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Las FARC-EP en Colombia, una excepción revolucionaria en una era de expansión imperialista

Fuentes: Monthly Review

Desde la década del ´60, Estados Unidos y la oligarquía colombiana en el poder implementaron, repetidamente, campañas socio-económicas y militares para derrotar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP) 1 . Sin embargo, esta ofensiva, cuyo principal objetivo es mantener la acumulación y expansión capitalista, resultó en un revés embarazoso tanto […]

Desde la década del ´60, Estados Unidos y la oligarquía colombiana en el poder implementaron, repetidamente, campañas socio-económicas y militares para derrotar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP) 1 . Sin embargo, esta ofensiva, cuyo principal objetivo es mantener la acumulación y expansión capitalista, resultó en un revés embarazoso tanto para el imperialismo de Estados Unidos como para la clase dominante colombiana.

En una época de crecimiento y profundización del imperialismo norteamericano, es importante examinar este fracaso. A lo largo de las últimas cuatro décadas, a pesar de los esfuerzos de EEUU, aumentó el apoyo a la que viene siendo continuadamente la más importante fuerza militar y política en América del Sur en oposición al imperialismo. Examino la forma como las FARC-EP no sólo mantuvieron una presencia sustancial en la mayor parte del país, sino que ha respondido agresivamente a la permanente campaña contrainsurgente. También revelo como es falsa la propaganda de los gobiernos de EEUU y de Colombia afirmando que las FARC están por ser derrotadas. Este análisis proporciona un ejemplo de cómo un movimiento orgánico contemporáneo, movimiento socio-político con una base de clase, puede enfrentarse eficazmente con el poder imperial en una época de contrarrevolución global.

Algunos antecedentes históricos

Hace muchos años, Che Guevara viajó a través de Colombia y escribió en su Diarios de Motocicleta (Ocean Press 2004, p. 157) que en la llamada más antigua democracia de América Latina continúa «más represión de la libertad individual» que en cualquier otro país por él visitado. Desde el viaje del Che, poco ha cambiado.

A mediados del siglo XX, Colombia fue precursora de muchas cosas en América Latina. Colombia fue el primer Estado en recibir asistencia del Banco Mundial (entonces llamado Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo). Fue también el primer país en recibir oficialmente asistencia militar contra-insurreccional de EEUU. Durante la década del `60 el porcentaje del presupuesto nacional destinado a gastos militares, con el objetivo de combatir a campesinos y fuerzas guerrilleras, superaba el 15%.

Actualmente, Colombia se encuentra en los espasmos de una guerra civil, encuadrada en un modelo de economía neoliberal y de completa subordinación a EEUU. Un pequeño grupo de latifundistas y capitalistas muy ricos dentro del país tienen la capacidad directa de afectar la política gubernamental y las condiciones económicas. La polarización de la riqueza es extrema. El 3% más rico detenta más del 70% de la tierra cultivable, mientras que el 57% subsiste con menos del 3% de esa tierra. El 1% más rico de la población controla el 45% de la riqueza, mientras la mitad de la tierra agrícola es detentada por el 37% de los latifundistas. 2

El presidente actual, Alvaro Uribe Vélez, intentó aplicar un modelo neoliberal por toda Colombia a través de la privatización en masa, de la remoción de las tarifas y de restricciones a los sindicatos de trabajadores. Uribe apoyó medidas que reducían los topes por horas extraordinarias, aumentaban la edad de jubilación en un tercio, y reducían los salarios de los trabajadores públicos en un 33%. Luego de la reestructuración neoliberal la desproporción en la riqueza aumentó todavía más. En 1990, la brecha de ingresos entre los más pobres y los más ricos era de 40,1. En el 2000 esa brecha alcanzó a los 80,1. 3 Esta realidad económica subyace a todos los acontecimientos legales y políticos en Colombia. Aparte de todas las necedades hipócritas sobre la democracia y el Estado de Derecho, el Estado colombiano es gobernado a través de una gran brutalidad que Chávez de Venezuela llamó de «oligarquía rancia» apoyada, obviamente, por Estados Unidos.

Ante esta realidad, en Colombia se mantuvo una fuerte tradición de oposición de izquierda. En un ensayo de 1872, «The Possibility of Nonviolent Revolución» (La posibilidad de una revolución no violenta), Marx sugirió que algunos países pueden tener un proletariado que «puede alcanzar su objetivo a través de medios pacíficos»; sin embargo, afirmaba que «debemos también reconocer el hecho de que en la mayoría de los países» este no será el caso» y que «la palanca de nuestra revolución tendrá que ser la fuerza». De ser así en algún país del mundo hoy, ese país es Colombia.

