A través de una carta, difundida por la Cadena Radial Bolivariana Voz de la Resistencia, los comandantes guerrilleros Rodrigo Granda y Jesus Santrich, expresan, a nombre de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP) su agradecimiento por las «muestras de solidaridad internacionalista y revolucionaria de todos los bolivarianos de Colombia y de Nuestra América», y afirman que «empeñarán sus vidas» para no defraudar a quines creen en la lucha de los pueblos. A continuación se reproduce la misiva, obtenida del sitio web bolivarsomostodos.org
CARTA A NUESTROS HERMANOS DE LUCHA
jueves, 17 de julio de 2008
Simón Bolívar.
Estimados compañeros, militantes y simpatizantes de nuestra causa revolucionaria por la Nueva Colombia, el Socialismo y la Patria Grande.
Con un saludo fariano, marulandista y bolivariano reciban nuestro optimismo en el presente de lucha y algunas consideraciones que en principio estaban destinadas a ser compartidas con los camaradas de nuestro firme Partido Comunista Clandestino y especialmente con nuestros prisioneros de guerra que se encuentran en las cárceles de Colombia y en el exterior, pero que con certeza tendrán mejor destino si también llegan a las conciencias y los corazones de esa extensa comunidad de copartidarios, colaboradores, aliados y simpatizantes bolivarianos que sostienen la esperanza en un pronto futuro mejor para los pobres de la tierra.
Apreciados Quijotes de la comunera parcela de José Antonio Galán; perseverantes de la Colombeia de Miranda; queridos compatriotas también de la América Nuestra. En medio de muchas circunstancias favorables y adversas, vicisitudes luctuosas algunas…, y en todo caso en la estrada del combate por el poder para los oprimidos, por el que hemos jurado vencer, con la certeza de que venceremos, hemos recibido con satisfacción las voces de respaldo y de fe absoluta que ustedes han ratificado, sin dilaciones, por las FARC-EP y por el proyecto que juntos llevamos adelante, sobre todo la reafirmación en los principios como en los propósitos, en las vías y en las formas de alcanzarlos en esta hora en que muchos desearían vernos en la ruta de la claudicación.
Queríamos expresar sobre los documentos que por diversas rutas nos han hecho llegar para el estudio, que la mayoría son críticos, y al mismo tiempo solidarios, sin adulaciones pero con apropiado reconocimiento, sobre todo los de compañeros dignos y respetables como lo son James Petras, Domingo Alberto Rangel, Vladimir Acosta, Narciso Isa Conde, Dax Toscano, Duglas Bravo…, Heinz Dieterich, entre muchos y muchos otros consecuentes revolucionarios y pensadores honorables, lo mismo que organizaciones sociales y políticas, que han expresado sus condolencias y opiniones alrededor de la muerte del Comándate en Jefe Manuel Marulanda Vélez y sobre las circunstancias que rodean la lucha de resistencia de las FARC-EP. Creo que todos ustedes en la ciudad y nosotros en la montaña, estamos llenos de gratitud, por la manera como han bien ponderado nuestra lucha como factor necesario y expresión del decoro de los pueblos, que como el colombiano combaten contra un régimen pérfido y criminal.
Hay que reconocer que se requiere independencia intelectual, criterio propio, entereza moral y valentía además, para adoptar juicios rectos y categóricos como los de estos compañeros, en momentos en los que es lo más cómodo, de ventaja, conveniencia y muy común la hipocresía, la ponderación falsaria…, y todos esos retruécanos con los que se suele manosear la realidad sin asco de arrastrar los principios para mostrarse revolucionario mientras se es oportunista, sobre todo cuando se aprovecha sinceras pero equívocas posiciones de buena fe que han venido de probados buenos hombre y mujeres, gobernantes o no, que claman por el desarme de las insurgencias anti oligárquicas y anti imperialistas, creyendo que ese es el camino para encontrar la anhelada paz para los oprimidos.
