Recordatorio Histórico en una Píldora El gobierno de la Unidad Popular, liderado por Salvador Allende, inició la Vía Chilena al Socialismo (revolución democrática y pacífica) a comienzos de la década de los 70. En ese proceso, el cobre, principal recurso natural chileno, antes en manos de las empresas Estadounidenses, se nacionalizó con la aprobación unánime […]
Recordatorio Histórico en una Píldora
El gobierno de la Unidad Popular, liderado por Salvador Allende, inició la Vía Chilena al Socialismo (revolución democrática y pacífica) a comienzos de la década de los 70. En ese proceso, el cobre, principal recurso natural chileno, antes en manos de las empresas Estadounidenses, se nacionalizó con la aprobación unánime del Parlamento.
Los militares Chilenos, armados y entrenados por los Estados Unidos y firmes seguidores de la Doctrina de Seguridad Nacional, pretendían ser fieles defensores de la Constitución. Sin embargo, la traicionaron en un golpe militar el 11 de Septiembre de 1973, con el apoyo de los Estados Unidos (EE.UU.) (periodo Nixon/Kisinger).
Primera Fase: El experimento neoliberal en dictadura
Durante la Dictadura de Pinochet, Chile se transformó en la vitrina del neoliberalismo. A finales de la década de los 70, Milton Friedman, profesor de la Universidad de Chicago, y un puñado de sus alumnos chilenos, los Chicago Boys, convencieron a Pinochet de la oportunidad que significaría para Chile el emprender este experimento novedoso, que aún no se había llevado a cabo en país alguno. Nada importaba que para que los chilenos – por entonces con elevada consciencia política – no se resistieran, había que imponerlo a sangre y fuego. Se acaba así lo poco que quedaba de la Vía Chilena al Socialismo y comienza la Vía Chilena al Neoliberalismo.
Esta contra-revolución con los EE.UU. y el capital transnacional como aliados, no solo sembró el terror destruyendo al movimiento popular sino que además impuso ajustes estructurales que más adelante conformaron el Consenso de Washington, impuesto a lo ancho y largo de una América Latina endeudada, en las décadas del 80 y el 90. Para mayor seguridad y para perpetuar el modelo a través del tiempo, la Dictadura promulgó una nueva Constitución imponiendo al neoliberalismo en su texto.
Así, el cobre comienza a desnacionalizarse, se imponen el extractivismo y las privatizaciones. Chile se transformó en una sociedad de mercado y las exportaciones constituyeron la gran estrategia para garantizar un crecimiento ilimitado. Los intereses de los EE.UU. quedaron resguardados y los imposibles mecanismos para cambiar la Constitución y las Leyes buscaban la perpetuidad del modelo.
A finales del periodo presidencial de James Carter, la Dictadura comenzaba a ser una vergüenza internacional y en negociaciones secretas entre los Estados Unidos, los militares y lo que después llego a ser la Concertación de Partidos por la Democracia (Concertación), se llegó a una fórmula para retornar a la democracia a cambio de la impunidad para los criminales y de la continuidad para la Constitución de la Dictadura. Se garantizaba, además, un financiamiento especial para los militares, fuera del presupuesto público, con lo que el gasto militar haría las delicias del Complejo Militar Estadounidense.
Segunda Fase: La consolidación y auge del neoliberalismo durante los gobiernos «democráticos»
En el plano político , a la vez se restablece la democracia pero meramente en su aspecto electoral y también se deslegitima al responder a una ley electoral injusta. Se elige a un Demócrata Cristiano y ex golpista, Patricio Aylwin, como el primer presidente de la Transición y Pinochet asume como senador vitalicio. Ya firmemente en el poder, la Concertación perfecciona el modelo y lo legitima haciendo cambios mínimos en la Constitución de Pinochet, agregándole la firma del Presidente Lagos. Todo mecanismo que se propusiera para llegar a una Constitución legítima y democráticamente elaborada se rechaza inmediatamente.
