otorga el «derecho» de elegir cada cierto tiempo a «representantes populares» que jamás se han conocido, como para pensar que pueden sintonizar con los problemas o necesidades de esos ocasionales electores, o sea la masa electoral. Si a todo este mito de la democracia, agregamos, como ocurría en antaño, una buena dosis de ignorancia y de superstición, más las ofertas de regalos en especies o dinero, es decir, el cohecho; el cuadro queda completo para estructurar por varios años una sociedad, cuyo entramado cultural se sostenga en la credulidad popular ingenua, que acepta como verdad miles o millones de frases populistas y demagógicas, que constituirán los nuevos tramos ideológicos de la dominación burguesa.

Tenemos que decir, que las elecciones dentro de condiciones políticas legalmente limitadas, no sólo constituye un mecanismo que simula la voluntad política de las mayorías, sino que además, configura la mascarada práctica de la demagogia y del voluntarismo burgués, para hacer pasar su sistema como una gran estructura participativa que de modo «efectivo» y «real» entrega el mando político soberano a los «ciudadanos». En la democracia burguesa la participación y el control político «ciudadano», no son otra cosa que un remedo, que busca de manera falsa ocultar el verdadero carácter y la naturaleza antipopular del Estado capitalista.

EL CAPITALISMO NO PUEDE SER DEMOCRATICO

La afirmación marxista de que cualquier Estado se organiza como un «Instrumento Especial de Represión», expresa que toda sociedad está cruzada por contradicciones que sólo se resuelven por la vía de la lucha. No es una unilateralidad que en el debate sobre los distintos factores que integra la lucha de clases y las particulares contradicciones que se despliegan en el proceso de enfrentamiento -velado o no- de las clases en pugna, el marxismo instale la tesis de que históricamente no ha existido ni existe un Estado como institución supra-social, elevándose como un instrumento neutro por encima de los antagonismo sociales. Lenin acomete la tarea de estudiar con ánimo prolijo el tema del Estado y en su texto «El Estado y la Revolución» comienza citando in extenso a Engels para dar a conocer la concepción categórica y maciza del socialismo científico. Extrae de las páginas 177 y 178 de la 6ª edición alemana del «El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado», la cita más precisa que caracteriza al Estado en las sociedades de clase: «El Estado — dice Engels, resumiendo su análisis histórico — no es, en modo alguno, un Poder impuesto desde fuera a la sociedad; ni es tampoco ‘la realidad de la idea moral’, ‘la imagen y la realidad de la razón’, como afirma Hegel. El Estado es, más bien, un producto de la sociedad al llegar a una determinada fase de desarrollo; es la confesión de que esta sociedad se ha enredado consigo misma en una contradicción insoluble, se ha dividido en antagonismos irreconciliables, que ella es impotente para conjurar. Y para que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismas y no devoren a la sociedad en una lucha estéril, para eso hízose necesario un Poder situado, aparentemente, por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el conflicto, a mantenerlo dentro de los límites del ‘orden’. Y este Poder, que brota de la sociedad, pero que se coloca por encima de ella y que se divorcia cada vez más de ella, es el Estado» ( 1 ) y para completar aún más estas ideas tan precisas acerca del tema, Lenin agrega otra magnifica frase que sintetiza lo escrito por Engels: « El Estado es producto y manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables.» ( 2 ) Volvemos a nuestras fuentes teóricas porque precisamente, la burguesía como clase y los oportunistas de todo pelaje, a la hora de entablar siquiera una pequeña reflexión sobre lo electoral, tapan con todo tipo de filosofía barata y vulgar, los verdaderos nexos que relacionan las formas y mecanismos de la dominación, para negar al sufragio universal como un evento originalmente perverso y maleado, tan sólo por realizarse en un contexto de dominio de una clase por sobre otra, por el sólo hecho de que existen dentro de la realidad objetiva los explotados y explotadores.

No puede ser que por un falso realismo o la voluntad política de asumir una visión pragmática, se nos quiera enredar en la falsa idea de que una elección es la magna expresión de la soberanía popular. Esta idea generalizada y aceptada como verdad por amplios sectores de población en las actuales sociedades, no tiene otra explicación que la manipulación y domesticación masiva que produce la aplastante maquinaria de publicidad y propaganda que opera el Estado, y esto en condiciones políticas, económicas, sociales y militares; favorables absolutamente a las clases dominantes. Una mirada realista o una visión coherente con la realidad, debiera hacer la constatación histórica de que la burguesía en el seno de su sistema: el capitalismo; tiene categóricamente una correlación de fuerzas que le permite dirigir desde el Estado esta falsa noción de protagonismo y soberanía popular.