No vamos a retomar ahora los argumentos de los mencionados por que creemos que además de que han sido bastante difundidos y de manera magistral expresados, como suelen hacerlo con esa buena escritura que tienen por espada, ustedes ya los habrán debatido suficientemente. Sólo queremos decir que como revolucionarios, los guerrilleros de las FARC, tratamos de aplicar el principio de la crítica y la autocrítica con ecuanimidad, de manera constructiva, y nos complace escuchar con atención a quienes nos enaltecen señalándonos los errores o lo que ellos creen que es desacierto o inconveniencia. Detestamos sí la adulación tanto como el oportunismo, y como el poeta Juvenal Herrera pensamos también en que es el silencio la cobardía de los intelectuales; por ello valoramos mucho más las palabras que con valentía salen a combatir en el terreno de la lucha ideológica, sobre todo cuando la asquerosa unipolaridad que pretenden los fundamentalistas del gran capital, impone por la fuerza y con el engaño mediático el unanimismo pernicioso que conviene a los déspotas, en el que individuo y sociedad son un todo, pero sumiso a los dictámenes de las trasnacionales.
Queremos dejar bien en claro la posición determinante que seguramente quienes siempre han confiando en nosotros la conocen, y es que empeñaremos nuestras vidas, como en efecto lo estamos haciendo, en no defraudar a quienes creen en las luchas de los pueblos, a quienes como ustedes respaldan la necesidad de la lucha armada en las circunstancias que rodean a los pobres de Colombia, y de otros pueblos pisoteados por la bota militarista y usurera de los yanquis y de sus émulos, acólitos y cómplices en la desbocada rapiña neo colonial.
No seremos inferiores al mayor compromiso que nos inspira la fe de aquellos que sin temer a las estigmatizaciones de la infame guerra antiterrorista, han levantado su voz contra los verdaderos terroristas del planeta y en especial contra aquellos que desde la Casa Blanca tienen ya en vilo la existencia de la humanidad, porque efectivamente somos lo que con sangre y vidas hemos jurado ser: soldados de Bolívar, indios bravos como Lautaro, Tupac Amaru, La Gaitana…, Calarcá; ¡guerrilleros de Manuel hasta la victoria o hasta la muerte! Somos luchadores con principios, comunistas convencidos, que asumimos con orgullo y persuasión absoluta el combate por la liberación y la justicia social. No deshonraremos el altar sagrado de nuestros muertos, no seremos indignos de su sangre que se derramó para que se mantenga la esperanza, no rebajaremos el sacrificio de Bolívar ni el de Martí, como el de ninguno de nuestros próceres de la independencia y la libertad, porque preferimos un San Pedro de Abanto a una paz de Zanjón; un Manifiesto de Montecristi, un Grito de Yare o un Grito de Baire, un 19 de mayo en Boca de Dos Ríos…, un octubre en la Higuera, un septiembre en La Moneda abrazando ametralladora y convicciones antes que rendición; un sablazo en Ayacucho, la suerte del Negro Primero en Carabobo, el destino de Caamaño en San José de Ocoa, el camino de Avelito Santa María, evocar a Mariguela, la senda de Carlos Fonseca Amador y Farabundo Martí, las cananas de Zapata y de Sandino, la suerte de Atanasio Girardot, de Raúl Reyes e Iván Ríos, la persistencia de Jacobo Arenas, partir en átomos al lado de Ricaurte en San Mateo…, al Charle Magne Peralte que isa la dignidad Haitiana, el ejemplo del imbatible Manuel Marulanda Vélez… en fin, partir entre humo y metralla, una muerte en combate, que una claudicación del pensamiento, porque también nosotros creemos en que la ley primera debe ser «el culto a la dignidad plena del hombre» y actuamos con la máxima de que «Al acero responda el acero, y la amistad a la amistad», según lo expresara el Apóstol de las Antillas, pues a nosotros también se nos ha enseñado lo que pensaba el Titán de Bronce en cuanto a que «la libertad no se mendiga sino que se conquista con el filo del machete…» o aquello que decía el Che en cuanto a que «en una revolución se triunfa o se muere si esta es verdadera».
