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Las preocupaciones de Hermógenes Pérez de Arce o como curar un cuerpo social enfermo

Fuentes: Rebelión

En una publicidad radial de septiembre de 1964, se podían oír unos fuertes ruidos de metralleta, luego, una voz femenina gritando «¡Han matado a mi hijo! ¡Los comunistas!», con voz emocionada, un hombre luego decía: «El comunismo solo ofrece sangre y dolor. Para que esto no suceda en Chile elijamos presidente a Eduardo Frei». Este […]

En una publicidad radial de septiembre de 1964, se podían oír unos fuertes ruidos de metralleta, luego, una voz femenina gritando «¡Han matado a mi hijo! ¡Los comunistas!», con voz emocionada, un hombre luego decía: «El comunismo solo ofrece sangre y dolor. Para que esto no suceda en Chile elijamos presidente a Eduardo Frei». Este mensaje radial directo, se complementaba con una gran cantidad de boletines diarios, carteles y afiches anticomunistas en las calles que difundían esta propaganda negra (financiada en parte importante por la CIA), grandes fotos en las páginas de El Mercurio en donde aparecían supuestos pelotones de fusilamiento cubanos y niños armados junto a la frase: Chileno, quieres que esto pase en Chile?

Esta campaña del terror o guerra psicológica, fue una verdadera operación de identificación ideológica del enemigo: los marxistas, ajenos a la tradición nacional cristiana, occidental e hispánica (como dijera años más tarde la propia Junta Militar). Paulatinamente, estos extraños comenzaron a ser marcados como peligrosos y, mediante la propaganda negra, se intentó cortar sus lazos y aislarlos de la sociedad, tal y como si se tratara de enfermos contagiosos que debían ser tratados. Como sabemos, una década más tarde este tratamiento, significó el paso de gran parte de estos enemigos por los centros de tortura (verdaderos quirófanos en donde se extirparía el cáncer marxista), en donde se decidía la suerte de los contagiados, ya sea la expulsión del país o peor aún, el asesinato y la desaparición. En otras palabras, dicha campaña del terror, preparó el camino para escaladas más directas de violencia, en tanto, esa violencia simbólica se puede leer como la legitimación, la construcción teórica de la necesidad de exterminio, aunque todavía esté lejos de expresarse.

Hoy, ese paisaje triste de nuestra historia reciente, ha sido puesto nuevamente frente a nuestros ojos. Sí, ya que en una columna de opinión del diario electrónico El Mostrador en su edición del 04 de julio, don Hermógenes Pérez de Arce ha señalado, entre otras cosas, que el «cáncer marxista» a que aludía Leigh no sólo no fue extirpado, sino que ha rebrotado y se extiende. Sí. El cuerpo social está enfermo. Ha perdido sus defensas y no se ve a nadie que lo pueda sanar».

Las lamentaciones de Pérez de Arce respecto de que no existe nadie que pueda defender, sanar al cuerpo social de este cáncer marxista, se hacen en un momento en que el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, ha sido cuestionado por algunos historiadores y lo que es más preocupante aun, por la propia directora de la Dirección de bibliotecas archivos y museos (DIBAM). Se hacen además, a poco tiempo de realizado un homenaje a la figura de Pinochet y en un punto de nuestra coyuntura nacional, en que los militares en prisión por violaciones a los DD.HH, están metiendo un ruido increíble para poder conseguir beneficios o la libertad (aunque muchos de ellos puedan pasease por Malls y lugares públicos sin problemas). Es decir, estas palabras son un abierto llamado de parte del mencionado columnista, a que alguien se haga cargo de extirpar este cáncer (hoy integrado por nuevos sujetos peligrosos, como los Mapuche, encapuchados, pobladores excluidos del milagro chileno, estudiantes endeudados, pescadores artesanales y cesantes) y que estos enemigos sean puestos -nuevamente- fuera de circulación para ser tratados, para curar así al cuerpo social.

Nuevamente, la campaña negra que marca a estos otros, «otros» que forman parte de ese lugar imaginado (espacio simbólico en donde alojan sus miedos y enemigos) por nuestra nobleza criolla y sus partidos políticos, quienes actúan como detentadores de una moral superior y que ante la más mínima sospecha de amenaza de sus propiedades privadas y su capital financiero y político, comienzan a marcar a los ajenos, construyendo primero simbólicamente, esa violencia que al no ser deconstruída puede tomar formas aniquiladoras, como lo han dejado en claro las distintas experiencias genocidas y dictatoriales en el Cono Sur, incluido por supuesto nuestro país.

¿Se la ha tomado el peso a las palabras de Hermógenes Pérez de Arce? Muchos toman sus dichos como los de una persona enferma o un anciano senil y odioso. Sin embargo, es preocupante que un ícono del pinochetismo duro esté lanzando estos llamados a sanar el cuerpo social. Preocupante sobre todo por la coyuntura nacional y regional en que estos dichos se insertan.

Sin embargo, con todo lo que el mencionado columnista pueda señalar, Chile es hoy, y a pesar de las más de 3.500 personas desaparecidas y de las miles de víctimas de la tortura sistemática y la prisión política, un país que lejos de estar enfermo como señala Pérez de Arce, es un país que se ve cada día más sano, gracias a las florecientes voces que exigen mayor igualdad y justicia social, voces que corren por las venas de esas Alamedas cada día más abiertas, dando salud a una sociedad tímida y muchas veces indiferente. Y es esto precisamente, esta alegre rebeldía, lo que asusta a muchos que comienzan, como tantas veces, a soltar su odio, a preparar su mordida voraz.