Las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) en Cuba son un paso en la dirección correcta, pero no pueden verse como la solución universal para problemas estructurales y de funcionamiento de la economía.
En la anterior entrega sobre estas empresas y su importancia para el país se mencionaba su contribución al desarrollo y su pertinencia dentro de las soluciones a los problemas de la economía cubana. Y se concluía diciendo que no pueden verse como la solución mágica a nuestros problemas. Conviene ahondar un poco más en este asunto.
En primer lugar, las mipymes en todo el mundo se caracterizan por su alta tasa de mortalidad a los pocos años de haberse iniciado el negocio, y en no pocas ocasiones constituyen nichos de supervivencia más que empresas de calidad, especialmente en los países en vías de desarrollo. Existen suficientes estadísticas y análisis que así lo corroboran, y las cifras no son alentadoras. Así, fuentes consultadas señalan que en México se estima una tasa de mortalidad del 70 por ciento en los dos primeros años de vida de estas empresas, en Colombia de un 75 por ciento en igual periodo, y en Costa Rica de un 80 en los tres años iniciales, por citar algunos casos.
Vulnerables por naturaleza
En esta fragilidad, sin agotarlas, están presentes razones como la falta de acceso a financiamiento, restricciones del entorno regulador, débiles rutinas organizativas internas, y su menor capacidad de resiliencia ante hechos desencadenantes de crisis económicas.
La pandemia resulta un obvio ejemplo a mencionar, con efectos devastadores en la supervivencia de estas empresas a escala internacional y que han obligado a los gobiernos de diversas latitudes a adoptar medidas de apoyo en lo fiscal, financiero, laboral y otros ámbitos.
Algo muy a tener en cuenta por nuestras autoridades para instrumentar un acompañamiento que vaya más allá de su creación y las necesarias regulaciones y controles. Las mipymes son altamente vulnerables por naturaleza, y necesitan un contexto institucional que las apoye, sobre todo ante circunstancias complejas y desfavorables.
Por ejemplo, pudiera citarse el 35 por ciento de impuesto sobre utilidades, que merecería un reanálisis. Y habrá que aceptar y atender como parte de esta -también- nueva normalidad, una dinámica donde coexistan con la creación de empresas de este tipo, su extinción y reestructuración.
Debe subrayarse el nivel de partida desde donde comienzan a fomentarse estas nuevas empresas. Es conocida la situación de la economía cubana, bastante se escribe y debate al respecto. En pocas palabras, dado el espacio disponible: Cuba enfrenta una disminución de su Producto Interno Bruto de casi un 11 por ciento el año pasado, reducción que entre 2017 y 2020 fue de alrededor de un 1.8 por ciento, con una tasa de inversión por debajo del 10 por ciento del PIB en igual periodo.
Contexto adverso
Tales cifras están bastante alejadas de los niveles de crecimiento e inversión necesarios para Cuba (estimados entre un 5 – 6 por ciento anual para el PIB, y un 20 por ciento del PIB como tasa de inversión), junto con una importante reducción de las importaciones, exportaciones cuya dinámica y estructura todavía no han despegado lo suficiente, esto último válido también para el aporte de la inversión extranjera.
Y el comportamiento de sectores clave de la producción nacional, como la industria (incluyendo la azucarera) y el agropecuario, que han experimentado un descenso en su aporte al PIB. En síntesis, un contexto desfavorable, catalizado por todo el arsenal de medidas y sanciones que conforman el bloqueo contra Cuba. En un ambiente macroeconómico interno sesgado por los efectos inflacionarios no suficientemente controlados del ordenamiento monetario y la dolarización parcial.
Y de la misma forma que se afirma, y no sin razón, que la reforma de la empresa estatal y su nuevo y tan esperado marco jurídico no pueden verse separadas de estas transformaciones y sus efectos esperados en los restantes actores económicos, tampoco debe esperarse que sin dichas reformas en el actor económico principal de la economía cubana estos nuevos actores asegurarán per se el despegue.
Una vez más: la economía, se sabe, es un sistema. Y el tejido empresarial que necesitamos requiere de interrelaciones efectivas entre todos sus actores.
Como ya se afirmaba en el trabajo precedente, el fomento de mipymes y cooperativas no agropecuarias echado a andar el 20 de septiembre deberá aportar una contribución no desdeñable a la dinamización de la economía, facilitada además por su próxima apertura gradual (y la del turismo en particular) en esta llamada nueva normalidad.
Pero debe entenderse también que no será fácil, habida cuenta de las dudas y restricciones abordadas allá y aquí. Tampoco será prudente deslumbrarse por sus primeros resultados a corto plazo. La sostenibilidad de estos actores resulta, a la vez que una necesidad, todo un desafío.
Humberto Blanco Rosales, Centro de Estudios de la Economía Cubana
Fuente: https://www.ipscuba.net/espacios/las-mipymes-una-parte-de-la-solucion-ni-mas-ni-menos/