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Las quintiniadas en el Cauca

Fuentes: Rebelión

«Una de las principales razones que tienen los blancos para mantenernos en la opresión económica en que vivimos más que el deseo de adueñarse de nuestro trabajo y de vivir del sudor de nuestras frentes, es el temor de que algún día podamos ser fuertes, capaces de reclamar con la fuerza nuestros derechos y de […]

«Una de las principales razones que tienen los blancos para mantenernos en la opresión económica en que vivimos más que el deseo de adueñarse de nuestro trabajo y de vivir del sudor de nuestras frentes, es el temor de que algún día podamos ser fuertes, capaces de reclamar con la fuerza nuestros derechos y de tomar nuevamente posesión de las tierras de que fuimos despojados violentamente». Manuel Quintín Lame.

 

En el 2015 se cumple un siglo del comienzo de las quintiniadas como fueron denominadas las rebeliones indígenas en el departamento del Cauca, lideradas por Manuel Quintín Lame. Estas movilizaciones marcan el comienzo del «despertar» indígena en Colombia, cuando los comuneros se proponen la recuperación de las tierras y la defensa de los resguardos, lo que los convierte en sujetos activos de su propia historia. Las quintiniadas tienen una influencia de larga duración que atraviesa todo el siglo XX y se proyecta hasta el presente, porque los problemas que afrontaron tanto Quintín Lame como otros luchadores indígenas son similares a los que hoy soportan los grupos étnicos a lo largo y ancho del país. Además, los levantamientos en Tierradentro, con la participación de miles de comuneros, fueron anteriores al auge de las luchas agrarias y a los movimientos de trabajadores contra los enclaves imperialistas, lo que indica que esas acciones de protesta abrieron el camino de la lucha social en el país, aunque eso no se suela reconocer. 

Manuel Quintín Lame y la lucha contra el terraje

En Tierradentro, Cauca, donde nació Manuel Quintín Lame Chantre, desde los tiempos de la colonia española los indígenas paeces y guambianos sobrevivieron agrupados en resguardos, que sufrían continuamente el recorte de sus tierras por la expansión de los terratenientes. A comienzos del siglo XX la región de Tierradentro estaba habitada por unos veinte mil indígenas, la mayor parte de los cuales laboraba en las haciendas circundantes bajo la modalidad del terraje, esto es, el pago de una renta en trabajo o en especie, a cambio de vivir en un terreno de la hacienda, llamado «encierro». Los terrazgueros pagaban el terraje trabajando para el patrón durante varios días al mes o dando una parte de sus productos.

En una de estas haciendas, en San Isidro, localizada en Silvia (Departamento del Cauca), nació Manuel Quintín Lame el 31 de octubre de 1880. Desde muy pequeño soportó el sufrimiento que lo acompañaría toda la vida: apenas con 5 años de edad presenció la violación de su hermana. Durante sus primeros años, trabajando junto a sus padres, afrontó un permanente desplazamiento de hacienda en hacienda, de donde eran expulsados cuando la tierra estaba lista. No asistió a la escuela ni recibió educación formal, aunque le rogó a su padre que le enviara a estudiar, a lo que éste le respondió que la verdadera escuela del indio era el trabajo. No se sabe cómo, pero aprendió a leer y a escribir, algo excepcional entre los indígenas, puesto que los terratenientes se cuidaban que sus terrazgueros fueran analfabetas, para mantener un pleno dominio material y espiritual.

Quintín Lame fue soldado en la Guerra de los Mil Días, del lado de las huestes conservadoras, en las que se alistó para vengar a su hermano, que había sido asesinado en el Cauca por un grupo de miembros del partido liberal opositores al gobierno, aunque no participó en ningún combate. En 1901 regresó a Popayán donde terminó de prestar el servicio militar. Se casó y consiguió una parcela, contigua a la de su padre, por la que tenía que pagar dos días de terraje a la semana, y el resto de tiempo trabajaba en su «encierro». Hastiado de pagar terraje quiso comprar su propia parcela pero el dueño no se la vendió.

