«Quien ostenta el poder económico obtiene los votos», es una lapidaria frase que nos sirve para referirnos a la actual correlación de fuerzas dentro del ajedrez político en Colombia que se tornó más complejo luego de los resultados de los comicios regionales de las pasadas elecciones. En esta oportunidad, las grandes maquinarias ganaron nuevamente como […]
«Quien ostenta el poder económico obtiene los votos», es una lapidaria frase que nos sirve para referirnos a la actual correlación de fuerzas dentro del ajedrez político en Colombia que se tornó más complejo luego de los resultados de los comicios regionales de las pasadas elecciones.
En esta oportunidad, las grandes maquinarias ganaron nuevamente como es ya sabido gracias entre otras cosas a las multimillonarias inyecciones de dinero muy bien protegidas por las estructuras paramilitares a lo largo y ancho de nuestra geografía, dando por gran ganador al partido Cambio Radical el otrora partido Uribista, hoy con la coalición de gobierno: la unidad nacional y sus estructuras de partido permeadas por la parapolítica, la corrupción, el clientelismo y demás vejámenes propios de la clase dirigente que representan de manera fidedigna.
Las hipócritas apuestas con las que ganaron en la contienda electoral resultan extremadamente peligrosas pues se trata de artilugios de viejos «zorros» políticos que en el marco de los diálogos de paz, pese a la retorica democrática, se regocijan disimuladamente en una salida militar al conflicto social, político, económico y armado. No en vano sus adeptos ganadores en los distintos cargos públicos militarizaran sus zonas de control con tal de asegurar sus intereses económicos en medio de un perfilado contexto de post-conflicto que busca bloquear cualquier oportunidad de cambio de parte de los movimientos sociales.
Es la paz de los sepulcros – en clave de tema coyuntural- la que rubricará este partido político en los territorios de influencia que con mano tendida por parte de aquellas fuerzas oscuras empeñadas en colocar a Germán Vargas Lleras en la presidencia de la república [1], contrainsurgente por excelencia como lo demuestra un artículo periodístico en el que se señala que: «Incluso, Vargas Lleras fue quien reveló en el Congreso, a finales del 2001, cómo la guerrilla de las FARC se había fortalecido militarmente y había engañado al gobierno de Andrés Pastrana con el despeje de la zona del Caguán. Producto de esa situación, Vargas Lleras apoyó a Álvaro Uribe que prometió una guerra frontal contra la subversión con el propósito de acabar el conflicto por la vía militar» [2]. De esta forma, salta a la vista que jugadas tales como su programa de casas de interés prioritario fueron ideadas como oportunidad de asegurar un trampolín político ganándose adeptos, que de alguna u otra forma, lograron configurar artificialmente una imagen pública favorable de manera solapada que hizo de él, la votación más alta para la actual composición del senado de la República labrando la ruta para llegar a la casa de Nariño en 2018.
¿Cambio radical?, ahí reside la paradoja: es un partido que desde su perspectiva política afianza los lineamientos neoliberales dictaminados por organismos internacionales y sostiene esas argucias económicas con la mano dura de la bota militar como complemento esencial para el ensanchamiento efectivo del capital transnacional. Fue precisamente esa lógica la que se impuso el domingo pasado en varias regiones del país de la mano de una robusta camarilla burocrática resaltando casos tales como: La gobernación de la Guajira con la investigada Oneida Pinto [3] y sus prestantes vínculos paramilitares con el bloque tayrona de las AUC cuestión ya de trayectoria familiar, en un departamento sumido en la pobreza aun cuando sus recursos generan regalías que reportan a cuantiosos montos de dinero; La gobernación de Magdalena con Rosa Cotes [4] fortín
político de los paramilitares donde ella resulta ser beneficiaria pues su clan familiar hace parte de grupos empresariales ligados a la industria del Banano con claros nexos históricos a aparatos armados para-estatales; La gobernación del Huila en manos de Carlos Julio Gonzales Villa [5] miembro de una de las familias más prestantes del departamento, en una zona azotada por el conflicto armado donde las empresas transnacionales están buscando invertir en nuevos proyectos de corte extractivista resultando beneficiosos en ese sentido para las arcas familiares de los Gonzales Villa. Por otra parte, es importante no perder de vista los triunfos en las gobernaciones de Amazonas, Vaupés, Cundinamarca y Sucre, cuestión que permite avisorar que en materia territorial se prepara el campo de batalla para el post-conflicto que señala una clara arremetida del proyecto neoliberal y guerrerista en detrimento de la movilización social. Asì pues queda demostrado una vez más que al igual que en otras regiones, al final, no se jugó y nunca se jugara por la vía electoral las verdaderas transformaciones sociales y políticas.
Lo anterior nos permite reafirmar nuestras apuestas políticas apuntándole a un verdadero cambio radical, que a diferencia del referido en este articulo, no necesita de partidos ni de la «táctica» electoral para trastocar el orden establecido. Nuestro camino es ese que le apuesta a la organización desde la base buscando influir radicalmente en las legitimas demandas del movimiento social y popular en su conjunto desde el trabajo multisectorial,y de esta forma, desarrollar luchas de largo aliento que tengan coherencia entre táctica y estrategia, entre medios y fines, alcanzando la transformación radical de las condiciones de existencia imperantes.
Notas:
[2] http://www.semana.com/nacion/
[3]http://www.las2orillas.co/
[4]http://lasillavacia.com/
[5] http://www.lanacion.com.co/