LA CONQUISTA DE LIBERTADES DEMOCRÁTICAS

Son los cambios en la correlación de fuerzas, es la dinámica dialéctica del antagonismo social, la que historiza el carácter materialista de la relaciones sociales de producción. El como la relación capital/trabajo, condiciona el conjunto de los nexos humanos, implicando los modos de respuesta de los distintos sectores sociales al fenómeno de la opresión y explotación capitalista. Los distintos momentos por los que transcurre la lucha de clases, muestran ya sea de modo leve o de un modo agudo, el como mediante esa lucha una u otra clase conquistan o conservan, o recuperan para si mismas, espacios de realización histórica de sus intereses tácticos o estratégicos.

Los sectores o clases dominadas, en el marco del capitalismo, presionados y tensionados por las condiciones de opresión, se ven obligados a caminar trechos importantes de enfrentamientos contra quienes han concientizado son sus enemigos. El desarrollo de la conciencia, habilita a los explotados para definir las formas y los instrumentos que los constituyan en sujetos y protagonistas de los cambios. Deben cruzar distintas fases y diferentes estadios de desarrollo en sus experiencias de lucha, desde los grados más elementales de aprehensión de la realidad, hasta los niveles más profundos y más rigurosos de conocimiento y compromiso político. En estos recorridos históricos, acumulan, constituyen y movilizan fuerza, y van arrancando a sus opresores cuotas de derechos y de poder. Desde la génesis del movimiento emancipatorio, los explotados viven escuelas de aprendizaje que permiten ir decantando en el tiempo, la ignorancia, la superstición, la ingenuidad y el espontaneísmo, que son elementos que no sólo los muestran, sino que los hacen débiles y manipulables ante las clases dominantes. Este dinamismo social sitúa a los trabajadores y al pueblo en campos de disputa que hacen legitimas y tácticamente necesarias, determinadas herramientas y métodos con los cuales sólo se pueden conquistar objetivos parciales que desde un punto de vista cuantitativo ayudan o favorecen enormemente el ánimo y la conciencia, así como la combatividad de los actores sociales. La lucha democrático-reivindicativa puede ser una perfecta escuela para develar lo real y concreto de las contradicciones de clase. La lucha por reformas económicas y políticas pueden ser verdaderos procesos aquilatadores y fortalecedores de la visión y de los procesos organizativos de la clase. En este sentido, también podemos decir, y sin temor a equivocarnos, que la participación de la clase -incluyendo en esta a sus sectores de vanguardia- en la disputa electoral; puede ser y en algunos casos así está comprobado, un importante y ganancioso espacio de proyección revolucionaria, de agitación y propaganda del programa revolucionario, de ejercicio práctico para la relación más estrecha de los revolucionarios con los sectores obreros y populares, como también para descubrir nuevos mecanismos de acción y formas de comunicación e influencia entre las masas. El éxito o fracaso en este tipo de intervención para la cual no se establece un marco de principios, que no sean los que en cualquier momento y en cualquier lugar orientan y disciplinan la conciencia y la conducta de los revolucionarios. Decíamos que el éxito o fracaso depende de varios factores -a nuestro juicio- dignos de observar y tomar en cuenta:

1. Características del periodo de la lucha de clases. Momentos y fases por las cuales transcurren los antagonismos y los grados en que se encuentran las contradicciones (etapa de repliegue, de repliegue y reflujo, de activación básica de las luchas sociales, de reactivación social y situaciones de descontento generalizado, de alza en las luchas sociales y políticas y una fase de extensión nacional en el conflicto de clase, etapa de contraofensiva popular y revolucionaria y cancelación del periodo de reflujo e inicio de un periodo de alza sostenida y pre-revolucionario.).

2. Los niveles de organización y desarrollo de la Dirección Revolucionaria. Es importante decir, que los grados de agudización de las contradicciones sociales se pueden dar al margen de la existencia o no, y al margen de los procesos de génesis, fortalecimiento y/o desarrollo del partido revolucionario.