Siendo muy joven se interesó por el derecho y el estudio de las leyes, las que aprendió leyendo Códigos y manuales para tinterillos, suministrados por el abogado Francisco de Paula Pérez. Desde entonces se hizo experto en leyes, siendo llamado por sus amigos y conocidos como el «Doctor Quintino», en alusión a su conocimiento de la legislación colombiana sobre los indígenas.

La opresión y explotación a que eran sometidos los indígenas por parte de los hacendados, realidad vivida en carne propia por Quintín Lame, lo llevó a adquirir conciencia sobre la necesidad de emprender un proyecto que implicaba defender los resguardos y recuperar tierras. Sus primeros años de lucha fueron de adoctrinamiento y de resistencia pacífica, por eso no volvió a cultivar la tierra cuando esto significaba pagar terraje. Efectuaba «mingas adoctrinadoras» para convencer a los indígenas de la injusticia de los hacendados y de la necesidad de defender los resguardos. Quintín Lame se convirtió en el vocero de los indígenas y estos lo nombraron «Jefe, representante y defensor general». Se dotó de una especie de organización al designar secretarios en diversas parcialidades del Cauca.

Los terrazgueros empezaron a desobedecer a los hacendados, muchos de ellos no volvieron a pagar terraje e incluso algunos mayordomos fueron amenazados y golpeados. Estas actitudes, desconocidas en el Cauca indígena, fueron inmediatamente contrarrestadas por la acción represiva de la policía. Las amenazas de los grandes propietarios no desanimaron ni a Lame ni a los terrazgueros rebeldes. En este contexto prepararon la toma de Paniquitá a mediados de 1914, la primera acción concreta que dirigió Quintín Lame. Éste organizó a unos 200 terrazgueros, a los que dividió en dos flancos para marchar a Paniquitá, un pequeño poblado cercano a Popayán. Quintín Lame entró al pueblo y fue recibido con algarabía, música de chirimías y abundante comida. En una improvisada tarima se dirigió a los habitantes de la población y les dijo: «La independencia que nos dio Bolívar fue un engaño […] Bolívar peleó con los indios y les ofreció que les devolvería las tierras que les habían quitado los españoles. Pero ¿qué pasó? Que Bolívar mintió y no les devolvió las tierras sino que las dejo en manos de los otros conquistadores blancos pagando terraje. No hay que pagar terraje, porque nosotros no hemos venido como puercos sin horqueta a meternos en un sembrado ajeno. Esta tierra es de nosotros» [1].

Palabras históricas, puesto que por primera vez en Colombia un indígena ponía en cuestión, directa y públicamente, el poder de los terratenientes y rechazaba el terraje, una de las formas más oprobiosas de dependencia personal. Ese anunció aterró a los grandes terratenientes del Cauca y a las autoridades del departamento. Empezaron a circular rumores sobre las pretensiones de Quintín Lame, no obstante que hubiera abandonado de manera pacífica, como había llegado, el pueblo de Paniquitá. Los terratenientes que captaron el sentido del mensaje de Lame, empezaron a organizar grupos armados, formados por indígenas antiquintinistas para impedir la recuperación de tierras y la huida de los terrazgueros. Organizaron en la práctica una contrainsurgencia indígena, similar a la que en la actualidad, un siglo después, constituyen determinados grupos y organizaciones indígenas en el Cauca y otras regiones de Colombia, y que reciben dineros de la cooperación internacional y del Estado.

En el Cauca, tanto sus secretarios en las distintas parcialidades como sus hermanos se convirtieron en sus voceros organizativos. Quintín Lame había escogido al pueblo de Calibio como la Suprema Capital del Directorio Indígena y a Pitayó como segunda capital. Con los indígenas organizados, su líder pensaba que podía enfrentarse la «injusticia de todos los grandes usurpadores que se creen los dueños y a mano armada le quitan la vida a muchos arrendatarios, los ultrajan cuando no se pague esos severos impuestos sin tener derecho porque nosotros somos los dueños originarios del suelo colombiano» [2] . Quintín Lame se dirigía a los cabildos para que dieran a conocer la nueva de que «estamos preparados y esta preparación será el más fino cincel para taladrar la cárcel de piedra y salimos a gritar: ¡viva nuestro derecho! y Jesucristo Nuestro Señor en su santo templo» [3].

