Traducido por Manuel Talens
En el siglo XVI, Diego de Landa fue nombrado obispo de Yucatán (México). Fascinado -como la mayoría de los conquistadores y colonizadores españoles- por la riqueza cultural y económica de los «amerindios» y, al mismo tiempo, horrorizado por unas costumbres y creencias que atribuía a la influencia directa de Satanás, inició un trabajo de compilación de la lengua maya yucateca, así como de los conocimientos que ésta parecía albergar.
Al mismo tiempo, hizo quemar todos los documentos manuscritos que había recopilado sistemáticamente (los mayas escribían en papel, pues en el momento de la conquista ya hacía tiempo que habían abandonado la larga y penosa grabación de sus glifos en estelas de piedra). Por muy interesantes que sean las compilaciones de Landa, no dejan de revelar una enorme ignorancia, así como numerosos errores de comprensión e interpretación. Es verdad, aquel obispo destructor tuvo el mérito de tratar de conservar un poco de lo que hizo destruir, pero ¿cuánto es «un poco» en relación con el cataclismo que sufrieron los pueblos de Abya Yala?1 Los historiadores estiman que la población disminuyó por lo menos un 90% en sólo un siglo (desde los 50 a 70 millones de habitantes que había a principios del XVI hasta los cuatro o cinco que quedaban a principios del XVII). Se calcula que el 35% de las naciones indígenas desaparecieron por completo como consecuencia de aquel primer encuentro. Hoy en día, los biólogos, botánicos y etnólogos están de acuerdo en un cierto número de cosas con respecto al estado en que se encuentra nuestro planeta:
1. La diversidad biológica y agrícola sufre un proceso de extinción de las especies que es 100 veces superior al que tendría lugar por causas únicamente naturales.2
2. La diversidad lingüística sufre un fenómeno idéntico, todavía más acelerado. De las 6000-6500 lenguas de las cuales puede enorgullecerse el género humano, varias decenas desaparecen cada año. Antes de que termine este siglo, el 90% de su riqueza habrá desaparecido.
3. La biodiversidad y la diversidad lingüística y cultural ocupan, globalmente, los mismos lugares en nuestro planeta.3
La diversidad lingüística, todavía importante a pesar de todo, se debe a la existencia de lenguas habladas por menos de 1 millón de personas (la mayoría, por menos de 100.000, incluso por menos de 10.000: en el caso de estas últimas, el riesgo de extinción que corren es todavía más vertiginoso). Se trata de las lenguas de poblaciones «indígenas», llamadas así, en pocas palabras, precisamente porque poseen una lengua propia, viven en comunidades homogéneas, estables e igualitarias y en estrecha comunión con un medio natural que les asegura una autonomía casi total.4 Se trata de un biotopo que conocen profundamente, en el cual se mezclan el enfoque mitológico, el respeto religioso, un impresionante dominio práctico y una innegable capacidad de protegerlo, preservarlo e incluso enriquecerlo. Las poblaciones indígenas son, de forma simultánea, eminentemente «conservacionistas» y creadoras.5 Esos miles de lenguas constituyen un tesoro incalculable de conocimientos, transmitidos y aplicados por poblaciones que saben compartir ampliamente, en su seno, esos corpus y praxis tanto técnicos como sociales. Esas lenguas describen un número considerable de plantas (silvestres y cultivadas), censadas y conocidas de acuerdo con sus usos y virtudes o las condiciones de su reproducción; la fauna, los suelos (conservados, modificados, explotados en condiciones a veces extremadamente difíciles pues, antes o después de la colonización, esas poblaciones debieron adaptarse a medios no necesariamente escogidos ni entre los más fáciles), las aguas (desde las de los mares y los manglares hasta las de los lagos y los ríos, pasando por las de las arroyadas pluviales, las de las inundaciones periódicas y, por supuesto, las de las diferentes precipitaciones); los modos de vida alimentaria, las viviendas, la fabricación de ropa y herramientas o incluso la organización social, generalmente horizontal y no jerarquizada en esas regiones que llamamos atrasadas… Los científicos, a sabiendas de que se acerca el fin de un gran número de esos grupos humanos, pues las máquinas excavadoras siguen avanzando, se apresuran hoy en día a transcribir -ayudados por autóctonos sabios (o imprudentes)- algunas de esas numerosas y riquísimas taxonomías indígenas. Se trata de unas pocas lenguas entre muchos miles, pues seguimos inmersos en la desmesura de las cifras y las realidades. Y, con frecuencia, lo hacen para entregar esos conocimientos a laboratorios universitarios o comerciales, cuyos escrúpulos no son muy diferentes de los del obispo Landa. El progreso exige algunos sacrificios suplementarios.
