Reflexiones al presente
En ocasión de esta nueva conmemoración de la efeméride insigne que marca el inicio de la guerra independentista cubana, retomo la fundamentación de las cinco emancipaciones que determinan la condición de Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo (1819-1874) como Padre de la Patria. Desafortunadamente en las orientaciones metodológicas que se les orientan a nuestros maestros y maestras no se les da a conocer nuestra propuesta historiográfica.
Padre de la Patria
Como parte de la tradición heroica, en numerosas culturas la imagen de un sujeto masculino o femenino fundacional, aparece como ordenamiento simbólico en tanto tal héroe-heroína-símbolo, asume el ser y el deber ser y en tanto la trascendencia de la patria y la nación. Un papel relevante cumplen aquí las figuras portadoras de la acción político militar, o de la fundación espiritual, siendo las primeras condición del éxito del proceso y las segundas la conciencia misma del proyecto.
Una de las denominaciones que expresan esa identidad heroica es la de Padre de la Patria. Sobre todo en las naciones que tienen en sus bases la cultura latina. Y es que entre las distinciones oficiales de la antigua República de Roma, el título honorífico de Pater Patriae («Padre de la Patria» en latín), se entregaba a sus ciudadanos más ilustres, y en particular era uno de los títulos que podía tener un patricio, y siempre el Emperador.
En nuestra región latinoamericana y caribeña, el título romano fue re significado en las batallas de la primera independencia. La imagen de Padre de la Patria se consideró en no pocos países como dignidad y símbolo de la nación.
En Cuba como Padre de la Patria se reconocerá tempranamente a Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, el líder político y jefe militar que entre los conspiradores independentistas toma la iniciativa e inicia el estallido revolucionario el 10 de octubre de 1868.
Es notorio y enaltecedor el infortunio de Céspedes de decidir perder a Oscar, el menor de los dos hijos nacidos del matrimonio con su primera esposa. El joven mambí había sido apresado por las tropas españolas, quienes pusieron su vida en la balanza a cambio de la sumisión del jefe supremo de la Revolución. Fue entonces cuando Céspedes, supeditando el amor paternal al imperativo del deber, escribió su memorable mensaje al Capitán General Caballero de Rodas de fecha el 1 de junio de 1870, donde se leía: “Oscar no es mi único hijo, lo son todos aquellos que mueran por nuestras libertades patrias”.
La moralidad revolucionaria y la decisión de lucha de Céspedes, la entrega de patriota y el sentido de la responsabilidad con la Revolución, que revelan el hecho histórico de la muerte de Oscar, honran el título honorífico de Padre de la Patria, pero no agotan la condicionalidad histórica que lo constituye y decide.
En la historia antigua y contemporánea más de un líder y jefe militar en guerra, ha tenido que decidir como lo hizo Céspedes. Lo decisivo en la sentida condición de Padre de la Patria está precisamente en su pensamiento, acción y construcción patriótica fundacional.
Al valor simbólico de iniciar la lucha, a la inquebrantable firmeza de seguir combatiendo, se unían en Céspedes la claridad ideológica y eticidad en el proceso emancipatorio que lidera: Siempre independentista y abolicionista, promotor de la honestidad y dignificación humana, el antirracismo, la igualdad, la legalidad, la disciplina y el mérito, como valores decisivos para construir la unidad nacional en torno al programa liberador. Precisamente es tal conjunto de cualidades las que cualifican el título de Padre de la Patria que comenzaron por otorgarle los propios combatientes.
Las cinco emancipaciones
Céspedes, lidera la vanguardia ideológica revolucionaria que inicia la sublevación el 10 de octubre de 1868. En el propio acontecimiento de ruptura con la Metrópoli colonial, realiza cuatro actos emancipatorios de raigal trascendencia para la configuración de la nación:
PRIMERO: Otorga la libertad a sus esclavos y esclavas acto en que le siguen los dueños de esclavos que le acompañaban en el ingenio Demajagua, cerca de la villa de Manzanillo, hoy provincia de Granma (https://www.ecured.cu/La_Demajagua).