Una rebelión indígena

Durante algún tiempo, Quintín Lame había estado planeando un levantamiento general, cuya fecha estaba prevista para el 14 de febrero de 1915. A comienzos de este año, Quintín Lame consideraba llegado el momento de «presentar nuestra frente vestida de honradez para defender amplia y justamente nuestros derechos». Los indígenas no tenían por qué acobardarse ya que se «anuncia el claro resplandor que rasgará el manto de esa noche más oscura y veremos brillar el rayo de la esperanza, el faro de nuestros derechos» [4]. El plan fue develado por algunos gobernadores indígenas que informaron al gobierno departamental. El 29 de enero de 1915 fue detenido Quintín Lame, junto con su hermano Nacianceno y otros cinco indígenas, siendo así conjurado el levantamiento.

Para las autoridades, esta sublevación de indígenas en el Cauca era resultado del «espíritu inquieto, aventurero, turbulento del indio Manuel Quintín Lame», que lo llevó a proclamarse como «cacique general» y a hacer promesas a los indígenas de sublevarse «para separarse de los blancos y recobrar todas las tierras por estos usurpadas». Agregaban que la sublevación se debía a la deficiente legislación indígena que favorecía a los gamonales, como calificaban a Quintín Lame, junto con la ignorancia de los indios. No de otra manera podían pensar aquellos que siempre estuvieron acostumbrados a la pasividad y resignación de los comuneros, a los que creían incapaces de efectuar protestas para defender sus derechos.

Quintín Lame fue excarcelado mediante una fianza a fines de 1915. Una vez en libertad, «tornó a la cordillera central y se dedicó a recorrer todas las parcialidades de indígenas de Tierradentro y la provincia de Popayán». Con firmeza les señalaba a los indígenas que «su raza, humillada por los blancos y desposeída de sus tierras, debe cambiar su situación y apoderarse de ellas para que sus verdaderos y legítimos dueños se conviertan de peones y arrendatarios en amos y señores y para que los blancos ocupen el lugar que ellos tienen ahora». Su discurso calaba hondo entre los terrazgueros, puesto que, como las autoridades constataban, «éstos ya se resisten a trabajar en las haciendas» [5].

La labor de Quintín Lame, encaminada a que los indígenas defendieran sus derechos, generaba una inusitada agitación en los resguardos y las comunidades, donde se realizaban asambleas y reuniones en las que se pronunciaban palabras de libertad y justicia. Estos hechos desconocidos en el Cauca conservador y clerical, aterraban a los terratenientes y a las autoridades departamentales, hasta el punto que el 9 de febrero de 1916 el gobernador del Cauca pedía autorización al gobierno nacional para conducir a Quintín Lame a Puerto Asís o a una colonia penal lejana para evitar nuevos problemas. Al mismo tiempo, los terratenientes organizaban grupos civiles armados para defenderse del posible ataque de los indígenas en Tierradentro.

El viernes 26 de mayo de 1916, Quintín Lame en una junta con miembros de las parcialidades pronunció un significativo discurso, en el cual recalcó que los indígenas debían participar en las elecciones con un candidato propio y no apoyar las listas de los partidos tradicionales. Destacó que los indígenas «necesitamos una ley que reconozca y defienda nuestros derechos», porque «somos los que trabajamos, los que con el sudor de nuestras frentes hacemos producir la tierra», Por esta razón, «sin el trabajo de nosotros se morirían de hambre los blancos, y no obstante nada tenemos: ni siquiera un pedazo de tierra propia para dormir tranquilo». Reivindicaba al trabajo de los indígenas, al preguntar: «¿Cuál es, señores, la razón que hay para que los zánganos de la ciudad sigan en quinientos pesos diarios por poner una o dos firmas y nosotros después de haber sudado diez horas apenas nos alcancemos a ganar veinte pesos?» [6].

Mientras Quintín Lame estaba reunido en forma pacífica con los indígenas, el Prefecto de la Provincia y el Comandante de la Policía Departamental, con algunos de sus empleados subalternos y a la cabeza de un piquete de hombres armados, salieron en su búsqueda y acamparon en el pueblo de Calibio. Su llegada nocturna evitó el enfrentamiento, pues a esa hora ya había concluido la asamblea indígena. Pero las autoridades estaban atentas a todos los movimientos de Quintín y dispuestas a impedirle que siguiera organizando a los indígenas y denunciando el poder terrateniente.