En nombre del fusil de Fabricio Ojeda, en nombre de Albizu Campos y los macheteros de Filiberto Ojeda, en nombre de Camilo Torres, cura y guerrillero; en nombre de los héroes del Moncada y de Alegría de Pío, en nombre de los sufrientes del Cuartel San Carlos, en nombre de los mártires de la embajada japonesa en el Perú, en nombre del comandante Cerpa Cartolini y de cada guerrillero y revolucionario que ha entregado su vida por el sueño de la emancipación…, en nombre de los sueños y de cada gota de sangre de los combatientes caídos en Nuestra América por evitar el yugo de los opresores es que juramos que no seremos nosotros quienes arriemos sus espadas, sus lanzas, sus machetes, sus fusiles y sus banderas. No seremos nosotros, NO y mil veces no quienes bajemos las armas de Marulanda, las armas del pueblo, que se han levantado por la emancipación.
Hay ciertas concesiones inadmisibles entre revolucionarios, pues definidos estamos no sólo como marxistas-leninistas sino como bolivarianos, y en tal compromiso no estamos dispuestos sólo a lograr lo que se nos manifieste asequible sino lo que nos imponga la conciencia por deber. Como en la gesta del Libertador, «es imperturbable nuestra determinación de independencia o nada» y así, en el mejor sentido bolivariano reiteraremos como constante que, cuando la opresión no deja más alternativa, la insurrección, la guerra de liberación, constituye el legítimo recurso de los pueblos para lograr la libertad.
Estamos en una confrontación que no ha de cesar mientras no se acabe con las profundas causas sociales que la engendraron o se instaure un nuevo poder que establezca la justicia social. Entretanto se nos presentarán éxitos que no nos deben envanecer y reveces que son propios de este tipo de lucha que hemos emprendido obligados por la perfidia de este régimen del terror…, pero en nada nos deberán perturbar las adversidades; de ellas sólo debemos sacar las experiencias que también nos aporten para desbrozar el camino de la victoria, pues como expresaba el Libertador «El hombre de bien y de valor debe ser indiferente a los choques de la mala suerte».
Somos marulandistas; es para nosotros un orgullo haber sido y seguir siendo guerrilleros de Manuel, perseverantes, optimistas, íntegros, sencillos y desinteresados, como él. Y para quienes nos reprochan por nuestra condición insobornable en el desenvolvimiento de la táctica de la combinación de las formas de lucha, creyendo que es posible lograr una transformación pacífica de su entorno social a favor de los desposeídos, no podemos menos que expresarles nuestros mejores deseos en su loable causa; pero al mismo tiempo reiteramos ante la faz del mundo que no somos nosotros quienes hemos empujado a Colombia a la guerra sino aquellos que no permiten que el pueblo tome la senda de la democracia y de la paz en la definición de su destino.
Por nuestras convicciones sólo nos es dable estar por la Colombia Nueva más que por nuestras propias vidas, de tal suerte que si alguien ve improbable vencer que sepa que nadie nos podrá negar el derecho de morir por un mundo mejor en nombre de todos quienes lidian por su emancipación en medio de la guerra sucia y el terrorismo de Estado imperial y criollo.
Nunca faltan los Judas, que se dejan sobornar por unas cuantas monedas de oro o por dádivas y promesas de cualquier tipo. Pero lo fundamental es que la codicia siempre será tenida como un asco entre los verdaderos revolucionarios.
Es preferible sin duda mantenerse en una guerra de resistencia por la dignidad, la justicia y la libertad que mantenerse sumiso a la tiranía que como bien lo expresó Bolívar es el compendio de todas las guerras.
Había escrito Lenin alguna vez refiriéndose a quienes sostenían la posición política del desarme aduciendo que tal reivindicación era la expresión más franca, decidida y consecuente de la lucha contra todo militarismo y contra toda guerra, que «precisamente en este argumento fundamental reside la equivocación fundamental de los partidarios del desarme.
Los socialistas, – decía Lenin- si no dejan de serlo, no pueden estar contra toda guerra.
En primer lugar, los socialistas nunca han sido ni podrán ser enemigos de las guerras revolucionarias. La burguesía de las «grandes» potencias imperialistas es hoy reaccionaria de pies a cabeza, y nosotros reconocemos que la guerra que ahora hace esa burguesía es una guerra reaccionaria, esclavista y criminal. Pero, ¿qué podría decirse de una guerra contra esa burguesía, de una guerra, por ejemplo, de los pueblos que esa burguesía oprime y que de ella dependen, o de los pueblos coloniales, por su liberación?» (…)
¿Desde aquellos tiempos de la valerosa resistencia bolchevique habrá cambiado, compañeros, la esencia criminal, «reaccionaria de pies a cabeza», de esas burguesías imperialistas?
