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Las encuestas y la Constituyente

Fuentes: Rebelión

No está muy lejos la época en Colombia en que sus domésticos angustiados por la situación del país le preguntaban al presidente de turno ¿qué hacemos? Y este les respondía con pasmosa tranquilidad o talvez cinismo: – «Pues hagan una encuesta». Esta, realizada y trasmitida inmediatamente en la sala de redacción de uno de los […]


No está muy lejos la época en Colombia en que sus domésticos angustiados por la situación del país le preguntaban al presidente de turno ¿qué hacemos? Y este les respondía con pasmosa tranquilidad o talvez cinismo: – «Pues hagan una encuesta».

Esta, realizada y trasmitida inmediatamente en la sala de redacción de uno de los grandes diarios adictos al régimen, se convertía en la fuente final de la legitimidad de la más antigua democracia latinoamericana, y expresión contundente de una «opinión pública» inexistente. En un país tan papista como Colombia, una encuesta equivalía a la verdad infalible y rebelada de la «vox pontificia» y, ahí estaba su «credibilidad» y su fuente de gobernabilidad.

Pero con la masificación del Internet, la globalización neoliberal militarista y el libre comercio; surgieron en Colombia como champiñones después de las lluvias, innumerables firmas encuestadoras que le quitaron el trabajo a las salas de redacción de los grandes medios de comunicación y empezaron a competir entre sí. Y si bien seguían contratando la jugosa elaboración de la encuesta con la dirección de estos grandes medios, no pudieron dejar de ocultar sus métodos matemáticos y sus desacuerdos, y como no había (o no hay) ningún otro medio legitimador de la opinión pública, se ha originado lo que hoy alarmados los directorios políticos del bipartidismo oligárquico denominan «la crisis de credibilidad de las encuestas»: Ya nadie sabe a quién, ni en quien creer.

Según una proyección de las últimas encuestas; Santos el actual candidato- presidente colombiano pierde las elecciones presidenciales frente al voto en Blanco. Gana la primera vuelta pero se verá obligado a ir a una segunda vuelta donde lo derrotará Peñalosa; mientras los demás candidatos (los dos peleles de Uribe y la candidatura de la Izquierda electoral) mantienen un «empate técnico» que dice muy poco a futuro y en cambio sí acrecienta la incertidumbre general.

Entonces, en un país que se debate entre la guerra y la paz (con serias posibilidades de que se pueda llegar en la Habana a un pacto para la finalización del conflicto interno) pero en el cual la «consigna de la paz» ha sido instrumentalizada y manipulada por el candidato presidente Santos para impulsar su reeleción, sin que se haya logrado convertir el verdadero debate sobre la paz en el centro de la campaña presidencial como un asunto de Estado y de supervivencia de la sociedad, la incertidumbre y el desánimo se tornan en el estado de ánimo general.

No es cierto que a Santos le haya faltado «comunicación» a la sociedad colombiana sobre la paz. Lo que le ha faltado es voluntad política para superar los puntos negativos que están atascando el curso de los diálogos en la Habana: 1- El negociar en medio de la guerra que se podía superar rápidamente con un cese bilateral de fuegos o con acuerdos humanitarios concretos.

2- Además de las ambivalencias de Santos quien según las encuestas, un día está por la guerra y al siguiente está por la guerra total; se debe resaltar como uno de los factores más negativos el mantenimiento del guerrerista min-guerra Pinzón, quien más parece un ministro de Uribe Vélez que del propio Santos.

3 «Dejar para después» o posponer o la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente que, prepare un ambiente para la paz en el país y resuelva los principales problemas y contradicciones interinstitucionales generados por la Constitución del 91; dentro de los cuales citaré algunos pocos:

-El papel de la procuraduría y demás «ías» (fiscalía, contraloría, defensoría, veeduría, registraduria electoral, ect) que podrían abarcarse en tópicos concretos como las reformas estructurales a la vergonzosa Justicia que hoy nos rige, al Sistema Electoral que ha hecho posible las elecciones (?) actuales, y una reforma de fondo al Sistema Político que las soporta.

– Reforma a la Salud como la reclamada por las asociaciones médicas y las organizaciones de trabajadores de la salud, que desmonte la cruel ley neoliberal actualmente vigente.

– El Ordenamiento Territorial y defina el desarrollo de la vida campesina, indígena, afrodescendiente y demás comunidades.

– El establecimiento de parámetros constitucionales sobre la niñez, la juventud, la igualdad de género y la sexualidad libre.

Y algunos otros temas que se hayan recogido en el proceso constituyente popular y regional, o que hayan quedado pendientes en los acuerdos alcanzados en la Habana.

De esta manera, y no enviando al comisionado Jaramillo o a De- la-Calle a sermonear a empresarios sobre el futuro de la paz, es como se establecerá una verdadera sintonía y comunicación con la sociedad colombiana sobre el trascendental problema de la paz alcanzable en Colombia, y no tratando de tenderle trampas a Petro para que no apoye a Peñalosa, o se vaya con la candidatura del Polo-UP.

¡Santos; ya no se puede creer en las encuestas, pero en Colombia decimos que cuando el rio suena, es porque trae un músico ahogado!

(*) Alberto Pinzón Sánchez es médico y antropólogo colombiano

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.