Recomiendo:
0

Las socialdemocracias y las candidaturas de Lagos, Guillier y Atria

Fuentes: Rebelión

En política de izquierda cabe hacer siempre el esfuerzo de poner los acontecimientos en perspectiva. Tanto en Chile como en Occidente asistimos desde hace un par de décadas a la agonía de las socialdemocracias pese al cambio esperanzador que representó el triunfo de Jeremy Corbyn en la dirección del Partido Laborista británico. Si el declive […]

En política de izquierda cabe hacer siempre el esfuerzo de poner los acontecimientos en perspectiva. Tanto en Chile como en Occidente asistimos desde hace un par de décadas a la agonía de las socialdemocracias pese al cambio esperanzador que representó el triunfo de Jeremy Corbyn en la dirección del Partido Laborista británico.

Si el declive de la socialdemocracia empieza en Europa con el fin de los «treinta gloriosos» (los años1945-1975) del «Estado de bienestar» (*) y los inicios de la ofensiva neoliberal a mediados de los años 70 del siglo XX, en España se instala más tarde debido a que los socialistas españoles del PSOE, frente a una derecha de origen franquista, se presentarán en un contexto cultural antiautoritario (el llamado «destape») como los paladines de la conquista de las libertades civiles y de derechos sociales. Además, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) reivindicará el «sueño europeo», a medida que una «nueva clase media» se convertirá en su clientela social de referencia.

Ahora bien, si reemplazáramos en el párrafo anterior el término «sueño europeo» por «modernización capitalista» y agregáramos «aspiracional y meritocrática» a esa «nueva clase media española», nos encontramos de manera asombrosa con un esquema que podría aplicarse al que hacen Lagos y la Nueva Mayoría, pese a lo timorata que ésta ha sido en el avance de la agenda de derechos y libertades civiles. Y además de efectos sistémicos muy parecidos como el de la corrupción estructural en el medio financiero-empresarial y en los sistemas políticos representativos.

Es evidente que el Partido Demócrata Cristiano chileno es, dentro de la coalición que se configura como opositora a la derecha neoliberal y pinochetista, un partido que en lo cultural y valórico (derechos y libertades civiles) una rémora puesto que es refractario al cambio cultural y por ende próximo de los valores de la derecha española.

Cabe explicar que el golpe de timón que dieron los llamados barones del PS español y el felipismo en el último Comité Federal del miércoles 28 de septiembre pasado, con el fin de provocar una fractura interna y obligar a Pedro Sánchez de la actual dirección a dimitir, ni siquiera fue un intento por matar el germen de una tendencia a imitar el camino de Corbyn. Es decir intentar redefinir lo que sería un proyecto socialdemócrata que enfrentara a las derechas (como el laborismo de Jeremy Corbyn) y el neoliberalismo del Partido Popular (PP).

Bien sabemos que en los ochenta la socialdemocracia del Reino Unido se planteó como Tercera Vía ante el neoliberalismo y el proyecto socialista para luego, con Anthony Blair a la cabeza, neoliberalizarse completamente (**).

La neoliberalización del Partido de Felipe González

En 1979 Felipe González (socio carnal de Ricardo Lagos) quien, de paso por Chile y transformado hoy en operador de las multinacionales españolas, acaba de reunirse con Sebastián Piñera, convoca un Congreso sobre el abandono formal del marxismo, pero cuyo objetivo no confesado era de alinearse a la socialdemocracia europea de entonces para plantearse como fuerza dispuesta a garantizar una «Transición modélica» española sin sobresaltos.

Es así como Felipe González, que toma la conducción del PSOE tras la dimisión de Jaime Suárez (el dirigente emblemático de la derecha española) y después del intento de golpe de estado fallido del 23 de Febrero de 1981, junto con la victoria electoral en octubre de 1982, se convierte al llamado «atlantismo» y en un discípulo ferviente del neoliberalismo europeo en ascenso con Thatcher. De aquella época viene su estrecha amistad con Ricardo Lagos.