Quintín Lame pensaba crear una «República chiquita», para lo cual dividió al Departamento en secciones, cada una con un secretario general al que debían obedecer todas las parcialidades que se sumaran al movimiento. Este mismo esquema organizativo lo pretendía implementar en los departamentos del Valle, Nariño, Huila y Tolima. Pensado en una estructura organizativa que desbordara el marco regional, Quintín Lame aspiraba a que lo designaran como Jefe Supremo de los Indígenas de Colombia para adelantar una lucha por la tierra, la libertad y el poder.

Quintín Lame estaba planeando una insurrección pero esta vez pretendía actuar con más sigilo. Las autoridades del Cauca lo seguían paso a paso, previendo nuevas acciones. A mediados de 1916 un grupo de indígenas asaltó un estanco de aguardiente en Silvia, gritando vivas a Quintín Lame. Dos de los asaltantes fueron detenidos y confesaron que se estaba organizando un levantamiento armado, que consistía en atacar sucesivamente las haciendas y los pueblos de la cordillera, emboscar al Ejército y obligar a huir a los «blancos» para que abandonaran sus propiedades. Se libró orden de captura contra Quintín Lame, pero éste, protegido por las comunidades indígenas, se escondió durante algún tiempo.

El líder indígena fue detenido violentamente mientras escuchaba misa el domingo 8 de junio de 1916 en San Isidro. Los indígenas al conocer la noticia sobre la prisión y maltrato de su jefe, intentaron liberarlo, pero una escuadra del Ejército lo impidió, mató a un indígena e hirió a otros. De la refriega quedaron dos soldados heridos y a dos más les arrebataron las armas. La situación fue aprovechada para detectar los lugares donde se encontraban los indígenas lamistas. Las autoridades consideraban que el Cauca Liberal, periódico «socialista y anarquista, concita a la rebelión, pues publica escritos que pone en boca de Lame» [7].

La aristocracia payanesa temblaba de miedo al escuchar el nombre de Quintín Lame. En esos momentos circulaban rumores infundados de que el indio rebelde se preparaba a bombardear la aristocrática ciudad. Era imposible que Quintín Lame atacara la ciudad porque estaba preso «los indígenas habían pensado venir al día siguiente a pedir en paz de Dios y como lo manda la Santa Madre Iglesia y las leyes de la República del Sagrado Corazón de Jesús, la libertad de su jefe» [8].

Luego de varias semanas de permanecer en la cárcel, Quintín fue dejado en libertad a fines de septiembre de 1916. Inmediatamente, se dirigió a Inzá y «advertidos los indios y secuaces de que debía llegar a esa población, salieron a su encuentro a algunas leguas, en número de trescientos, armados en su mayor parte de escopetas y peinillas». Allí se estableció con su séquito y «permaneció como por tres días dando conferencias amenazadoras contra los blancos vecinos de la población y pretendiendo ejercer actos de autoridad constituida». Poco después acamparon en las inmediaciones de Inzá, donde «el jefe y sus cómplices» se ocuparon de aumentar el número de manifestantes y anunciaron para el domingo 12 del presente, «nueva visita a Inzá» [9]. El 4 de noviembre de 1916, Quintín Lame entró al pueblo de Inzá, acompañado de mil quinientos indígenas. En la plaza principal entonaron el himno nacional, asistieron a misa y en una improvisada arenga el líder indio ordenó a sus cabildos tomar posesión de esas tierras, concedió diez días a los propietarios blancos para que abandonaran sus predios y demandó que los terrenos fueran entregados a los indígenas. Ese día, Quintín Lame anunció que regresaría al domingo siguiente. Ese anunció aterró a los grandes propietarios, quienes se dieron a la tarea de organizar grupos armados para enfrentar a Lame cuando regresara.

