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Reflexiones sobre el Día del Joven Combatiente

Las piedras de la historia

Fuentes: Rebelión

«Qué maneras más curiosas de recordar tiene uno» Silvio Rodríguez   El 29 de marzo, un número importante de chilenos recuerda y conmemora a sus caídos y no se trata de víctimas al azar, era el esfuerzo de un régimen por imponer el miedo y el terror a quienes resistían su mal gobierno, durante 1985, […]


«Qué maneras más curiosas de recordar tiene uno»

Silvio Rodríguez

 

El 29 de marzo, un número importante de chilenos recuerda y conmemora a sus caídos y no se trata de víctimas al azar, era el esfuerzo de un régimen por imponer el miedo y el terror a quienes resistían su mal gobierno, durante 1985, 53 chilenos y chilenas en su mayoría jóvenes ofrendaron sus vidas de diferentes modos, un número indeterminado de personas sufrieron detenciones arbitrarias, torturas.

Recordar el 29 de marzo de 1985, no es otra cosa que rendir un homenaje a cada una de esas vidas arrancadas de sus familias y de un proyecto distinto de país, de ahí que uno de los modos más sinceros de hacerlo, es ratificando un viejo compromiso, hacer de Chile, un país más justo y digno para nosotros y nuestros hijos e hijas.

La memoria de los renegados sin embargo, tiende a matizarse con la de los victimarios, buscando en un primer esfuerzo imponer el olvido – si ello no diera resultado- intentan entonces bajar el perfil o remitir el recuerdo a un símbolo, una placa recordatoria, para que queden bien guardados, en el obituario de fin de siglo, los más osados buscaron verdades pactadas que aseguraran el suculento negocio del Co-gobierno.

Los hermanos Eduardo y Rafael Vergara Toledo, como José Manuel Parada, Santiago Nattino, Manuel Guerrero, los hermanos Marcelo y Daniel Miño Logan, Oscar Fuentes Hernández, Paulina Aguirre Tobar, Sara Plaza, Carlos Godoy Echegoyen, entre tantos, son el símbolo de la resistencia contra una dictadura brutal, pero también son el signo de una política que levantaron diversos sectores de izquierda, con el afán de lograr la caída del dictador, la política de rebelión popular, fue la más alta bandera de la dignidad, levantada por los jóvenes de la época.

A pesar de su derrota, los que tomaron la decisión de hacerla carne y pagaron con su vida por ello, merecen respeto.

¿O existen castas de víctimas a las que se debe recordar y a otras no? Con los mártires no puede haber discriminación de ningún tipo, otro asunto son las formas de conmemoración, que en ningún caso puede significar silencio.

Los peñascazos como símbolos de la historia.

Cuando Luisa Toledo, madre de los hermanos Eduardo y Rafael, asesinados por carabineros increpa al señor ministro Vidal, con la imagen de las piedras lanzadas, incluso sobre su cabeza, la respuesta del distinguido funcionario, se redujo a decir que los problemas de un país no pueden arreglarse a peñascazos.

Usted tiene razón ministro, los problemas de un país no debieran, solucionarse por esa vía, pero hay momento en la historia de un pueblo, en que las voces de los excluidos, de los insignificantes de la historia, claman en el desierto sin respuesta, entre las voces que se han levantado en el desierto, se encuentran las de Luisa Toledo y Manuel Vergara.

Por tanto, pasar del grito a la piedra que golpea las puertas y las cabezas de los sordos, cuando han pasado veintitrés años, no me parece ningún acto de neurosis.

Las piedras, por insignificantes que parezcan hoy, ante la tecnología de la muerte, juegan y han jugado un papel digno, en la historia de muchos pueblos, grandes alegorías tienen como centro una piedra, baste recordar el proyectil lanzado por David contra Goliat.

La piedra ante la amenaza mortal de la bala, es el acto épico y supremo de hombres y mujeres por su dignidad, así lo demostró el pueblo de Chile, a mediados de los ochenta, así lo demuestran los jóvenes y niños de Palestina e Irak, ante la ocupación sanguinaria de Israelitas y Norteamericanos.

Las piedras, no solucionan los problemas señor ministro Vidal, señores integrantes de la concertación y de la derecha del país, pero tampoco se corrigen con mesas cojas de diálogo, ni con la amenaza de las penas del infierno a quienes osen lanzarlas, ni con la soberbia de quienes se esconden bajo el poder empresarial, las leyes de amnistía y de los acuerdos que los protegen de sus responsabilidades, tanto en la eliminación de ciudadanos, como del desfalco que sufrió y sufre el país, en manos inescrupulosas.

Muchos de ustedes no han lanzado una piedra, ni una molotov, ni siquiera un mísero panfleto en su vida y sin embargo, el daño que han causado a la psiquis de los chilenos, al cuerpo de los chilenos, al alma de los chilenos, no tiene posibilidad de comparación, con sus acciones políticas lo que han hecho es asesinar sistemáticamente la esperanza, el sueño de una sociedad más justa.

«La justicia en la medida de lo posible», el silencio pactado para resguardar el nombre de los torturadores, la comodidad de la democracia protegida, amparada en un binominalismo político, social y cultural impuesto a costa de cesantía, miedo y exclusión, son parte de las miserias que tendrán que cargar durante toda su vida.

Porque las voces que claman en el desierto, como hoy la de Luisa, cumplen la función de ser la piedra que estalla contra la ventana de sus dormitorios, alterando el sueño de tan distinguidos caballeros.