¿Cómo se han conquistado los cambios favorables para los oprimidos, incluso en procesos cuyos conductores, en varios casos, dan votos por el desarme?
Falta mucho trecho de lucha aún por los desposeídos en el mundo; son más los escenarios del orbe donde se mantiene y crece la explotación con más saña y avaricia que nunca, que aquellos donde se profundiza la emancipación; de tal manera que no hay más que decir con Lenin que «Sólo cuando hayamos derribado, cuando hayamos vencido y expropiado definitivamente a la burguesía en todo el mundo, y no sólo en un país, serán imposibles las guerras. Y desde un punto de vista científico sería completamente erróneo y antirrevolucionario pasar por alto o disimular lo que tiene precisamente más importancia: el aplastamiento de la resistencia de la burguesía, que es lo más difícil, lo que más lucha exige durante el paso al socialismo. Los popes «sociales» y los oportunistas están siempre dispuestos a soñar con un futuro socialismo pacífico, pero se distinguen de los socialdemócratas revolucionarios precisamente en que no quieren pensar ni reflexionar en la encarnizada lucha de clases y en las guerras de clases para alcanzar ese bello porvenir»
En el caso de las FARC, que desenvuelven su lucha en medio de las peores atrocidades que contra el pueblo desatan las oligarquías, jamás condenaremos ni desistiremos de la insurrección armada porque es, al menos en nuestras circunstancias terribles de sobre vivencia en Colombia, la manera que nos garantiza poder hacer verdadera resistencia a tan sanguinaria autocracia, a tan vil tiranía y a tan macabro terrorismo de Estado impuesto por las oligarquías que atienden los mandatos de Washington.
Aunque la resistencia popular colombiana que es donde se inscribe cada esfuerzo de las FARC como pueblo en armas, aún con su sacrificado heroísmo, a veces pareciera una lucha en solitario, lo cierto es que por estos días, con tanta expresión de apoyo y solidaridad, lo que tenemos es la constatación de que en ella se congregan los anhelos de millares y millares de compatriotas de la América Nuestra, de millares y millares de sojuzgados que sienten que en nuestras banderas, en nuestros lutos, en nuestros fusiles se expresa su propia lucha y sus propias esperanzas de justicia y Patria Grande.
Entonces, ¿está la lucha de los pobres de Colombia y de las FARC como su legítimo puño armado marchando en solitario contra el mundo entero?
¡No! porque son sin duda también la expresión sentida de aquellos que en cualquier rincón del planeta no tienen la posibilidad del acogimiento mediático ni del lisonjeo capitalista. De todos ellos nuestra lucha de alguna manera es aliciente de su fe en la posibilidad de la resistencia y del triunfo de los desposeídos.
El imperialismo siempre tendrá pretextos para alimentar su avaricia. Cuando no los tiene los inventa. Así que está fuera de lógica responsabilizar de su perfidia, su tiranía y sus agresiones a quienes resisten por su derecho de defender su sobre vivencia y su dignidad. Por lo demás todo aquel que pretenda oponerse a los designios de Washington será tildado de terrorista, de tal suerte que quien persista en la posición serafínica de que es el abandono de los fusiles lo que nos traerá la paz no estará más que actuando como aquellos que buscan la causa de la fiebre en las sabanas y al final podrían terminar convencidos de que con tal de vivir no importa permanecer arrodillado.
Nosotros tenemos frente a estas posiciones el mismo convencimiento del Libertador en cuanto a que no importa perecer con tal que sobre viva un pueblo.
Tenemos certeza de la justeza de nuestra lucha, de la pertinencia de las vías y las formas y de la posibilidad del triunfo; pero ni aún estando en la circunstancia de perderlo todo cejaríamos en nuestro empeño porque nuestro rumbo es el de colmar el cumplimiento del deber a costa de todo.
