La economía ecuatoriana dolarizada (ávida de dinero en efectivo) y débilmente institucionalizada, es el campo perfecto para el lavado de narcodólares; dinero que es crucial para disponer de suficiente circulante. Si bien se sabía que el narcotráfico es un importante sostén del circulante de la economía ecuatoriana, cabe analizar por qué en la actual coyuntura el problema se visibiliza con mayor fuerza. Es evidente que, en parte, este problema ha ganado connotación por la influencia de la desmovilización parcial de las fuerzas guerrilleras de las FARC.
«Las penas y las vaquitas se van por la misma senda.
Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas»
Sabíamos que existía… pero fuimos indiferentes. Sabíamos que caminaba junto a nosotros y que hasta alimentaba parte importante de los flujos económicos de nuestro país… pero casi nunca lo admitimos. Tuvieron que ser asesinados tres periodistas para que asumamos una realidad que estaba presente desde hace mucho tiempo atrás, y que incluye a muchas otras personas desaparecidas, secuestradas y asesinadas en silencio.
Cabría preguntarse por qué nos negábamos a aceptar esa realidad; por qué insistíamos en que el Ecuador era una «isla de paz» cuando la violencia ha ido creciendo y la incautación de droga es cada vez más intensa. Basta ver que, mientras en 2015 se decomisaron 79 toneladas de droga , para 2017 la cifra subió a 119 toneladas , lo cual no demuestra más eficiencia de la acción policial, sino un incremento del volumen de droga que transporta en nuestro país, pues bien se sabe que se captura en promedio un 10% del total de volumen movilizado. El narcotráfico, nos guste o no, hace tiempo rebasó nuestras fronteras, y con seguridad permea muchos ámbitos de nuestra cotidianidad (incluyendo a escuelas y colegios ). Hasta hemos escuchado de políticos que han obtenido logros electorales financiados por círculos mafiosos ( el propio Lenín Moreno ha pedido que se investiguen posibles aportes de las FARC a las campañas electorales de Rafael Correa ).
Nuestra economía dolarizada (ávida de dinero en efectivo ante la no aplicación de alternativas monetarias ) y débilmente institucionalizada, es el campo perfecto para el lavado de narcodólares; dinero que es crucial para disponer de suficiente circulante (tanto en los sectores más informales de nuestra economía como en el gran mundo empresarial, aunque con impactos diferentes), como sucede en México, donde representaría alrededor de 10% del PIB . Bien sabemos que, en el mundo de los negocios, estos narcodólares nunca son despreciados .
Si bien se sabía que el narcotráfico es un importante sostén del circulante de la economía ecuatoriana, cabe analizar por qué en la actual coyuntura el problema se visibiliza con mayor fuerza. Es evidente que, en parte, este problema ha ganado connotación por la influencia de la desmovilización parcial de las fuerzas guerrilleras de las FARC; lo grave es que eso se anticipó hace rato e incluso desde fuentes oficiales . Dicho sea de paso, no olvidemos que las FARC fueron una guerrilla que perdió su rumbo ideológico, terminando transformadas en una organización criminal vinculada cada vez más al narcotráfico y demás crimen organizado.
Conociendo el problema que se venía, realmente es canallesco que el gobierno del caudillo del siglo XXI, Rafael Correa, en vez de fortalecer la institucionalidad y la presencia de todo el Estado en la frontera (y no solo presencia militar), haya priorizado en «inteligencia política» , es decir en: perseguir a opositores, debilitar a movimientos sociales, criminalizar a defensores de los Derechos Humanos y de la Naturaleza, agobiar a organizaciones no gubernamentales que no le eran serviles, atosigar a periodistas que develaban las costuras corruptas y autoritarias… En fin, repugna pensar que el correísmo desperdició la oportunidad de preparar al país para semejante situación que se le venía o que ya la estaba viviendo (y eso por no sospechar hasta de cierto vínculo oculto del correísmo directamente con el narcotráfico ). El abandono a la provincia de Esmeraldas en tiempos correístas es claro ejemplo de cómo la falta de acción y presencia del Estado creó el espacio perfecto para que la violencia construya su propia «institucionalidad» en la frontera.
Ahora, aunque el correísmo no hizo lo que debió, tampoco tiene asidero repetir que el problema de la droga se agudizó al cambiar la tabla de consumo individual, en donde se busca que una persona no sea discriminada y apresada por ser consumidora, siendo más bien el Estado el que debe garantizar su rehabilitación y no su sanción (postura recomendada por la Organización Mundial de la Salud, por cierto). Enfaticemos que el problema de la expansión del narcotráfico no es punitivo, es estructural y debe afrontarse de forma diferente al cañón y el fusil (basta escuchar, en México, personas que hasta proponen un «diálogo» con el crimen organizado como respuesta al fracaso de la llamada «guerra contra el narcotráfico»).