3. Del estado en que se encuentren los sectores dominados. Los tipos de organización dados, la cohesión o división social, la conciencia en sus distintos estadios o los fenómenos de enajenación que transversalizan a las franjas sociales (individualismo, consumismo, apatía política, arribismo social, etc, etc.)

4. Fortalezas o debilidades del sistema capitalista. La homogeneidad o heterogeneidad en los sectores hegemónicos. La crisis económica y sus etapas de acentuación. Las formas de gestión política para resolverla o administrarla en función de evitar riesgos estructurales en el Modelo de acumulación.

Pensamos que son varios los elementos que hoy conspiran para hacer más o menos exitoso un proceso de intervención electoral de la izquierda y los revolucionarios. En primer lugar corresponde decir que, las elecciones no resuelven los problemas de métodos que puedan ser necesarios para encaminar o dar salidas a las trabas que dificultan las tareas de reconstrucción del sujeto revolucionario. Las elecciones no son en sí, tácticas de desarrollo o de progresión de un objetivo estratégico, siempre será, en este sentido, apenas una de las formas de lucha o de intervención de la izquierda y los revolucionarios dentro de un proceso más vasto e integral de acumulación de fuerzas y un elemento importante, pero, incluido en una táctica de conducción de masas. Las elecciones no son fundamentos de principios, que puedan por su importancia definir o condicionar el carácter estratégico del enfrentamiento de clases. Lo que puede en muchos casos, -a nuestro juicio- atribuirle a estas formas de intervención, características de detonante político en determinadas coyunturas de la lucha de clases, es al hecho de que establezcan el impacto de confirmar un cambio radical en la correlación de fuerzas (elección de Allende, elección de Chávez, de Morales, de Correa) que producen de una manera patente un vuelco en las cuentas de los sectores dominantes, cuando estas han creído aún tener la sartén por el mango.

En momentos muy excepcionales de la lucha de clases, las elecciones representan lo que la izquierda ha sido capaz de acumular como fuerza social, que sin duda explica el esfuerzo perseverante de muchos años de organización y de lucha. Ahora, esos momentos también expresan itinerarios dentro de los cuales los trabajadores y el pueblo han obtenido importantes conquistas y ampliaciones significativas de las libertades democráticas, por supuesto en el marco de la dominación burguesa. Esto se experimentó en Chile, y se puede decir, que tal proceso de arrancar derechos y mayor participación política costo casi 40 años a nuestra clase. Es mas, podemos afirmar, que tal proceso, lleno de combatividad y heroísmo, fue coronado con el triunfo del compañero Salvador Allende como presidente de nuestro país. Salvando las diferencias con la situación actual, el camino hecho por la clase obrera y los sectores populares en esos años, demostraba que detrás de cada conquista obrera y popular se encontraba una masiva, conciente y férrea organización de clase. Obviamente, el desarrollo de estos niveles de conciencia y organización no fue un proceso lineal, en este recorrido hubieron avances y retrocesos, fracasos y triunfos, y a veces más fracasos que triunfos. Pero, estaba dado, todo un ánimo de protagonismo y decisión que nos permitía hablar de organismo vivos de masas y un movimiento social con voluntad de articulación y con una tremenda vocación unitaria.

En este mismo periodo, en el campo de la dominación nos encontrábamos con fracciones burguesas enfrentadas a situaciones de desarme social e ideológico como también a necesidades de modernización y readecuaciones históricas del Estado como instrumento de dominación. El Estado «Benefactor», o el Estado de «Convivencia Social» que no deja de ser un mito, de una u otra forma representó alianzas de clases que posibilitaron históricamente incorporar a los sectores progresistas a la disputa electoral y ocupar las elecciones como tribunas políticas que también aportaron al proceso de acumulación. La clase obrera y progresivamente sectores sub-proletarios se constituyen en actores sociales legítimos y en algunos casos también legales en la lucha por conquistar cuotas del poder del Estado. Así y todo, por los niveles de conciencia que expresaban los sectores obreros y populares, se reflejaba la claridad en cuanto a que la lucha más importante tenía que ver con la emancipación de los trabajadores del yugo capitalista.