La mayoría de los criminales violadores de derechos humanos siguen sin ser castigados y a muchos de ellos se les dan cargos públicos destacados u otros privilegios. Solo un puñado de casos emblemáticos es llevado a la justicia. El Dictador es rescatado de un juicio internacional y finalmente muere en su cama.
La Concertación no aprovecha los breves periodos en que tiene mayoría en el Congreso para abolir leyes injustas como la Ley de Amnistía, la Ley Laboral, la Ley de Educación y las leyes represivas. El Partido Socialista, ex marxista se declara socialdemócrata y en la práctica demuestra ser plenamente neoliberal. El Presidente Lagos, que dice ser socialista, es reconocido por las asociaciones de empresarios como el mejor presidente de derechas que ha tenido Chile. Por esto, el ciudadano de a pie se aleja de los partidos políticos tradicionales aunque tampoco encuentra en la izquierda atomizada, una propuesta sólida y convincente.
En materia de economía , el mercado predomina en todos los ámbitos de la sociedad y el Estado, fiel al Pinochetismo, se mantiene en su rol subsidiario, sin competir con el sector privado ni tan siquiera en los sectores sociales como la salud y la educación. Por el contrario, lo subsidia para que el sector privado ejerza las funciones a las que el estado renuncia. Surge el culto al crecimiento como si fuera sinónimo de desarrollo, y el culto al lucro que se instala para quedarse.
El modelo se basa en el extractivismo y las exportaciones. El «sueldo de Chile» como el ex Presidente Allende llamaba al cobre, gradualmente pasa a manos extranjeras. La extracción de recursos naturales, tanto en la minería como en el sector forestal, entra en conflicto con las comunidades indígenas y depende desmedidamente del agua, que también pasa a manos privadas. Se exporta la materia prima sin ninguna elaboración industrial y sin un justo retorno en forma de royalties. El incremento de la explotación de la naturaleza va de la mano con la explotación de los trabajadores. A modo de ejemplo, la productividad aumenta en un 90% pero los salarios solo un 20% con lo que aumenta la vulnerabilidad de los trabajadores y se permite a los empresarios llevarse la tajada del león. Para mayor insulto, las leyes impositivas extraen más impuestos del trabajo que del capital.
La generosidad del Gobierno para con los inversionistas privados provoca un auge en el flujo de inversiones extranjeras. Crece el Producto Interno Bruto (PIB) y mejoran los indicadores macroeconómicos. Al no ser un crecimiento industrializador, creador de valor e innovador, ni mucho menos desarrollador de capacidades nacionales, sino el de procesos de acumulación rentista, no es un crecimiento modernizador como se lo publicita. Se acelera la puerta giratoria entre el sector público y el gran negocio, y los holdings chilenos comienzan a operar globalmente. Los medios de comunicación concentrados en pocas manos, con el impulso premeditado del Estado, proyectan al mundo una falsa imagen de éxito.
El desarrollo social que no puede sino ser un reflejo de lo que ocurre en la economía y en la política. En el extremo más vulnerable de las clases sociales, se sufren los efectos de las disparidades que crea el modelo. Gran parte de la inversión social se dirige a subsidiar al sector privado que vende servicios públicos en el mercado, solo para la demanda solvente. Ni Margaret Thatcher ni Ronald Reagan se atrevieron a ir tan lejos como se atrevieron los gobiernos de la Concertación, al destruir el sistema público de salud y al transformar a la seguridad social de un sistema de reparto en un sistema de capitalización.
La buena noticia es que se reduce la extrema pobreza en base a subsidios temporales, que no con política pública estable, como correspondería hacerlo. El gobierno propone a los pobres que se ayuden a sí mismos convirtiéndose en emprendedores y surge el crédito fácil como la panacea que permite el consumo y la integración social de los más precarios, cuando en realidad lo que consigue es darle un espaldarazo al lucro del sector privado. El consumismo, el individualismo y la apatía política están a la orden del día.