«¿Una lengua indígena, para qué preocuparse?», se extrañaba recientemente un profesor tolosano al enterarse de la existencia -en la patria de Robespierre- de una asignatura universitaria en la que se enseña el tzotzil, una lengua maya de Chiapas (México).6 Mu jna’, no lo sé. Quizá porque es sencillamente hermosa (añadiré que tzotzil rima con cil [en francés, pestaña], que allí se dice xik’, ala del ojo) o quizá porque es muy distante de nuestras lenguas indoeuropeas y, al mismo tiempo, tan genial y lógica como ellas (con una lógica distinta, por supuesto). Pero, sobre todo, porque el tzotzil, al igual que el tzeltal,7 el ch’ol y las demás lenguas mayas y zoques de Chiapas, pertenece a comunidades decididas a defender con encarnizamiento un modo de vida, un territorio, una biodiversidad de entre los más ricos y más esplendorosos de la tierra (qué fácil es caer en la subjetividad, habría que conocer los demás lugares).8 El día en que (en el mundo perfecto, controlado por la máquina) la humanidad no hable más que las 100 palabras indispensables de la última lengua única, las palabras «asombro» y «demasiado tarde» habrán desaparecido tiempo atrás. Pero si todavía queda petróleo, conservaremos la palabra «excavadora», tan útil para tantas cosas. Cada cual tiene la memoria y la cultura que merece.
Notas
[1] Abya Yala es el nombre que los pueblos originarios dieron al continente «americano» durante las movilizaciones que tuvieron lugar contra el V Centenario. (Abya Yala es también el nombre de esta sección en Tlaxcala [N. del T.])
[2] WILSON, D.E. (1985), «The biological diversity crisis», BioScience, 35 (11), 700-706.
[3] BURGER, J (1987), Report from the Frontier: the State of the World Indigenous Peoples, Zed Books, LTD, Londres. Los indígenas representan menos del 5% de la población del planeta, es decir 300 millones de personas, pero entre el 80% y el 90% de la diversidad cultural.
[4] LÓPEZ AUSTIN, A y LÓPEZ LUJÁN, L (1996), El pasado indígena, Fondo de Cultura Económica, México.
[5] AUBRY, André (2005), Chiapas a contrapelo, Contrahistorias, México.
[6] En la Universidad de Toulouse le Mirail (Francia), el Departamento de Español ofrece cursos de tzotzil, de náhuatl, de quechua et de guaraní.
[7] El lingüista Guy Deutscher, en su libro más reciente, Through the Language Glass (Heinemann, Londres 2010), hace una encendida defensa de la lengua tzeltal, una de cuyas características más extraordinarias, que comparte con la lengua aborigen australiana guugu yimithirr, consiste en que sus hablantes se orientan espacialmente en el mundo de manera muy distinta a la de nosotros occidentales: nuestras coordenadas de orientación espacial son «egocéntricas», es decir, se basan en nuestro propio cuerpo (derecha, izquierda, delante y detrás), mientras que las coordenadas de los guugu yimithirr se basan en los puntos cardenales (Norte, Sur, Este, Oeste) y las de los tzeltal, que viven en uno de los lados de una cordillera que se eleva hacia el Sur y desciende hacia el Norte, se basan en este rasgo prominente de su paisaje local: las orientaciones espaciales en la lengua tzeltal son «cuesta abajo», «cuesta arriba» y «de un lado hacia el otro», lo cual puede significar en cualquier dirección del eje perpendicular al de cuesta arriba-cuesta abajo. Cuando necesitan especificar una dirección en el eje «de un lado hacia el otro», los hablantes del tzeltal combinan éste con un nombre del lugar y dicen «de un lado hacia el otro en dirección a X». La edición en español de Through the Language Glass aparecerá el próximo mes de marzo de 2011 (Editorial Ariel, Barcelona) en traducción de Manuel Talens, miembro de Tlaxcala. [N. del T.]
[8] Gran parte de los mayas forman parte de la resistencia zapatista.