Los cientos o miles de desafíos que realizaron los trabajadores en los años 60-70 en una situación de alza de las luchas populares al nivel continental, reflejan los grados claros de polarización que alcanzaba la lucha de clases, pero también significaba, que la izquierda dando a estas luchas un sello clasista establecía una relación dialéctica entre contenido y forma. Y es esta relación la que junto con el agotamiento del modelo de «sustitución de importaciones», es decir, paralelo al desmoronamiento de los contenidos programáticos del reformismo burgués, va prefigurando el surgimiento de la alternativa revolucionaria. Es este cuadro político-ideológico, el que nos presenta las escisiones de la Democracia Cristiana (IC, MAPU), la posterior candidatura de Radomiro Tomic y finalmente el triunfo electoral del candidato popular Salvador Allende. Tenemos entonces con la conquista del gobierno, un enorme avance de las fuerzas populares, pero un avance que trae aparejada la contradicción entre reformismo e institucionalidad, contradicción que se va agudizando hasta mostrar la real condición y función de las estructuras del poder burgués. La lección es que la participación en los procesos electorales, dada ciertas condiciones favorables a la izquierda y los revolucionarios, posibilita ampliar la base social de apoyo, pero sin que esta base social se constituya en poder político, en tanto sólo realiza el ejercicio de emular la democracia burguesa representativa.

Lenin nuevamente citando a Marx, nos ilustra acerca de cómo los autores del socialismo científico vieron y con que claridad, la forma en como opera el capitalismo, en los momentos de mayor ampliación de las libertades democráticas: «En la sociedad capitalista, bajo las condiciones del desarrollo más favorable de esta sociedad, tenemos en la República democrática un democratismo más o menos completo. Pero este democratismo se halla siempre comprimido dentro de los estrechos marcos de la explotación capitalista y es siempre, en esencia, por esta razón, un democratismo para la minoría, sólo para las clases poseedoras, sólo para los ricos. La libertad de la sociedad capitalista sigue siendo, y es siempre, poco más o menos, lo que era la libertad en las antiguas repúblicas de Grecia: libertad para los esclavistas. En virtud de las condiciones de la explotación capitalista, los esclavos asalariados modernos viven tan agobiados por la penuria y la miseria, que «no están para democracias», «no están para política», y en el curso corriente y pacífico de los acontecimientos, la mayoría de la población queda al margen de toda participación en la vida político-social.» ( 3 ) Esta radiografía del capitalismo del siglo XIX, se puede obtener en el Chile de hoy, en los eventos electorales. Esto significa que estamos dentro del mismo sistema, sólo que ahora las elecciones se acompañan de sendas maquinarias publicitarias y de un no despreciable financiamiento en dinero. Con estos cuantiosos gastos, los proletarios tenemos derecho a dudar de la transparencia de esta «magnífica» democracia burguesa. Agreguemos una cita más para desenmascarar lo que comportan en realidad y objetivamente estos eventos, que hacen pensar bajo cuadros de alienación e ignorancia, que los explotadores son sensibilidades democráticas y pluralistas, y Marx no deja de ser categórico en cuanto a estas limosnas o migajas de participación que ofrece la clase dominante: «Marx puso de relieve magníficamente esta esencia de la democracia capitalista, al decir, en su análisis de la experiencia de la Comuna, que a los oprimidos se les autoriza para decidir una vez cada varios años ¡qué miembros de la clase opresora han de representarlos y aplastarlos en el parlamento! Pero, partiendo de esta democracia capitalista -inevitablemente estrecha, que repudia por debajo de cuerda a los pobres y que es, por tanto, una democracia profundamente hipócrita y mentirosa- el desarrollo progresivo, no discurre de un modo sencillo, directo y tranquilo «hacia una democracia cada vez mayor», como quieren hacernos creer los profesores liberales y los oportunistas pequeñoburgueses. No, el desarrollo progresivo, es decir, el desarrollo hacia el comunismo pasa a través de la dictadura del proletariado, y no puede ser de otro modo, porque el proletariado es el único que puede, y sólo por este camino, romper la resistencia de los explotadores capitalistas.» ( 4 )

Sin embargo, no caigamos en contradicciones, porque si bien es cierto que la burguesía está sólo dispuesta a ofrecer un minimun, son los explotados los que premunidos de conciencia y sumando la fuerza necesaria, se hacen capaces dentro de un tramo cuantitativo de enfrentamientos parciales con su enemigo, de obtener niveles más amplios y profundos de participación política, sobrepasando a veces en mucho, lo que está dispuesta a conceder la clase patronal. Esto ocurre, cuando los trabajadores y el pueblo han ganado un grado importante y significativo de organización, conciencia y unidad de clase, que se expresa en combativas movilizaciones, que ponen seriamente en riesgo la «paz» y la estabilidad del sistema.

