Tras un 2018 marcado por la recuperación económica, elementos de estabilidad política y una relativa baja lucha de clases, el asesinato de Camilo Catrillanca a mediados de noviembre cambió la situación . El gobierno quedó debilitado , y vía maniobras (o polarizaciones ideológicas) busca recuperar la agenda política. Esta debilidad no opera en el vacío […]
Tras un 2018 marcado por la recuperación económica, elementos de estabilidad política y una relativa baja lucha de clases, el asesinato de Camilo Catrillanca a mediados de noviembre cambió la situación . El gobierno quedó debilitado , y vía maniobras (o polarizaciones ideológicas) busca recuperar la agenda política. Esta debilidad no opera en el vacío y lo probó la crisis en Carabineros: se ha ido profundizando la crisis de las instituciones del viejo régimen de la transición , que está en la base de la cruzada y pugnas internas. Las tendencias a la polarización política, por derecha y por izquierda, que habían quedado relativamente suspendidas tras una «luna de miel», se reabrieron, e hizo aparecer no solo a los J.A. Kast (animados por el fenómeno Bolsonaro), sino la emergencia de procesos de lucha y de algunos fenómenos de vanguardia, en la clase trabajadora y la juventud. El límite a una situación más convulsiva lo impone sobre todo el crecimiento económico, que terminó en un 4% y es colchón político para el gobierno y una relativa base de estabilidad social, que actúa como contra tendencia a los factores más críticos.
Un gobierno debilitado
Piñera ya no goza del mismo apoyo social que le dio el triunfo con el 54% de los votos el 17 de diciembre de 2017. Con una cierta frustración de amplios sectores de la población frente a la promesa de «tiempos mejores» que no llegan para todos, se ha ido erosionando esa base social. Aunque haya crecimiento económico que genera expectativas, no alcanza para absorber toda la fuerza de trabajo, lo que mantiene en niveles relativamente estables la tasa de desempleo (cercana al 7%) y los salarios se mantienen relativamente estancados.
Este proceso estuvo en la base de la crisis política que se abrió con el asesinato de Camilo Catrillanca, y golpeó a Piñera y al gobierno. La crisis de la policía y la serie de mentiras, encubrimiento, falsas evidencias, golpearon sobre todo a Chadwick, y dejó a la defensiva al gobierno antes de terminar el primer año. Aunque logra a duras penas recuperar la agenda con temas más «ideológicos» como educación (admisión justa) o inmigración («ordenar la casa»), o ahora la crisis en Venezuela, que generan un escenario optimista en los optimistas gobernantes, la realidad es que el gobierno inicia debilitado este 2019. Y no es menor, pues su proyecto clave de «reformas estructurales» se juega este 2019. Es decir, llega relativamente debilitado para implementar su agenda central: las reformas tributaria, previsional y laboral.
Aunque tiene a su favor, que siendo minoría parlamentaria la «oposición» le ha entregado los votos en sus leyes claves, en particular una DC y un PR que buscan la colaboración con el gobierno, y en las calles le han otorgado una tregua permanente la burocracia sindical CUT y las direcciones del movimiento estudiantil (Confech), Piñera llega debilitado pasar sus reformas centrales, que probablemente encuentren diversos grados de resistencia.
Se profundiza la crisis del régimen político de la transición y se desarrollan tendencias a la polarización política
Esta debilidad de Piñera, se da en el marco de una profundización de la crisis del régimen político de la transición , que golpea a diversas instituciones (Carabineros, Fuerzas Armadas, partidos políticos tradicionales, parlamento, poder judicial, contraloría, iglesia católica, etc.). La crisis del régimen de la transición -abierta el 2011- no pudo ser por ahora cerrada ni por el reformismo burgués senil de Bachelet (que contuvo y desvío en parte, pero que no pudo cerrar) y parece menos probable que sea cerrada por un Piñera debilitado.
Este año, además de la crisis histórica que ha estallado en uno de los «factores morales de la nación», la iglesia católica -cuya expresión evidente fue el fracaso de la visita del Papa Francisco, y los niveles históricas de desconfianza en el clero-, se siguió profundizando la Carabineros y en menor parte de las Fuerzas Armadas. En este caso se trata de instituciones pilares del poder estatal, lo que le agrega un factor más complejo a la crisis de las instituciones del régimen. El Congreso, el sistema judicial, los partidos tradicionales, la contraloría, siguen tan golpeados como antes.