En este punto, también cabría preguntarse a quién beneficia el surgimiento tan abrupto de la violencia del narcotráfico en la frontera con Colombia. Sabemos que en ese país hay grupos muy poderos, sobre todo vinculados al uribismo (por no decir otra cosa), empeñados en torpedear los acuerdos de paz con las FARC y el ELN; de hecho, el presidente Moreno anunció que el Ecuador no será más el país en donde se realizan las negociaciones de paz con el ELN , justo a raíz de lo visible que se volvió la violencia del narcotráfico en la frontera. Sin duda tales grupos anti-acuerdos deben estar frotándose las manos pues los aires bélicos contra «guerrilleros disidentes» quizá generen un impacto favorable para el candidato uribista en las elecciones presidenciales de mayo (donde fuerzas no-neoliberales les disputan el poder).
Asimismo, no faltarán grupos de derecha -incluso locales- que, aprovechando del ruido generado por la violencia de la supuesta «disidencia guerrillera», quieran lanzar el lodo y sangre del narcotráfico a la izquierda. Como si no se dieran cuenta que, en los tiempos contemporáneos, la actividad capitalista por excelencia es el propio narco: solo véase los millones de dólares (ganancias) obtenidos por los «disidentes» del grupo que ha ganado un macabro protagonismo con la muerte de los tres periodistas (y que, para colmo, estaría vinculado a grandes grupos narcotraficantes influyentes en el país ).
Vemos, pues, que el problema del narcotráfico y la violencia en la frontera con Colombia es complejo pues involucra múltiples dimensiones (desde la seguridad hasta dimensiones político-económicas). Frente a tal complejidad y tan duro momento -ante el cual necesitamos mantener la calma-, debemos tener claro que la cuestión no se resuelve para nada con insultos y agresiones, tampoco con simples recambios de gabinete, menos aún con propuestas represivas o cargadas de violencia, o con el regreso de la Base norteamericana a Manta (pensemos cuántas bases norteamericanas se encuentran en Colombia y cuan efectivas han resultado en la lucha contra el narcotráfico).
Debemos asumir con responsabilidad el reto y analizarlo a profundidad. Requerimos de unidad nacional y requerimos reconocer el terreno en que nos movemos, para asumir con seriedad un desafío histórico (que podría estar a punto de salirse de nuestras manos). De lo que hagamos en estos días dependerá en gran medida la vida de nuestra sociedad en las próximas décadas: vivir entre los horrores de la violencia sin cuartel (en donde grupos criminales se disputen hasta los espacios que aparentan ser más seguros ) o intentar (re)construir aquella «isla de paz» que supuestamente fuimos.
No podemos centrarnos en las particularidades de cada acto de violencia directa, marginando su esencia estructural . Eso es peligroso. Hacerlo así impide buscar respuestas a un tema tan enmarañado como el combate a la violencia en todas sus manifestaciones, sea aquellas provocadas por el tráfico de personas, el negocio de la guerra y de las armas, la pornografía infantil, el crimen organizado, la injusticia y desigualdad social… y en este caso por el narcotráfico, uno de los engranajes más lucrativos de una perversa maquinaria que muchas veces pasa inadvertida en estas discusiones: la acumulación capitalista.
En efecto, el punto medular que explica el auge del narcotráfico está en la lógica de acumulación capitalista transnacional. Y mientras los países donde se libra la «guerra contra el narcotráfico» cargan con las penas – y los muertos -, en los grandes países consumidores de droga se realiza la mayoría de su valor: una muestra es la diferencial de precios entre los diversos países, donde es claro quiénes son los que -con su elevada demanda- empujan los precios al alza ; elevada demanda que se cubre con aumentos de la oferta y la productividad .
A fin de ver cómo el narcotráfico es una de las expresiones más elocuentes -y lucrativas- de un capitalismo salvaje que se globaliza, es suficiente recordar aquellos casos de narcotraficantes que llevaban complejos y detallados mecanismos de contabilidad (administrando su capital cual empresa transnacional). O si se desea ser más explícito, se puede revisar algunas cifras de cuán rentable es la «inversión» en el narco (tomadas del informe «El problema de las drogas en las Américas» elaborado en 2013 por la Organización de Estados Americanos ):
– Para producir un kilo de pasta base de hidrocloruro de cocaína, se requieren de entre 450 y 600 kilos de hoja de coca; si un granjero colombiano recibe US$1,30 por cada kilo de hoja, el kilo de pasta base de hidrocloruro de cocaína en selvas colombianas costaría entre US$585 y US$780. En la misma selva el kilo podría venderse en unos US$2.700, valor que se triplicaría en puertos colombianos. En Centroamérica, el kilo llegaría a US$10.000, y en la frontera norte de México llegaría a US$15.000. Ya en Estados Unidos, el precio al mayoreo del kilo estaría en US$27.000 o más (y eso que, en el camino, el kilo se duplicó siendo adulterado químicamente). Finalmente, tomando el dato de que en 2010 el precio de cada gramo de cocaína refinada en Estados Unidos llegó a US$165, entonces cada kilo alcanzó los US$165.000; eso implicaría que los dos kilos de cocaína obtenidos de un kilo de base generarían US$330.000 cuando -recordemos- el costo de producción estuvo apenas entre US$585 y US$780.