LA OPCION DEL REFORMISMO DE IZQUIERDA Y PERDER LA BRUJULA

Los revolucionarios debemos sacar la fruta cuando está madura, ni verde, ni podrida. Una visión dialéctica de los hechos, necesariamente nos lleva a establecer una táctica de masas que asume y valora todas las formas de lucha. Esta opción, de darse condiciones objetivas adecuadas y favorables, pudiese en algún momento llevarnos a participar de disputas electorales y perfilar ante las masas un gran programa político-táctico y militantes que lo representen, lo agiten y lo propagandicen como candidatos populares. Una campaña electoral con el sello revolucionario, puede ser perfectamente probable como una de las formas del enfrentamiento de clases. Y hasta podríamos triunfar con algunas candidaturas y podríamos ocupar escaños parlamentarios. Pero, pero, ¿Qué buscamos? ¿Qué haríamos en ese espacio?. Y son justamente estas las preguntas que nos debemos hacer. Mas, no sólo cuando definimos una intervención legal, sino que en todas y bajo todas las condiciones en que se exprese nuestra lucha. En primer lugar con objetivos revolucionarios absolutamente claros, y en segundo lugar, distinguiéndonos categóricamente de nuestros enemigos, estableciendo las diferencias tajantes con el enemigo, en lo político, en lo social, en lo ideológico y en lo ético. Siempre nuestra lucha debe apuntar, con coherencia, con honestidad e inteligencia a favorecer los grandes objetivos estratégicos y que hemos sabido definir con antelación.

Acerca de estos asuntos que demarcan políticamente la posición revolucionaria, en cuanto al uso de «todas las formas de lucha», nos advierte un leninista consecuente, al Che también le preocupaba este asunto y nos dijo: «Es peligroso que llevados por el deseo de mantener durante algún tiempo condiciones más favorables para la acción revolucionaria mediante el uso de ciertos aspectos de la legalidad burguesa, los dirigentes de los partidos progresistas confundan los términos, cosa que es muy común en el curso de la acción, y se olviden del objetivo estratégico: la toma del poder». ( 5 )

Sectores de la izquierda que comenzaron tempranamente con esta incursión táctica, lo hicieron tantas veces, tan repetidamente, que finalmente se les olvidó la toma del poder. El reformismo obrero y pequeño burgués, sin aceptarlo de manera explícita, terminaron repitiendo el mismo proceso de la socialdemocracia europea, el sector que encabezado por Eduard Bernstein , se apartó definitivamente de las tesis de Marx en cuanto a la dictadura del proletariado y la violencia revolucionaria de masas. El reformismo de izquierda en nuestro país, aún no reconoce de forma explícita estos postulados, prefiriendo situarse en una ambigüedad teórica como la «revolución democrática» que le aparta taxativamente de una visión dialéctica, para hacerles abrazar el pragmatismo político

El Che, conocedor de estas posturas conciliadoras y vacilantes, plantea a que situaciones se expone el movimiento obrero y popular cuando se convierte en seguidor de este oportunismo de izquierda: «Luchas electorales de menor cuantía, algún avance electoral, por aquí; dos diputados, un senador, cuatro alcaldías; una gran manifestación popular que es disuelta a tiros; una elección que se pierde por menos votos que la anterior; una huelga que se gana, diez que se pierden; un paso que se avanza, diez que se retrocede; una victoria sectorial por aquí, diez derrotadas por allá; Y, en el momento preciso, se cambian las reglas del juego y hay que volver a empezar». ( 6 ) Y para aclararnos y ubicarnos en una cabal comprensión de estas posiciones, que sabemos han costado caro a las luchas de nuestros pueblo, sin negar, las debilidades que a los revolucionarios nos impidieron instalar la conducción revolucionaria. Es bueno, intentar desde su lectura de la realidad, extraer la respuesta a estas encrucijadas de las luchas del hoy: «¿Por qué estos planteamientos? ¿Por qué esta dilapidación de las energías populares? Por una sola razón. En las fuerzas progresistas de algunos países de América existe una confusión terrible entre objetivos tácticos y estratégicos. Hay que atribuir a la inteligencia de la reacción el que haya logrado hacer de estas mínimas posiciones defensivas el objetivo fundamental de su enemigo de clase». ( 7 )

