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Reseña de “La Agonía de la II República. Del golpe de Casado al final de la guerra”

Las últimas semanas de la Guerra Civil

Fuentes: Rebelión

El 1 de abril de 2014 se cumplió el 75 aniversario del parte de guerra redactado por Franco en que se daba por finiquitada la guerra civil. Con ese motivo, los historiadores Eladi Mainar y José M. Santacreu, y el trabajador social Robert Llopis (autor de diversos ensayos sobre la contienda española) han publicado recientemente […]

El 1 de abril de 2014 se cumplió el 75 aniversario del parte de guerra redactado por Franco en que se daba por finiquitada la guerra civil. Con ese motivo, los historiadores Eladi Mainar y José M. Santacreu, y el trabajador social Robert Llopis (autor de diversos ensayos sobre la contienda española) han publicado recientemente «La Agonía de la II República. Del golpe de Casado al final de la guerra» (La Xara), libro presentado en el Fòrum de Debats de la Universitat de València, y en el que se abordan tres sucesos de las últimas semanas de la conflagración: el embarque de prisioneros italianos del Cuerpo de Tropas Voluntarias (CTV) dentro de los «intercambios humanitarios»; la salida del Consejo Nacional de Defensa en buques británicos por el puerto de Gandía; y la tragedia final que afectó a miles de soldados y civiles en el puerto de Alicante.

Durante la guerra civil, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), el gobierno británico y el Cuerpo Diplomático acreditado hicieron posibles intercambios de prisioneros y asilados. Actuaban en calidad de mediadores. El CICR, desde el comienzo de la guerra hasta agosto de 1938, y posteriormente la Comisión Británica para el Intercambio de Prisioneros (Comisión Chetwode) impulsaron las gestiones. Cerca de un millar de personas, la mayoría españoles, se beneficiaron de los intercambios. Entre los extranjeros, fundamentalmente presos de guerra italianos y alemanes (en la zona republicana) y, en la zona sublevada, sobre todo miembros de las brigadas internacionales y algunos soviéticos.

Los autores concluyen, tras un estudio en detalle, que tras los procesos de negociación con el gobierno republicano y el bando franquista se logró la liberación de 349 prisioneros del Cuerpo de Tropas Voluntarias (CTV) y de 347 brigadistas internacionales, en cuatro operaciones de intercambio por el puerto de Gandía y la frontera con Francia. El CICR y la Comisión Chetwode actuaron como mediadores.

Tras el golpe contra el presidente Negrín, el 5 de marzo de 1939 el coronel Casado constituyó en Madrid – con el dirigente del PSOE, Julián Besteiro- el Consejo Nacional de Defensa. Declararon que la guerra estaba perdida y pretendían llegar a una paz honrosa, sin crímenes ni represalias. Negaban que se pudiera llegar a una capitulación sin garantías. «El golpe de Casado precipitó de manera fulgurante el final de la guerra», señalan los autores. Negrín y sus ministros abandonaron en avión el país rumbo a Francia, cuando sobre ellos pesaba una orden de detención. «La huida del Gobierno y la escapada de los dirigentes comunistas más significados fue utilizada por los golpistas para legitimarse y afirmar que los comunistas estaban al servicio de los intereses soviéticos, y que Negrín era su títere».

En «La agonía de la República» se analiza cómo el 29 de marzo de 1939 estaba preparada la última operación de intercambio de presos de guerra italianos desde el Puerto de Gandía (de pequeñas dimensiones y con muelles arrasados por los bombardeos). La presencia de los buques británicos hizo posible que Casado (y un pequeño grupo de seguidores) y otros 194 republicanos salieran del Puerto de Gandía en el «Galatea», con dirección al exilio. Según los autores, «la salida del Consejo Nacional de Defensa por el puerto de Gandía no estaba planificada ni premeditada»; «se dio la circunstancia que los buques de guerra estaban en misión humanitaria para embarcar a los prisioneros italianos, y justo esa casualidad benefició a Casado y a los suyos». Con el permiso del gobierno de Chamberlain.

En las últimas semanas de la guerra civil, los puertos de Gandía y Alicante se convirtieron en centros neurálgicos para la huida de civiles y militares. A la capital alicantina llegaban miles de personas de las diferentes localidades y frentes bélicos. Se hacinaban en el puerto, y esperaban la llegada de barcos para abandonar el país. Pero estos barcos nunca aparecieron. Corría la especie de que Alicante era el lugar adecuado donde esperar una posible evacuación. «El desorden y la confusión eran totales». Sólo hubo dos excepciones a la imposibilidad de exiliarse: la partida de los barcos «Stanbrook» y «Maritime». Franco no permitió que se produjeran salidas desde el puerto de Alicante, «convertido en un verdadero campo de concentración, incluso antes de que las tropas del general italiano Gambara entraran en la ciudad». Así finalizó la guerra civil. Y comenzó la dictadura.