No estamos hablando que en Chile hay crisis orgánica, o como diría Gramsci, una «crisis de conjunto» (económica, política y social) que plante «soluciones de fuerza», como sí observamos en Venezuela o Brasil (o en el Reino Unido y Francia en Europa), pues la situación económica aún es relativamente estable e impide una polarización social de conjunto. Sin embargo, la fuerte crisis política es un «elemento o ingrediente» de una crisis orgánica en caso que una crisis económica pegue en Chile, y se inscribe en las tendencias más generales a la crisis de los regímenes democráticos, a los partidos del «centro» y las tendencias a la polarización política con una emergente extrema-derecha y fenómenos neorreformistas por izquierda, poniendo a Chile más «en sintonía» con los fenómenos políticos mundiales que hemos observado en otros países
De allí es que esa inicial tendencia a los «polos», cuya expresión por derecha es la aparición de J.A. Kast y Acción Republicana, y por izquierda, el Frente Amplio y la figura de B. Sánchez, es una tendencia que seguirá desarrollándose, y será uno de los factores centrales en la situación política futura. En este marco es que debemos situar el protagonismo de Kast y cía., y las disputas y reconfiguraciones en la «oposición».
La economía: una contra-tendencia frágil
Chile no ha sido, hasta ahora, golpeado fuertemente por la crisis, lo que opera como contra-tendencia al desarrollo de una «crisis orgánica» . El crecimiento del 4% el 2018 es una tendencia «estabilizante» en un sentido, pues no solo es un marco de relativa estabilidad social, sino que otorga al gobierno ciertos márgenes de maniobra para intervenir en crisis políticas o procesos de lucha de clases que tiendan a agudizarse (como los portuarios, donde el gobierno pudo contener su desarrollo más explosivo entregando ciertas concesiones económicas). De conjunto, este elemento impide tendencias más «catastróficas» en la situación, impidiendo o jugando en contra de crisis más abiertas.
Sin embargo, este «colchón» es frágil e inestable: 1) porque no logra cumplir las expectativas creadas en torno a un gran crecimiento anunciado como principal promesa de campaña; 2) porque la situación de la economía internacional es muy inestable, y ya hay voces que anuncian posibles recesiones. El crecimiento chino se está moderando, lo que puede golpear agudamente a la economía chilena de seguir desarrollándose; la crisis del Brexit tiene en ascuas la economía europea, la guerra comercial entre EEUU y China (ambos, principales socios comerciales del país) o el aumento de las tasas de interés de la Fed norteamericana pueden jugar un factor anti-crecimiento. Ni qué decir un escenario más catastrófico en la situación política venezolana.
Es decir, no está descartado a nivel global un salto en la crisis económica que golpee fuerte a la economía chilena, en un marco donde la «globalización» se empieza a cerrar, y las tendencias al choque comercial y a los «proteccionismos» no opera favorablemente a la «lluvia de inversiones» prometida. Más bien por ahora las inversiones no encuentran nichos, y no hay bases para un «súper-ciclo» de las materias primas.
Tendencias a la lucha de clases y a la emergencia de vanguardia obrera y juvenil
En este marco más general, con la crisis política del gobierno, la profundización de la crisis de las instituciones del régimen, y las tendencias a la polarización política, fenómenos limitados por la relativa estabilidad económico-social, los últimos meses del año se desarrolló una tendencia por izquierda en la situación, a la emergencia de fenómenos de lucha de clases y de vanguardia obrera y juvenil . Los vimos en las movilizaciones de sectores de la juventud tras el asesinato de Catrillanca, protestando contra la policía y el gobierno con métodos radicales y solidarizando con el pueblo mapuche, que en el sur, movilizó a algunas universidades enteras en el marco que en las zonas de conflicto aumentaron los hechos de violencia política (en una región donde se observan rasgos de guerra de baja intensidad que viene en aumento). Y asimismo, en la rebelión portuaria en Valparaíso, con jóvenes trabajadores que se rebelaron por el hambre, que desarrollaron métodos de acción directa, enfrentando a la policía y a la propia burocracia sindical, en un puerto históricamente «rompe-huelgas».
Estos hechos replantean la posibilidad de un escenario de mayor lucha de clases en la que los revolucionarios debemos intervenir, y al surgir tendencias a la vanguardia, abre condiciones para dar una batalla para poner en una corriente revolucionaria en los sindicatos, en el movimiento estudiantil y de mujeres, como base para la construcción de un partido revolucionario que haga la diferencia en los combates de la lucha de clases y luchando por una alternativa anticapitalista y revolucionaria ante la situación.
Ya hay anunciadas movilizaciones, como el 8 de marzo donde el movimiento de mujeres será protagonista y ya ha jugado un rol en la situación este 2018, así como el paro nacional anunciado por la CUT para el 11 de abril contra la reforma laboral que anunció Piñera. Dos hechos que marcarán también el inicio de año. Desde Pan y Rosas y el PTR luchamos para que el 8M sea un verdadero paro nacional activo y con movilización, donde la CUT, Colegio de Profesores y sindicatos, junto al movimiento estudiantil y con el movimiento de mujeres y las trabajadoras como protagonista, pueda tomar esta demanda en sus manos, luchando por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, por igual trabajo e igual salario y por el fin a la militarización en el Wallmapu; y hacia el 11 de abril contra la reforma laboral, por un paro activo con piquetes y movilización, con un plan de lucha desde los sindicatos, con asambleas en los lugares de trabajo y la coordinación desde las bases, para derrotar la reforma laboral con millones en las calles, por un salario acorde a la canasta familiar básica de $450.000, para poner fin a las AFP y conquistar un sistema de reparto solidario gestionado por jubilados y trabajadores, por el fin a los despidos y por la estatización de toda empresa que cierre o despida, reduciendo la jornada de trabajo a 6 horas y 5 días sin rebaja de sueldo y repartiendo las horas de trabajo entre ocupados y desocupados. El movimiento estudiantil puede y debe ser un gran actor en estas jornadas, uniendo sus demandas por la educación pública y gratuita, al movimiento de trabajadores y de mujeres.
Frente Amplio, PC y burocracias ¿una reubicación hacia izquierda?
Este año, uno de los mayores obstáculos para el desarrollo de lucha de clases y para que las batallas parciales desplegaran todo su potencial, fue sin duda la burocracia sindical y el rol del reformismo y neorreformismo (PC-FA), que dejaron sin respuesta a los miles de despidos que realizó el gobierno este año en el sector público y también privado. Fue un año de «tregua» y «paz social» de las direcciones sindicales y estudiantiles. En su debut en el parlamento, ensayaron una política de «unidad de la oposición» con el concertacionismo y la DC y de compromisos con el gobierno (como las mesas de acuerdo nacional), que actuaron más bien en favor del gobierno y pusieron a la defensiva al FA (que se debatió en diversas crisis).
La CUT jugó un rol permanente de tregua, para impedir que se desarrollen procesos de lucha o para impedir su coordinación y unidad. El «paro activo» del 8 de agosto no tuvo ni «paro» ni fue «activo», sino que terminó en una movilización testimonial para presionar mejor a negociar las reformas. En sectores como en Profesores, la burocracia de Aguilar, ligada al FA, ha jugado un rol central para que pasen cerca de 500 despidos a nivel nacional y a la vez, para mantener el dialogo social con el gobierno.
No obstante, esto puede ir cambiando hacia el 2019, en el marco de tendencias a la polarización política, probablemente tenderán a fortalecer al Frente Amplio y al PC en el terreno de masas, y entrarán a disputar la dirección de la oposición, probablemente combinando más «calle» y más «oposición» parlamentaria, manteniendo su política de colaboración con partidos empresariales «progresistas».
En el marco que la DC y el PR hacen acuerdos con el gobierno, y con un PS dividido entre la DC y el FA, hay rasgos de reubicación del FA y PC: amenazando con romper el «acuerdo de gobernabilidad» de toda la «oposición», aunque más por ahora una maniobra para presionar por «acuerdos mínimos» (con un partido tan golpista como la DC que ahora apoya a Guaidó en Venezuela). Por abajo, la CUT ha llamado al paro nacional el 11 de abril y la JJCC, que ha recuperado la dirección de la Confech en parte, está llamando a un «año de luchas» para enfrentar la «agenda anti-derechos» de Piñera. Buscarán fortalecerse de conjunto hacia el 2020, done se jugarán las elecciones municipales que marcará la apertura del escenario hacia las presidenciales 2021.
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Si la debilidad de Piñera y la crisis del régimen reabren escenarios de lucha de clases, el nuevo panorama político con tendencias a la polarización, probablemente tenderá a fortalecer nuevos fenómenos políticos. Por izquierda, el Frente Amplio ante la debacle concertacionista, puede fortalecerse como alternativa electoral. El combate a la extrema derecha desde una posición política independiente y de la lucha de clases estará inscrito en este nuevo marco estratégico.
De emerger procesos de lucha de clases y tendencias a fenómenos de vanguardia, abrirá mayores espacios para los revolucionarios, para ser un factor en esas luchas desarrollando las tendencias combativas y a la auto-organización, la unidad de los trabajadores con estudiantes y mujeres, y luchando por un programa independiente, puede abrir un camino para poner en pie un partido de la vanguardia obrera y juvenil que luche por un programa anticapitalista de las y los trabajadores, y que se destaque en la lucha de clases.
Enfrentando la visión socialdemócrata del FA y el PC que pone el «centro de gravedad» de su estrategia en las instituciones estatales y en el parlamentarismo, y usa «la calle» como presión parlamentaria, no habrá desarrollo de una corriente revolucionaria en los sindicatos, movimiento estudiantil y de mujeres, por fuera de los combates de la lucha de clases, y luchando por una estrategia independiente a la burocracia y los partidos reformistas, en un año que -nacional e internacionalmente- se anuncia más convulsivo.