SEGUNDO: Declara a los esclavos recién emancipados ciudadanos de la República de Cuba en Armas en igualdad de derechos y deberes con quienes habían sido sus dueños, y a la vez con todos los criollos de piel blanca.
TERCERO: Les ofrece a los esclavos la oportunidad de convertirse voluntariamente en soldados de la república insurrecta que proclama.
CUARTO: Céspedes pondera la necesidad de la educación como acto liberador desde el propio Manifiesto del 10 de octubre de 1868, documento donde da a conocer las razones de la rebelión independentista. Luego de ser depuesto como Presidente, el mismo se dedica a tan noble tarea en San Lorenzo, hasta que da su última batalla el 27 de febrero de 1874 frente a la fuerza enemiga que intentó de capturarlo.
La Constitución votada en Guáimaro el 10 de abril de 1869, proclamaría la abolición total y definitiva de la esclavitud, y la formación de los órganos civiles y militares de la República de Cuba en Armas. Y Céspedes, Presidente de la República será el constructor del primer Estado cubano.
En la documentación cespediana se puede constatar la labor de fundador que realiza. A Céspedes se debe la arquitectura estatal de la república para organizar el Ejercito Libertador, el sistema de gobierno local con las prefecturas mambisas, la diplomacia revolucionaria, la marina, el servicio de correos….
EL QUINTO acto de emancipación que Céspedes personalmente estimula, se realiza y consolida en las filas del Ejército Libertador durante su presidencia, es la ruptura de los prejuicios elitistas y racistas contra ex esclavos, negros, mulatos libertos, y blancos pobres. En el Ejército Liberador el ascenso a grados militares se dará por la valentía y destreza desarrollada en el combate, por los resultados al servicio de la Revolución. Esta es la razón decisoria que permitió que tanto negro y mulato patriota llegara a los mandos militares.
Trascendencia
El pensar y el hacer de Céspedes, el liderazgo que asumió, impactó de manera decisiva en la proyección y forja histórica de la ideología, la cultura y la política de la Revolución Cubana. Para el Héroe Nacional José Martí Pérez (1853-1895) Céspedes entre los titanes que fundaron la nación fue “el árbol más alto del monte” (Obras completas, t. 4, p. 360).
La emancipación económica, social, civil y político militar del esclavo, y a la definición humanista y antirracista que resultan del 10 de octubre de 1868, acompañadas de la consecución firme de la igualdad en la Constitución de Guáimaro, hechos históricos que protagoniza la vanguardia ideológica que inicio la Revolución independentista no quedaron en lo declarativo formal, hallaron su concreción praxeológico valorativa en el pueblo combatiente: en el hombre y la mujer, en la familia mambisa que creció en los campos de Cuba Libre sin discriminaciones por el color de la piel. Así se forjó la unidad interracial con que nace definitivamente de la guerra emancipadora la nación cubana.
La cualidad histórica de unidad interracial como rasgo de lo nacional popular y condición de cubanía, explica frente a las ideologías y culturas oligárquicas y racistas del coloniaje peninsular y yanqui, la fuerza de pueblo en resistencia que siempre tuvo en el país la cultura de integración, destino común y solidaridad entre los cubanos y cubanas.
Las cinco emancipaciones cespedianas, compartidas por la vanguardia ideológica y política que inicio la guerra de independencia en Cuba, marcaron el momento de más alto desarrollo ideológico y político del movimiento de liberación nacional de su época.
La entonces modélica democracia estadounidense, tenía tras de sí una falsa declaración de derechos del hombre, que mantuvo la esclavitud durante la guerra de independencia (1775-1783) y no la aboliría legalmente hasta que los intereses confrontados impusieron una nueva guerra entre los estados capitalistas del norte y los secesionistas esclavistas del sur (1861-1865). Para el hoy, la sociedad estadounidense no ha podido resolver la presencia infame de la más ruda y cruel discriminación racial, ahora compartida también contra los migrantes latinoamericanos, y demás arribantes procedentes de las áreas del mundo subdesarrollado.