Los sindicatos tradicionales que aún no se reponen de la perdida de sus mejores dirigentes, optan por apoyar al gobierno, aun en contra de sus propios intereses. Son permanentemente cooptados y debilitados al haber sido privados del derecho a huelga y a la negociación colectiva. Los empresarios, con el beneplácito del gobierno, crean el multi-rut1 con lo que fraccionan sus empresas de modo que el sindicalismo o lo que queda de él se ve limitado a luchar dentro de ámbitos muy reducidos. Del mismo modo, proliferan las subcontrataciones con lo que los trabajadores ya no saben exactamente quién es quién los explota.
Los movimientos sociales se transforman en la verdadera oposición. Por lo mismo, son cooptados o reprimidos aprovechando la Ley de Seguridad del Estado, que data del Pinochetismo. La represión se ensaña con los estudiantes que luchan por la educación como derecho en lugar de como mercancía, y con las comunidades y dirigentes del pueblo mapuche que luchan por recuperar sus tierras -ahora en manos de las forestales transnacionales subsidiadas por el gobierno- y por proteger el medio ambiente en sus tierras ancestrales.
Los EEUU no dejan de ser un actor omnipresente en esta escena, y Chile se convierte en su fiel servidor. La gestión del Estado no solo está dirigida a enriquecer a los grandes empresarios, también está dirigida a servir los intereses espurios del imperialismo estadounidense. Por eso la transferencia de recursos por la vía de los mecanismos ya mencionados se dirige mayoritariamente a los holdings estadounidenses. Además, el Estado Chileno deposita sus excedentes fiscales -en tiempos de bonanza del precio internacional del cobre- en las arcas de ese país comprando bonos del Tesoro.
Chile negocia y firma una gran cantidad de tratados comerciales contribuyendo a la propaganda mundial sobre los supuestos beneficios del libre comercio, y apoyando las ansias estadounidenses de reconstruir, por la vía de los tratados bilaterales el poder potencial que perdió en 2005, cuando América Latina, liderada por los entonces presidentes Chávez y Kirchner, se opuso al Tratado de Libre Comercio con América Latina (ALCA). Chile fue el primer país Latinoamericano donde en 2004, entró en vigor un tratado bilateral de ese tipo con los EE.UU. que solo beneficia a las corporaciones transnacionales a medida que destruye a los remanentes de la industria Chilena, a sus trabajadores y a la naturaleza.
Más adelante, Chile juega un rol fundamental en la creación de la Alianza del Pacifico -básicamente uniendo a los países «amigos» de los EE.UU.- haciendo contrapeso a la emergencia de mecanismos de integración regional contra- hegemónicos. Paradojalmente, Chile no participa en ninguno de los mecanismos comerciales de larga data en América Latina como son la Comunidad Andina (CAN) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) aunque intenta influir en ellos.
Pero además, Chile apoya los proyectos de hegemonía política de los EEUU en América Latina. Por eso es que continuamente participa en las iniciativas de desestabilización de Venezuela y Bolivia, los «enemigos» de EE.UU. Por lo mismo, resulta siendo la única excepción en América Latina al haber reconocido al efímero gobierno golpista de Carmona en Venezuela en 2002. Igualmente, Chile es muy activo en hacer sobrevivir el Panamericanismo asentado en la Organización de Estados Americanos (OEA). Como no puede continuar siendo la excepción, ha integrado la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) pero asumiendo un perfil muy tibio.
Como no todo puede reducirse a dar, a Chile también le tocó recibir. EE.UU. graciosamente se prestó para preparar a quien tenía potencial para convertirse en una futura líder política. Entrenó a Michelle Bachelet en materia de Defensa en el Inter-American Defense College en Washington D.C., para que pudiera asumir esa cartera durante el gobierno del Presidente Lagos. Más adelante, para que lograra su segunda presidencia, la fogueó internacionalmente y la arropó con propaganda inmerecida al hacerle lobby para su nombramiento en la Dirección de ONU Mujeres.
