Cada víctima de violencia de género es un fracaso de la sociedad, aseguran dos supervivientes ante el millar de víctimas mortales en 16 años.
Pudo ser una de las mujeres que aparecen en el triste listado de víctimas que empezó a visibilizar la violencia de género en 2003. Hace doce años Carmen Benito huyó del maltrato que sufría en su propio hogar. Sin denunciar. Sin ninguna red de seguridad. «En cuanto al maltrato, lo he tenido todo», asegura.
«Cuando estás ahí es complicado salir. Sobre todo por el enganche emocional y porque no sabes lo que hay detrás de la barrera». Dos años de terapia gratuita con las estudiantes de la Universidad Complutense cada martes la ayudaron a dar el paso de fundar la Asociación de Mujeres Unidas contra el Maltrato, donde «todos los días entra un nuevo caso», dice. «A cualquiera la puede pasar, pero no hay que normalizarlo».
Casi dos años después de enumerar a las mujeres muertas en manos de los hombres con los que mantenían una relación sentimental se promulgó la Ley contra la Violencia de Género (diciembre de 2004) y dejó de ser un «delito invisible». Los recursos para la protección de la mujer han calado lentamente en la sociedad.
Los primeros años del trágico listado, los asesinatos se mantuvieron por encima de 70 mujeres entre 2003 y 2010, a excepción de tres periodos. Entre 2011 y 2014, la cifra se mantuvo entre 50 y 55. En 2015 subió a 60. Desde entonces, la cifra de asesinadas se ha mantenido por debajo de las 52. Nunca ha habido menos de 47. El máximo, 76. Un millar de mujeres han sido asesinadas en 16 años, según datos de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género.
Hace doce años escapó de la red del crimen machista otra mujer que podría haber engrosado la vergonzosa estadística de la violencia de género. Después de pasar en los tribunales una década con un procedimiento abierto por cada una de las 16 denuncias interpuestas como imponía la legislación anterior, Ana Bella analiza por qué, a pesar de «tener ahora la mejor ley del mundo y un pacto de Estado ejemplarizante», se mantiene este tipo de agresiones.
«Gracias a la ley yo estoy viva y si sirve, aunque sea para ayudar a una sola mujer, vale la pena. Imagina que es tu hija o tu hermana, qué no darías por salvarla», reflexiona la directora de la Fundación Ana Bella. «Ahora tenemos que cambiar la sociedad. El silencio nos hace cómplices. Hay que alzar la voz y hablar con las que no pueden hablar».
Cada víctima mortal muestra el fracaso de la sociedad en su conjunto, coinciden ambas supervivientes volcadas en la ayuda a otras mujeres que pasan por lo que ellas pasaron. Pero faltan pasos por dar, como garantizar la seguridad de la víctima.
Toda mujer que requiera ayuda oficial está obligada a denunciar, aunque no esté preparada, frente a un juez que será quien decida si ha habido maltrato, «algo que debería ser determinado por un psiquiatra forense», solicita Carmen Benito. «Debe existir la garantía de que la vida de la mujer que se atreve a denunciar sea mejor, y no un calvario», ratifica Ana Bella. Como homenaje, por cada víctima mortal no hay que hacer un minuto de silencio. Todo lo contrario. Hay que repetir cada nombre.
Para ver todas las víctimas de la violencia machista pincha en: https://www.diariosur.es/sociedad/mujeres-asesinadas-parejas-mil-violencia-machista-20190611172911-ntrc.html