Tampoco se logró la claridad y consenso ideológico de los patriotas cubanos dentro del movimiento independentista Nuestroamericano de la primera mitad del siglo XIX. El flagelo de la discriminación racial aún envenena en las sociedades latinoamericanas. Afrodescendientes e indígenas sufren y pelean por sus dignidades y derechos étnicos, culturales, sociales y políticos.
Significar para el hoy
Significar a Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo como Padre de la Patria, el 10 de octubre del 2024, desde la resistencia y la lucha revolucionaria en curso, no puede ser una mención “de efeméride”. Hay que convertir la efeméride en hecho de explicación y educación histórica, ideológica y política. Tratar en una clase el acontecimiento que marcó la continuidad definitiva de los esfuerzos emancipatorios de resistencias y luchas, desde las rebeliones indígenas tras la invasión de las hordas europeas a principios del siglo XVI, no puede ser una temática y un objetivo cognoscitivo “más” en un programa escolar o universitario. Hay que marcar la nueva cualidad, la ruptura dialéctica en el curso de la historia de la nación.
Fidel, una vez más
Despojémonos de dogmas sobre la formación de o en valores con discursos históricos grandilocuentes y siempre estériles… Sigamos al Comandante en Jefe Fidel en 1965-1968. No solo en su discurso para el día en que en 1968 conmemoramos el Centenario. Estudiemos el método y el hacer fidelista en todas las intervenciones, en los años de vísperas, y en los meses del propio año del Centenario. Fidel se dedicó a sustentar su tesis de los Cien Años de lucha de la Revolución Cubana en fábricas, y en campos, en escuelas y universidades, en reuniones de trabajo y frente a grandes concentraciones…
¿Legó Fidel para el 10 de octubre solo un discurso axiológico? No. Si sus fundamentadas conclusiones historiográficas sobre el acontecimiento y las principales figuras que lo lideraron, las contradicciones existentes entre los revolucionarios y el valor de la unidad.
Y en cada intervención iba al pasado heroico y nos lo regresaba al presente, para afirmarnos entonces y ahora que: “Nosotros entonces hubiéramos sido como ellos; ellos hoy hubieran sido como nosotros” (http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1965/esp/ f130365e.html).
La efeméride del 10 de octubre en su concepción, celebración y conducción escolar y universitaria, en la práctica de cómo se enseña y se divulga Historia en Revolución, precisa de recuperar el enfoque, el método, la inteligencia y la práctica fidelista.
El enfoque fidelista de la efeméride del 10 de octubre, en la primigenia y fundacional teoría y práctica de lo que en nuestro Partido asumimos como trabajo político ideológico, resulta en oportunidad para ratificar el valor prospectivo de la Historia. La historia vista como seguridad y confianza en nuestras verdades revolucionarias. La historia convertida en conocimiento para hacer política. La historia como alerta.
Hay que recordar que en aquellos años en que el Comandante dedicó tanto esfuerzo y tiempo a explicar y fundamentar en la Historia la importancia de la unidad y la vergüenza, las virtudes, las limitaciones y errores de los lideres de 1868, y en tanto nuestra identidad agradecida y raigal con lo realmente revolucionario… lo eran de la fundación del actual Partido Comunista de Cuba, recién vencidas las tendencias sectarias que afloraron peligrosamente dentro del propio partido de la Revolución… Entonces en cenáculos ocultos se incubaba la microfracción, y de nuevo la traición en las filas de la Revolución, entre un grupúsculo de falsos super revolucionarios intoxicados de dogmas y ambiciones personales… No tengo dudas de que Fidel también hablaba -conscientemente- para aquellos desagradecidos…
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