Como lo había anunciado, el 12 de noviembre Quintín Lame regresó a Inzá. Pío Collo, un indígena liberal declarado como su principal enemigo, lo denunció a las autoridades y participó en la organización de brigadas para atacar a los indígenas. Pio Collo se convirtió en el vocero de la contrainsurgencia en el seno del movimiento indígena y al servicio de los terratenientes caucanos, hasta el punto que era calificado como «un centinela del orden». Los voceros de los terratenientes, de los partidos tradicionales y del gobierno no dudaban en agradecerle su carácter de tránsfuga de los intereses indios al asegurar que «la actitud de Collo y sus acompañantes merece la gratitud del gobierno y de la sociedad del Cauca entero, a quien devuelve la tranquilidad», porque «Pio Collo, con un cuerpo de indígenas, continúa ayudando a la policía con la persecución de los fugitivos» [10].

Quintín Lame fue sorprendido, pues no iba en plan de ataque ya que tan sólo iba acompañado de 60 indígenas y no de los mil quinientos con los que se había presentado a Inzá escasos ocho días antes. En el ataque a mansalva que sufrieron los lamistas fueron asesinados 5 indígenas y 14 quedaron heridos, puesto que se trató de una acción de amedrantamiento en la que participaron vecinos de la localidad de Inzá, reductos de voluntarios de la vecina población de Belalcázar comandados por Pío Collo y fuerzas del ejército y la policía departamental. Aunque Quintín logró escapar, fue perseguido por el ejército y la policía de Popayán. Fue en este momento cuando proclamó «la reconquista completa de Tierradentro y la expulsión de los blancos» [11].

Las correrías contra Quintín Lame fueron organizadas por las autoridades civiles y militares en anuencia con los terratenientes de la región y, como parte de la acción contrainsurgente, en ella participaron indígenas al mando de militares de carrera, a los cuales les dieron armas. Este hecho fue considerado tan exitoso que se decidió dejarles las armas por varios días, hasta terminar con la sublevación.

Los violentos hechos de Inzá estaban relacionados con la actitud del gobierno central que en Bogotá había pedido mano dura contra las huestes indígenas de Quintín Lame. Miguel Abadía Méndez, Ministro de Gobierno, recomendaba al gobernador del Cauca «escarmentar a los sediciosos» para recuperar la tranquilidad en la región. Luego de la masacre de Inzá, el gobernador pensaba que el «escarmiento sufrido por indígenas y oportuno auxilio llegado allí de vecina población Belalcázar ha servido para evitar nuevo ataque aventurero, instigador Lame y secuaces» [12].

Pero Quintín Lame aún no había sido derrotado, porque a partir de ese momento y hasta mayo de 1917 prosiguió en su labor de acosar a los grandes propietarios, organizando una especie de guerrilla indígena, cuya sola mención los hacía temblar. En el Cauca circulaba todo tipo de leyendas sobre Quintín Lame, como aquella que le daba el don de la ubicuidad y lo situaba al mismo tiempo en un ataque sobre Inzá en el Cauca y en otro en Campo Alegre, Huila. Tal era el pánico que despertaban las huestes de Quintín Lame que en las veredas se construían trincheras, protegidas con personal civil pagado por los terratenientes, para defenderse de posibles ataques.

El 16 de abril los indios armados estaban organizados para atacar nuevamente a Belalcázar, y su alcalde solicitaba ayuda pues no tenía armas para defenderse. El 22 de abril los indígenas huían y el ejército había aprehendido a muchos de ellos. Para los terratenientes y las autoridades del departamento del Cauca el peligro continuaba porque Quintín Lame seguía libre. Lo que preocupaba a las clases dominantes del Cauca era que Quintín Lame agitara entre los comuneros la idea que esas tierras les pertenecían en calidad de resguardos y era hora de recuperarlas, «fomentando las pasiones de razas», con las «barbaridades que han podido cometer en sus ataques contra los que han alcanzado algún grado de civilización dado su primitivo estado de salvajez (sic)» [13].