La conciencia de clase en Colombia se construye orgánica y gradualmente frente a la clase dominante. Desde finales de la década de 1930 hasta 1950, varias centenas de colombianos de origen rural, de ideología comunista, se organizaron en estructuras de cooperación y seguridad en respuesta a la expansión de los intereses capitalistas que penetraban en las tierras del interior. La represión y la violencia promovidas desde el Estado contra los pequeños propietarios de tierras, campesinos, trabajadores rurales y otros semi-proletarios, encontraron una respuesta pacífica pero firme (y armada). Intentando existir como una comunidad geográfica autónoma, estos «grupos de auto-defensa» estaban basados en núcleos de campesinos trabajando la tierra colectivamente en regiones relativamente aisladas del país. Ellos intentaron establecer una sociedad estable, no corrompida, basada en el control local, y contener al gobierno central represivo a través de la extensión de las comunidades y otras áreas.

Con el apoyo de una minoría significativa de la población rural, estos grupos localizados de auto-defensa expandieron progresivamente sus esferas de influencia a finales de la década de 1950 y principios de 1960, para incluir múltiples áreas del sur y el centro de Colombia. En 1964, más de 16 de estos grupos de comunidades se habían sido establecidos con éxito por todo el país. Las comunidades, aunque pacíficas, eran consideradas una tremenda amenaza no sólo a la clase de los grandes latifundistas y de los capitalistas urbanos en ascenso, sino también a los intereses geopolíticos de Estados Unidos. Como resultado de ello, estas regiones se tornaron blancos militares durante la ofensiva de la Guerra Fría en América Latina, la cual se intensificó durante la administración Kennedy. 4

En mayo de 1964, Estados Unidos y el gobierno colombiano acordaron llevar a cabo ataques contra las colectividades rurales, siendo el punto de inicio la región de Marquetalia, en el departamento de Tolima, en el sudeste de Colombia. El asalto militar, iniciado el 27 de mayo, fue posible debido al amplio apoyo económico y militar de EEUU a través del Plan para la Operación de Seguridad Latinoamericana. En consecuencia, las FARC-EP consideran esa fecha del 27 de mayo de 1964, la fecha oficial de su origen. Contrariando informes diversos respecto a que las FARC habrían sido liquidadas, la organización no sólo mantuvo su existencia, sino que se expandió sistemáticamente por todo el país.

Las FARC-EP – siguiendo los protocolos I y II de las Convenciones de Ginebra, que estipulan que los movimientos armados de oposición compitiendo por el poder estatal deben organizarse formalmente en un padrón militar jerarquizado visible – están formalmente organizadas como un Ejército del Pueblo con una clara cadena de mando. El Secretariado del Estado Mayor Central es constituido por siete miembros (Manuel Marulanda Velez, Raúl Reyes, Timoleón Jiménez, Iván Marquez, Jorge Briceño, Alfonso Cano e Iván Ríos), que supervisan el Estado mayor General compuesto por veinticinco miembros específicamente localizados en siete bloques por todo el país (Oriental, Occidental, Sur, Central, Magdalena Central, Caribe, César). En cada uno de estos bloques hay un número de frentes que contienen, en promedio, 300 a 600 combatientes por unidad. En 2002, era generalmente reconocida la existencia de 150 frentes en todo el país. Los números obtenidos por el autor a través de la observación permanente directa y de entrevistas abiertas con las FARC-EP, establecen que hay por lo menos 12 frentes adicionales. Hoy el número de regiones en Colombia con presencia significativa de las FARC-EP es sustancial: sin embargo, muy poco análisis de este tópico fue recogida, examinada o presentada a un público más amplio.

Inmediatamente después de su fundación, la insurgencia estuvo activa en cuatro municipalidades y expandió su influencia durante las décadas de 1970 y 1980. Fue durante la década de 1990 – con el ascenso de las políticas económicas neoliberales acompañadas por un estado de represión creciente, muchas veces ejecutado con indescriptible brutalidad por los paramilitares apoyados por el gobierno – que las FARC-EP aumentaron dramáticamente su presencia en todo el país. Un estudio publicado en 1997 reveló que la rebelión tenía influencia real en 622 municipios (de un total de 1.050) 5 En 1999, las FARC-EP habían aumentado su poder más allá del 60% del país, y en menos de tres años se estimaba que más del 93% de todas las «regiones de población reciente» en Colombia tenían una presencia de la guerrilla. 6 Un ejemplo es el departamento de Cundinamarca, que cerca completamente a la ciudad capital de Bogotá. En esta área el poder de las FARC-EP se extiende a través de 83 de las 116 municipalidades. A pesar de que su poder varía en cada lugar, hay buenas razones para creer que las FARC-EP están presentes en todos los municipios de Colombia.

