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Las guerras del Siglo XXI

Fuentes: Pacificar.com

Los últimos años del Siglo XX estuvieron marcados por profundos cambios en todas las dimensiones de la vida social conformando propiamente una nueva fase en la historia del capitalismo: la neoliberal. Durante este periodo el planeta entero, a pesar de las enormes diferencias culturales e históricas regionales, quedó articulado a un enorme mecanismo de reproducción global ordenado desde Estados Unidos, el centro indudable del poder mundial

Las últimas tres décadas del Siglo XX se caracterizaron en buena medida por la reorganización de las condiciones que garantizaran la valorización del capital. Hoy el desafío consiste en garantizar las condiciones que hagan posible todavía el capitalismo. El Siglo XXI, después de treinta años de reestructuración neoliberal, parece haber iniciado con un desplazamiento del eje ordenador desde la producción y el mercado, donde las normas parecían ir estableciéndose de manera «natural» (con intervención de la «mano invisible»), hacia instancias explícitamente disciplinadoras como las militares. Es decir, si durante la fase neoliberal el elemento ordenador de las relaciones capitalistas y de la articulación global de la reproducción era el mercado -en el más amplio sentido del término-, hoy, en lo que desde el sistema de poder parece quererse perfilar como neofascismo, el reto principal es la indisciplina de una sociedad que no acepta las reglas impuestas por la guerra económica y la economía de mercado. Por ello, el signo más elocuente de la sociedad contemporánea es la guerra bajo sus diversas formas y en todas las dimensiones del universo relacional: la guerra económica, la guerra cultural, de la inteligencia y de las ideas y la guerra militar. La política, en el capitalismo, es el instrumento legítimo y legitimador de la guerra. La competencia, que es otro modo de llamar a la guerra, es su esencia fundante. La geografía productiva adquiere una nueva definición territorial una vez establecida como circuito planetario, al buscar combinar de la manera más competitiva la localización de recursos naturales, de mercados de trabajo (específicos, diferentes, de bajos salarios u otros) e incluso de exigencias en protección ambiental o prestaciones salariales, etc., con autonomía de las consideraciones referentes a la geografía de las ventas. Esto provoca una reorganización de la planificación estratégica sobre el espacio y una reterritorialización de la dominación que modifica tanto la ocupación como los usos de los territorios -entendidos no sólo como expresión de su contenido físico sino también como construcciones histórico-culturales-, en la búsqueda de un reposicionamiento espacial competitivamente estratégico, que violenta los usos, costumbres y cosmovisiones de los pueblos y apela a gestiones del espacio impuestas, material o simbólicamente, por medios militares. El desafío central del capitalismo a fines del Siglo XX, sin desmerecer la enorme importancia que tiene el acaparamiento de los recursos naturales estratégicos o el avance del proceso de objetivación, ha sido el control de la insubordinación. Los niveles de expulsión económica y política parecen estar generando una respuesta no prevista: en vez del suicidio y la desesperanza a los que conduce el pensamiento único, o los reclamos por reconocimiento e inclusión, los pueblos están decidiendo emprender su propio camino, recuperar sus territorios, historias y costumbres y empezar a construir en los márgenes. En voz de los «piqueteros» del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de Solano este sistema sólo tiene capacidad de incluirlos en calidad de excluidos y eso, evidentemente, es inaceptable (MTD, 2002). En voz de los zapatistas, el día del levantamiento armado del 1° de enero de 1994,

‘… se nos ha negado la preparación más elemental para así poder utilizarnos como carne de cañón y saquear las riquezas de nuestra patria sin importarles que estemos muriendo de hambre y enfermedades curables, sin importarles que no tengamos nada, ni un techo digno, ni tierra, ni trabajo, ni salud, ni alimentación, ni educación, sin tener derecho a elegir libre y democráticamente a nuestras autoridades, sin independencia de los extranjeros, sin paz ni justicia para nosotros y nuestros hijos.
Pero nosotros HOY DECIMOS ¡BASTA! (CCRI-CG del EZLN, 1994: 33).’

Y en palabras de Gabriel Herbas, uno de los voceros de la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida de Cochabamba:

‘Hay algo que aquí definitivamente cataliza, nosotros ya no tenemos el tiempo necesario para esperar otros quinientos años, definitivamente… (Herbas, 2002: 113-114).’

Tres situaciones distintas, una misma convicción: hay que construir hoy el mundo del mañana pero hay que hacerlo con dignidad y autonomía, desde la comunidad en proceso de recreación. Es decir, sobre bases de relación no capitalistas y, evidentemente, no militares ni guerreras.