Tercera Fase: La decrepitud del neoliberalismo maduro o tardío:
En esta etapa, Chile comienza a cosechar los frutos de 40 años de neoliberalismo extremo durante los cuales sus fuentes de crecimiento -los trabajadores y los recursos naturales- fueron sacrificadas sistemáticamente en el altar al lucro y a la acumulación rentista, que ha dejado tras de sí externalidades que nunca entran en las cuentas alegres. Etapa que también consolida a la relación servil con los EE.UU. y llena los bolsillos sin fondo de la clase empresarial que cada día se entremezcla más con la clase política.
En el plano político , la democracia de baja intensidad recibe su golpe de gracia al transarse las posiciones del Estado en el mercado. La oligarquía compra a los cargos electos, a las leyes y a las decisiones de política pública. Así es como la comunidad empresarial toma las riendas del Estado, corrompiéndolo. Al develarse este escándalo, los chilenos pierden la confianza en las instituciones públicas o privadas. No se salva nadie. Ni la iglesia Católica con graves y comprobados casos de abusadores de niños, ni la banca que fomenta el consumo pero no a los pequeños productores, ni el endeudamiento para lograr una educación como instrumento de movilidad social, ni la libre competencia para bajar los precios al consumidor. Tampoco se salva el Estado, ni siquiera la Presidencia, cuya corrupción y connivencia con los abusadores es abrumadoramente evidenciada. Ni siquiera los convence el engañoso e irrealizable programa de reformas del gobierno que se mercadea como la solución a todos los problemas.
Cunde la apatía electoral y el malestar de los chilenos. El 30% de los electores potenciales no se han registrado para votar. ¿Por qué votar cuando la corrupción de los candidatos ya ha sido probada? Surge un movimiento de boicot electoral. Dada la abstención, la mayoría del 60% que eligió a Michelle Bachelet en su segundo mandato, constituía en los hechos solo un 25% del electorado. Su índice de aprobación en las encuestas se sitúa actualmente en 15% lo que se debe en gran medida a su hundimiento en materia de ética y de efectividad política a los ojos del pueblo. La Concertación -ahora Nueva Mayoría con la incorporación del Partido Comunista- está plagada de conflictos internos y carece de la flexibilidad para adaptarse a las nuevas circunstancias. El Partido Comunista que tiene que hacer la vista gorda, comparte la mala fama de sus nuevos socios a cambio de un puñado de parlamentarios que no logran cambiar nada. La izquierda partidaria, permanece atomizada.
En la economía, al igual que en la política, se consolida el poder oligopólico de los grupos económicos que continúan su proceso de acumulación por desposesión. La privatización llega al paroxismo al privatizarse el océano a costa de la pesca artesanal. El modelo depredador se exacerba y las exportaciones que corresponden a recursos naturales no procesados llegan al 90% del total, entre lo que se incluye al cobre porque ya no se exporta cobre refinado. La dependencia excesiva en los mercados globales deja a Chile a merced de fuerzas que no controla. Por mucho que aumenten las exportaciones, no ganan los chilenos. Ganan las transnacionales y sus compinches locales, muchos de los cuales ocupan cargos públicos de responsabilidad.
Continúa recortándose «el sueldo de Chile» al bajar los precios internacionales del cobre y al destruirse intencionalmente lo poco que queda en manos del Estado. Al estar la mayor parte de este recurso en manos de privados, el Estado no controla los volúmenes exportados con lo que el exceso de oferta no permite influenciar en los precios internacionales del cobre. Las privadas no solo casi no pagan royalties (solo el 3%), También han sub-facturado con la intención de evadir sus obligaciones fiscales. El Estado ha sido cómplice de este expolio al no ejercer su rol fiscalizador.