Algunas áreas están formalmente organizadas por las FARC-EP con escuelas, instalaciones médicas, estructuras judiciales básicas, y así por delante, en tanto otras pueden tener a la guerrilla presente aunque con una capacidad mucho menor. Junto al ascenso material de las FARC-EP no se puede negar que la rebelión tiene un considerable apoyo de parte de la población civil. A lo largo de los últimos años, un número creciente de habitantes rurales comenzó a emigrar hacia las regiones ocupadas por las FARC-EP, sea por seguridad o por solidaridad. Durante las negociaciones de paz entre los rebeldes y el gobierno colombiano (1998-2002), más de 20 mil personas emigraron hacia la Villa Nueva Colombia controlada por las FARC-EP en apenas un año. Muchos preferían vivir en el refugio seguro de los rebeldes una vez que les proporcionaba una sensación de seguridad y la capacidad de crear proyectos alternativos de desarrollo basados en la comunidad. 7 No hay mejor ejemplo del creciente apoyo a las FARC-EP de que el número de habitantes rurales que entraron en la zona desmilitarizada (ZDM) mantenida por las FARC-EP, adquirida por los insurrectos durante las conversaciones de paz. La ZDM, antes de la consolidación (oficial) de las FARC-EP, tenía una población del orden de los 100 mil habitantes. 8 En el tiempo en que el gobierno colombiano invadió la región después del fin de las negociaciones de paz, había aproximadamente 740 mil colombianos que habían emigrado hacia el territorio detentado por la guerrilla. 9

CUADRO 1 – Cuatro décadas del crecimiento de las FARC-EP en los municipios colombianos

Año

Municipios

Porcentaje de Municipios

1964

4

0,04

1970

54

0,50

1979

100

9,00

1985

173

15,00

1991

437

41,00

1995

622

59,00

1999

1000

95,00

2004

1050

100,00

Fuentes : Grace Livingstone, Inside Colombia (London: Latin American Bureau, 2003), 8; James F. Rochlin, Vanguard Revolutionaries in Latin América (London: Lynne Reinner Publishers, 2003), 99; FARC-EP, FARC-EP Historical Outline (Toronto: International Commission, 2000), 14; Jesus Bejarano Ávila, Camilo Enchandia, Rodolfo Escobedo & Enrique Querez, Colombia: Inseguridad, Violencia y Desempeño Económico en las Areas Rurales (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 1997), 133; Timothy Wickham-Crowley, Guerrillas & Revolution in Latin America (Princeton, N. J.: Princeton University Press, 1992), 109-10; Jorge P. Osterling, Democracy in Colombia (Oxford: Transaction Publishers, 1989), 99.

A lo largo de cuatro décadas desde sus inicios, las FARC-EP se transformaron en un movimiento organizado y complejo. Su programa enfoca una variedad de cuestiones políticas críticas, sociales, culturales y económicas. A partir de en una investigación en curso conducida por el autor, la base de apoyo de la organización se expandió desde su base del campesinado de subsistencia para incorporar poblaciones indígenas, afro-colombianos, desplazados, trabajadores rurales sin tierra, intelectuales, sindicalistas, profesores y sectores populares urbanos. Un 45% de sus miembros y comandantes son mujeres. Lo que comenzó como una lucha campesina por la tierra rural, trabada principalmente por campesinos en la década de 1960, se transformó desde entonces en un movimiento socio-político nacional con objetivos de desarrollo alternativos a través de la concretización de una sociedad socialista. Al construir una base de apoyo sustancial, una distribución geográfica amplia, y un modelo ideológico de emancipación que se expande, las FARC-EP se tornaron, con la excepción de Cuba, en la mayor y más poderosa fuerza revolucionaria – política y militar – en el Hemisferio Occidental.

Las FARC-EP, al contrario de muchos otros movimientos y luchas revolucionarias recientes en América Central y del Sur, son una organización basada en el campesinado que se mantuvo revolucionario. Los revolucionarios no fueron formados en las aulas ni en las Iglesias; ellos no son un movimiento liderado o ampliamente constituido por abogados, estudiantes, médicos o curas. Por el contrario, los dirigentes de las FARC-EP, la base de apoyo y los adherentes se tornaron el verdadero piso a partir del cual se sustenta su subsistencia, pues los insurgentes han sido largamente constituidos por campesinos de la Colombia rural, componiendo el 65% de sus miembros. Esto es importante comprenderlo cuando se discute sobre las fuerzas contemporáneas formadas contra los rebeldes.

La necesidad imperial de la contra-insurrección

Para responder a su fracasos sistemáticos en los intentos de derrotar a las FARC-EP desde 1964, las administraciones políticas de Estados Unidos y de Colombia reformularon recientemente sus planes de contra-insurrección. Parte de la razón para esto es el fracaso de la orientación anterior: el Plan Colombia de Clinton. El Plan Colombia reforzaba el dominio militar colombiano sobre la administración civil del país, a través de la inyección masiva de dinero norteamericano. La ayuda de EEUU a Colombia en 1995 era de 30 millones de dólares. Bajo el Plan Colombia, Estados Unidos desembolsó 2.400 millones de dólares entre 1999 y 2002, de los cuales el 81% para la compra de armamento. 10 Este plan fue promovido como medio de reducir la disponibilidad y la utilización de cocaína en EEUU. Sin embargo, ni paró el flujo de cocaína para los países consumidores, ni proporcionó a los campesinos colombianos una alternativa al desarrollo de la cultura ilícita. En la primavera de 2005, se reconoció que el nivel de coca cultivado en Colombia había, por el contrario, aumentado.

Antes de la intervención directa de EEUU en Colombia a través del Plan Colombia, las áreas de cultivo rondaban entre las 40.000 y 50.000 hectáreas (1986-1996). Con el Plan Colombia, las áreas de coca aumentaron dramáticamente. Durante el auge del Plan Colombia (2001) alcanzaron el máximo histórico de 169.000 hectáreas. A pesar de haber un ligero descenso en 2002-2003, las estimaciones actuales sugieren que el cultivo de coca está nuevamente en aumento. De hecho, lo que ocurrió en la industrialización de los narcóticos fue una monopolización del procesamiento, de la producción, de la distribución interna y del tráfico internacional de la coca por las fuerzas de las Autodefensa Unidas de Colombia (AUC), la principal organización paramilitar. Las AUC admitieron abiertamente que financiaban a sus tropas contrarrevolucionarias sobre todo a través de la industria colombiana del narcotráfico. Aproximadamente 80% del financiamiento paramilitar viene del tráfico de droga. 11 La realidad del Plan Colombia de Clinton fue que las fuerzas paramilitares – indirectamente entrenadas por Estados Unidos y apoyadas por el ejército colombiano – controlan ahora la industria de la droga. Las FARC-EP, muchas veces acusadas de «narcotráfico» por la propaganda de Estados Unidos, están apenas involucradas en cobrar impuestos a los revendedores, aquellos que compran las hojas a los campesinos. 12 Como máximo, un 2,5% de todo el cultivo de coca en el país está indirectamente ligado a las FARC-EP. 13

Aunque la fachada de guerra a las drogas ha sido de cierta forma útil durante algún tiempo, la contra-insurgencia norteamericana-colombiana quedó debilitada al tornarse evidente la mistificación. Por lo tanto, los gobiernos aliados de Bush y Uribe pasaron a una campaña armada contra la base de apoyo popular de la insurgencia bajo una nueva consigna: la «guerra al terror».

Cuando el Plan Colombia fue presentado por primera vez, una cantidad sorprendente de opositores se levantó contra el plan de la administración Clinton. Como resultado de esa presión, el gobierno acordó en limitar el número de tropas norteamericanas y de fuerzas privadas contratadas autorizadas a entrar en territorio colombiano a 800 efectivos (400 del ejército de EEUU y 400 de personal contratado). Con George Bush, lun autoproclamado presidente de la guerra, el Departamento de Defensa terminó con esos límites a la participación de EEUU e inició una campaña ofensiva directa de agresión armada contra regiones específicas de Colombia. Esta iniciativa en curso es llamada de Plan Patriota.

El Plan Patriota contemplaba un enorme aumento de la participación del ejército norteamericano y de las fuerzas del sector privado en el combate armado en Colombia. Los ataques han sido ejecutados conjuntamente por combatientes privados y militares de Estados Unidos, conduciendo a más de 20 mil soldados colombianos en una política de tierra quemada dirigida a la población civil. El plan está en gran parte concentrado en los departamentos del sur de Colombia, Putumayo, Caquetá, Nariño y Meta.

La política reformulada y ampliamente pregonada con la justificación hipócrita de la «guerra a la droga», es un producto de la explotación de los ataques del 11 de setiembre 2001 por parte de la administración Bush para fines claramente imperiales. Etiquetar movimientos revolucionarios marxistas como «terroristas» es un término sin significado, pero ayuda a reprimir la oposición interna a la intervención militar global de EEUU. Bajo la nueva doctrina oficial de EEUU, la clasificación ampliada de terrorista permite un salto a través de la máquina militar de EEUU (en total violación al derecho internacional en vigor), por lo tanto la mitad o más de Colombia está sujeta a la guerra total contra la población campesina.

El Plan Patriota fue presentado por lo militares colombianos como un preludio para la renovación de las anteriores negociaciones del gobierno con las FARC-EP, que ellos mismos habían saboteado. El general Reinaldo Castellanos afirmó: «nuestra actividad y la fuerza con la cual debe ser ejecutada tiene que obligar (a los rebeldes) a sentarse (en la mesa de negociaciones) bajo las condiciones definidas por el gobierno.» 14 Habitantes rurales me contaron en entrevistas que el general había impulsado a sus tropas a cometer ataques asesinos contra civiles desarmados, campesinos, y supuestos simpatizantes de los rebeldes. Bajo estas circunstancias, hablar de negociación para resolver el conflicto no tiene significado. El ejército de EEUU no tiene tal pretensión. En octubre 2002, una fuga de informes indicaba que los Marines de EEUU tenían «ordenes de eliminar a todos los oficiales superiores de las FARC-EP (…) dispersando a aquellos que escapasen a los rincones remotos de la Amazonía». 15

Estados Unidos y el gobierno colombiano intentan crear una imagen de que sus nuevos métodos de guerra están funcionando. Se afirma repetidamente que el ejército colombiano está «por ganar» y entrar profundamente en las fortalezas de las FARC-EP. En un típico artículo anónimo, son citados «oficiales de EEUU» como afirmando que las FARC-EP «fueron significativamente degradas» y que ahora «no hay ninguna parte donde las fuerzas colombianas no puedan llegar». La pieza dice que en el pasado «había enormes fajas de territorio dominadas por las FARC. El gobierno no podía ejercer la soberanía en esos lugares, y las FARC eran libres de planear más operaciones y entrenar reclutas en esas áreas», pero «ahora el grupo marxista no puede usar esas áreas como refugio, reclutando bases o lanzando puntos de operaciones». En el pasado mes de abril, el general de la Fuerza Aérea de EEUU, Richard B. Myers, afirmó que la actual campaña de contra-insurgencia a ser ejecutada en Colombia estaba por derrotar a las FARC-EP. Myers fue citado afirmando que «estamos por vencer» y que «la cooperación entre los Estados Unidos y Colombia debe reflexionada por todo el mundo» pues «el futuro está en la capacidad de las naciones para cooperar y concentrarse contra los extremistas». Sin embargo, está muy claro que el Plan Patriota, de hecho, fracasó totalmente en derrotar a las FARC-EP. 16

A pesar de la propaganda de que el Plan Patriota era destinado a combatir a las FARC-EP, lo que realmente está aconteciendo es un intento de «drenar el mar». Los blancos son los campesinos desarmados, debido al hecho de que la capacidad militar, el poder y el apoyo de las FARC-EP tiene su origen en este sector social. Las ofensivas del Plan Patriota fueron ejecutadas contra «extensas regiones sospechosas de rebeldía». Durante las primeras fases del Plan Patriota, James Hill, el anterior jefe del Comando Sur de EEUU, admitió que la campaña reformulada comenzó con «un ataque en áreas rurales donde los campesinos agricultores locales apoyaban a las FARC», y no contra el propio ejército guerrillero. 17 En respuesta a esta táctica brutal, las FARC-EP comenzaron deliberadamente a disgregarse en las montañas y fueron capaces de quitar presión de las áreas específicas donde habían recibido apoyo indígena y de los campesinos. Pero los ataques del ejército colombiano y las tropas de EEUU contra los campesinos, de hecho, construyó más apoyo para las FARC-EP que lanzaron emboscadas y contra-ataques.

Las relaciones entre el campesinado y las FARC-EP permanecieron firmes por más de medio siglo y es visible a través de gran parte de la Colombia rural. Al principio del Plan Patriota, sin embargo, cambiaron relativamente algunas características socio-geográficas de las alianzas de las FARC-EP con el campesinado rural. Un ejemplo de esto fue documentado cuando yo dirigía una investigación en el departamento de Huila. Pude notar que había una visibilidad insurgente mínima en áreas donde la guerrilla tenía una fuerte presencia siete años atrás. En tiempos pasados, era habitual ser parado por los puntos de control de las FARC-EP en las carreteras principales y secundarias o ver miembros de la guerrilla conversando con personas de la comunidad. Hablando con gente de esa comunidad y en una entrevista posterior con Raúl Reyes, responsable de la Comisión Internacional de las FARC-EP, me contaron que las fuerzas guerrilleras que habían permanecido en el área habían reducido su presencia visible para prevenir una agresión del Estado contra el pueblo local. Reyes explicó que las FARC-EP estaban intentando limitar las oportunidades de entrada de las fuerzas norteamericanas y del Estado colombiano en las regiones habitadas por los campesinos que son apoyo de la revolución. El ejército colombiano detenta un record horrendo en violación de los derechos humanos contra los no-combatientes y, por esta razón, las FARC-EP, durante períodos específicos de 2003 y 2004, prefirieron limitar su presencia visible inmediata en la esperanza de disminuir la posibilidad de daños contra la población rural dentro de las extensas zonas de las FARC-EP. Pero esta retirada fue puramente táctica y con el desarrollo de los acontecimiento la revolución no fue marginada por el Plan Patriota, sino que por el contrario aumentó

La respuesta al Plan Patriota

Mientras que el acceso a través de las regiones fronterizas que cercan los departamento de la Colombia del sur está impedido por el accionar de los militares y de los paramilitares apoyados por el Estado, las áreas internas son como siempre totalmente controladas por las FARC-EP y de hecho, están en expansión. En los últimos dos meses de 2004, fue evidente que las FARC-EP en realidad habían aumentado el tamaño de sus fuerzas combatientes en varias regiones, contradiciendo al gobierno y las noticias de los medios de comunicación dominantes. Sólo en el mes de diciembre, las FARC-EP aumentaron la dimensión de sus efectivos con un total de cien nuevos combatientes entrenados en apenas un municipio. Durante mi entrevista con Raúl Reyes, me dijo: «mire alrededor, aquí estamos. ¿Ve alguna tropa gubernamental? El Plan Patriota no dispersó a las FARC-EP. Nos movemos libremente por la región como lo hemos hecho en los últimos años». En tanto, la retirada hacia las montañas durante períodos específicos de 2003 y 2004 es muy diferente de aquello que la revolución hace desde principio de 2005. Las FARC-EP estaban en retirada táctica antes de la ofensiva militar colombiana/norteamericana pero preparaban la contra-ofensiva, demostrando un método totalmente nuevo de lidiar con el Plan Patriota.

Desde febrero 2005, las FARC-EP se mostraron en el tope de la lista de movimientos socio-políticos armados que combaten al imperialismo. Las primeras ofensivas, iniciadas en los primeros dos días del mes, fueron clasificadas como «el peor período de dos días para las fuerzas armadas desde que el presidente Alvaro Uribe tomo posesión en agosto 2002 prometiendo derrotar a los rebeldes en el campo de batalla». 18 Las FARC-EP atacaron un gran contingente militar equipado con «cañoneras fluviales, un avión Phantom artillado y helicópteros». Pocos días más tarde la ofensiva fue clasificada como «el más sangriento ataque rebelde en dos años.» 19 El Bloque Oriental de las FARC-EP (uno de los siete bloques) estimó una media de un gran ataque por día solamente en el mes de febrero.

A diferencia de años anteriores, cuando a una confrontación seguía una pausa de varios días o más, las FARC-EP permanecieron alertas en su ofensiva. Durante los días siguientes la insurgencia ejecutó operaciones tácticas más pequeñas hasta el 9 de febrero, cuando las fuerzas guerrilleras montaron otro gran ataque que emboscó 41 soldados en la provincia selvática de Urabá y mataron por lo menos 20 soldados colombiano, hiriendo a varios y dejando desaparecidos a otros miembros de la 17ª Brigada. El ataque a la 17ª Brigada fue entonces considerado «como el más mortífero ataque a las fuerzas armadas en muchos años». La campaña iniciada en febrero continuó con una serie sucesiva de ataques exitosos al ejército colombiano, ilustrando dramáticamente que las FARC-EP no sólo mantenían su existencia sustancial y base de apoyo, sino que crecían en fuerza a pesar de una ofensiva determinada por parte de las fuerzas militares más poderosas y crueles del mundo.

CUADRO II Cuatro décadas de crecimiento de las fuerzas combatientes de las FARC-EP

1964

48

1965

750

1970

1.000

1978

2.000

1983

3.000

1986

4.000

1991

7.600

1992

18.000

1994

32.000

2002

40.000

2004

50.000

Fuentes: Charles Bergquist, Ricardo Peñaranda, & Gonzalo Sánchez, Violence in Colombia 1990-2000 (Wilmington, Del.: Scholarly Resources Inc., 2003), 15 (1991); Russel Crandall, Driven by Drugs (London, UK: Lynne Rienner Publishers, 2002), 61 (1965); FARC-EP, FARC-EP Historical Outline (Toronto, Ont.: International Commission, 2000), 17 (1964); Jorge P. Osterling, Democracy in Colombia (Oxford: Transaction publishers, 1989), 294 (1970-1986); Nazih Richani, Systems of Violence (New York: SUNY, 2002), 76 (1992-1994); encuesta en curso dirigida por el autor y James Sacouman (2002-2004). Se puede argumentar que los últimos números (2002-2004) son altos comparados con las estimaciones de fuentes estatales de EEUU. Las estimaciones de las fuerzas de las FARC-EP han sido constantes durante los últimos cinco años, a pesar de que la expansión geográfica de la insurgencia fue notable (ver Cuadro I). Al conducir una encuesta en primera mano y entrevistas en diez departamentos de Colombia, descubrí que lejos de permanecer constantes, los miembros de las FARC-EP habían crecido en relación con el aumento de la extensión del movimiento. Ha sido bien documentado que las FARC-EP tienen cerca de 105 frentes, y que hay una media de 300-600 insurgentes por frente. Esto resulta en la media conservadora de 46.000 combatientes de las FARC-EP, que es aproximadamente el número obtenido a través del proceso de entrevistas.

El futuro inmediato de Colombia y el papel de las FARC-EP

En la primavera 2004, Raúl Reyes consideró que el apoyo a las FARC-EP estaba creciendo y que su objetivo de tomar el poder estatal estaba por tornarse una realidad cada vez más próxima. Desde la primavera 2004, la insurgencia viene alineando cada vez más su programa para apoyar directamente los intereses de los explotados dentro de las regiones rurales del país. La contra-ofensiva de las FARC-EP iniciada el 1º de febrero 2005 demuestra la profundidad creciente de su fuerza. La dinámica de la estrategia revolucionaria de las FARC-EP se desarrolla y aumenta.

En mayo de 1982, las FARC agregaron oficialmente «Ejército del Pueblo» a su nombre, de allí FARC-EP. El razonamiento por detrás de esta estrategia fue doble. El primero fue que el Secretariado, a través de una estrategia marxista-leninista, comprendió que sólo a través del apoyo del pueblo podía ser creada una sociedad socialista, y que por otro lado, las FARC-EP tendrían que «desempeñar un papel decisivo en ganar el poder para el pueblo». 20 La segunda razón se basó en la actividad militar de la guerrilla. La ideología revolucionaria de la insurgencia estaba fuertemente afirmada en el mantenimiento de características de guerrilla con estructura defensiva y operaciones de carácter militar. Con todo, la insurgencia reconoció la necesidad de iniciar su desarrollo histórico a través de la expansión de un «auténtico movimiento de guerrilla ofensiva». 21

Durante años los insurgentes ejecutaron sus padrones tácticos de ataques a un micro nivel contra las fuerzas estatales/paramilitares sin forzar al enemigo a continuas guerras de asalto en plena escala. Las acciones iniciadas en las primeras semanas de 2005 marcan un cambio importante. Aunque manteniendo su estructura de guerrilla, las FARC-EP se has apartado de las operaciones en pequeña escala y avanzado hacia confrontaciones directas en gran escala, continuas e implementadas a través de ataque bien orquestados, simultáneos, contra las fuerzas estatales en muchas partes del país. En la última semana de junio 2005, las FARC-EP llevaron a cabo una gran emboscada a una gran unidad militar en la lejana provincia del sudoeste de Putumayo (el peor número de bajas en un solo día para los militares desde que Uribe llegó al poder), y enfrentaron con éxito a las tropas del ejército en Santander del Norte, cerca de la frontera venezolana en el otro extremo del país. Desde julio y principio de agosto, las FARC-EP se apropiaron totalmente del departamento de Putumayo incluyendo varias áreas adyacentes al sudoeste.