Porque compartimos este análisis del Che y que no nos parece para nada, en las nuevas condiciones un discurso extemporáneo, tenemos que insistir que la lucha electoral, ahora, en estos momentos, nos parece una gran mascarada político-ideológica, y esto frente a los grandes desafíos que los revolucionarios tenemos por delante y que es la reconstrucción de los peldaños básicos desde los cuales impulsar la lucha democrático-revolucionaria. Y junto con estas tareas, barrer con los mitos y mentiras que confunden y alienan el rumbo del pueblo respecto de sus verdaderos problemas y necesidades y por eso le escuchamos al Che desde la memoria de sus palabras: «No debemos admitir que la palabra democracia, utilizada en forma apologética para representar la dictadura de las clases explotadoras, pierda su profundidad de concepto y adquiera el de ciertas libertades más o menos óptimas dadas al ciudadano. Luchar por conseguir la restauración de cierta legalidad burguesa sin plantearse, en cambio, el problema del poder revolucionario, es luchar por retornar a cierto orden dictatorial preestablecido por las clases sociales dominantes: es, en todo caso, luchar por el establecimiento de unos grilletes que tengan en su punta una bola menos pesada para el presidiario». ( 8 )

LAS TAREAS QUE LOS REVOLUCIONARIOS NO REALIZAMOS

Una vez más nos parece oportuno y pertinente declarar algunas afirmaciones: En Chile no estamos viviendo un periodo de alza en las luchas populares. No estamos asistiendo a un cambio de periodo en la lucha de clases. La izquierda y los revolucionarios, nos encontramos en la misma situación de hace 10 o más años, en cuanto al tema de la unidad. Las grandes y pequeñas direcciones de las orgánicas políticas; continúan escudando su falta de voluntad por la unidad tras el concepto de la diversidad, queriendo pasar gatos por liebres cuando predican «la unidad en la diversidad», «todos pueden conservar su identidad particular» «hay que tener respeto por la autonomía orgánica». Sin embargo, paradójicamente todos hablan de una unidad que no está dada y que después de elaborar un pliego del pueblo se convierte en un «calabaza, calabaza cada uno pa` su casa». Todos los compañeros supuestamente marxistas, abandonan la no reconocida jornada de coordinación, sin que ninguno reivindique, salvo contadas excepciones, el Partido Revolucionario, y una mínima centralidad en las tareas de acumulación de fuerzas.

Tal vez hoy haya un «Pliego del Pueblo», un solo pliego del pueblo, pero que lo vamos a difundir, a agitar, a propagandizar, cientos o miles de átomos de una izquierda revolucionaria que no quiere asumir la audacia de la UNIDAD orgánica, política y teórica para enfrentar a un enemigo que sí esta muy de acuerdo y muy unido, táctica y estratégicamente.

Pero, pero a pesar de los pesares, insistimos: La unidad de los revolucionarios, la unidad de la izquierda, la unidad de los trabajadores y el pueblo; es la mejor de las elecciones para avanzar en la lucha por la justicia, por la igualdad. Es la única elección que nos conducirá al SOCIALISMO.

– Reinaldo Troncoso es militante del Movimiento por la Convergencia Revolucionaria (MCR).

Notas Bibliográficas

( 1 ) LENIN V.I. «El Estado y la Revolución». Cap.I pág. 1. Edic.Fundación Federico Engels.

( 2 ) LENIN V.I. «El Estado y la Revolución». Cap.I pág. 1. Edic.Fundación Federico Engels.

( 3 ) LENIN V.I. «El Estado y la Revolución».Cap.V pág. Tit. 2 Ediciones en lenguas extranjeras-Moscú.

( 4 ) LENIN V.I. «El Estado y la Revolución».Cap.V pág. Tit. 2 Ediciones en lenguas extranjeras-Moscú.

( 5 ) ( 6 ) (7 ) ( 8 ) Guevara E. CHE. revista Verde Olivo, órgano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba