Una famosísima fabula de Esopo titulada «La zorra y las uvas» cuenta que cuando una zorra vio unos hermosos racimos de uvas bien maduras, relamiéndose de ganas intento alcanzarlas de diversas formas. Como no logró su objetivo, para auto consolarse la zorra se dijo a sí misma: que me importa al fin y al cabo […]
Una famosísima fabula de Esopo titulada «La zorra y las uvas» cuenta que cuando una zorra vio unos hermosos racimos de uvas bien maduras, relamiéndose de ganas intento alcanzarlas de diversas formas. Como no logró su objetivo, para auto consolarse la zorra se dijo a sí misma: que me importa al fin y al cabo «esas uvas no están maduras». Con esta fábula se resume la pretensión de ciertos personajes que dicen no apetecer los que les resulta imposible de alcanzar y se aplica al pie de la letra a lo que le acaba de suceder al régimen de Juan Manuel Santos con su vana pretensión de que Colombia ingresara a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), uno de los principales grupos de asesinos del planeta.
El día sábado primero de junio, Santos con toda la pompa del caso y creyéndose el cuento de que nuestro país forma parte del «primer mundo» -porque ya se siente miembro de la OCDE- dijo con un tono pretencioso que en «el mes de junio, la OTAN va a suscribir un acuerdo con el gobierno colombiano, con el ministerio de Defensa, para iniciar todo un proceso de acercamiento, de cooperación, con miras también a ingresar a esa organización». Agregó que «nuestro Ejército está en la mejor posición para poder distinguirse también a nivel internacional. Ya lo estamos haciendo en muchos frentes». Rubricó su sueño de abyección y entrega diciendo que «Colombia tiene derecho y puede pensar en grande. Porque… estamos dejando el miedo a un lado y llenándonos de razones para ser los mejores, y ya no de la región sino del mundo entero. Tenemos con qué. Lo hemos demostrado». Como para ratificar sus pretensiones de que ya somos del «primer mundo» y que estábamos a las puertas de la OTAN, desde la presidencia de la República Santos difundió una foto en su cuenta de twitter en donde se muestra a «aviones colombianos de la Fuerza Aérea (que están) reabasteciendo a aviones de la OTAN». (Ver foto en: http://www.elespectador.com/noticias/politica/imagen-425757-colombia-ya-reabastece-aviones-de-otan-el-aire).
Para que no quede duda de donde vino la orden de pedir el ingreso de este país a la OTAN, el gobierno de los Estados Unidos expresó que respaldaba a sus súbditos colombianos, al indicar que «nuestro objetivo es ciertamente apoyar a Colombia como miembro capaz y fuerte de muchas organizaciones multilaterales, y eso puede incluir la OTAN», según palabras de Roberta Jacobson, la secretaria de Estado adjunta de Estados Unidos para Latinoamérica. Por supuesto, la orden se daba para medir la reacción de los vecinos de Colombia, los que en esta ocasión se movieron rápido, entendiendo el sentido de lo que está en juego, como lo hicieron Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, que denunciaron la maniobra de Santos como una puñalada dirigida contra soberanía de esos países.
Como sucede a veces con los lacayos que creen que por su obsecuencia y servilismo van a ser compensados con creces, Santos pensó, luego de la visita del vicepresidente de Estados Unidos y de arrodillarse en forma incondicional ante su amo imperial y los otros lacayos de la Alianza del Pacífico, que su genuflexión le había abierto las puertas de la OTAN. Sin embargo, para demostrar quién es el que manda y ratificar aquello de que entre más servil sea el perro más se le castiga, la OTAN rápidamente se apresuró a decir, desde su sede en Bruselas, que Colombia «no cumple los criterios geográficos» para ser miembro, aunque se prepara un acuerdo que «permitiría el intercambio de información clasificada entre la Alianza y Colombia», pero «no hay planes inmediatos para establecer una asociación formal» entre ambas partes. Con esto le tiraron la puerta por la cara a Juan Manuel Santos, quien, como bien lo dice un adagio popular, se puso a ensillar antes de traer las bestias.
Lo que la OTAN le ha dicho al régimen santista es que, por supuesto, va a utilizar siempre que lo requiera a los sicarios colombianos (vestidos de verde oliva o de cualquier otro color) para que realicen todo tipo de actos criminales en donde quiera que esa alianza imperialista vaya a intervenir y en las guerras que tiene planeadas para el futuro inmediato. Entre líneas se le está diciendo a Santos y a los cipayos colombianos que no confundan el hecho de ser sicarios a sueldo con convertirse en miembros plenos del selecto club de los Estados terroristas-imperialistas del planeta, lo que solo está reservada a unos cuantos.
La pretensión altisonante y vendepatria de Santos terminó tan mal que ni siquiera él mismo quiso salir a explicar o justificar su metida de patas y para hacerlo escogió a uno de sus subalternos. Luego del desaire imperialista, el Ministro de Defensa (sic) Juan Carlos Pinzón manifestó que «Colombia no puede y no quiere ingresar a la OTAN», «lo que Colombia sí quiere es recorrer el camino para ser un socio en la cooperación como lo son ahora Australia, Nueva Zelanda, Japón, entre otros países». En este caso de repitió la historia de la zorra y de las uvas: la zorra ha sido el gobierno de Colombia y las uvas son la OTAN.
Teniendo en cuenta la ignorancia que caracteriza a los políticos colombianos, cabe preguntarse si Santos y su belicoso Ministro de Guerra no estaban confundiendo a la OTAN con Sudan, un sufrido país al el que Colombia se parece cada día más, y al que ya superamos, por ejemplo, en la cantidad de población interna desplazada.
Como los oligarcas colombianos, como Santos, ya creen que nuestro país es del primer mundo, solo porque desde acá se exporta a todo tipo de expertos en asuntos tan sofisticados como matar, torturar o desaparecer -en lo que las fuerzas armadas de este país sí que tienen una experiencia acumulada y digna de imitar en otros lares- solamente faltan que soliciten el ingreso al G-8, y crean de antemano que van a ser aceptados.
Esa pretensión primermundista de los lacayos de los países periféricos -y las clases dominantes de Colombia son un claro ejemplo de ello- siempre termina en «milagros» de corta duración que hunden a los países en la miseria y los hacen más dependientes de los poderes imperialistas. Si se quisiera citar un ejemplo cercano solo basta acordarse de Carlos Menem -un neoliberal y proimperialista de la misma estirpe de Juan Manuel Santos- que a finales de la década de 1990 presentó a Argentina como un modelo de país que vivía el sueño de haber ingresado al primer mundo. El problema fue que, al poco tiempo, ese país se despertó, después de la resaca neoliberal, como en Cuesta Abajo, el tango de Gardel, con «la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser».
Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; Gente muy Rebelde, (4 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo: mito y realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta, 1999; entre otros. Premio Libertador, Venezuela, 2008. Su último libro publicado es Capitalismo y Despojo.
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