El régimen de Uribe apoyado por EEUU dirige un país donde la tortura y el asesinato de los militares y paramilitares apoyados por el Estado quedan impunes. Colombia, reiteradamente, es reconocido como el país más peligroso del mundo para ser sindicalista, con centenas de asesinados en los últimos años, mientras que nadie ha sido castigado. Envenenados por las operaciones de fumigación «anti-droga» de EEUU y asesinados por los soldados y paramilitares colombianos, los campesinos han sufrido enormemente en los años del Plan Colombia de Clinton y el Plan Patriota de Bush/Uribe. Bajo tales circunstancias, la respuesta heroica de las FARC-EP es un testimonio del espíritu humano. Ellas demuestran no sólo que el apoyo con conciencia de clase a la revolución puede ser creado en poblaciones sujetas a la más extrema brutalidad por parte de las fuerzas del imperialismo norteamericano y de la oligarquía asesina colombiana, sino también que a través de la solidaridad y la bravura emancipatoria la guerrilla armada revolucionaria, con éxito, permanece una opción viable en la geopolítica contemporánea.


 

1 La versión en portugués de este trabajo puede leerse en Resistir.info ( http://resistir.info/ ) y en Portal Popular de Brasil ( http://www.portalpopular.org.br/ )

2 Garry M. Leech, Killing Peace (New York: Information Network of the Americas, 2002), 9; Ramsey CIark, «The Future of Latin America» in War Ín ColombÍa (New York: InternationaI Actíon Center, 2003), 23-47.

3 Doug Stokes, America’s Other War (London: Zed Books, 2005), 130.

4 Ernest Feder, The Rape of the Peasantry (New York: Anchor Books, 1971, 189. James Ferras &: Maurice Zeitlin, Latin America: Reform of Revolution? A Reader (Greenwich, NY: Fawcett Publications, 1985), 335; an Catherine C. LeGrand Frontier Expansion and Peasant Protest in Colombia 1850-1936 (University of Mexico Press, 1986), 163.

5 Jesús Bejarano AviIa, Camilo Enchandia, RoIdoIfo Escobedo, &: Enrique Querez, Colombia: Inserguridad, Violencia y Desempeno Economico en las Areas Rurales (Bogotá: Universidad Externado de CoIombía, 1997), 133.

6 Charles Bergquist, Ricardo Peñaranda, & GonzaIo Sánchez, Violence in Colombia 1990-2000 (Wilmington, DeI. SchoIarly Resources Inc., 2003), 15; Nazih Richani, Systems of Violence (New York: SUNY, 2002), 68

7 Garry M. Leech, Killing Peace, 78.

8 Mark Chernick, «EIusive Peace: StruggIing Against the Logic of VioIence,» NACLA Report of the Americas 34, no. 2 (2000): 32-37.

9 Scott Wilson, «CoIombia’s RebeI Zone: World Apart,» October 18, 2003, http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/wor Id/issues/co Iombiareport/.

10 Nazih Richani, «The Politics of Negotiating Peace in CoIombia» NACLA Report on the Americas 38, no. 6 (Maio-Junho de 2005): 18.

11 RusselI CrandalI, Driven by Drugs: US. Policy Toward Colombia (London: Lynne Rienner Publishers, 2002), 88.

12 Ver Stan Goff, Full Spectrum Disorder (New York: Soft SkulI Press, 2004), 33.

13 Wilson, «CoIombia’s RebeI Zone.»

14 Como citado em Juan FabIo Toro, «CoIombia Say’s It’s Winning Vs. RebeIs», 11 de Novembro, 2005, http://www.kansascity.com.

15 Peter Gorman, «Marines Ordered into CoIombia: February 2003 is Target Date», 25 de Outubro, 2004, http://www.narconews.com/article.php3?ArticleID=I9.

16 Jim Garamone, «U.S., CoIombia Will Continue Pressure on Narcoterrorists», 12 de AbriI, 2005, http://www.defenselink.mil!news/Apr2005/200504I2_563.htmI .

17 Jason Webb, «CoIombian RebeIs Strike Again, KílI Eight Troops,» 2 de Fevereiro, 2005, http://www.reuters.com.

18 Associated Press, «RebeI Rockets Kill 14 SoIdiers, CoIombia Says,» 1 de Fevereiro, 2005, http://msnbc.msn.com/id!6894272/.

19 Jason Webb &: Luis Jaime Acosta, «Marxist RebeIs Ambush, Kill 20 CoIombian Troops,» e «Marxist RebeIs KilI 17 CoIombian SoIdiers,» 9 de Fevereiro, 2005, http://www.reuters.com.

20 William J. Pomeroy, Guerrilla Warfare and Marxism (New York: InternationaI Publishers, 1968), 313.

21 FARC-EP, FARC-EP Historical Outline (Toronto: International Commission, 2000),



James J. Brittain es
Profesor de Sociología en la Universidad de New Brunswick, Canadá
Monthly Review Nº 4, Volúmen 57
Estados Unidos, septiembre 2005
Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa