El presidente Álvaro Uribe, víctima de una inmensa egolatría y obsesionado por su dudosa reelección, persiste en jugar todas las cartas a la confrontación armada. Está convencido de que la ayuda financiera, logística y operacional que recibe del gobierno de los Estados Unidos, será suficiente para inclinar la balanza de la victoria a su favor. […]
El presidente Álvaro Uribe, víctima de una inmensa egolatría y obsesionado por su dudosa reelección, persiste en jugar todas las cartas a la confrontación armada. Está convencido de que la ayuda financiera, logística y operacional que recibe del gobierno de los Estados Unidos, será suficiente para inclinar la balanza de la victoria a su favor. Por eso desata por completo el poder violento del Estado contra la insurgencia revolucionaria y el pueblo de Colombia que la integra y anima.
Las detenciones en masa practicadas a diario, la arremetida paramilitar consentida, el destierro forzoso, los asesinatos, desapariciones y torturas, los frecuentes errores militares, las fumigaciones, las amenazas, los humillantes retenes del Ejército, la intimidación policial, los bombardeos y ametrallamiento constantes de aviones de guerra, helicópteros, embarcaciones fluviales y tanques de guerra, se añaden a las incontables Brigadas Móviles de soldados mercenarios armados hasta los dientes, Batallones regulares, soldados campesinos y redes de informantes pagos con los que el régimen pretende imponer la sumisión absoluta a sus políticas.
Pese a la gigantesca campaña de propaganda que adelantan los poderosos medios de comunicación al servicio de la ofensiva fascista de Uribe, la realidad indica que los miles de millones de dólares y las porciones cada vez mayores del presupuesto nacional que en forma ruin se dilapidan en la guerra, no producen otro efecto que incrementar el dolor, el luto y la miseria de considerables núcleos de la población colombiana.
Las FARC-EP somos objeto de la mayor agresión militar que registre la historia de este país, pero a su vez somos artífices de la más heroica e invencible resistencia guerrillera enfrentada por la oligarquía y su Estado criminal en el último medio siglo.
El Bloque Oriental de las FARC-EP causó desde Arauca, donde impera la Operación Borrasca , al Caquetá, donde campea el Plan Patriota, siendo incompletos los datos, 238 bajas a las tropas oficiales durante el mes de octubre. La demencia uribista se traduce en un centenar de sus hombres muertos y un número aún mayor de heridos. Más bajas que las de cada mes anterior que fueron incluso superiores. La fanfarronería presidencial carece de argumentos y oculta esta grave verdad.
Nuestra fortaleza reside en la justicia de la causa que defendemos, en nuestro arraigo en el corazón del pueblo colombiano y en la unidad y disciplina con las que durante cuarenta años hemos practicado invictos la táctica guerrillera móvil.
La paz y la justicia social en Colombia no pueden depender del carácter irascible de un presidente que solo entiende de rendiciones. Es necesario que se levante un torrente de voces de colombianos actuantes por la solución política al grave conflicto que vive el país.
Los oficiales subalternos, los suboficiales, los soldados y las familias de todos ellos están llamados a pronunciarse contra su envío a un sacrificio inútil en las montañas. Otro país, democrático, soberano y en desarrollo, tiene que surgir del esfuerzo vigoroso y mancomunado de la mayoría de compatriotas decididos a poner fin a la farsa vigente.
Las FARC-EP continuaremos con nuestras armas y banderas en alto hasta lograr esa victoria.
Montañas del oriente colombiano, 2 de noviembre de 2004
Estado Mayor del Bloque Oriental de las FARC-EP