Sabemos que la victoria solo es posible con la constancia, sobre todo cuando lo que se profesan son sentimientos de profundo amor al pueblo; sabemos que «el gran poder existe en la fuerza irresistible del amor». Combatimos con fe, lo hemos abandonado todo por la causa de los pobres y en ese camino nos preguntamos, ¿desde cuando contra los canallas no se pueden utilizar, sin rebajarnos a la perversidad, las armas que usan ellos mismos; desde cuando esa máxima bolivariana asusta a los bolivarianos?
No es admisible para un verdadero revolucionario existir por existir, es en la lucha donde se debe concebir el modo propicio de la existencia. Y en esa convicción estamos. Ya hemos dicho que «Hoy, como sucede desde medio siglo atrás, los dueños del poder, de las haciendas y del dinero organizan bandas criminales encargadas de agredir al pueblo y sembrar el terror en la población, paralelas y siamesas de las fuerzas policiales y militares oficiales, para eternizarse como gobernantes, nutridos en esta oportunidad con las inagotables finanzas del narcotráfico y conformando así un Estado paramilitar y mafioso de características fascistas», y que es por todo esto que «hoy, al igual que hace medio siglo, la ilegitimidad del Régimen y el terror del Estado dan vigencia al alzamiento popular y convalidan ante el mundo el sagrado derecho del pueblo colombiano a la rebelión»( del Manifiesto de las FARC, enero de 2007).
Nada nos detendrá, ni las calumnias, ni el concejo del apaciguamiento, ni las posturas derrotistas, ni las intrigas, desconsideraciones y felonías de los ingratos, desleales y traidores.
Sabemos que tenemos que batallar contra el imperio pero también deberemos sortear las emboscadas de los perjurios y las defecciones que se suelen dar en el escenario de algunos de nuestros propios aliados de causa, y que es en las adversidades cuando mejor se puede identificar la firmeza de los propios y la verdadera amistad, como también dentro de ellas es cuando más se desbocan los insidiosos, pues bien sabido es que «más hace un intrigante en un día que cien hombres de bien en un mes». De tal forma que no solo tendremos que sobreponernos a traiciones, insolidaridad de muchos y obstrucción de otros sino que deberemos incluso, seguramente, escuchar las ignominias del imperio en boca de no pocos de los que se dicen nuestros amigos.
Este gobierno y muchos enemigos y hasta amigos verdaderos, han confundido nuestra generosidad con debilidad sin percatarse que quien actúa con venganza lo que hace es escalar las calamidades. Nuestra praxis es la sensatez; nosotros sabemos y lo tenemos por conocido de la práctica que «en las revoluciones como en las guerras, hay contratiempos indispensables», y que es fácil mirar desde el puerto la tempestad y parlotear sin considerar las vicisitudes del que navega en alta mar. Dejemos que parloteen y concentrémonos en lo que nos imponen el deber, nuestros principios y certezas sin caer en esas trampas que se urden cuando se enreda en la diplomacia los conceptos morales y políticos colocándolos en contradicción los unos con los otros hasta hacer al fin de la primera el compendio de la hipocresía. Nosotros con nuestros amigos, independientemente de lo que ocurra, siempre deberemos mantener por sentimiento y convicción el respeto y la consideración. Y con nuestros enemigos, la altura y la dignidad.
El colombiano, pueblo al que pertenecemos como pueblo en armas, siempre nos ha brindado la luz y la esperanza que alimenta nuestras convicciones, así que, como lo indica el Libertador, ha nada hemos de temer si el pueblo nos ama, y como siempre y ahora más que nunca, si en esta hora la América necesita del pueblo en armas para luchar contra el imperio, sin duda estará en los fusiles de las FARC el combate por el continente todo hasta las últimas consecuencias, pues ciertos estamos que nunca se nos arrancará nada por la fuerza o el chantaje y que frente a la perfidia no claudicaremos jamás, independientemente de la magnitud de las dificultades, porque preferiremos siempre la muerte a la existencia deshonrosa, la muerte a la expatriación , la muerte a la sumisión, la muerte a la triste resignación.
¡Por la Nueva Colombia, la Patria Grande y el Socialismo, hasta la victoria siempre!
¡Hemos jurado vencer y venceremos!