CODELCO, la estatal del cobre que explota lo poco que no ha sido desnacionalizado, habiendo sido más exitosa que todas las privadas juntas, ha sido entregada a la administración de tecnócratas provenientes de las privadas que han procedido a quebrar financieramente a la empresa, con el fin de impulsar su privatización. El litio, del cual Chile posee el 54% de las reservas mundiales conocidas, ya se ha transformado en el nuevo objeto de codicia. Las arcas fiscales no pueden sino reflejar tanta desidia estatal y tanto compadrazgo con las transnacionales.
Los sectores sociales, al igual que la naturaleza, inevitablemente sufren los impactos de una economía al servicio de las transnacionales y de una elite corrupta y rentista. Los chilenos continúan recurriendo al mercado para obtener servicios sociales ya que el Estado no ha enmendado plana en este asunto y continúa fomentando la privatización y el lucro en estos sectores. La clase media se reduce considerablemente y pierde toda esperanza de movilidad social basada en sus esfuerzos por educar a sus hijos. Los empleados del sector terciario -antes miembros de la clase media- son tan explotados, que justamente se perciben a sí mismos como parte del proletariado. La solución de recurrir al crédito fácil, ha llegado a sus límites con el 60 % de las familias viviendo encadenadas a sus deudas y a sus salarios miserables, sin poder permitirse protestar por su situación, lo que ha creado una moderna forma de peonaje.
Sin embargo, a medida que se exacerban las disparidades, crece el descontento y la protesta pública multitudinaria. Las mayores movilizaciones sociales se producen por fuera de los partidos políticos y de la oficialista Central Unitaria de Trabajadores (CUT). Ya no son los estudiantes los únicos que llevan el peso de las manifestaciones. Se comprueba que los sostenedores escolares que lucran desmedidamente con la educación se sienten protegidos porque muchos de ellos tienen además un escaño en el parlamento o un alto puesto en el ejecutivo. Lo mismo ocurre con los directores de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP). Por eso es que la consigna de los movimientos sociales ahora es: «NO al lucro en los servicios públicos».
Los pensionistas también han salido a las calles a denunciar al gobierno por la estafa que ha significado la obligación impuesta de cambiarse del antiguo sistema de reparto al sistema de capitalización individual, que solo genera aún más disparidades e indigencia en la vejez. Como si esto fuera poco, las administradoras de fondos de pensiones han hecho inversiones riesgosas, y mientras estas mantienen el nivel de sus millonarias ganancias y financian a sus propios negocios y a las campañas políticas, los pensionistas se han quedado con las migajas. A pesar de todo ello, la comunidad empresarial continúa sus prácticas desenfrenadas de explotación.
Las relaciones con los EE.UU. continúan estrechándose. Bajo el eufemismo de Centro de Entrenamiento para personal de Operaciones de Paz en Zonas Urbanas, se instala una base militar estadounidense en Fuerte Aguayo, muy cerca de Santiago y de Valparaíso, destinada fundamentalmente a la guerra interna. Vale decir, capacitar para sofocar la protesta social que surge inevitablemente del modelo que ha llegado a su decrepitud.
Los cables de Wikileaks confirman que EE.UU. buscaba fomentar un mayor liderazgo de Chile en la Región y en los foros mundiales para marginar la influencia de Hugo Chávez y mantener «la estabilidad regional». Proliferan los conflictos fronterizos, creados especialmente con aquellos países «enemigos» de EE.UU., como lo es Bolivia, con lo que se contribuye a demonizarlos dándole pasto a los conglomerados mediáticos de desinformación que operan apoyando las estrategias estadounidenses. Tampoco ausente de los cables develados está el interés de EE.UU. de mantener a Chile dentro de su negocio de armamentos.
Chile se ha puesto al servicio de los EE.UU. para promover el «libre» comercio y para contribuir a destruir o transformar encubiertamente a los mecanismos de integración contra-hegemónicos que con tanto esfuerzo han surgido en la Región. En cambio, ha liderado la creación de la Alianza del Pacifico y más tarde ha sido el paladín del Tratado Transpacífico (TTP). En definitiva, la gran contribución de Chile a la geopolítica estadounidense consiste en aportar a evitar, entorpecer o destruir cualquier mecanismo que contribuya a un mundo multipolar. Comprender el rol de Chile como el guardián de los intereses de EEUU en la región es fundamental para comprender porqué los medios de comunicación hegemónicos aun ensalzan las bondades del modelo chileno y de sus líderes políticos. Esta campaña mediática global, a su vez permite a Chile, a pesar de su fracaso, continuar ejerciendo su rol de liderazgo, tal como lo requiere EE.UU.
¿Cómo se vislumbra el futuro? El Estado chileno ha plantado las simientes de su propia destrucción física, ética y económica. Se han puesto en marcha formas inéditas de traspaso de recursos desde la ciudadanía al empresariado transgrediendo tratados internacionales en asuntos sociales, ambientales y relativos a los pueblos indígenas. Los dueños de Chile y de sus recursos no son el pueblo soberano, sino que son un puñado de personas que no tienen asiento en ninguno de los tres poderes del Estado, sino en los directorios de las grandes empresas. La ruptura entre representantes y representados es insalvable y las clases dominantes se muestran incapaces de plantear alternativas.
Sin embargo, los chilenos de a pie parecen haber perdido el miedo, se organizan para informarse y para denunciar el lucro en los servicios básicos, la lacra de las subcontrataciones, y demás formas de violación de derechos. Se organizan en pos de una Asamblea Constituyente saliéndole al paso a la engañosa propuesta gubernamental de cambio constitucional que pone esa tarea en manos comisiones designadas y de parlamentarios probadamente corruptos y coludidos con el gran capital. Aún faltan pasos fundamentales que dar antes de encontrar una salida, como son el de unir todas las luchas en una sola gran lucha, el de construir un pueblo que supere el individualismo y el consumismo, y que recupere la ética republicana para poder desarrollar una clara propuesta de futuro.
Este artículo ha puesto de manifiesto lo indisoluble que resulta ser la situación nacional de su relación con EE.UU., aunque con la excepción de algunos iniciados, los movimientos sociales aún no lo han llegado a comprender plenamente. No se encontrará opción de salida alguna si no se incluye este crucial factor en el análisis. El momento político en la Región se complica y resultará cada vez más difícil luchar en contra el poder imperial y de la corrupción a nivel local, sin el contexto de países vecinos con quienes compartir la lucha. Chile ha sido un país pionero tanto cuando emprendió la vía chilena al socialismo como cuando emprendió la vía al neoliberalismo. Bien puede volver a ese rol precursor y ponerle un «palo en la rueda» a la contra-revolución neoliberal que en este momento se extiende por el continente dando golpes duros y blandos.
En pleno auge del neoliberalismo, Chile y una multitud de sus analistas y consultores dieron lecciones en la región y en el mundo de cómo ser exitoso. Do it the Chilean way como se permitió recomendarle Sebastián Piñera, entonces Presidente de Chile a Angela Merkel. Esta vez no habrá consultores ni analistas ni argumentos para asesorar respecto a las virtudes de un neoliberalismo tardío. Pero el mundo, incluso el mundo desarrollado, haría bien en estar pendiente de los acontecimientos en Chile, aunque les parezca que eso no va con ellos, porque a medida que el neoliberalismo conquista el globo, se aceleran los procesos que a Chile le tocó experimentar tempranamente. Difícil es aprender de experiencias ajenas pero esta vez, no conviene hacerse el sordo.
Ximena de la Barra, [email protected]
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Notas:
1. Multirut: numerosos números de identificación fiscal dentro de una misma empresa para evitar tener que cumplir diversas leyes laborales destinadas a la gran empresa
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.