En definitiva, el comportamiento político del PSOE se asemeja al de la Concertación chilena en lo que respecta a una «transición» compartida con las fuerzas de las ultraderechas, franquistas y pinochetistas, respectivamente. En el caso chileno para bien administrar el Orden Neoliberal.

Más tarde la crisis financiera y sistémica iniciada en 2008 determinó el giro hacia políticas de austeridad por el Primer ministro español Rodríguez Zapatero en mayo de 2010. Estas políticas de corte neoliberal derivadas de la crisis financiera marcaron un cambio de época a escala europea y estatal. En España hubo una erosión creciente de la base social del PSOE a medida que a partir del 15 de Mayo de 2011 y, más tarde, de las elecciones al parlamento europeo de mayo de 2014, fueron emergiendo nuevos actores sociales (el movimiento de los indignados, cesantes, desalojados, etc) y políticos, con la construcción de Podemos hasta el punto de que éste se levantó como la fuerza política que pudo haber ganado las pasadas elecciones generales en España y formar gobierno.

Las candidatura de Fernando Atria y Alejandro Guillier

Si en España entonces será Podemos quien podrá representar, en alianza con Izquierda Unida (IU, ex Partido Comunista), el proyecto y los intereses populares, en Gran Bretaña la alternativa a las políticas neoliberales de los conservadores Torys salió del interior del partido, con Jeremy Corbyn, un crítico de las políticas neoliberales de los conservadores ingleses y cuyos orígenes y fuerza social han sido siempre el movimiento sindical británico.

Cabe preguntarse entonces si desde el interior del Partido Socialista (PS) chileno puede salir una fuerza capaz de presentarse como alternativa al modelo y al sistema. Ya que ninguna otra, ni el PC, ni los otros satélites del núcleo neoliberal de la Nueva Mayoría tienen la capacidad política ni la intención de hacerlo.

La Concertación+PC, que tanto su cultura política como sus intereses -con todo el peso institucional detrás- se han forjado a lo largo de varias décadas de búsqueda de «diálogo» y «consensos» con los partidos de las ultraderechas conservadoras y neoliberales y de ensamblaje con el bloque de poder neoliberal (con los consiguientes escándalos de corrupción y de «puertas giratorias») ha roto con la noción de conflicto. Idea más que clave de la política transformadora que obliga a pensar la política como correlaciones de fuerzas, por lo tanto encarar la construcción de la fuerza política y social necesaria para revertir la relación de fuerza actual con miras a derrotar al adversario/ enemigo con proyectos opuestos al proyecto popular, de los movimientos sociales y de las clases subalternas.

Lo que implica sostener como tesis que la Nueva Mayoría es responsable directa de la crisis de legitimidad de la política institucional como medio de transformación social.

Reponer el conflicto social y legitimarlo ante los ojos del 90% de la sociedad es tarea de un frente de izquierda de carácter democrático, ecologista, antineoliberal y anticapitalista.

En otros términos, ¿podría ser el constitucionalista Fernando Atria, miembro de la Nueva Mayoría y líder de la corriente interna Izquierda Socialista del PS, quien encabece una fuerza política transformadora que ofrezca una alternativa confiable para realizar las demandas populares postergadas e incumplidas por la misma Nueva Mayoría?

La respuesta es no puesto que si bien Atria ha sido un crítico a la Constitución neoliberal de Pinochet y un académico que ha defendido la educación pública, su vínculo con los movimientos sociales y de trabajadores es nulo ya que no tiene planteamientos claros ante la conducción política neoliberal de la Nueva Mayoría y al incumplimiento de las demandas.

