En los últimos tiempos se han celebrado abusivamente -por parte de la tecnocracia del MIDEPLAN y otros exponentes de este conglomerado- los supuestamente exitosos resultados de la Casen 2006. De hecho algunos como Antonio Cortés Terzi, director ejecutivo del Centro de Estudios Sociales Avance, sostienen que estos resultados apoyan, empíricamente, las concepciones de las culturas […]
En los últimos tiempos se han celebrado abusivamente -por parte de la tecnocracia del MIDEPLAN y otros exponentes de este conglomerado- los supuestamente exitosos resultados de la Casen 2006. De hecho algunos como Antonio Cortés Terzi, director ejecutivo del Centro de Estudios Sociales Avance, sostienen que estos resultados apoyan, empíricamente, las concepciones de las culturas de centroizquierda sobre la relación entre el crecimiento y la superación de la pobreza y que no existe una relación lineal ni unidireccional entre la tasa de crecimiento y la disminución de la pobreza. Cortés Terzi tiene razón en que esa relación lineal no existe, pero no por los resultados que muestra la Casen sino más bien por los que oculta, tal como será demostrado en este artículo.
Por otra parte, Mario Marcel, ha sostenido que la puesta en duda de la Casen se debe básicamente a desconocer que la reducción de la pobreza es fruto no sólo del crecimiento económico sino de las políticas sociales aplicadas por la Concertación. Pero se olvida -o quiere deliberadamente desconocer- que otros sectores venimos criticando los resultados de la Casen mucho antes que la derecha, y que lo hacemos porque ésta demuestra hechos absurdos e inconsistentes teórica y empíricamente, puesto que la pobreza medida por las reales necesidades de las personas no se ha reducido sino aumentado y la desigualdad tampoco ha retrocedido.
Probablemente, lo que más se ha discutido es el hecho altamente cuestionable de la reducción de la pobreza, puesto que hay comunas en que este flagelo aparece siendo reducido en más de un 50% cuando no hay ninguna razón para que así ocurra, salvo el evidente y obvio argumento de rebajar tanto la línea de pobreza o fijarla unilateralmente siguiendo metodologías previamente aplicadas, independientemente de si se ajustan o no a la realidad, de tal forma que la pobreza aparezca como un problema en franco retroceso. A estas alturas uno debería extrañarse de que aún queden personas pobres en Chile, dada la forma en que ésta se mide, con una línea de pobreza de 47 mil pesos mensuales. Pero, siendo las cifras un lenguaje, éstas pueden utilizarse tanto para decir la verdad como para mentir, para usar la razón como para abusar del sofisma.
Hasta ahora, lo que se ha puesto en cuestión es la supuesta reducción de la pobreza, pero nada se ha dicho acerca de la también absurda y supuesta reducción de la desigualdad. Hay omisiones metodológicas que levantan gruesas dudas sobre el manejo de la información por parte de los especialistas del MIDEPLAN y del propio gobierno.
Según la Casen 2006, la desigualdad entre el 10% más rico y el 10% más pobre cayó a 31 veces. Lo primero que resulta odioso es la utilización del ingreso familiar para hacer la comparación, cuando el MIDEPLAN sabe muy bien que las familias ricas son menos numerosas y, en consecuencia, la utilización del ingreso familiar oculta el hecho de que los sectores más pobres no sólo tienen un ingreso familiar más bajo sino que también lo deben repartir entre más personas, lo que agudiza y agrava las condiciones de los más pobres. Si consideramos el ingreso per cápita, la desigualdad entre los más ricos y los más pobres sería, según la propia Casen, de 53 veces. La segunda curiosidad es el ingreso medio de una persona rica -unos 890 mil pesos más o menos-, lo que a todas luces y para cualquier chileno resulta por lo menos jocoso y trágico a la vez. No es posible imaginar a un Angelini ganando 900 mil pesos mensuales. Según la Casen, basta con tener un ingreso de 500 mil pesos para ser parte del 10% más rico de Chile.
Esto obviamente no tiene sentido y es lo que nos induce a pensar que los hombres verdaderamente ricos no están en las encuestas que hace la Casen. Se desprende de la simple observación de los datos Casen, una gigantesca subestimación del ingreso de los más ricos. Como ya se ha dicho, los señores feudales no contestan las encuestas y los expertos de MIDEPLAN, que deberían saber esto, no corrigen ese enorme sesgo que presenta la Casen, a pesar de que sí compatibilizan su información con la del Banco Central cuando los ocupados no reportan ingresos o no declaran arriendos. No hay el menor esfuerzo en ajustar los datos relacionados con la participación en la propiedad de acciones, las operaciones en bolsa o la participación en directorios de grandes empresas. Las utilidades de la banca y de los exportadores no están en la Casen. Si ajustamos el ingreso calculado por la Casen para el 2006 con la información del ingreso nacional disponible del Banco Central, llegamos a una grosera subestimación del 41% y, entonces, la diferencia entre el 10% más rico y el 10% más pobre que informa la Casen sube de 31 a 88 veces. Así también, la desigualdad en el ingreso per cápita pasa de 53 a 148 veces, mostrando a Chile como el país con la mayor desigualdad del planeta.
Tampoco es cierto que la desigualdad esté disminuyendo, pues haciendo el mismo ejercicio para los años anteriores -ajustar el ingreso de los más ricos con la información del ingreso personal disponible de las Cuentas Nacionales del Banco Central- el 10% más rico mostraba un ingreso 69 veces superior a los más pobres el 2003 y de 54 para el 2000 a nivel de ingreso familiar y, en relación al ingreso per cápita, la desigualdad aumenta de 91 veces en el 2000 a 116 en el 2003 y a 148 en el 2006. Esto si es consistente pues no debemos olvidar que el 2006 es posterior a la enorme acumulación de riqueza que favoreció el gobierno de Lagos. De allí que la desigualdad -teórica y empíricamente- debe ir en aumento y no en retroceso como nos indica la Casen 2006.
La pobreza y la desigualdad crecen cuando los pobres o las grandes mayorías no tienen representación política en el Estado y, hoy por hoy, éste no sirve sino los intereses privados del capital y ha renunciado a lograr el bien público. Contrariamente a lo que Cortés Terzi y a Mario Marcel les gustaría, el crecimiento económico empobrecedor y concentrador de la riqueza que opera en Chile, no ha reducido ni la pobreza ni la desigualdad.
Marcel Claude es Economista