La acción de Quintín Lame se mantuvo por varios meses, durante los cuales con un grupo de unos cien indígenas realizó varias acciones armadas en distintos lugares del Cauca. «Viene Quintín, vienen los indios» era el grito que aterraba a los «blancos». Solamente una celada traidora tendida por políticos liberales, en acuerdo con las autoridades civiles y militares del Departamento, logró capturar a Quintín Lame el 9 de mayo de 1917. Miembros del partido liberal lo buscaron y le propusieron una reunión amistosa, ofreciéndole su inclusión como candidato a Diputado por la Asamblea Departamental. En forma cobarde lo golpearon brutalmente apenas entró al lugar de la reunión (como se observa en una foto de la época) y lo amarraron

El indígena fue acusado, a raíz de los sucesos de Inzá en 1916 y sus acciones posteriores, por los delitos de robo, organización de motines y tumultos, formación de cuadrilla de malhechores, rapto y alteración de documentos. Las acciones de Quintín Lame habían tocado tan hondamente al poder local, que sus representantes exigían la modificación de la Ley 89 de 1890, en el punto referente a los cabildos, pues «hoy en día cada cabildo es un foco de insurrectos» y que sus representantes fuesen nombrados por los alcaldes o los prefectos.

Luego de las quintiniadas de los años 1915, 1916 y 1917 los círculos dominantes del Cauca pensaban que en el futuro inmediato se presentarían hechos similares, por lo cual proponían dos medidas radicales: una económica, tendiente a facilitar la penetración de colonos y la apropiación de las tierras indígenas de los resguardos, teniendo en cuenta su potencial riqueza agrícola y mineral; otra política, la división y venta de las tierras comunales para evitar futuros problemas de orden público. Al mismo tiempo, emprendieron el señalamiento y la persecución de todos los indígenas que apoyaban o simpatizaban con Quintín Lame.

Después de la sublevación de 1916 y 1917 en el Cauca, en varios lugares de ese Departamento y de otros, cundió la alarma por los efectos que pudiera tener la prédica lamista. En Puracé, por ejemplo, se conminaba a los indígenas a firmar cauciones en las que se comprometían a no tratar a Quintín Lame y ni siquiera volverlo a mencionar. Cuando Quintín Lame salió de la cárcel en 1921, tras pagar una condena de 4 años, se encontró con una realidad muy distinta a la de las quintiniadas, pues la mayor parte de sus amigos y seguidores habían huido a causa de la represión. Él mismo soportaba el asedio de los terratenientes, curas y autoridades civiles y militares. Por esta razón, decidió trasladarse a vivir a las zonas indígenas del sur del Tolima, desde donde proseguiría una lucha incansable durante el resto de su larga vida y donde moriría a fines de 1967.

 

Notas

[1]. Citado en Diego Castrillón Arboleda, El indio Quintín Lame, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1973, p. 98.

[2]. Manuel Quintín Lame, «Carta a Gregorio Nacianceno Lame e Ignacio Lame», Neiva, enero 11 de 1915, Fotocopia facsimilar, en Alina López de Rey, El líder y su causa: Quintín Lame, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, Tesis de Grado, Bogotá, 1990, p. 66.

[3]. Ibid, p. 67.

[4]. Manuel Quintín Lame, «Carta al gobernador de la parcialidad de Silvia», Silvia, enero 28 de 1915, copia fascimilar reproducida en A. López de Rey, op. cit., p. 69.

[5]. «Comunicación desde Popayán», febrero 17 de 1916, Archivo General de la Nación, Fondo Ministerio de Gobierno, Sección 4, Tomo 107, f. 80 (En adelante citado así: AGN, FMG, S. 4).

[6]. «Exposición de Manuel Quintín Lame», El Cauca Liberal, Junio 2 de 1916

[7]. «Telegrama», AGN, FMG, S. 4, T. 107, f. 92.

[8]. El Cauca Liberal, agosto 5-6 de 1916; Opiniones, agosto 5 de 1916.

[9]. «Comunicación de Antonio Paredes al Presidente de la República», Popayán 22 de noviembre de 1916, AGN, FMG, S. 4, T. 108, fs.312-314.

[10]. La Unión Conservadora, noviembre 17 de 1916, p. 2 y AGN, FMG, S. 4, T. 129, f. 142.

[11]. Alina López de Rey, op. cit., p. 89.

[12]. «Telegrama Gobernación de Popayán», AGN, FMG, S. 4, T. 107, fs. 151-154.

[13]. AGN, FMG, S. 4, T. 129, f. 139. 

Publicado en papel en Revista CEPA No. 20, marzo-julio de 2015.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.