Por ejemplo, nada ha dicho Atria sobre el presupuesto de austeridad presentado por el neoliberal ministro de Hacienda Valdés. El constitucionalista y académico se ha quedado en la torre de cristal del debate constitucional sin aterrizarlo en propuestas concretas que vayan en el sentido de mejorar la situación de las pensiones, la salud o el pluralismo informativo. Ni siquiera ha cuestionado el llamado «proceso constituyente» manipulado por el Gobierno del cual él es parte. Tampoco se conoce su posición acerca de las luchas ambientales ni acerca de las reivindicaciones sindicales de los trabajadores y del pueblo mapuche. Menos ha llamado a conformar un bloque socio-político unificador que movilice en pos de la obtención de las diferentes demandas sociales.

No se construye una alternativa por arriba a los poderes neoliberales con los partidos y la elite de la Nueva Mayoría cuando se es su agente y promotor como el senador y precandidato Guillier. Se hace más bien por fuera de la NM, desde abajo y desde la izquierda ideológicamente empoderada. Caer en la ilusión que un nuevo «ímpetu reformista» es posible con las «ideas» (ya no hablan de programa que los comprometa) de alguna candidatura simpática de la Nueva Mayoría, es condenarse a ver frustradas las tentativas de generar un movimiento, bloque o frente político y social que desde el pueblo reagrupe y vincule las demandas, haga converger las luchas sociales y genere consciencia.

Un nuevo proyecto de la izquierda debe romper con la mentalidad de subalterno. La cuestión es construir un flanco de izquierda socio-político con el cual los sectores que quieran romper con el neoliberalismo desde la Nueva Mayoría tengan también que competir y, si deciden romper y salirse de ella, allegarse a una plataforma programática que ofrezca una salida democrática y antineoliberal a la crisis institucional que vive el país.

Un país a la deriva

Construir una alternativa política que responda a la crisis del neoliberalismo chileno aplicado por la NM y la ultraderecha es una tarea política imprescindible.

Hay argumentos fríos para ver su urgencia: Chile está entre los siete países más desiguales del planeta: el 1% de la población ultra rica se apropia del 32% de los ingresos totales del país y posee una gran capacidad de evadir impuestos. Además, 70% de los nueve millones de chilenos que componen la fuerza laboral ganan salarios miserables, tienen una cobertura de salud más que insuficiente y en deterioro y, como si fuera poco, obtendrán pensiones de hambre. Pero hay un argumento nuevo que debería agitar las pasiones y afectos humanos por cambiar de raíz las estructuras de dominación: el exterminio (¿cabe decir programado?) durante años de niños y adolescentes provenientes de los sectores más frágiles y desamparados de nuestro pueblo oprimido y explotado; niños que sufren lo indecible y que cayeron entre las garras del dispositivo estatal llamado SENAME en un clima de absoluta indolencia parlamentaria y gubernamental (***).

—–

(*) En Chile una configuración política estatal y social parecida ha recibió el nombre de «Estado de compromiso»; concepto puesto en uso en los ochenta por el sociólogo laguista Guillermo Campero.

(**) Hemos preferido el concepto de neoliberalización al de social-liberalismo para dar cuenta de la mutación ocurrida en aquellos partidos que como los socialistas y «progresistas» de la Concertación o la Nueva Mayoría han adoptado las políticas neoliberales sin plantearse su reemplazo por otras de corte socialdemócrata clásico. El actual presupuesto chileno para el año próximo es un ejemplo, en su argumentarlo mismo y en sus medidas, tal cual lo hace el ministro de Hacienda Rodrigo Valdés, de la adhesión plena de todos los partidos de la coalición gobernante (incluidos los satélites PC, IC, PRSD y MAS) del dogma neoliberal y de la obediencia a los poderes globales que impone el Orden Neoliberal.

(***) Serían 1.300 los niños-adolescentes «ligados a tratamientos del SENAME» los fallecidos entre 2005 y septiembre 2016. Ver: http://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2016/10/03/presidente-de-comision-investigadora-habla-de-1300-personas-muertas-en-los-ultimos-once-anos-que-estaban-vinculadas-al-sename/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.