Por su parte, el «Informe mundial sobre las drogas» presentado por la Oficina de las Naciones Unidas para el control de las Drogas y la Prevención del Delito (UNODC) (tanto en su versión de 2013 como de 2017 ), señala los siguientes detalles:
– En 2015 la producción de hidrocloruro de cocaína puro habría llegado a las 1.125 toneladas (incremento de 25% entre el período 2013-2015).
– A escala mundial, en 2009 el mercado de cocaína movilizó 85 mil millones de dólares, el de la heroína movilizó 55 mil millones, y el de marihuana unos 141 mil millones.
– En 2010, entre cocaína, heroína, marihuana, y metanfetaminas en Estados Unidos se gastaron alrededor de 100 mil millones de dólares . Por su parte, en 2013 el mercado de las drogas en la Unión Europea representó unos 24,3 mil millones de dólares .
– Sobre la cocaína, tanto en el mercado mundial como en Estados Unidos, «solo un poco más del 1% del valor corresponde al ingreso de los productores originales en los países andinos, en tanto que los vendedores minoristas de los países consumidores reciben cerca del 65% de esos ingresos. Alrededor del 9% de los ingresos se adquieren cuando la cocaína es transportada desde los países productores a los países de tránsito (tales como México o países de África Occidental)».
– La rentabilidad del narcotráfico es mucho mayor al de negocios lícitos: «Por ejemplo, el costo del grano de café es cinco veces más alto a nivel del comercio minorista que en la puerta de la hacienda del cafetal, en tanto que el costo de la heroína es 170 veces más».
De lo anterior se desprende que no estamos frente a un problema que surgió con la guerrilla, menos aún con un inexistente «socialismo». Sin negar las irresponsabilidades de gobiernos anteriores, sobre todo del correísmo -a más de la incapacidad del morenismo-, lo cierto es que este flagelo compete a muchos actores. Sobre todo, los Estados Unidos tienen una enorme responsabilidad, pues -como ya lo dijimos- mientras los muertos por la guerra de la droga se acumulan en los países empobrecidos por un sistema económico maldesarrollador (y por el creciente consumo en los países centrales), las grandes ganancias del narcotráfico -cotizadas mayormente en dólares- ingresan al sistema financiero internacional (y, sin duda, con fuerte intervención de paraísos fiscales).
Enfrentar el problema de la droga como una guerra solo augura la derrota. Lo que necesitamos hacer es reflexionar en alternativas realmente disruptivas. Incluso cabría pensar en la opción de una despenalización responsable y médicamente controlada del consumo -no confundir simplonamente con una legalización que exacerbe su consumo-, al tiempo que se eliminan todas aquellas causas que generan tantas frustraciones y amarguras sobre todo en las sociedades de la opulencia y el desperdicio. Recordemos que, por más que el fetichismo mercantil capitalista intente ocultar la realidad, el hecho es que un mayor ingreso no tiene por qué implicar una mayor percepción de felicidad ( paradoja de Easterlin ), sino todo lo contrario: puede generar una ambición de poder insaciable.
Y en el caso concreto del Ecuador, es urgente crear una nueva institucionalidad y crear alternativas de vida para tantas personas que, por la miseria, el hambre y la pobreza, terminan encadenados en el negocio del narco. Un negocio que dominado por grandes carteles , y que llegaría a permear profundamente en la economía y hasta en las mayores esferas del gobierno (recordemos que el propio Moreno indicó que se identificó que un miembro de su escolta personal tendría vínculos con el narcotráfico ).
Hacemos eco de las palabras de Montecristi Vive : El Ecuador no está dispuesto a aceptar la «mexicanización» de nuestra cotidianidad, y eso lo lograremos únicamente fortaleciendo a la sociedad e involucrando a todos en la construcción de unas condiciones de convivencia más democráticas, libres, equitativas e igualitarias . –
Alberto Acosta: Economista ecuatoriano. Profesor universitario. Exministro de Energía y Minas. Expresidente de la Asamblea Constituyente. Excandidato a la Presidencia de la República del Ecuador.
John Cajas-Guijarro: Economista ecuatoriano. Profesor de la Universidad Central del Ecuador. Estudiante de doctorado en economía de FLACSO-Ecuador.
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